Alberto fue un amigo y compañero, un militante cristiano y social, un hombre de Pueblo.
Fue un "balde de agua fria" el accidente que sorpresivamente te arrancó de nuestro lado, principalmente de tus afectos más entrañables: tu familia.
Gracias hermano por tu pasión y entrega en cada asunto, al que le pusiste el cuerpo y el alma.
Gracias porque naciste en la sencillez y no la perdiste nunca.
Gracias por cantar, en la comunidad cristiana y en encuentros de amigos.
Gracias por atreverte a experiencias originales e inéditas con decisión y coraje, como las primeras viviendas sociales por autoconstrucción y ayuda mutua que te costaron dolores de cabeza, pero también alegrías. O los banquitos del microcrédito, donde abriste caminos de una economía popular y participativa.
Gracias por tu servicio en la catequesis y en la Pastoral Social, hace muchos años, cuando muy pocos lo hacían.
Gracias por tu trabajo con Beba Aguirre de Soria, tu amiga de la Capilla de Fátima, soñando, concretando, luchando, siempre con alegría y con mística.
Gracias porque órganos de tu cuerpo salvarán a otros y prolongarán tu presencia generosa que nos hace tanto bien.
Hasta siempre Alberto.
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