La
prensa del régimen –ese periodismo que en lugar de informar, oculta, y
cuya dedicación principal es proteger al Gobierno y presentar al
Presidente, su esposa y la gobernadora bonaerense como modelos de gente
“bien” y linda, sensible y “populista” en el más inocuo de los sentidos–
además de todo eso practica una férrea militancia de control judicial.
Bastan leer la Lista Negra de jueces que enumera el diario Clarín, la línea editorial de La Nación y las notas dominicales del Sr. Morales Solá, para entender la dimensión de lo que se ha venido orquestando, ahora en favor de la alianza macrista-radical y aprovechando la muerte del fiscal Alberto Nisman para enturbiar en lugar de esclarecer el caso.
Siendo ya la principal oposición, esa prensa se concentró en ensuciar la investigación que llevó adelante la fiscal Viviana Fein, por entonces funcionaria de buena reputación. El boicot fue constante e incluyó a una ignota muchachita dizque testigo aportada mediáticamente, a lo que siguió la promoción de una marcha política –llamada “del 18F”– que evidenció que a sus organizadores les importaba un bledo la desgracia del desdichado Nisman, suicida o asesinado.
Y es que todo lo que buscaban era manipular la eliminación (voluntaria, inducida o criminal) de ese fiscal federal que tenía a su cargo la hipersensible causa AMIA, producida justo horas antes de que presentara una supuesta “denuncia” contra la entonces presidenta y el canciller. Y que eso sirviera, de paso y como sirvió, para que medios basura de todo el mundo cacarearan exigiendo ridículas sanciones internacionales contra el país.
Si el objetivo que buscaron el suicida, los instigadores o los asesinos era causar un daño institucional extremo, la verdad es que lo consiguieron.
No sólo embarraron mediáticamente y con claro objetivo político toda la investigación, sino que impidieron el esclarecimiento de la muerte del desdichado fiscal con retórica digna de un periodismo sin vergüenza y con la presumible intención de que jamás se supiera si fue suicidio o asesinato. Nisman les servía suicidado o asesinado, pero sobre todo les sirvió y sirve el permanente manto de duda que esos mismos medios organizaron y sostienen. Ése parece ser, visto ahora, el gran logro de esa estrategia periodística: la duda metódica constante fue y es un factor propagandístico fenomenal.
En cualquiera de las hipótesis, el episodio produjo tremendos daños al país, amplificados por la extrema irresponsabilidad y malicia de quienes, aún hoy y cada vez más, han venido tapando que el suicidio o asesinato del fiscal Nisman pudo ser, y acaso fue, parte de una interna de los llamados “servicios de inteligencia”. Esos que jamás perdieron su rol antidemocrático y ahora el macrismo consagra con el retorno del Sr. Stiuso y el increíble Sr. Arribas al frente de los espías vernáculos. La inexplicable demora kirchnerista en limpiar esa cloaca llamada “Secretaría”, donde imperó un agente secreto con poder absoluto durante 40 años, muy posiblemente manchado con sangre de crímenes durante la dictadura y ensoberbecido por sentirse por encima de todos los presidentes de la democracia, es un elemento que también debe ponerse a consideración. Pues no parece casual que todo estalló a partir de la muy tardía creación de la AFI kirchnerista, la cual al principio también pareció proteger al Sr. Stiuso.
En cuanto a la “denuncia” del fiscal, era pura inconsistencia según los más respetados juristas argentinos, ya que se basaba en suposiciones, comentarios periodísticos, escuchas clandestinas de poca relevancia y muchísima mala leche. Y todo eso además de que –por su conducta frívola durante la última década y los nulos avances de la causa AMIA– resultaba imposible considerar a Nisman un fiscal ejemplar, ni mucho menos el inmolado “paladín de la justicia” que han querido inventar los mentimedios y la telebasura.
