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Artículo
introductorio de la edición 528-529 de la revista de ALAI
América Latina en Movimiento titulada Internet ciudadana o monopolios https://www.alainet.org/es/revistas/528-529
América Latina en Movimiento titulada Internet ciudadana o monopolios https://www.alainet.org/es/revistas/528-529
Internet: ¿monopolios o comunes?
Sally Burch, Verónica León Burch
ALAI
AMLATINA, 21/11/2017.-
No cabe duda que Internet es un
invento extraordinario y –para quienes tenemos acceso regular–
ya es difícil
imaginar la vida sin todo lo que ofrece.
Tal vez es justamente por ello que prestamos poca
atención a cómo se la
maneja; y apenas nos damos cuenta de los cambios que se están
produciendo en
las estructuras del poder, a medida que internet y las
tecnologías digitales se
van imbricando en cada vez más esferas de la vida.
En
los últimos años, sin embargo, ha crecido la preocupación
frente a las
evidencias de un lado más oscuro de Internet.
Saltó a la vista cuando Edward Snowden alertó sobre la
vigilancia sin
límites de las agencias de seguridad a las comunicaciones en
Internet y la
pérdida de privacidad. A
ello se añaden
temas como las “noticias falsas”, los mensajes de odio, las
estafas masivas en
línea, entre otros. Pero
a nuestro
criterio, estos fenómenos, preocupantes por cierto, apuntan
justamente a un
problema más de fondo, que es el modelo de desarrollo que
predomina en
Internet, con tendencia a la concentración monopólica.
Y
es que internet hoy es mucho más
que un mecanismo para intercomunicarnos y un espacio para
buscar
información. Un número
creciente de objetos
y sistemas están conectados a ella y, a través de las
plataformas que brindan
las grandes empresas digitales, se generan y recolectan
enormes cantidades de
datos, que son el principal insumo de la nueva economía
digital.
Con
ello, Internet se está
convirtiendo en una especie
de sistema nervioso central de la economía, como también del
conocimiento, la
información, la política y la vida social y cultural. Consecuentemente, quienes
controlan este
sistema, su infraestructura, sus plataformas y los datos que
allí circulan, tendrán
cada vez más poder sobre diversos aspectos de la economía e
incluso la vida sociopolítica
de nuestros países. Y
siendo un sistema
concentrado, se presta a una centralización del poder.
Un proyecto
concentrador
Desde
sus inicios, internet fue vista como la cara amigable de la
globalización, por
su gran atractivo y utilidad, y por las infinitas
posibilidades que presenta
para democratizar la información, la comunicación y las
tecnologías e interconectar
personas y organizaciones, sin límites geográficos. Este carácter, y su
tecnología programable, motivaron
a desarrollar un sinfín de iniciativas ciudadanas y de
pequeños emprendimientos. Comenzó
a florecer la internet ciudadana, con
predominio de un modelo descentralizado, de compartir
conocimiento y fomentar
los comunes.
Pero
a medida que el acceso a internet se masificó y la inversión
privada se
multiplicó, su desarrollo se fue concentrando cada vez más en
manos de un
puñado de grandes corporaciones que, con sus modelos de
rentabilidad, han ido acaparando
el control de la red de redes, absorbiendo o eliminando a la
competencia, al
punto de convertirse incluso en los principales monopolios
transnacionales de
la era actual. Debido
a que estas
empresas controlan las plataformas que conectan los diferentes
actores, adquieren
una posición estratégica que se consolida gracias al “efecto
red”: o sea, que
los usuarios tienden a acudir a las plataformas donde están
sus amigos,
clientes o contrapartes (Facebook), o que ofrecen una mayor
gama de servicios
(Google, Amazon). Asistimos,
pues, a una
pugna entre este proyecto monopólico, donde la ciudadanía es
relegada a un rol
de consumo y de generación de datos, y el proyecto ciudadano
de internet, por
ahora cada vez más marginado.
Más
aún, no solo que estas empresas se han aprovechado de la
ausencia de mecanismos
adecuados de regulación y supervisión públicas del ámbito
digital para expandir
su presencia en todo el planeta, sino que se empeñan en
hegemonizar los
espacios de gobernanza de internet y en incidir en los
acuerdos comerciales
(TLCs, Organización Mundial del Comercio) para imponer reglas
que eliminen
cualquier obstáculo a su dominio mundial.
