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Las guerras
encubiertas del siglo XXI
Sandy E. Ramírez
ALAI
AMLATINA, 15/09/2017.- El
Departamento
de Defensa estadounidense ha sido el principal arquitecto de
un escenario
colmado de guerras: preventivas, contra el terrorismo, el
crimen organizado o
supuestos gobiernos autoritarios.
We operate and fight in
every corner of the world.[1]
Raymond A.
Thomas, US SOCOM
La guerra infinita es la marca de
nuestros tiempos. El
Departamento de
Defensa estadounidense (DoD) ha sido el principal arquitecto de
un escenario
colmado de guerras: preventivas, contra el terrorismo, el crimen
organizado o supuestos
gobiernos autoritarios. Sin
embargo, la
lógica de estas guerras ya no consiste en hacerlas para que un
bando salga
victorioso sino para “mantener los territorios en situación de guerra porque [estas] ya no son el
medio, sino el fin”
(Ceceña, 2014).
El 11 de septiembre de 2001 fue el punto
de inflexión en el modo de hacer la guerra.
A las fuerzas convencionales, se sumó cada vez más el
despliegue de los
cuerpos de fuerzas especiales. Aunque
su
origen proviene de la guerra de Vietnam y de la creación del
Comando de
Operaciones Especiales (SOCOM) en 1987, fue a partir del 2001
que sus
operaciones se ampliaron para abarcar el planeta entero bajo las
más diversas
modalidades, particularmente en la guerra contra el terrorismo. La operación más llamativa
de este tipo de
cuerpos militares es el asesinato de Osama Bin Laden en Pakistán
en 2011 a
manos del equipo SEAL 6 —uno de los cuerpos de élite del Comando
Conjunto de
Operaciones Especiales (JSOC)—, al que se suman otros como los
Army Delta,
Rangers, Green Berets, etcétera.
Soldados
altamente entrenados para actuar en tierra, mar o aire, se
distinguen por su
carácter reptante: actúan en pequeños grupos clandestinos,
encubiertos, que
operan con, o por medio, de las fuerzas militares locales, con
altos niveles de
riesgo (JCS, 2014: I-1). Entre
sus
tareas no sólo está la acción directa en medio del conflicto
(con tácticas
antiterroristas, de guerra no convencional o contrainsurgencia)
sino las
acciones diplomáticas encubiertas, el reconocimiento de los
territorios, el
entrenamiento de fuerzas de seguridad de otros países, y la
asistencia
humanitaria (JCS, 2014: II-3).
El rango de acción de estos cuerpos
sobrepasa el protocolo militar y el derecho internacional, por
lo que son
idóneas para intervenir en guerras irregulares y asimétricas, es
decir, en
aquellas donde se enfrentan actores estatales y no estatales. Si se trata de un país
aliado, las fuerzas
especiales pueden apoyar con entrenamiento a las fuerzas
militares, participar
en operaciones de contrainsurgencia, antiterroristas y de
estabilización para
acabar con “insurgencias, resistencias o terroristas”. Cuando se trata de países
hostiles, cualquier
insurgencia o resistencia es apoyada con operaciones de guerra
no convencional
para acabar con ese estado (JCS, 2014: II-2).
Este tipo de cuerpos militares son parte
central de las guerras desatadas en este inicio de siglo. Aunque estas fuerzas sólo
reciben 2 por
ciento del presupuesto del DoD, estos gastos han crecido
aceleradamente en la
última década. Entre
septiembre de 2001
y 2014, los recursos que recibió el SOCOM se triplicaron (de 3
mil millones de
dólares a 9.8 mmd) y el personal total alcanzó los 70 mil
elementos en 2017. Según
el SOCOM, actualmente hay cerca de 8
mil soldados de élite operando en más de 80 países, aunque su
presencia se ha
detectado en 70% de los países del mundo, principalmente en
Medio Oriente
(Turse, 2017).
Fuerzas
especiales en América Latina
En América Latina, esta tendencia se
extiende aceleradamente a través de tres mecanismos: ampliando
los territorios
de operación directa de los cuerpos de fuerzas especiales,
aumentando el
entrenamiento de las fuerzas locales y definiendo un enemigo
particular: los
narcotraficantes y el crimen organizado.[2]
A diferencia de los países del Medio
Oriente, la puerta de entrada a los cuerpos de fuerzas
especiales en América
Latina y el Caribe no fue el terrorismo sino la guerra contra
las drogas. Uno de los
casos más emblemáticos es el
asesinato del narcotraficante colombiano Pablo Escobar, que se
realizó con la
intervención del llamado Bloque de Búsqueda, en el que
participaban elementos
del JSOC y personal de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Ya con la puesta en marcha
del Plan Colombia,
la CIA implementó un programa encubierto para eliminar a los
líderes rebeldes
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y del
Ejército de
Liberación Nacional, con el que se asesinó a más de 70 miembros
de estas guerrillas
entre 2007 y 2013. Las
operaciones
encubiertas incluían la prestación de servicios de inteligencia
en tiempo real
y paquetes de bombas inteligentes, guiadas por GPS. Ése es el tipo de bombas
que se usaron en
marzo de 2008, cuando las fuerzas aéreas colombianas atacaron un
campamento de
las FARC en Sucumbíos, en la zona fronteriza de Ecuador (Priest,
2013).
