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miércoles, 15 de julio de 2015

Tinkunaco 1031/15 - ANGELELLI Y LOS TRABAJADORES DE CÓRDOBA



ANGELELLI Y LOS TRABAJADORES DE CÓRDOBA

Luis Miguel Baronetto[1]

El próximo aniversario del martirio de Enrique Angelelli será evocado en la Casa Histórica del Movimiento Obrero, en Vélez Sarsfield 137, de nuestra ciudad. Lo haremos allí para destacar una de las facetas que se distinguió en su tarea como sacerdote y obispo en Córdoba, desde 1952 a 1968, especialmente comprometida con los trabajadores.

La identificación del obispo Angelelli con los trabajadores fue una expresión concreta de su opción por los pobres desde sus primeros años de sacerdote en Córdoba, cuando fue designado asesor de la Juventud Obrera Católica (JOC), en 1952. Su pastoral desde la Capilla de Cristo Obrero lo acercó a los más necesitados, que se cobijaban bajo los puentes de La Cañada. En su casa o en la misma capilla encontraban solidaridad y se sentían queridos. Así lo experimentaron también los que vivían en los conventillos de la zona. Y hasta los ocasionales “circos” que se instalaban en los baldíos entre Humberto Primo y el río Primero, para quienes era su “capellán”.

Demostró esta sensibilidad especialmente con los jóvenes trabajadores promoviendo su organización en la JOC, en las parroquias de los barrios; hasta donde se trasladaba en su moto Puma, bautizada “Providencia”, porque con el “auxilio divino” siempre llegaba.

Como hombre de Iglesia siguió sus disposiciones en 1955 cuando sus huestes se activaron contra el Presidente Perón, en el golpe dictatorial que tuvo en Córdoba su epicentro. Pero a poco de andar, cuando la furia gorila se desató contra los trabajadores y sus dirigentes, el P. Angelelli no dudó en abrir las puertas del altillo donde vivía en Cristo Obrero para refugiar a los perseguidos. Fue la actitud también de otros. En noviembre de ese mismo año, sacerdotes cordobeses declararon públicamente: “…no estamos en contra del mundo obrero. Muchos de nosotros venimos precisamente del mundo obrero. Tenemos a obreros por padres…No podemos sino adherir cordialmente a todas las legítimas conquistas de la clase obrera.” Esta fue la primera autocrítica eclesiástica.

Desde 1956, en cada encuentro nacional de asesores de la JOC, el P. Angelelli promovió la reconciliación de la iglesia católica con los trabajadores: “Debemos confesar humildemente que hemos estado alejados de la clase obrera…No hemos estado como Iglesia en sus momentos tristes, duros y de posibilidades para una promoción auténtica…nos hemos presentado ante ella como Iglesia burguesa.” Su postura fue compartida por los sacerdotes asesores de la JOC. Y para no quedarse en palabras, como resolución presentaron ante el Congreso de la Nación el pedido de normalización de la CGT.

“Encontramos en el movimiento obrero una aspiración común que es la promoción de toda la clase obrera, para que tome conciencia de los valores morales que dentro de sí encierra y que recobre la carta de ciudadanía en el concierto de las demás clases sociales”, escribió en 1958, en la revista “Notas de Pastoral Jocista”, poco después clausurada por la jerarquía.

Su perspectiva evangelizadora no era el “proselitismo” católico; sino “ir al mundo del trabajo”. Allí debían encarnarse los jóvenes militantes. “No sacar al pez del agua, sino cambiar el agua”. En ese empeño buena parte de aquella militancia jocista asumió roles dirigenciales en el movimiento obrero. Algunos fueron perseguidos o secuestrados y asesinados por el terrorismo de estado en 1976.

Los esfuerzos clericales por tender puentes que restablecieran vínculos con los trabajadores despojados de sus derechos, fueron extendiéndose al interior de la misma iglesia que había contribuido a derrocar al “tirano prófugo”. Los encuentros nacionales de los asesores de la JOC fueron el ámbito que articuló la postura reparatoria. Allí fue donde el Nuncio Humberto Mozzoni conoció y quedó impactado por la personalidad del P. Angelelli. Y en 1960 propuso su nombre en la terna para elegir un nuevo obispo. Pocos años después con motivo del conflicto eclesial de 1964 desatado a propósito de la renovación conciliar en Córdoba, diría que el mayor pecado de su vida había sido haberlo hecho obispo a Mons. Angelelli. 

Ya obispo auxiliar intervino en conflictos sindicales en IME (Industrias Mecánicas del Estado), municipales y de Fiat. En 1962, después de escuchar a los empresarios de la fábrica de pilas Soltron-Eveready en Jesús María, les dijo: “Si estas injusticias continúan, algún día estaremos en el mismo paredón, ustedes los patrones y nosotros los curas. Ustedes por no haber sabido practicar la justicia social. Nosotros por no haber sabido defenderla.” 

En 1963 al bendecir unas viviendas en las canteras de Yocsina, en Malagueño, exhortó a estar junto al Cristo sufriente allí presente en los rostros de los obreros quemados por la cal; lo que provocó la denuncia de los dueños, los empresarios católicos Allende Posse, ante el Arzobispo Castellano, porque “creaba cizaña entre los obreros y ellos”.

En la “exhortación pastoral” de ese fin de año, estando a cargo de la Arquidiócesis de Córdoba,  expresó: “En nuestra provincia advertimos azorados un porvenir inseguro, efecto de una de esas situaciones graves que se manifiestan bajo formas inhumanas de la desocupación, carestía de la vida, bajos salarios, escaso rendimiento del poder adquisitivo, alto déficit de las viviendas, hospitales abarrotados, niños enfermos y desnutridos. Carencia de una asistencia médica social vigorosa y congruente. Se suma a esta situación desalentadora el cierre de plantas industriales, suspensiones masivas del personal, (…). Esto configura algo más que una crisis, es la conculcación, la negación misma de los derechos humanos y cristianos de la persona.” 

Este obispo, hijo de trabajadores inmigrantes radicados en Córdoba, que se mantuvo fiel a su origen y ejerció su rol episcopal al servicio de los empobrecidos, no fue tolerado por el catolicismo tradicionalista cordobés. Los cuestionamientos a sus actitudes y convicciones se multiplicaron. En 1968, al producirse la vacante en La Rioja, fue designado como titular de aquella diócesis. Se lo destinaba a una provincia postergada para sepultar en el olvido también a su obispo. La realidad mostró todo lo contrario. Sus palabras y sus acciones promoviendo organizaciones para la dignidad de los pobres, trascendieron las fronteras. Y se nacionalizaron, cuestionando los poderes establecidos, que lo persiguieron hasta el crimen del 4 de agosto de 1976.

Córdoba, 13 de julio de 2015


[1] Autor de Vida y Martirio de Mons. Angelelli, Ed. Tiempo Latinoamericano, 2da. ed., 264 págs., 2006.

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