La era de la
inteligencia
artificial
Lo
que hemos visto hasta ahora, sin embargo, es apenas un inicio. Estamos entrando en una
etapa nueva con el
desarrollo de la inteligencia artificial (IA).
Vale
recordar que la IA significa la capacidad informática de
absorber un gran
volumen de datos para analizar y procesarlos –mediante
algoritmos, que son
programas complejos[1]–
con el fin de adoptar decisiones o acciones automatizadas, en
función de una
meta específica. Y
ello se hace con una
rapidez y en volúmenes que superan ampliamente la capacidad
humana. La IA implica
que las máquinas tienen la
capacidad de aprender y, por lo tanto, de tomar ciertas
decisiones
autónomamente.
La
IA se utiliza, por ejemplo, para los vehículos autodirigidos;
para diagnosticar
enfermedades (con resultados a veces más exactos que los que
consiguen los médicos);
o para ofrecer a los usuarios de Internet los contenidos más
susceptibles de
interesarles.
La
IA puede ser sumamente beneficiosa, como también puede servir
a intereses
contrarios al bien público. Todo
depende
de quien la desarrolla y la maneja, en función de qué fines. ¿Qué pasa si Facebook o
Amazon vende nuestro
perfil a empresas aseguradoras, que ajusten sus precios según
lo que sus
algoritmos estiman será nuestra probabilidad de enfermedades o
accidentes? ¿Es ético
que Google tenga acuerdos con
farmacéuticas para que promocionen sus medicamentos explotando
las
vulnerabilidades que revelamos en línea?[2] Y ¿qué decir de los
robots asesinos y armas
autónomas; o de los programas que buscan manipular las
preferencias del
electorado?
Como
toda tecnología, la forma cómo se desarrolla y se utiliza la
IA responde a
intereses concretos en determinados sistemas sociales: o sea,
es un asunto fundamentalmente
político. Actualmente,
su impulso y las
inversiones para ello vienen principalmente de grandes
empresas
transnacionales, sobre todo estadounidenses, pero ahora
también chinas y, en menor
medida, de algunos otros países.
Estudios
recientes[3]
indican
que, con mayor acumulación de datos, mejor aprendizaje y más
efectivos son los
resultados de la IA. Esto
significaría que
las empresas con mayor número de usuarios y más datos tendrían
ventaja sobre
empresas más pequeñas, y mayores ganancias, acentuando aún más
el fenómeno de
la concentración.
Si
bien hace mucho que la ciencia ficción explora este tema,
recientemente las dimensiones
prácticas, éticas y legales de la inteligencia artificial
están entrando en
debate público, particularmente en Europa y EEUU. Allí se discute cuestiones
como el impacto en
el empleo y los derechos laborales de la robotización y la
llamada “economía
colaborativa”; la transparencia de las decisiones a base de
algoritmos; la responsabilidad
por los errores que comete un programa o una máquina, o
cuestiones de
vulnerabilidad y seguridad, entre muchos otros aspectos. Entre ello se mezclan
mitos, exageraciones y
mensajes alarmistas[4],
pero sin duda hay mucho de qué preocuparse.
En
un análisis publicado este año[5],
Prabir
Purkayastha, quien trabaja hace muchos años en asuntos
relacionados con la IA
en India, plantea que el problema central de la IA es que
estamos permitiendo
que los algoritmos suplanten lo que antes eran decisiones
humanas (de
gobiernos, empresas, individuos): decisiones que pueden tener
un impacto
crítico en aspectos clave de la vida de la sociedad. Tendencialmente, los
prejuicios y la
subjetividad de una sociedad dada se codifican en algoritmos
que toman estas decisiones
sin transparencia y muchas veces sin posibilidad de apelar
(sobre un crédito,
un empleo, incluso una sentencia judicial).
Pero el problema de fondo, según el
analista, va más
allá de esta subjetividad, ya que reside en los mismos datos y
los modelos
“predictivos” que se construyen con ellos, modelos que
analizan el pasado para
predecir el futuro. “Tales
datos y
modelos reflejan simplemente la realidad objetiva del alto
grado de desigualdad
que existe en una sociedad, y lo replican en sus predicciones
del futuro”. El
peligro, entonces, es que aun cuando la
raza, la casta o el credo no estén registrados explícitamente
en los datos,
existe una cantidad de otros datos (nivel económico, lugar de
residencia,
empleos anteriores) que actúan como sustituto de estas
‘variables’. Por lo
tanto –dice– es indispensable crear
regulaciones y entidades de control que normen el uso de la
IA.
