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#21F y el Proceso de Cambio en Bolivia:
Apenas doce años
frente a siglos de vejación
Javier Tolcachier
ALAI
AMLATINA, 19/02/2018.- Si uno observa atentamente
el escudo del
Estado Plurinacional de Bolivia, verá en el fondo de su óvalo una
montaña. Pero
no cualquier montaña: es el Sumaj Orcko, cerro magnífico, lugar
sagrado para
quienes habitaban en su vecindad. Hacia mitad del siglo XVI
llegarían al lugar
los conquistadores y el cerro cambiaría de nombre y de función,
pasando a
llamarse Cerro Rico. A su vera crecería Potosí, una de las
ciudades más
populosas y ricas de aquel mundo. El enorme flujo de plata
extraído del cerro
adornaba y proveía la platería de cientos de iglesias y las mesas
señoriales de
los que concurrían a ellas. Pero sobre todo -cuenta Galeano en sus
“Venas
abiertas”- financiaba las deudas de la Corona española con
banqueros alemanes,
genoveses, flamencos y españoles. Deudas que costeaban nuevas
guerras, nuevas
conquistas, nuevas muertes. Hay cosas que permanecen, según
parece.
Nada quedaba para los millones de indígenas
mitayos y
esclavos africanos que murieron en aquellas minas. Nada, salvo
dieciséis horas
de trabajo diario e insalubre en un frío inclemente a más de
cuatro mil metros
de altura. Nada, salvo una esperanza de vida por debajo de los 35
años,
tuberculosis y silicosis crónicas, castigo por desobediencia o
mutilaciones y
muertes por accidentes.
Un siglo después decayó el precio de plata y
con ello
comenzó la decadencia de la fiebre por ella. Pero el suelo
boliviano guardaba
todavía una enorme riqueza mineral. Fue el turno del estaño.
Ya era otro siglo y otro cerro – Llallagua -
con cuyas
entrañas comenzó a edificar su imperio económico Simón Patiño.
Para entonces,
también el mundo había cambiado de imperio y de idioma. Pero el
dinero
continuaría siendo idioma universal.
Patiño se haría de muchas minas más,
construiría el
Ferrocarril Machacamarca-Uncía, fundaría el Banco Mercantil y se
transformaría
en un inversionista mundial. Nuevamente una guerra, la primera
guerra mundial,
haría subir los precios del metal y con ello, el poderío de los
consorcios
mineral capitalistas. Consorcios que manejaron la política
boliviana y
financiaron sucesivas dictaduras. De esas enormes fortunas, poco
quedaba para
el erario nacional y el desarrollo al servicio del pueblo. “Para
eludir los
impuestos”, señala Decio Machado (fundación ALDHEA), Patiño
“transfirió en mayo
de 1924 la sede de sus negocios a los EEUU, constituyendo en julio
del mismo
año, la Patiño Mines & Enterprise Consolidated Inc., que
registró en el
estado de Delaware.” Hay cosas que permanecen, según parece.
El excremento de la guerra
El guano es el excremento de aves de zonas
costeras,
cormoranes llamados guanay. Grandes cantidades de él se hallaban
en el litoral
boliviano, que junto a la desértica región de Atacama albergaban
copiosos
depósitos de salitre, un excelente fertilizante como el guano,
pero también
importante en la fabricación de pólvora. Pólvora que explotó en la
Guerra del
Pacífico, en la cual Chile se apropió de la costa y el mar
pertenecientes a
Bolivia.
Pero esa guerra no fue la única en la
continuada extirpación
de riqueza y territorio boliviano. Pocos años después, en 1899, se
desató la
Guerra del Acre, en la que Brasil arrebató a Bolivia territorio
rico en árboles
de caucho y yacimientos auríferos.
Entre 1932 y 1935, en la zona del Chaco, más de
cien mil
soldados bolivianos y paraguayos morirían en una contienda por el
control de
supuestos yacimientos petrolíferos bajo su subsuelo. Entre las
fuerzas
instigadoras de la guerra, la avidez petrolífera de la Standard
Oil de Nueva
Jersey y de la anglo holandesa Shell.
Nacionalizaciones contra el saqueo
Las sublevaciones siguieron al despojo y a
ellas la cruenta
represión de los sublevados en un ciclo amargo y continuo. Pero
también
triunfaría la justicia. La revolución de 1952, liderada por Víctor
Paz
Estenssoro (MNR), nacionalizó los recursos mineros, emprendiendo
un programa de
profundas reformas sociales, entre ellas la reforma agraria y la
institución
del voto universal. Doce años después sería derrocado por el golpe
militar
encabezado por René Barrientos y diseñado en Washington.
