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martes, 4 de junio de 2013

Tinkunaco 0876/13 - ¿Los intereses de la deuda o la deuda de los intereses?

econonuestra.org
Javier Arribas, Luis Cárdenas y Giovanny Manosalvas 


La ideología disfrazada de economía. Parece evidente pero insisten en ello de forma directamente proporcional a la prolongación de sus intereses.
Una, de la multitud de pruebas que encontramos, es la declaración realizada por la Secretaria General del partido del actual gobierno en fecha 17 de Mayo de 2013 donde insiste: "cómo es posible que aquellos que protestan (contra la LOMCE) no quieran modificar un modelo educativo que ha hecho que España tenga un 50% de paro juvenil". Resulta, cuanto menos paradójico, que el modelo educativo que ha dado lugar a la generación más y mejor preparada de la historia de España sea responsable del desempleo juvenil. Una vez más pretenden hacernos confundir ideología con economía.
En estos años de crisis hemos visto congelación de las pensiones, retraso de la edad de jubilación, reducción del gasto publico, recortes en los servicios del estado del bienestar, merma de los fondos para la prevención de la pobreza y la exclusión social, reforma laboral, venta de patrimonio, privatización de servicios, congelación de salarios y un más que largo etc. El sufrimiento social comienza a rozar niveles agónicos (el 4 de Marzo de 2013 Grecia ha engrosado la lista de países emergentes abandonando el título de país desarrollado). Semejante filosofía del dolor parece inspirada en la leyenda de Vlad III; pero ¡ no debemos marchar tan lejos ! porque resulta estar inspirada en la escuela económica de “los Chicago boys”(1970) y otros padres del neoliberalismo, partícipes de la ortodoxia económica quienes pensaban que todo sufrimiento social cumple un objetivo económico necesario, dolor redentor predecesor de un mundo mejor (Ramonet, 2012)[1]. Sin embargo continua siendo ansiadamente ingenuo pretender hacer pasar las decisiones como política económica cuando se trata de economía política, es decir, se trata de decisiones ideológicas que orientan la materia económica como siempre ocurrió y –por mucho que lo enmascaren- deberá seguir ocurriendo pues cosa bien distinta es a quién beneficia dicha orientación económica.
 Es por ello necesario mostrar y probar que los ajustes no van dirigidos a la reducción de la deuda. Haciendo un seguimiento de la deuda y de todos los bienes y servicios producidos en un año por cada país (en términos brutos –PIB-) se observan los siguientes resultados:

Lo primero que constatamos es que todos los países aumentan su ratio deuda/PIB a partir de la crisis económica. Sin embargo, la tendencia durante la década inmediatamente anterior (1997-2007) ha sido levemente ascendente salvo en dos países Irlanda y España (presentan ratios descendentes explicándose por el incremento de la actividad económica que permitió una reducción de la deuda).
Para entender lo anterior partimos de la base esencial de que los estados realizan diversas actividades que para que puedan llevarse a cabo necesitan dinero. Para ello se puede optar por distintas vías:
  1. Cobrar por la venta de los bienes o servicios que producen las empresas públicas.
  2. Obtener dinero mediante la emisión de deuda (bonos, letras u obligaciones).
  3. Recaudar impuestos, representando en realidad en torno a 4/5 partes de los ingresos públicos. (Buendía, 2012)[2]
Tras la implantación internacional de las políticas neoliberales a través de sus portavoces políticos Margaret Thatcher y Ronald Reagan (4 de mayo 1979 y 20 de enero de 1981 juran el cargo respectivamente), se procede a la aceptación incuestionable de la doctrina del “déficit cero” (la versión europea actual utiliza un burdo eufemismo “pacto de estabilidad y crecimiento” firmado en Ámsterdam 1997). Esto da lugar a una austeridad mal entendida (no hace falta plantearse que nadie debería estar a favor de derrochar). Sin embargo, a través de la simple ecuación «austeridad = déficit cero» se dio lugar a que durante décadas se redujese la actividad y participación del sector público lo que conllevo la desaparición de bienes y servicios o al encarecimiento de éstos al ser privatizados. Ésto se sumó a una reducción de impuestos al capital – no tanto en las rentas del trabajo- y a una elevación de los impuestos indirectos a pagar por todos los sujetos sin diferencia de su poder de compra; luego para mantener el mismo nivel de vida –aun de forma ilusoria- comenzó “la carrera por el crédito”.
 La crisis actual no puede entenderse como una crisis aislada, sino como una continuación de las crisis sucedidas con anterioridad a las que, en su huída hacia delante, se parapetan ideológicamente a partir de los 80 en el neoliberalismo más conservador.
 Las economías europeas sufrieron una caída de la productividad entre mediados de los setenta y el año 2007 respecto al periodo anterior (1960-1975). Se dio un aumento del empleo en segmentos de baja retribución y un incremento del número de horas en media de trabajo. Los salarios, tendencialmente, perdieron peso en el PIB frente al capital (en la UE15 paso de un 62.57% en 1960 a 58.67% en 2013) pero llamativamente se incrementaba el consumo con gran voracidad. Esta contradicción sólo se pudo dar a través del aumento del crédito, muy especialmente desde el año 2000. (Vilariño, 2011)[3].
En este gráfico analizamos los intereses que se pagan por los bonos a 10 años:

