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viernes, 10 de febrero de 2017

Tinkunaco 0464/17 - Re: REFLEXIONES DEL DR. MARIO ELFFMAN SOBRE EL ARTICULO DE BOAVENTURA SOBRE LA REVOLUCION RUSA

¿EL PASADO, PASA?

Boaventura de Sousa Santos, al recordar que en este año se (celebra?, recuerda?) el centenario de la revolución rusa, sostiene que, ya se considere como su final la consolidación del poder stalinista (versión trotskista) o el golpe de Yeltsin en 1993, lo cierto y evidente es que el octubre rojo demostró que no se ha de dar en el capitalismo el medio o la vía para promover el bienestar de las grandes mayorías, y que ella ha de ser históricamente posible a través de una alternativa creíble e inequívoca al capitalismo que se inserte en el terreno de la lucha social.
Dicho de otro modo, que el capitalismo no era una fatalidad, que había una alternativa a la miseria, a la inseguridad del desempleo inminente, a la prepotencia de los patrones, a los gobiernos que servían a los intereses de las minorías poderosas, incluso cuando decían lo contrario. Y que esa alternativa captaba voluntades, intelecto, acción y crédito a escala planetaria.
La genéricamente denominada socialdemocracia creía en otras posibilidades de transformación intrasistémica; pero los años transcurridos desde la algo más que simbólica caída del muro de Berlín han redundado también en su propio colapso. Porque, en las propias palabras de Boaventura, “quedó claro que las conquistas de las clases trabajadoras en las décadas anteriores habían sido posibles porque la URSS y la alternativa al capitalismo existían. Constituían una profunda amenaza al capitalismo y éste, por instinto de supervivencia, hizo las concesiones necesarias (tributación, regulación social) para poder garantizar su reproducción. Cuando la alternativa colapsó y, con ella, la amenaza, el capitalismo dejó de temer enemigos y volvió a su voracidad depredadora, concentradora de riqueza, rehén de su contradictoria pulsión para, en momentos sucesivos, crear inmensa riqueza y luego después destruir (esa) inmensa riqueza, especialmente humana.”
También se celebran (aquí sin los interrogantes del comienzo) 150 años de la aparición del primer volumen de EL CAPITAL. Y como Marx no diseñó específicamente una sociedad de relevo como la soviética, (ni la preestalinista, ni ésa ni la posterior) es bueno y oportuno todo esfuerzo para asentar la base teórica y la perspectiva de desarrollo de tal sociedad futura a partir de este relativamente novedoso estado simultáneo de dominación absoluta y de decadencia no menos absoluta del capitalismo contemporáneo, sin rémoras nostalgiosas, pero sin caer en el fatalismo de considerar que esta traba antihumana del desarrollo social ‘tiene los siglos contados’.
La crisis más profunda desde la Gran Depresión, y por cierto mucho más duradera, si datamos su comienzo en el 2008, no sostiene al capitalismo, en sus variantes del salvajismo social, sino mediante la guerra, la invasión, la destrucción masiva de pueblos y medioambiente vital, el apoyo y soporte del ultraconservadorismo y la ultraderecha, la violación de todos los derechos y libertades. Todo, al punto que el reloj que los científicos diseñaron para cuantificar el nivel de inmediatez de los riesgos de destrucción planetaria, que parecía haber alcanzado su punto más cercano a la hecatombe cuando la crisis de los misiles en Cuba en 1962, vuelve hoy a marcar apenas dos minutos hasta la hora fatal. Y sin ‘guerra fría’.
Porque si hay algo que la actualidad pone en evidencia es que los paliativos, o las medicaciones puramente sintomáticas, resultan temporarios, más que insuficientes, volátiles y fácilmente reversibles, al no alterar ni afectar la lógica interna y externa de la sociedad capitalista. Quien lo dude, al menos desde este sector del planeta en el que nos movemos los latinoamericanos, que contemple lo que acontece en Argentina, en Brasil, en Venezuela, lo que ocurrió con el referéndum en Bolivia, o lo que puede suceder esta misma semana en Ecuador, sin contar con los cantos de sirena de un sector del imperio en el tratamiento de la cuestión cubana.
Por algo Boaventura de Sousa Santos tituló el artículo al que me refiero como “el pasado que no pasa”. Lo que tendrá que pasar, y las vías por las que se produzca aquello que de tránsito tenga ese ‘pasar’ , no están diseñadas, o no lo están con un carácter convictivo y movilizador. Creo que ni siquiera los que creen que tiene nombre, y se llama socialismo, parecen en condiciones de superar la mera nomenclatura formal.
Pavada de tarea, que no cumple la retórica, por mucho que se la envuelva en esquemas clasistas.

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