¿EL PASADO, PASA?
Boaventura
de Sousa Santos, al recordar que en este año se (celebra?, recuerda?)
el centenario de la revolución rusa, sostiene que, ya se considere como
su final la consolidación del poder stalinista (versión trotskista) o el
golpe de Yeltsin en 1993, lo cierto y evidente es que el octubre rojo
demostró que no se ha de dar en el capitalismo el medio o la vía para
promover el bienestar de las grandes mayorías, y que ella ha de ser
históricamente posible a través de una alternativa creíble e inequívoca
al capitalismo que se inserte en el terreno de la lucha social.
Dicho
de otro modo, que el capitalismo no era una fatalidad, que había una
alternativa a la miseria, a la inseguridad del desempleo inminente, a la
prepotencia de los patrones, a los gobiernos que servían a los
intereses de las minorías poderosas, incluso cuando decían lo contrario.
Y que esa alternativa captaba voluntades, intelecto, acción y crédito a
escala planetaria.
La
genéricamente denominada socialdemocracia creía en otras posibilidades
de transformación intrasistémica; pero los años transcurridos desde la
algo más que simbólica caída del muro de Berlín han redundado también en
su propio colapso. Porque, en las propias palabras de Boaventura,
“quedó claro que las conquistas de las clases trabajadoras en las
décadas anteriores habían sido posibles porque la URSS y la alternativa
al capitalismo existían. Constituían una profunda amenaza al capitalismo
y éste, por instinto de supervivencia, hizo las concesiones necesarias
(tributación, regulación social) para poder garantizar su reproducción.
Cuando la alternativa colapsó y, con ella, la amenaza, el capitalismo
dejó de temer enemigos y volvió a su voracidad depredadora,
concentradora de riqueza, rehén de su contradictoria pulsión para, en
momentos sucesivos, crear inmensa riqueza y luego después destruir (esa)
inmensa riqueza, especialmente humana.”
También
se celebran (aquí sin los interrogantes del comienzo) 150 años de la
aparición del primer volumen de EL CAPITAL. Y como Marx no diseñó
específicamente una sociedad de relevo como la soviética, (ni la
preestalinista, ni ésa ni la posterior) es bueno y oportuno todo
esfuerzo para asentar la base teórica y la perspectiva de desarrollo de
tal sociedad futura a partir de este relativamente novedoso estado
simultáneo de dominación absoluta y de decadencia no menos absoluta del
capitalismo contemporáneo, sin rémoras nostalgiosas, pero sin caer en el
fatalismo de considerar que esta traba antihumana del desarrollo social
‘tiene los siglos contados’.
La
crisis más profunda desde la Gran Depresión, y por cierto mucho más
duradera, si datamos su comienzo en el 2008, no sostiene al capitalismo,
en sus variantes del salvajismo social, sino mediante la guerra, la
invasión, la destrucción masiva de pueblos y medioambiente vital, el
apoyo y soporte del ultraconservadorismo y la ultraderecha, la violación
de todos los derechos y libertades. Todo, al punto que el reloj que los
científicos diseñaron para cuantificar el nivel de inmediatez de los
riesgos de destrucción planetaria, que parecía haber alcanzado su punto
más cercano a la hecatombe cuando la crisis de los misiles en Cuba en
1962, vuelve hoy a marcar apenas dos minutos hasta la hora fatal. Y sin
‘guerra fría’.
Porque
si hay algo que la actualidad pone en evidencia es que los paliativos, o
las medicaciones puramente sintomáticas, resultan temporarios, más que
insuficientes, volátiles y fácilmente reversibles, al no alterar ni
afectar la lógica interna y externa de la sociedad capitalista. Quien lo
dude, al menos desde este sector del planeta en el que nos movemos los
latinoamericanos, que contemple lo que acontece en Argentina, en Brasil,
en Venezuela, lo que ocurrió con el referéndum en Bolivia, o lo que
puede suceder esta misma semana en Ecuador, sin contar con los cantos de
sirena de un sector del imperio en el tratamiento de la cuestión
cubana.
Por
algo Boaventura de Sousa Santos tituló el artículo al que me refiero
como “el pasado que no pasa”. Lo que tendrá que pasar, y las vías por
las que se produzca aquello que de tránsito tenga ese ‘pasar’ , no están
diseñadas, o no lo están con un carácter convictivo y movilizador. Creo
que ni siquiera los que creen que tiene nombre, y se llama socialismo,
parecen en condiciones de superar la mera nomenclatura formal.
Pavada de tarea, que no cumple la retórica, por mucho que se la envuelva en esquemas clasistas.
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