ANGELELLI Y LOS TRABAJADORES DE
CÓRDOBA
Luis Miguel Baronetto[1]
El próximo aniversario del martirio de Enrique
Angelelli será evocado en la Casa Histórica
del Movimiento Obrero, en Vélez Sarsfield 137, de nuestra ciudad. Lo haremos
allí para destacar una de las facetas que se distinguió en su tarea como
sacerdote y obispo en Córdoba, desde 1952 a 1968, especialmente comprometida con los
trabajadores.
La identificación del obispo Angelelli con los
trabajadores fue una expresión concreta de su opción por los pobres desde sus
primeros años de sacerdote en Córdoba, cuando fue designado asesor de la Juventud Obrera Católica (JOC),
en 1952. Su pastoral desde la
Capilla de Cristo Obrero lo acercó a los más necesitados, que
se cobijaban bajo los puentes de La Cañada.
En su casa o en la misma capilla encontraban solidaridad y se
sentían queridos. Así lo experimentaron también los que vivían en los
conventillos de la zona. Y hasta los ocasionales “circos” que se instalaban en
los baldíos entre Humberto Primo y el río Primero, para quienes era su
“capellán”.
Demostró esta sensibilidad especialmente con
los jóvenes trabajadores promoviendo su organización en la JOC, en las parroquias de los
barrios; hasta donde se trasladaba en su moto Puma, bautizada “Providencia”,
porque con el “auxilio divino” siempre llegaba.
Como hombre de Iglesia siguió sus disposiciones
en 1955 cuando sus huestes se activaron contra el Presidente Perón, en el golpe
dictatorial que tuvo en Córdoba su epicentro. Pero a poco de andar, cuando la
furia gorila se desató contra los trabajadores y sus dirigentes, el P.
Angelelli no dudó en abrir las puertas del altillo donde vivía en Cristo Obrero
para refugiar a los perseguidos. Fue la actitud también de otros. En noviembre
de ese mismo año, sacerdotes cordobeses declararon públicamente: “…no estamos
en contra del mundo obrero. Muchos de nosotros venimos precisamente del mundo
obrero. Tenemos a obreros por padres…No podemos sino adherir cordialmente a
todas las legítimas conquistas de la clase obrera.” Esta fue la primera
autocrítica eclesiástica.
Desde 1956, en cada encuentro nacional de
asesores de la JOC,
el P. Angelelli promovió la reconciliación de la iglesia católica con los
trabajadores: “Debemos confesar humildemente que hemos estado alejados de la
clase obrera…No hemos estado como Iglesia en sus momentos tristes, duros y de
posibilidades para una promoción auténtica…nos hemos presentado ante ella como
Iglesia burguesa.” Su postura fue compartida por los sacerdotes asesores de la
JOC. Y para no quedarse en palabras, como
resolución presentaron ante el Congreso de la Nación el pedido de normalización de la CGT.
“Encontramos en el movimiento obrero una aspiración
común que es la promoción de toda la clase obrera, para que tome conciencia de
los valores morales que dentro de sí encierra y que recobre la carta de
ciudadanía en el concierto de las demás clases sociales”, escribió en 1958, en
la revista “Notas de Pastoral Jocista”, poco después clausurada por la
jerarquía.
Su perspectiva evangelizadora no era el
“proselitismo” católico; sino “ir al mundo del trabajo”. Allí debían encarnarse
los jóvenes militantes. “No sacar al pez del agua, sino cambiar el agua”. En
ese empeño buena parte de aquella militancia jocista asumió roles dirigenciales
en el movimiento obrero. Algunos fueron perseguidos o secuestrados y asesinados
por el terrorismo de estado en 1976.
Los esfuerzos clericales por tender puentes que
restablecieran vínculos con los trabajadores despojados de sus derechos, fueron
extendiéndose al interior de la misma iglesia que había contribuido a derrocar
al “tirano prófugo”. Los encuentros nacionales de los asesores de la JOC fueron el ámbito que
articuló la postura reparatoria. Allí fue donde el Nuncio Humberto Mozzoni
conoció y quedó impactado por la personalidad del P. Angelelli. Y en 1960
propuso su nombre en la terna para elegir un nuevo obispo. Pocos años después
con motivo del conflicto eclesial de 1964 desatado a propósito de la renovación
conciliar en Córdoba, diría que el mayor pecado de su vida había sido haberlo
hecho obispo a Mons. Angelelli.
Ya obispo auxiliar intervino en conflictos
sindicales en IME (Industrias Mecánicas del Estado), municipales y de Fiat. En
1962, después de escuchar a los empresarios de la fábrica de pilas
Soltron-Eveready en Jesús María, les dijo: “Si estas injusticias continúan,
algún día estaremos en el mismo paredón, ustedes los patrones y nosotros los
curas. Ustedes por no haber sabido practicar la justicia social. Nosotros por
no haber sabido defenderla.”
En 1963 al bendecir unas viviendas en las
canteras de Yocsina, en Malagueño, exhortó a estar junto al Cristo sufriente
allí presente en los rostros de los obreros quemados por la cal; lo que provocó
la denuncia de los dueños, los empresarios católicos Allende Posse, ante el
Arzobispo Castellano, porque “creaba cizaña entre los obreros y ellos”.
En la “exhortación pastoral” de ese fin de año,
estando a cargo de la Arquidiócesis
de Córdoba, expresó: “En nuestra
provincia advertimos azorados un porvenir inseguro, efecto de una de esas
situaciones graves que se manifiestan bajo formas inhumanas de la desocupación,
carestía de la vida, bajos salarios, escaso rendimiento del poder adquisitivo,
alto déficit de las viviendas, hospitales abarrotados, niños enfermos y
desnutridos. Carencia de una asistencia médica social vigorosa y congruente. Se
suma a esta situación desalentadora el cierre de plantas industriales, suspensiones
masivas del personal, (…). Esto configura algo más que una crisis, es la
conculcación, la negación misma de los derechos humanos y cristianos de la
persona.”
Este obispo, hijo de trabajadores inmigrantes
radicados en Córdoba, que se mantuvo fiel a su origen y ejerció su rol
episcopal al servicio de los empobrecidos, no fue tolerado por el catolicismo
tradicionalista cordobés. Los cuestionamientos a sus actitudes y convicciones
se multiplicaron. En 1968, al producirse la vacante en La Rioja, fue designado como
titular de aquella diócesis. Se lo destinaba a una provincia postergada para
sepultar en el olvido también a su obispo. La realidad mostró todo lo
contrario. Sus palabras y sus acciones promoviendo organizaciones para la
dignidad de los pobres, trascendieron las fronteras. Y se nacionalizaron,
cuestionando los poderes establecidos, que lo persiguieron hasta el crimen del
4 de agosto de 1976.
Córdoba, 13 de julio de 2015
[1] Autor de Vida
y Martirio de Mons. Angelelli, Ed. Tiempo Latinoamericano, 2da. ed., 264
págs., 2006.
No hay comentarios:
Publicar un comentario