¿CUÁL ES EL MODELO DE RELACIONES LABORALES DEL
MACRISMO?
por Luis Enrique Ramírez
Es
claro que el PRO no es un partido político que hace años que se prepara para
gobernar el país. Parecía un fenómeno local, encerrado en los límites de la
Capital Federal, hasta que el agotamiento de la experiencia kirchnerista y,
fundamentalmente, sus errores, le abrieron el camino a un triunfo electoral con
el que no soñaba poco tiempo atrás.
Esto,
y la imperiosa necesidad de superar algunos problemas urgentes en el
funcionamiento de la economía, con improvisaciones, marchas y contramarchas, le
ha impedido plantear abiertamente, de cara a la sociedad, cual es su modelo de
relaciones laborales y cómo piensa bajarlo a la realidad. Ello sumado a su
débil representación parlamentaria, que lo obliga a una incesante negociación,
y a una dirigencia sindical no adicta, que tímidamente le muestra sus dientes.
No obstante, cada tanto se le filtran algunos
comentarios o iniciativas, que desnudan su pensamiento íntimo. Por ello me ha
parecido interesante intentar anticipar hacia donde avanzará en este campo el
macrismo, si lo dejan.
Creo
que no hay ninguna duda que en el código genético del elenco gobernante están
profundamente arraigados los principios y valores del neoliberalismo, en algún
caso matizados con un fuerte pragmatismo amoral. Por lo tanto, no es aventurado
establecer con cierta precisión algunas premisas con las que se maneja.
La
primera es la que sostiene que el modelo de relaciones laborales debe ajustarse
al proyecto económico o, dicho de otra forma, que el Derecho del Trabajo debe
estar condicionado por la economía y subordinado a ella.
La
segunda, que se deriva de la anterior, es la que culpa al Derecho del Trabajo
por el desempleo y la falta de competitividad de nuestra economía, en un mundo
globalizado. Es de manual primero instalar el tema del desempleo y después
proponer las medidas para flexibilizar las “rigideces” de nuestro sistema de
relaciones laborales. No hay nada nuevo bajo el sol, por cierto.
Si
durante algún tiempo y gracias a la jurisprudencia de la Corte Suprema, se
consideró que el ser humano que trabaja por cuenta ajena era el centro
referencial del sistema, y esto funcionaba como una suerte de valla axiológica
a las reformas peyorativas, hoy la cosa cambió y esa valla ha sido eliminada.
El eje ahora pasa por mejorar la competitividad y la rentabilidad empresaria,
lo que fundamenta las soluciones técnicas que se proponen para superar los
problemas económicos. El centro del escenario es ocupado por cuestiones como la
mejora de la productividad laboral, amenazada por un supuesto “ausentismo”
patológico que pone “palos en la rueda” del desarrollo económico (Macri dixit).
El
sueño del macrismo es facilitar la máxima descentralización empresaria posible,
para consolidar un modelo de empresa pequeña y, por ende, mucho más adaptable a
mercados cambiantes y con bruscas fluctuaciones. Una empresa que sólo produzca
lo que la demanda reclama en cada momento. La herramienta es la legalización y
consolidación de la tercerización, siempre resistida por los trabajadores y sus
sindicatos, que conocen perfectamente bien sus nefastas consecuencias.
Lorenzetti,
actual Presidente de la Corte Suprema, hará su aporte y, con la nueva
composición del tribunal, dejará de hacer votos en minoría y fijará doctrina
diluyendo toda responsabilidad solidaria de la empresa principal. El art. 30 de
la Ley de Contrato de Trabajo tendrá el alcance restringido que pretendió darle
la dictadura militar, y las ART dejarán de ser responsables por los siniestros
laborales, salvo casos excepcionales.
No
es para nada casual que el gobierno haya blanqueado que la desocupación real es
cercana a los dos dígitos, y que hay graves problemas en el mercado laboral,
con los trabajadores “en negro” y los precarizados. También está en el manual:
el próximo paso es proponer medidas para “flexibilizar” el ingreso de nuevos
trabajadores y “modernizar” las relaciones laborales (léase “contratos
basura”). Tampoco serán muy originales cuando propongan ampliar el período “a
prueba”, el “banco” de horas suplementarias, y otras lindezas que supimos ver
en otras experiencias políticas (dictadura militar, menemismo, la Alianza,
etc.).
La
negociación colectiva por industria o rama de industria que imperó en nuestro
país durante la vigencia de la Ley 14.250 (no como un imperativo legal sino
como consecuencia natural del modo de organización de la empresa), es
visualizada como incompatible con las nuevas técnicas de producción. La idea es
que a una empresa descentralizada le corresponde una negociación
descentralizada, o sea por establecimiento e, incluso, por unidades menores.
Por
otra parte, está comprobado que a medida que baja el nivel de negociación
aumenta el poder empresarial y, en forma inversamente proporcional, disminuye
el poder de negociación sindical. De tal forma se logrará disminuir la
previsible resistencia de los trabajadores a las consecuencias de la reforma
laboral en marcha.
La
intención será hacer prevalecer –ante un conflicto de normas- a la de la unidad
menor, que es donde se supone que existirá mayor “flexibilidad”. Se rompe así
el principio tradicional de nuestro derecho del trabajo, de la aplicación de la
norma más favorable para el trabajador.
No
debería extrañarnos que muy pronto se hable de terminar con la “ultraactividad”
de los convenios colectivos. Una vieja aspiración del poder económico y
financiero local, que varias veces estuvo a punto de ser alcanzada.
En
este modelo macrista de relaciones laborales que estamos anticipando, el
conflicto debe ser neutralizado. Volver al arbitraje obligatorio de la Ley
16.936, burocratizar aún más el procedimiento obligatorio de conciliación de la
Ley 14.786, extender el concepto de los “servicios esenciales” y colocar los “servicios
mínimos” en porcentajes absurdos, son medidas que seguramente están en carpeta.
Al igual que una modificación al sistema del “procedimiento de crisis”, que
permita a las empresas hacer los ajustes aún sin la conformidad del sector
sindical.
La
privatización de la Seguridad Social seguramente es una meta del macrismo, con
un alcance que haría sonrojar al más fanático menemista. ¿Volverán las AFJP?
Como tienen mala prensa, aparecerán con nuevos ropajes, pero la idea es la
misma. Las ART tendrán (ya lo tienen) todo el apoyo posible para mejorar su
rentabilidad. ¿Y las obras sociales? Si pudieran meterle mano, lo harían sin
dudarlo. Sólo dependerá de la correlación de fuerzas con el movimiento
sindical. Hoy parece difícil, pero mañana, no sé.
En poco tiempo veremos si todo esto es
sólo un ejercicio de imaginación o una cruel realidad. En este último caso, la
dirigencia sindical estará frente a un enorme desafío, ya que le resultará muy
difícil seguir utilizando la excusa de resguardar la “gobernabilidad”, para no
confrontar con el gobierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario