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martes, 21 de julio de 2015

Tinkunaco 1061/15 - Re: Luis Miguel Baronetto - ANGELELLI: “NO PUEDO ESCONDER EL MENSAJE”



ANGELELLI: “NO PUEDO ESCONDER EL MENSAJE”

Luis Miguel Baronetto[1]

El acto de homenaje a Mons. Angelelli se realizará en la antigua sede de la CGT, Vélez Sarsfield 137, el martes 4 de agosto a las 19,30 hs. En la oportunidad se presentará el Libro de la sentencia judicial sobre el homicidio, y se le brindará un reconocimiento especial al P. Guillermo “Quito” Mariani por ser la primera voz pública que afirmó el crimen el 6 de agosto, en las exequias del obispo en La Rioja. También se realizará una muestra de la documentación de los servicios secretos militares y policiales sobre el obispo Angelelli.

“Sí, tengo miedo; pero no puedo esconder el Mensaje debajo de la cama”. Estas palabras dichas en confidencia a su familia cordobesa en junio de 1976 tensionaron su vida entre el instinto de preservación y las responsabilidades de su fe evangélica.
Nadie en sano juicio busca que lo maten. El mandato es amar la vida y hacerla crecer en dignidad. Tener miedo es asumir en plenitud la condición humana. No es debilidad, sino conciencia de las propias limitaciones. La misión de producir cambios portadores de justicia, fraternidad y paz es para todos los que asumiendo con fidelidad el compromiso se juegan hasta el final. “No basta llenar la boca con la palabra pueblo – dice Angelelli -; sino que exige ayudarle a caminar con el mayor desinterés y jugarse hasta la sangre, si es preciso”.[2]
“No tengo vocación de mártir ni de héroe”, repetía el Pastor riojano cuando en comunidad se reflexionaba sobre las amenazas y las persecuciones. El martirio no es una aspiración legítima, sino la consecuencia, inevitable a veces, de las opciones de vida que se mantienen con coherencia, provocando la ira de los poderosos. No es asumirse como manso cordero que va al matadero; aunque se esté predispuesto a enfrentar el futuro adverso al poner primero la vida de la comunidad antes que el propio pellejo. No se trata de una muerte buscada, sino cargar con las consecuencias del compromiso en el servicio a los hermanos empobrecidos. “Siendo vasos de barro - dice Angelelli -, en nosotros hay una presencia viva de un Dios que es Padre que nos hace jugar la misma vida por los demás hasta la muerte si es necesario.”[3]
En ese servicio, no cualquier Mensaje provoca el martirio; sino el que resulta molesto y cuestionador del orden establecido, provocando la represión violenta. El Mensaje de Angelelli se expresa en sus palabras. Pero a las palabras se las puede llevar el viento, o no ser escuchadas. El Mensaje resulta intolerable cuando produce acciones comunitarias organizadas en la lucha por la dignidad de la vida. A los hechos de la realidad el viento no se los puede llevar. Quedan instalados como historia. No se trata de buenos discursos, sino de transformarse – por el Mensaje – en referentes de un pueblo que abre sus ojos a su realidad de injusticias y decide caminar hacia el cambio de raíz por una sociedad igualitaria y fraternal. Este es el origen del martirio, reivindicado posteriormente como testimonio referencial; no por la muerte, sino por la vida.
El martirio no es para superhombres, ni personas extraordinarias; sino la consecuencia lamentable para los que se mantienen fieles a las motivaciones impulsoras a una militancia sin mezquindades, ni especulaciones. Pero se celebra el martirio como memoria imprescindible para seguir animados por esos testimonios, como forma de despertar la sensibilidad, acrecentar la esperanza y fortalecer las convicciones.
Cuando el Mensaje de Mons. Angelelli empezó a expresarse en acciones, se inició la persecución, la difamación y las amenazas. Provenía de católicos que se autodenominaron “defensores de la fe”. Esa fe evidentemente nada tenía que ver con la encarnada por el obispo Angelelli y su comunidad diocesana. No era la suya una fe en una religión de ritos fríos, pomposos y distantes, donde la “salvación” se obtenía por la formalidad de las reglas que poco tenían que ver con el origen del cristianismo. La de Angelelli fue fe profunda en el amor capaz de arriesgar su vida en defensa de los más débiles. Y esto no porque se sintiera más fuerte, sino porque el otro, el próximo, que no puede sostenerse por sí mismo para caminar, necesita de la solidaridad para alcanzar la justicia. La fe de Angelelli es una apuesta a la esperanza. No en lo inalcanzable, sino como proceso viviente en un camino que se sabe dificultoso, pero posible; y con las fuerzas necesarias para seguir avanzando. Es la misma fe de Jesús, el Dios encarnado que asume la condición humana, con sus grandezas y debilidades, haciendo explícita su misión: “He venido para que tengan vida, y vida en abundancia”. (Jn. 10,10). Una fe que para ser auténtica exige vivirse en comunidad, compartiendo bienes, sufriendo padecimientos, celebrando los triunfos de la vida sobre la muerte, en cada lucha ganada, en cada encuentro de pueblo.
En la persona del obispo Angelelli se resume el hombre que se sabe limitado, frágil, llevando el Mensaje “en vasos de barro”[4]; pero dispuesto a asumir el rol de Pastor de una comunidad. “La Iglesia deberá jugarse hasta el martirio si fuere necesario, en el cumplimiento de la misión, para que los hombres y los pueblos sean siempre templos vivos de Dios y tratados como a tales.”[5] La sacralidad inviolable de “templos vivos”,  obliga a “jugarse hasta el martirio” por la dignidad de “hombres y pueblos”. Angelelli lo tomó en serio.
Los mártires son presentados ante la comunidad creyente y la sociedad en general como ejemplares, no para imitar porque cada vida y sus circunstancias históricas son irrepetibles. Pero sí para señalar que si uno tan humano como cualquiera es capaz de aportar a una causa justa, todos estamos invitados, y hasta urgidos a hacer con generosidad el propio camino en aquella senda, sin especular con el propio destino individual.
Estas reflexiones sobre el martirio no parecieran adecuadas en tiempos democráticos, porque la represión y las persecuciones no afloran – en general - en su peor crudeza. Sin embargo la violencia que consume vidas humanas se presenta como una constante histórica, en la medida que la lucha por la justicia, y la fidelidad de muchos en su búsqueda resulta una exigencia ante las desigualdades evitables.


Córdoba, 17 de julio de 2015


[1] Autor de Vida y Martirio de Mons. Angelelli, Ed. Tiempo Latinoamericano, 2da. ed., pág. 264.
[2] Misas Radiales de Mons. Angelelli, 26 de julio de 1972, T. III, pág. 46.
[3] Misas Radiales de Mons. Angelelli, 24 de julio de 1974, T. IV, pág. 142.
[4] Misas Radiales de Mons. Angelelli, 22 de julio de 1976, T. IV, pág. 417.
[5] Misas Radiales de Mons. Angelelli, 9 de junio de 1974, T. IV, pág. 105.

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