Se observa con claridad meridiana como a partir de la entrada en el euro existe un proceso de convergencia de todos los países que, al llegar la crisis financiera, se transforma en disociación absoluta.
 Con el objetivo de obtener financiación la venta de deuda se puede producir a través de:
1. La adquisición por parte de un organismo público (Ej. Bancos centrales).
2. La venta de deuda en los mercados a inversores privados.
 Resulta que en la Unión Europea se da un comportamiento anómalo ya que se impuso el pensamiento económico predominante –neoliberal- a través del cual impera la conciencia de que el mercado es el único regulador e indicador optimo de todas las actuaciones. Lo que ocurre es que el mercado es juez y parte cuestión que, voluntariamente, se omite con una constancia exasperante, por lo cual su objetividad es imposible. Como resultado de lo anterior obtenemos la existencia de un Banco Central Europeo (BCE) que no puede actuar como tal ya que legislativamente se prohíbe realizar la primera de nuestras opciones “que la deuda sea adquirida por un organismo público”, de esto da reflejo:
Art.123 TFUE (Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea): “Queda prohibida […] la concesión de cualquier otro tipo de créditos por el Banco Central Europeo y por los bancos centrales de los Estados miembros, denominados bancos centrales nacionales, en favor de instituciones, órganos u organismos de la Unión, Gobiernos centrales, autoridades regionales o locales u otras autoridades públicas, organismos de Derecho público o empresas públicas de los Estados miembros, así como la adquisición directa a los mismos de instrumentos de deuda por el Banco Central Europeo o los bancos centrales nacionales.
 Art.21.1 Estatutos del BCE: Con arreglo a lo dispuesto en el artículo 123 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, queda prohibida la autorización de descubiertos y la concesión de otro tipo de créditos por parte del BCE o de los bancos centrales nacionales en favor de instituciones, órganos u organismos de la Unión, Gobiernos centrales […].
 Esto nos conduce ante la segunda opción “la venta de deuda a los inversores en mercados privados”. Para ello se requiere que el estado sea capaz de convencerles para que la compren, debiendo considerarla atractiva e interviniendo dos factores:
La rentabilidad.
El riesgo asociado a esos títulos públicos.
Para un mejor entendimiento se presenta el siguiente gráfico:

Hay 5 países cuyos intereses por la financiación de la deuda comienzan a crecer alarmantemente. Estos son Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia. Además, resulta llamativo que en todos estos países los intereses comienzan a crecer según se van adoptando más medidas de ajuste (la expresión “ajuste” hace referencia a un suceso pasajero al contrario de lo que esta ocurriendo, siendo la expresión real “ajustes permanentes de corte fondomonetaristas”). (Arrizabalo, 2013)[4]
Al llegar a este punto de lectura comenzamos a constatar una realidad abrumadora y familiar. Una idea recurrente que siendo más que una sospecha se transforma en certeza.
Las medidas de ajuste permanente que se adoptan estabilizan -desciende el nivel de crecimiento- el tipo de interés pero esto no resuelve el problema de la deuda. El tipo de interés sube porque el riesgo de impago sube (tal y como vimos anteriormente).
Los recortes hacen descender el déficit primario porque aumenta el déficit financiero. Luego esto representa el camino a ninguna parte ya que el volumen de deuda sigue aumentando. La deuda a nivel europeo y de los países desarrollados se esta incrementando por la necesidad de financiación que tienen los estados al disminuir sus ingresos por la caída de la actividad económica, ingresos fiscales, etc. y por la necesidad de incrementar sus gastos por los estabilizadores automáticos (es decir, hacer frente a los compromisos sociales de prestaciones por desempleo, ayudas a sectores desfavorecidos, ayudas asistenciales etc).
El auténtico problema es la caída de la actividad económica. Los estabilizadores serán positivos si la economía va bien, si el PIB crece, y éste no puede crecer mientras el gasto público caiga y mientras las rentas salariales sigan en descenso. Uno de los problemas de una economía de capital financiero o financiarizada (predominio del sector financiero sobre el conjunto de la economía) es que primero te estimula a través del crédito y luego te bloquea.
Para compensar la deuda hay que tener superávit, esto es un PIB elevado y positivo, luego si el objetivo es reducir la deuda no se está consiguiendo. Además hay que tener en cuenta que es un ratio -volumen de deuda/PIB- por tanto si el PIB desciende el ratio aumenta.
No es problemático vivir con un 80% de deuda –el caso de Japón resulta esclarecedor porque durante tres décadas, 1980-2011, ha pasado del 80% al 230%- si no que en realidad el problema es el coste de devolución (el interés).
Hay que tener claro que en cualquier sociedad se produce para efectuar una reposición (el gasto efectuado) y crear, además, un excedente para poder iniciar el siguiente periodo productivo. Resulta imprescindible tener el control sobre el excedente pues será esencial para el desarrollo pero en este caso el excedente se dirige por completo a pagar los intereses de la deuda. Luego, supone un estrangulamiento en el medio y largo plazo resultando inocuo para reducir la deuda. El resultado final es que quedaremos desvirtuados siendo siervos dependientes en vez de sociedades soberanas; de ahí la continua insistencia en disimular ideología con economía.


[1] Ramonet, Ignacio (2012): “Sadismo económico” Le Monde diplomatique, nº201.
[2] Buendía García, Luis (2012): “Quienes son los mercados y como nos gobiernan”, Cap. VII, Pág. 57, editorial Icaria-Asaco, Barcelona.
[3] Vilariño Sanz, Ángel (2011): “Economía política de la crisis”, Cap. I, Pág. 24, editorial Complutense, Madrid.
[4] Arrizabalo Montoro, Xabier (2013): “Capitalismo y economía mundial (Bases teóricas y análisis empírico, para la comprensión de los problemas económicos del siglo XXI”, editorial Trotta, Madrid, en prensa.

 

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