Otro de los mecanismos mediante los
cuales se despliegan las fuerzas especiales a lo largo del
continente es a
través de entrenamientos militares bilaterales o regionales. Tres ejercicios regionales,
organizados por
el Comando Sur, son encabezados por los cuerpos de élite del
ejército
estadounidense: Fuerzas Comando, Fused Response y Panamax. Durante las competencias de
los cuerpos de
élite y patrullajes al canal de Panamá con escenarios de ataques
terroristas
simulados, las fuerzas especiales estadounidenses dan asesoría a
sus
contrapartes latinoamericanas. Es
notable que el comando de élite colombiano haya ganado 8 de las
13 ocasiones en
que se ha realizado la competencia Fuerzas Comando.
Los Entrenamientos de Intercambio Conjuntos
Combinados (JCET) son otra forma de conducir las operaciones de
los cuerpos de
élite para reconocer territorios, familiarizarse con el lenguaje
y cultura de
otros países. En estos
ejercicios se
practican habilidades de combate urbano, comunicaciones,
recolección de
información y control de disturbios. En
América Latina y el Caribe, este tipo de ejercicios se han
triplicado a pesar
de que el presupuesto militar que Estados Unidos ha destinado a
la región ha
disminuido. Estos
intercambios se han
dado prácticamente con todos los países del continente,
sobresaliendo:
Honduras, que recibió 21 misiones entre 2007 y 2014, y El
Salvador y Colombia
con 19 (Kinosian e Isacson, 2016).
Su
rango de acción es incierto. En
2017,
por ejemplo, un grupo de fuerzas especiales estadounidense
recibió la autorización
del congreso paraguayo para ingresar al país con equipo,
armamento y municiones
para participar en un entrenamiento de intercambio para entrenar
al ejército
paraguayo en el combate al terrorismo y el narcotráfico.
JCET en América Latina, 2007-2014
|
||
|
|
|
País
|
Número
|
|
Honduras
|
21
|
|
Colombia
|
19
|
|
El Salvador
|
19
|
|
República Dominicana
|
18
|
|
Belice
|
16
|
|
Panamá
|
15
|
|
Brasil
|
13
|
|
Chile
|
11
|
|
Guyana
|
11
|
|
Perú
|
11
|
|
Jamaica
|
9
|
|
Trinidad y Tobago
|
9
|
|
Guatemala
|
8
|
|
Otros países*
|
31
|
|
Total
|
211
|
|
*Incluye a Paraguay, Surinam, Costa Rica,
Nicaragua, México, Argentina, Bahamas y Uruguay.
|
||
Fuente:
Kinosian e Isacson, 2016
|
El
papel de las fuerzas especiales
El crecimiento de las Fuerzas especiales
es uno de los pilares de la política militarista estadounidense
desde el 11 de
septiembre de 2001. El
ejército
estadounidense puede librar enormes y costosas guerras al mismo
tiempo que
tener desplegados pequeños grupos con capacidad de operación
quirúrgica y letal. Sin
embargo, el crecimiento de ISIS y la
continuada batalla por Afganistán, son una muestra de que las
fuerzas
especiales no ganan las guerras sino que son parte fundamental
de la
construcción de la guerra infinita. En
medio de la violencia generalizada que recorre América Latina,
el crecimiento
de los cuerpos militares especiales, nacionales o
estadounidenses, es una pista
que no debe dejar de seguirse.
- Sandy E. Ramírez es maestra en
Economía e integrante del Observatorio Latinoamericano de
Geopolítica. Correo
electrónico: sanerag@gmail.com
Artículo publicado
en la Revista América Latina en Movimiento, No 527 (sept.
2017): Los territorios
de la guerra
Bibliografía
Ceceña,
Ana Esther (2014), “Los golpes de espectro completo”, Reordenando
el continente,
ALAI, núm. 495, mayo.
Joint Chiefs of Staff
(2014), Special Operations, Joint Chiefs of Staff, en http://www.dtic.mil/doctrine/new_pubs/jp3_05.pdf
Kinosian, Sarah y Adam
Isacson (2016), “U.S. Special
Operations in Latin America: Parallel
Diplomacy?”, WOLA, 30
de agosto, en https://www.wola.org/analysis/u-s-special-operations-latin-america-parallel-diplomacy/
Priest, Dana (2013),
“Covert action in Colombia”, The Washington Post, 21
de diciembre, en
http://www.washingtonpost.com/sf/investigative/2013/12/21/covert-action-in-colombia/?utm_term=.15967a57eca2
Turse, Nick (2017), “A
Wide World of Winless War”, TomDispatch, 25 de
junio, en http://www.tomdispatch.com/blog/176300/
URL
de este artículo: https://www.alainet.org/es/articulo/188095
[2] En
audiencia ante el Comité de servicios armados de la Cámara
de representantes,
el general Raymond A. Thomas
señaló las
cinco amenazas que son prioridad del SOCOM: las
organizaciones extremistas,
Rusia, Irán, Corea del Norte y China. Thomas
mencionó que las fuerzas especiales tienen presencia en
Afganistán, Siria,
Irak, Yemen, Somalia, Libia, el cinturón del Sahel,
Filipinas, Centro y
Sudamérica debido a la presencia de Al Qaeda y el Estado
Islámico. No hay
evidencia que alguno de estos grupos
esté presente en América Latina, sin embargo, la amenaza que
representan las
“redes criminales internacionales” se equipara a la de las
organizaciones
calificadas como terroristas.
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