Para
los países de América Latina, que no cuentan con capacidad
tecnológica en este ámbito,
existe un peligro adicional: puede significar nuevas formas de
dependencia.
Por
todo ello, es urgente abrir un amplio debate sobre estos
temas. El futuro de internet ya no
puede ser considerado como
un tema solo para especialistas, ingenieros o empresas
digitales. Es un tema
de toda la sociedad y será sin
duda uno de los grandes temas definitorios de este siglo.
Diálogos por una
internet
ciudadana
Es así que, a
pesar de las condiciones adversas de hoy, la internet
ciudadana no se ha dado
por vencida. Está viva y se expresa en
miles de iniciativas de
conocimiento abierto, de cultura libre, de trabajo
colaborativo, de tecnologías
no propietarias, de medios alternativos y comunitarios, de
iniciativas de
desarrollo comunitario, de pequeños emprendimientos y redes
solidarias; aunque
tendencialmente éstas siguen dispersas.
Ante ello, y
frente a los retos que significa la internet monopolizada,
surgió la propuesta
de organizar un Foro Social de Internet (FSI), mundial, bajo
el paraguas del
Foro Social Mundial, cuyo lema “otro mundo es posible” nos
sugiere que también
“otra Internet es posible”. El
FSI se
concibe como un proceso en marcha, con la probabilidad de
realizar un primer
evento mundial en India en 2018.
Como parte
de este proceso, surgió la propuesta de organizar una
iniciativa regional de
sensibilización e intercambio sobre estas problemáticas, que
desembocó en el
Encuentro “Diálogos por una Internet Ciudadana: NuestrAmérica
rumbo al Foro
Social de Internet”[6],
(Quito, 27-29 de septiembre 2017).
El
encuentro fue escenario de un debate fértil que desembocó en
una amplia gama de
propuestas[7],
tanto de iniciativas ciudadanas como de cara a las políticas
públicas
nacionales y regionales, con miras a elaborar una agenda
regional y propuestas
hacia el FSI mundial.
Como
temas eje se destacaron: los datos,
como fuente de valor y como objeto de violación de la
privacidad, y la
necesidad de legislación para su protección, tanto individual
como colectiva; y
los derechos humanos,
que requieren
de una protección específica en el ámbito digital, y que deben
primar sobre los
intereses comerciales.
En
la agenda de acción se destacó: una campaña regional de
sensibilización sobre
estos temas; acciones de cara a los gobiernos y legislaturas;
y el rechazo a la
negociación del comercio electrónico en la Organización
Mundial del Comercio.[8]
La
edición 528-529 (octubre-noviembre) de la revista de ALAI América Latina en Movimiento recoge diversas
facetas de esta
problemática, con aportes, entre otros, de personas que
participaron como
ponentes en el Encuentro. También
presenta
algunas experiencias valiosas de la construcción de la
internet ciudadana.
Sally Burch es
periodista de ALAI.
Verónica León Burch
es
videasta y colaboradora de ALAI.
[1]
Algoritmo: “un
conjunto prescrito de
instrucciones o reglas bien definidas, ordenadas y
finitas que permite llevar a
cabo una actividad mediante pasos sucesivos que no
generen dudas a quien deba
hacer dicha actividad” (Wikipedia).
[4] Tuvo
mucho impacto la advertencia del gerente de Tesla (la
empresa de vehículos
autodirigidos), Elon Musk, de que, si no se adoptan
rápidamente estrictas
regulaciones, “la IA será un riesgo fundamental a la
existencia de la
civilización humana”.
[5] Artificial
Intelligence and the Threat to Humanity, https://newsclick.in/artificial-intelligence-and-threat-humanity
[6] El
Encuentro fue organizado por ALAI, FCINA, MediaLab-UIO,
ALER, CORAPE y
Pressenza. Más
información: www.internetciudadana.net
[8] Ver el
artículo de Deborah James El comercio
electrónico y la OMC https://www.alainet.org/es/articulo/189295.
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