Los hidrocarburos, a su vez, fueron
nacionalizados tres
veces. En 1936, a la finalización del conflicto con Paraguay, fue
el turno de
los pozos de la Standard. En 1969, Ovando Candia nacionalizó los
de la Gulf
Oil. Finalmente, en 2006, a poco de llegado a la presidencia Evo
Morales Ayma, el decreto 'Héroes del Chaco' otorgó al Estado el
control
absoluto de los importantes yacimientos de gas y petróleo del
país.
El Proceso de Cambio
En el transcurso del Proceso de Cambio puesto
en marcha por
los movimientos sociales junto al gobierno de Evo Morales, el
Estado recuperó
sus principales recursos soberanos y convirtió en estatales a las
principales
empresas de servicios públicos, gestionadas hasta entonces por
multinacionales,
principalmente españolas y francesas.
En términos monetarios, esto ha significado el
mayor
crecimiento económico de los últimos años en América Latina y un
exponencial
crecimiento de las reservas internacionales del país. Es decir,
disponibilidad
de recursos para emprender un mejoramiento radical de la calidad
de vida de los
bolivianos.
Reducir la pobreza extrema de 34 a 15%, una
amplia red de
más de 3000 centros públicos de salud incluyendo regiones de
difícil acceso,
85% de la población disponiendo de agua potable, la entrega de
títulos de
propiedad de la tierra a más de un millón y medio de campesinos,
diversos
programas universales de transferencia directa como la Renta
Dignidad o el Bono
Juancito Pinto, destinar hasta 14% del presupuesto del Estado a
fines
educativos, construir miles de viviendas sociales o incrementar
los salarios,
son realizaciones que hablan por sí solas… aunque los medios
privados poco
hablen de ello.
Una novela televisiva urdida por la
restauración
conservadora
De lo que sí hablaron los medios hasta el
hartazgo hace dos
años fue de Gabriela Zapata, una antigua novia de Morales,
relación de la cual
- según un periodista con dudosas vinculaciones - habría nacido un
niño
ocultado a la opinión pública. Además, la señora habría utilizado
influencia y
contactos a fin de conseguir contratos del Estado para la compañía
china CAMC,
de la que era ejecutiva. Una trama novelesca, como toda ficción
con algún trozo
verdadero.
El niño era por supuesto inexistente, pero la
empresaria
Zapata sí fue condenada a diez años de prisión por los contratos
obtenidos,
aunque el presidente o sus colaboradores no tuvieran relación con
ello.
El culebrón de intimidades y corrupción logró
envenenar la
opinión pública, cuestionando la moral presidencial y consiguió su
objetivo:
torcer el resultado del plebiscito de febrero de 2016. Con una
participación
cercana al 85% el No ganó entonces por algo más de dos puntos
porcentuales.
Mirar con perspectiva histórica
Un reciente fallo del Tribunal Supremo de
Justicia ha
habilitado la posibilidad de que Evo Morales se postule en las
próximas
elecciones presidenciales. Con él, aumentan las posibilidades de
dar
continuidad a un proceso de profundas transformaciones que cumple
ahora doce
años.
Más allá de los aspectos materiales, el pueblo
boliviano, en
especial el más sometido y discriminado, ha recuperado su dignidad
y
protagonismo en la esfera política. Acaso eso es lo que más le
duele a los
sectores de la oligarquía, a las empresas transnacionales y a
cierta clase
media urbana temerosa del ascenso de los sectores populares.
Los grupos de poder, resueltos a impedir los
cambios, han
organizado y financiado “comités cívicos”, herederos del golpismo
mediolunático
de 2008, los que impulsados por los EEUU y alentados por aires de
restauración
neocolonial protestan el supuesto irrespeto de la voluntad
popular, claman una
“deriva antidemocrática” y se rasgan las vestiduras por la
“corrupción
generalizada”. Un molde publicitario repetido en distintos lugares
de América
Latina pero no por eso menos efectivo.
En perspectiva histórica, la pregunta correcta
no es sobre
proscribir candidaturas para supuestamente preservar la
democracia, como
también se intenta con Rafael Correa, con Lula o con Cristina
Fernández. La
pregunta es sobre cómo democratizar la vida, evitando el retorno a
una política
controlada por el poder económico, llena de sufrimiento y
violencia para el
pueblo boliviano. Porque, ¿cuántos años de soberanía y dignidad
son necesarios
para reparar siglos de expolio y vejación? Seguramente más que
doce.
- Javier Tolcachier es un investigador
perteneciente al
Centro Mundial de Estudios Humanistas, organismo del Movimiento
Humanista.
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