Tendemos a automatizar. Y la memoria histórica es una de esas cosas que se automatizan. Así que quiero agradecerle al gobierno por sacarme de ese cómodo lugar en el que uno cree que ya está todo saldado. 

Primero Lopérfido cuestiona el número, luego mueven el avispero con el traslado del feriado y después mandan al Centurión a negar el plan sistemático y el terrorismo de Estado. 

¿Vamos a seguir creyendo que el gobierno es tonto y se equivoca? No. Son unos genios: tantean el ánimo social y van avanzando de a poquito. Sólo retroceden para tomar impulso. Van haciendo agenda casi sin que nos demos cuenta.

Soy del 62. Viví casi tanto como Gómez Centurión y un poco más que Lopérfido, pero no tenemos la misma historia. La mía, que es la de muchos, vio los Falcon, escuchó los gritos, sintió el miedo, vio los operativos nocturnos, vio desaparecer vecinos, profesores y hasta compañeros de colegio. No los conté. 

¿De dónde salió ese "8000" que también el presidente mencionó en una entrevista con la CNN? ¿De los casos presentados en los juicios? ¿Por qué 8000 y no 30000 o 40000? ¿Qué sabemos de todos aquellos cuyas familias no tuvieron los recursos para presentarse ante la justicia o de aquellos cuyas sus familias callaron por miedo o por desacuerdo? Y a los pibes de Malvinas, ¿no los vamos a incluir? ¿Y a los bebés? 

Nos quieren llevar al terreno de la cuantificación porque creen que en el número podrán ganar lo que perdieron en la memoria colectiva. Quieren confrontar 8000 expedientes contra 30000 personas. 

¿Saben qué?: sigan contando expedientes como si fueran boletas de la luz o del gas. Lo que la dictadura nos hizo va mucho más allá de los números. Nos destruyó socialmente, destrozó el tejido social, eliminó física y/o simbólicamente a una generación, la dejó sin capacidad de reacción ante la destrucción de la economía y de la cultura. 

Fue una dictadura corrupta además de asesina. Y enriqueció a muchos. ¿A quiénes? En "Deuda externa y poder económico en la Argentina", Eduardo Basualdo habla de esos otros números.

Pero tengo que agradecerles de verdad porque me obligaron a pensar nuevamente: en los 70 hubo en América Latina una corriente golpista para hacer lugar a nuevas formas económicas que satisficieran al capital financiero pos crisis del 73; en los 90, una corriente neoliberal que redefinió las alianzas en el poder siempre a expensas de los sectores populares; ahora, un nuevo fantasma recorre toda América.

¿Cómo se cuantifican la muerte simbólica de una generación, el cierre de cientos de fábricas, las vidas destruidas por falta de trabajo, la pauperización, la destrucción de la educación y la cultura? 

Vayan pensando un número; yo, entre tanto, seguiré pensando ideas.

*Lic. en Historia / Coordinadora del Área de Ciencias Sociales del Colegio de la Ciudad