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miércoles, 12 de septiembre de 2018

Tinkunaco 1.648/18 - El Emilio - CARTA DE UN DOCENTE DESILUSIONADO (11 de septiembre de 2018)

CARTA DE UN DOCENTE DESILUSIONADO (11 de septiembre de 2018).


Argentina, UNASUR-CELAC, EL EMILIO, Historia, educación y política

V.L.M.
Por Victor Leopoldo Martinez
Me tomé tiempo este 11 de septiembre para escribir la siguiente reflexión. Soy docente. No soy maestro –aunque mi  título de enseñanza media  así lo indique-. Y no lo quiero ser  porque  en estas tierras, serlo, en realidad es semejarse a un asesino disfrazado de inmaculado, justificar sus decisiones criminales, cantarle un himno honorifico (pero mentiroso) a un ser deleznable;  ser cómplice en esa tarea educativa que hasta el día de hoy se sigue cumpliendo a rajatabla (y yo jamás lo hice) en ese ritual anual al que se ven sometidos nuestros párvulos.  Muchos se llenan la boca con  la ley 1420 pero pocos profundizan el tema. Con Roca en la presidencia se la promulga, y en realidad lo que se buscaba con esta ley era contar con una herramienta fundamental para cohesionar a una población heterogénea constituida por grupos étnicos tan diversos, así como el modelado de la población a semejanza de los ideales del grupo dominante; o sea nuestra oligarquía. Eran años donde se habían conquistado miles de kilómetros cuadrados de territorios indígenas, se habían repartido y alambrado esas tierras, se sometían a los gauchos a la condición de peones rurales en estado de servidumbre, se promovía la inmigración de miles de europeos empobrecidos, marginados sociales producto de la revolución industrial y la “belle epoque” para que sirvieran como mano de obra barata. Pero de esto nunca se habla; ni por izquierda menos por derecha.
DIA DEL MAESTRO
No pocos me dirán “separa el valor del término «Maestro»  de la figura del sanjuanino”. No lo puedo hacer porque mis vísceras no me lo permiten y porque en este país, en materia educativa, nadie lo hace.   No quiero –y nunca quise-  ser otro responsable de inculcar a nuestros pibes, valores pensados por un personaje siniestro, nefasto a quien llaman  “padre del aula”. No quiero que me confundan con ese ser perverso; con alguien que dio cobertura legal a la colonización mental asentada  en  una creación pedagógica cuyo único fin fue domesticar a la “barbarie” (la “chusma”; o sea nuestro pueblo); que buscó  justificar y dar sustento ideológico al exterminio de todo criollo que se negara a tal disciplinamiento.
A esta altura de mi vida poco me importan las descalificaciones e insultos sobre mi persona que estas reflexiones puedan generar en todos aquellos hipócritas chupa mortaja de don Domingo.
Hoy los “maestros defensores de la educación pública,  libre y gratuita” que el macrismo está destruyendo,  sin dudarlo puedo asegurar que en un 80% votaron a este presidente por ser “clarito y de ojos claros”; una clara –valga el juego de palabras- prueba de la vigencia cultural de aquel viejo proyecto oligárquico PRO europeo.   Hoy esos maestros celebran su día y poco les importa que les esté destruyendo no solo su medio de vida e ingresos para su  subsistencia sino que poco les importa que este gobierno este destruyendo el país mismo, sus recursos, desparramando hambruna a lo largo y ancho de él. Hoy esos  «maestros» seguramente disfrutaran de su merecido día de descanso después de haber rendido homenaje en el día de ayer al “ilustre e inmortal sanjuanino”.
Por eso, «ministros, supervisores y maestros» todos los 11 de septiembre obligan  a nuestros ingenuos niños  cantar: “…en su pecho la niñez de amor un templo, te ha levantado y en el sigues viviendo, y al latir tu corazón va repitiendo: ¡Honor y gratitud al gran Sarmiento!
¡Claro! ¡Cómo voy a osar llenar la cabeza de esos inocentes niños con la sucia política contándoles la verdad de este personaje siniestro! ¡Cómo voy a decir que Sarmiento fue un asesino! ¡Peñaloza merecía ser asesinado porque junto a Felipe Varela fueron los infames precursores de los hoy choripaneros! Por eso nunca entraron a nuestros sacrosantos establecimientos educativos; ni ellos ni el mal viviente Dorrego, ni el tirano Rosas, ni Facundo, ni Peñaloza ni Varela y tanto otros de la “chusma delincuencial”. Tampoco entró Santiago Maldonado; menos Rafael Nahuel, dos pibes de la chusma indígena también asesinados. Esa política sucia (porque está hecha por “negros sucios”) nunca deberá entrar en los colegios. Si podrán entrar los “argumentos técnicos” del vaciamiento del país dados por el “10 de la championg league, Caputo”. Y los «maestros» lo enseñaran así porque fueron educados para obedecer, para ser obsecuentes con toda manifestación de hipocresía. En este país, mi país siempre se vivió de la mentira. El actual presidente Mauricio Macri es la mejor muestra (peor aún, es producto de otra mentira: la eficiencia de la educación privada y como tal  el máximo exponente de lo que es ignorancia). Macri, Michetti, Bermang, Alonso son los alumnos sobresaliente de lo que sería la educación sarmientina: Ignorantes, mentirosos y arteros; todas esta cualidades del mundo civilizado que desde la segunda mitad del siglo XIX, Sarmiento pretendió instalar como valores supremos en este país para que se pareciera a su soñado EE.UU. (o a la Europa soñada por don Bartolo)
Cómo le vamos a contar a nuestros niños y adolescentes que ese ¿padre?; padre de las aulas sostenía: “Se nos habla de gauchos… la lucha ha dado cuenta de ellos, de toda esa chusma de haraganes. No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esa chusma criolla incivil, bárbara y ruda es lo único que tienen de seres humanos”.[1]
