En
el año 1918, los estudiantes universitarios cordobeses se levantaron
contra el autoritarismo y chatura de la oligarquía académica que
gobernaba la Universidad de Córdoba. El Manifiesto Liminar de la
Reforma, dice claramente que buscaban democratizar las universidades y
ponerlas al día con la ciencia, porque las juzgaban autoritarias desde
el punto de vista el ejercicio del poder y anacrónicas desde el punto de
vista científico.
Es
más que claro el párrafo que sostiene nos rebelamos contra “el arcaico y
bárbaro concepto de autoridad que en esta casa de estudio es un
baluarte de absurda tiranía y sólo sirve para proteger criminalmente la
falsa dignidad y la falsa competencia”.
También
como decía el Manifiesto, la Universidad se había vuelto “el refugio
secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización
segura de los inválidos y el lugar donde todas las formas de tiranizar y
de insensibilizar hallaron la cátedra que la dictara.”. El atraso
científico de la Universidad fundada 1613 llegaba al extremo de no
contar su biblioteca con un solo volumen de la Teoría de la Evolución de
las Especies de Darwin, o de incluir el programa de filosofía una
bolilla dedicada a los “deberes para con los siervos”, un capítulo que
había quedado de la época de la esclavitud en un programa que no se
había actualizado en al menos 100 años. La investigación era nula, los
métodos primitivos. Las cátedras, eran verdaderos feudos de cada
profesor manejaba a su antojo. La Universidad no “producía”
conocimientos sino diplomas.
Si
bien la reforma política de la Universidad se inicia en el ’18, no fue
un proceso que se dio de repente y de una sola vez, sino que siguió
abierto hasta que recién a mediados del siglo XX todas las cátedras
fueron sometidas a concurso. La reforma política y académica
coincidieron recién en los años 60 generando la época dorada de la
universidad argentina, la cual fue aplastada a “bastonazos”.
La
Reforma del ’18 fue una reacción de acomodamiento social y cultural, de
una Universidad de matriz colonial a los nuevos tiempos que se vivían,
una nueva economía de expansión, basada en un modelo agroexportador con
incipiente industrialización, y de transformación social motorizada por
inmigrantes que buscaban insertarse y con un trasfondo de movilidad
social ascendente.
Entonces,
había que democratizar la educación superior, asegurar la movilidad
social, y formar los profesionales que requería la nueva economía que
desarrollaría al país. La Reforma Universitaria aporto a todo eso y más.
Hoy
los Universitarios debemos avanzar hacia una nueva reforma de la
Universidad, que no sea a partir una “revolución” como el ’18, sino
sobre la base de “evoluciones” permanentes y sostenidas. Para ello
debemos abrazar los principios reformistas no desde el punto de vista
formal y declarativo sino en su total dimensión, y buscar colectivamente
las condiciones para que la universidad sea una organización flexible,
democrática, inclusiva, abierta al aprendizaje continuo, a la innovación
permanente y a la transformación.
Pensar
la Reforma en clave de futuro significa poner en evidencia la plena
actualidad de algunos de sus postulados y principios inspiradores, así
como las barreras que el proceso reformista enfrentó, en virtud de su
coyuntura histórica, el autoritarismo, las practicas conservadoras de la
época y de las limitaciones estratégicas de sus protagonistas. Eran
estudiantes, no intelectuales o especialistas en ciencias políticas o
sociología e interpelaban al mundo desde sus valores, sus saberes y
desde sus convicciones. Y luego los acompaño cada sector social que
buscaba una Universidad abierta al pueblo.
Pensar
la Reforma en clave de futuro supone, como ya hemos afirmado, escapar a
toda aspiración de repetir vis a vis las consignas, diagnósticos y
propuestas reformistas con noventa años de atraso. Por el contrario, se
trata de reconocer, en lo transformador y trascendente de ese
movimiento, sus aportes y la necesidad de reformularlo en virtud de la
nueva coyuntura.
Hoy
vale preguntarnos “¿para qué sirve la universidad?” no puede estar
desvinculada de la no menos compleja cuestión de saber “¿a quién sirve
nuestras universidades?”….
Que
esa sea nuestra utopía, como aquel lema que fue bandera de la
Federación Universitaria Plantese en los años 20: “NO SE LLEGA; SE
MARCHA”….Y marchando a 98 años de la reforma renovamos nuestro
compromiso de erradicar los dolores que quedan y continuar la lucha por
las libertades que faltan… instando por la reforma de la LES (Ley de
Educación Superior) y la democratización del conocimiento y de la
Universidad, defendiendo la Educación y Universidad Pública y exigiendo
la plena aplicación del Convenio Colectivo de Trabajo de los Docentes
Universitarios.
Equipo de Gestión
CODIUNNE
No hay comentarios:
Publicar un comentario