A
cada mirada lanzada sobre mi país me viene la sensación, desagradable
sensación, de que somos la realidad más insólita del planeta. Y esa
sensación no viene de grandes tragedias o fenómenos de la naturaleza
agredida, sino de la pequeñez de los que nos gobiernan.
Por ejemplo: tan pronto sea nombrado el nuevo relator de la Operación Lavado Rápido en el Supremo Tribunal Federal, le tocará a Michel Temer indicar el nombre que ocupará el sillón de Teori Zavascki, fallecido en un accidente aéreo el pasado día 19, en la instancia máxima de la Justicia en mi país. Temer fue suficientemente sensible –cosa rarísima en alguien de tan escasa estatura ética y moral– para esperar que primero se decida, en el ámbito del STF, quién será el nuevo relator de la causa que involucra a políticos de todos los calibres en las investigaciones de la Operación Lavado Rápido para sólo entonces indicar el sustituto de Zavascki en la corte.
Y aquí surge otra vez el rostro insólito de nuestra realidad actual, una pura ironía de los tortuosos caminos vividos: el sustituto del austero Zavascki será indicado por Michel Temer y luego confirmado por el Senado. Es decir: el hombre que participará de la decisión de los denunciados por corrupción será indicado por un sujeto que en solamente una –una– de las “delaciones premiadas” de 77 altos y medianos ejecutivos de la constructora Odebrecht es mencionado nada menos que 43 veces. Ya se sabe que aparece en otras tres. Y por si fuera poco, el nuevo integrante de la Corte será confirmado por los 81 senadores de la República, de los cuales 12 están bajo investigación formal y otros 9 fueron mencionados y podrán ser imputados e investigados.
A tiempo: uno de los candidatos a un sillón entre los magistrados de la instancia máxima de la Justicia en mi país, guardiana de la Constitución y de nuestros derechos, Ives Gandra Martins Filho, es fervoroso miembro del Opus Dei. Hizo voto de castidad, de pobreza y todo lo demás, uso de un cinturón de cilicio inclusive. Tiene opiniones propias: dice que la unión homo-afectiva es comparable a “la de la mujer que se casa con su caballo o del hombre que se casa con su perra”. De aborto, investigaciones científicas con células embrionarias, legalización de drogas y otros temas, mejor ni hablar. No sin razón es el favorito personal de Michel Temer.
Pero también en otro ámbito de la Justicia la situación de Temer es especialmente delicada: él está bajo investigación del Tribunal Superior Electoral, que incluirá en su juicio las denuncias que constan de lo que contaron los ejecutivos de la Odebrecht. Por lo que ya se sabe, son denuncias concretas y espeluznantes. Hay declaraciones indicando fecha, local y horas en que Temer, acompañado por bandoleros notorios y notables (muchos de ellos, sus actuales ministros), con destaque para Eduardo Cunha, figura clave para el éxito del golpe que destituyó Dilma Rousseff cuando presidía la Cámara de Diputados y ahora figura reluciente en una cárcel. En todos los menúes de las cenas ofrecidas, el plato principal siempre fue la cantidad de dinero pedida por Temer y sus acólitos.
En el mapa de las cosas insólitas de este insólito país hay más, mucho más, surgidas de la Policía Federal, que por la Constitución sería la policía judicial del Estado pero actúa como partido político.
El comisario-jefe encargado de la Operación Lavado Rápido admite cándidamente a la revista Veja, cuya parcialidad sería vergonzosa si sus responsables supiesen el sentido de la palabra vergüenza, que se perdió el timing propicio para detener Lula da Silva.
A los pocos días fue desmentido por otro comisario de la Policía Federal, Igor Romario, quien afirmó que tal timing no se había perdido y que Lula podría ir preso “en 30 o 60 días”. Detalle número uno: en un abuso increíble, y con el evidente intento de alcanzar a Lula en un momento absolutamente delicado, lo afirmó cuando el ex presidente estaba en un Centro de Terapia Intensiva, acompañando a su esposa, Marisa Leticia, que sufrió un grave accidente cerebrovascular y está en coma. Detalle número dos: ese mismo sujeto fue ardoroso defensor de la candidatura de Aécio Neves en las presidenciales de 2014.
Esa nueva demostración de parcialidad astronómica, de abuso de autoridad –al fin y al cabo, ¿desde cuándo es legalmente aceptable anunciar anticipadamente, con todo y fecha, la prisión de quien siquiera fue juzgado?– de politización extrema de la Justicia, ocurre sin que ninguna clase de medida punitiva sea adoptada por sus superiores.
Lo insólito reaparece en todas partes. Por ejemplo: el ex millonario Eike Batista sale rumbo a Nueva York. Migraciones sella su pasaporte alemán, gracias a su doble ciudadanía. Los trámites migratorios, en Brasil, están a cargo de la Policía Federal.
Dos días después, la misma Policía realiza una aparatosa acción, bautizada Operación Eficiencia, para detenerlo en su mansión, a pocas cuadras de mi casa. Desperté a las seis de la mañana con el ruido de un helicóptero.
Claro que, a aquellas alturas, Batista estaba lejos, protegido. Claro que él supo, con dos días de antelación, que sería detenido bajo denuncias de corrupción. Vaya eficiencia, la de quien sella el pasaporte de un viajero que sale del país y lo va a detener dos días más tarde.