Cómo voy a osar contar a mis alumnos adolescentes que Sarmiento tenía pensamientos hecho dichos como estos, hablándoles a los sanjuaninos: “Conciudadanos, vosotros conocéis La Rioja… Es hoy un desierto poblado por muchedumbres que solo el idioma adulterado conservan de pueblos cristianos. Habéislo visto en 1853 en San Juan, incendiando inútilmente las propiedades y robando cuanto atraía sus miradas  para cubrir su desnudez y saciar sus instintos rapaces. Tendrais otra vez a esa chusma en San Juan, n o solo para robaros vuestros bienes, sino para hacerse de medios con que llevar la guerra y la desolación a otros puntos de la Republica. Vuestras mercaderías, vuestras mulas, vuestros caballos, ganados, trabajadores y vuestro dinero, arrancados por la extorsión y la violencia, son los elementos  con que cuentan para llevar adelante sus intentos salvajes, porque mal los honraríamos con llamarlos planes de subversión…”[2]
Es muy claro que a don Faustino poco le importaba la desnudez de los desaparrapados y miserables de esta tierra; menos aún las razones de que vivan en tal situación. Le preocupaban más el cuidado de  los bienes materiales de los “ciudadanos civilizados” -aunque sean mal habidos- que la dignidad humana de sus congéneres. Además lo expresado en la última parte no es otra cosa que la reproducción de los dichos de su mandamás, Bartolo Mitre: “Mi idea –decía Mitre-se resume en dos palabras: «Quiero hacer en la Rioja una Guerra de policía», declarando ladrones a los montoneros, sin hacerles el honor de considerarlos partidario políticos (que es lo que en realidad eran; defensores del ideario Federal que encarnaban Peñaloza y Varela porque Urquiza se corrió de su responsabilidad) ni elevar sus depredaciones  al rango de reacción…” Y como todo ladino y embustero le sugiere a Sarmiento: “Digo a Ud. en esas instrucciones que procure no  comprometer al gobierno nacional en una campaña militar de operaciones, porque dado los antecedentes  del país y las consideraciones  que le he expuesto en mis anteriores cartas (sus acuerdos con la banca del imperio británico), no quiero dar a ninguna operación sobre La Rioja, el carácter de una guerra civil.”[3] (Que en realidad lo era y que tenía dos mentores del lado unitario: Mitre y Sarmiento)     
¿Cómo voy  a osar contar que hasta el propio José Hernández, sarmiento lo hizo su enemigo?   
Tras la traición de Urquiza al Federalismo, ese que encarnaban Varela y Peñaloza y luego del asesinato del Sr. del Palacio de San José,  surge otro Entrerriano –López Jordán- levantando las banderas del catamarqueño y el riojano, y como ya lo había hecho junto a su hermano cuando acudió en ayuda del gran Leandro Gómez  en aquellos días de diciembre-enero de 1864/65 para defender Paysandú, José Hernández se pone nuevamente del lado de los federales que por aquellos años de comienzo de los “70” del 1800 encabezó Jordán decidido a continuar la lucha contra la oligarquía portuaria pro inglesa –repito… PRO ¿No le suena?- que encabezaba Mitre  
Hacia fines de mayo de  1873 Sarmiento –presidente desde 1868- remite un proyecto de ley a la Legislatura poniendo precio a las cabezas dirigentes de la revolución entrerriana: 100 mil pesos fuertes para la de López Jordán, 10 mil para la de Mariano Querencio, y mil para las de los demás alzados principales, entre ellos se encuentra el autor del Martín Fierro, José Hernández.
Sarmiento tenía sus pueriles y vergonzosas razones. Hernández le contaba al pueblo y le decía a Sarmiento: “Cuando llegó a Buenos Aires la noticia de la muerte de Peñaloza, La Tribuna, al transmitirla al público, le dedicó estas palabras: “Séale la tierra pesada”. El diario autor de esa explosión de odio que va más allá de la tumba, y el autor del abrazo de San Juan (Sarmiento), se juntan hoy, después de doce años, animados de los mismos rencores (…) que quiere hundir en un hondo abismo a todos sus adversarios…
“Cuando los que mataban, los que aplaudían la matanza y los que predicaban la justicia me llamaban a mí mazorquero porque condenaba aquellos excesos y defendía en tantos desgraciados el derecho de vivir, yo no podía ni debía quedarme sin retribuir el sangriento apóstrofe. Era una injuria recíproca. Recibía una y le devolvía otra que era correlativa.
“Pero los que mataron, Sr. Sarmiento, los que mataron son más culpables, cualquiera que sea la forma en que lo hicieron, que los que condenaron a los matadores, cualesquiera que sean los términos en que escribieron… Si no querían oír la condenación, señor Sarmiento, ¿por qué lo mataron…?” [4]
Como afirmara Arturo Jauretche: “No es un problema de historiografía, sino de política: lo que se nos ha presentado como historia es una política de la historia, en que ésta es sólo un instrumento de planes más vastos destinados precisamente a impedir que la historia, la historia verdadera, contribuya a la formación de una conciencia histórica nacional que es la base necesaria de toda política de la Nación” (Jauretche, 1959:79)
Hoy, 11 de septiembre es para mí un día más en mi vida de educador. Prefiero el mote de docente; me dignifica más.
Notas
[1] Carta de Domingo F. sarmiento a Bartolomé Mitre. 20 de septiembre de 1861.
[2] Sarmiento: Obras. Tomo 7, pág. 337
[3] Sarmiento: Obras. Tomo 19, pág 292/3
[4] Fuente: Diario La Opinión Cultural, domingo 6 de febrero de 1972

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