Por ejemplo: tan pronto sea nombrado el nuevo relator de la Operación Lavado Rápido en el Supremo Tribunal Federal, le tocará a Michel Temer indicar el nombre que ocupará el sillón de Teori Zavascki, fallecido en un accidente aéreo el pasado día 19, en la instancia máxima de la Justicia en mi país. Temer fue suficientemente sensible –cosa rarísima en alguien de tan escasa estatura ética y moral– para esperar que primero se decida, en el ámbito del STF, quién será el nuevo relator de la causa que involucra a políticos de todos los calibres en las investigaciones de la Operación Lavado Rápido para sólo entonces indicar el sustituto de Zavascki en la corte.
Y aquí surge otra vez el rostro insólito de nuestra realidad actual, una pura ironía de los tortuosos caminos vividos: el sustituto del austero Zavascki será indicado por Michel Temer y luego confirmado por el Senado. Es decir: el hombre que participará de la decisión de los denunciados por corrupción será indicado por un sujeto que en solamente una –una– de las “delaciones premiadas” de 77 altos y medianos ejecutivos de la constructora Odebrecht es mencionado nada menos que 43 veces. Ya se sabe que aparece en otras tres. Y por si fuera poco, el nuevo integrante de la Corte será confirmado por los 81 senadores de la República, de los cuales 12 están bajo investigación formal y otros 9 fueron mencionados y podrán ser imputados e investigados.
A tiempo: uno de los candidatos a un sillón entre los magistrados de la instancia máxima de la Justicia en mi país, guardiana de la Constitución y de nuestros derechos, Ives Gandra Martins Filho, es fervoroso miembro del Opus Dei. Hizo voto de castidad, de pobreza y todo lo demás, uso de un cinturón de cilicio inclusive. Tiene opiniones propias: dice que la unión homo-afectiva es comparable a “la de la mujer que se casa con su caballo o del hombre que se casa con su perra”. De aborto, investigaciones científicas con células embrionarias, legalización de drogas y otros temas, mejor ni hablar. No sin razón es el favorito personal de Michel Temer.
Pero también en otro ámbito de la Justicia la situación de Temer es especialmente delicada: él está bajo investigación del Tribunal Superior Electoral, que incluirá en su juicio las denuncias que constan de lo que contaron los ejecutivos de la Odebrecht. Por lo que ya se sabe, son denuncias concretas y espeluznantes. Hay declaraciones indicando fecha, local y horas en que Temer, acompañado por bandoleros notorios y notables (muchos de ellos, sus actuales ministros), con destaque para Eduardo Cunha, figura clave para el éxito del golpe que destituyó Dilma Rousseff cuando presidía la Cámara de Diputados y ahora figura reluciente en una cárcel. En todos los menúes de las cenas ofrecidas, el plato principal siempre fue la cantidad de dinero pedida por Temer y sus acólitos.
En el mapa de las cosas insólitas de este insólito país hay más, mucho más, surgidas de la Policía Federal, que por la Constitución sería la policía judicial del Estado pero actúa como partido político.
El comisario-jefe encargado de la Operación Lavado Rápido admite cándidamente a la revista Veja, cuya parcialidad sería vergonzosa si sus responsables supiesen el sentido de la palabra vergüenza, que se perdió el timing propicio para detener Lula da Silva.
A los pocos días fue desmentido por otro comisario de la Policía Federal, Igor Romario, quien afirmó que tal timing no se había perdido y que Lula podría ir preso “en 30 o 60 días”. Detalle número uno: en un abuso increíble, y con el evidente intento de alcanzar a Lula en un momento absolutamente delicado, lo afirmó cuando el ex presidente estaba en un Centro de Terapia Intensiva, acompañando a su esposa, Marisa Leticia, que sufrió un grave accidente cerebrovascular y está en coma. Detalle número dos: ese mismo sujeto fue ardoroso defensor de la candidatura de Aécio Neves en las presidenciales de 2014.
Esa nueva demostración de parcialidad astronómica, de abuso de autoridad –al fin y al cabo, ¿desde cuándo es legalmente aceptable anunciar anticipadamente, con todo y fecha, la prisión de quien siquiera fue juzgado?– de politización extrema de la Justicia, ocurre sin que ninguna clase de medida punitiva sea adoptada por sus superiores.
Lo insólito reaparece en todas partes. Por ejemplo: el ex millonario Eike Batista sale rumbo a Nueva York. Migraciones sella su pasaporte alemán, gracias a su doble ciudadanía. Los trámites migratorios, en Brasil, están a cargo de la Policía Federal.
Dos días después, la misma Policía realiza una aparatosa acción, bautizada Operación Eficiencia, para detenerlo en su mansión, a pocas cuadras de mi casa. Desperté a las seis de la mañana con el ruido de un helicóptero.
Claro que, a aquellas alturas, Batista estaba lejos, protegido. Claro que él supo, con dos días de antelación, que sería detenido bajo denuncias de corrupción. Vaya eficiencia, la de quien sella el pasaporte de un viajero que sale del país y lo va a detener dos días más tarde.
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