Eran demasiado evidentes sus vínculos con las embajadas de Estados Unidos e Israel, a las que ayudaba a reforzar la llamada “pista iraní”, lo que de paso cubría la nunca investigada “pista siria”. Y estaba claro que sus acciones convenían sobre todo a la política internacional norteamericano-israelí, mientras internamente se liberaba de responsabilidades al multisospechado entorno político y económico de Carlos Menem. No en vano durante años Nisman fue repudiado por los familiares de las víctimas de la AMIA, que siempre exigieron su apartamiento de la causa.
Claro que hay que reconocer también que esta tara comunicacional no se debe solamente a la habilidad indesmentible de los esbirros periodísticos del macrismo, que nos llevan ventajas siderales en materia comunicacional. Su manejo y dominio de las redes sociales, la sobrepoblación de trolls y toda la metodología perfectamente goebbeliana del macrismo, delinea voluntades y fomenta los peores sentimientos en personas que hasta ayer nomás sentían pudor de expresar racismo, xenofobia o colonización antinacional.
Quizá eso tenga que ver con el macizo ocultamiento de información sobre las fortunas offshore que mantienen el Presidente y sus familiares y amigos en los llamados “paraísos fiscales”. Son pocos los medios alternativos que eluden la censura de hecho que se ha reimplantado en la Argentina. Las radios cuestionadoras no se escuchan en el interior del país y los canales ídem suelen ser interferidos. Y la ley de medios fue derogada por decreto, sí, pero antes había sido dilapidada sin crear una sola cadena alternativa y por eso no hay radios ni canales comunitarios, de cooperativas o de pueblos originarios. También estas facturas existen y no hay razón para no decirlo.
En ese contexto, la ahora renovada utilización de la tragedia personal de Alberto Nisman resulta, por lo menos, obscena, y junto con la sostenida protección periodística en favor del Sr. Macri y su familia, constituye, sin dudas, un verdadero crimen de lesa comunicación.
Bastan leer la Lista Negra de jueces que enumera el diario Clarín, la línea editorial de La Nación y las notas dominicales del Sr. Morales Solá, para entender la dimensión de lo que se ha venido orquestando, ahora en favor de la alianza macrista-radical y aprovechando la muerte del fiscal Alberto Nisman para enturbiar en lugar de esclarecer el caso.
Siendo ya la principal oposición, esa prensa se concentró en ensuciar la investigación que llevó adelante la fiscal Viviana Fein, por entonces funcionaria de buena reputación. El boicot fue constante e incluyó a una ignota muchachita dizque testigo aportada mediáticamente, a lo que siguió la promoción de una marcha política –llamada “del 18F”– que evidenció que a sus organizadores les importaba un bledo la desgracia del desdichado Nisman, suicida o asesinado.
Y es que todo lo que buscaban era manipular la eliminación (voluntaria, inducida o criminal) de ese fiscal federal que tenía a su cargo la hipersensible causa AMIA, producida justo horas antes de que presentara una supuesta “denuncia” contra la entonces presidenta y el canciller. Y que eso sirviera, de paso y como sirvió, para que medios basura de todo el mundo cacarearan exigiendo ridículas sanciones internacionales contra el país.
Si el objetivo que buscaron el suicida, los instigadores o los asesinos era causar un daño institucional extremo, la verdad es que lo consiguieron.
No sólo embarraron mediáticamente y con claro objetivo político toda la investigación, sino que impidieron el esclarecimiento de la muerte del desdichado fiscal con retórica digna de un periodismo sin vergüenza y con la presumible intención de que jamás se supiera si fue suicidio o asesinato. Nisman les servía suicidado o asesinado, pero sobre todo les sirvió y sirve el permanente manto de duda que esos mismos medios organizaron y sostienen. Ése parece ser, visto ahora, el gran logro de esa estrategia periodística: la duda metódica constante fue y es un factor propagandístico fenomenal.
En cualquiera de las hipótesis, el episodio produjo tremendos daños al país, amplificados por la extrema irresponsabilidad y malicia de quienes, aún hoy y cada vez más, han venido tapando que el suicidio o asesinato del fiscal Nisman pudo ser, y acaso fue, parte de una interna de los llamados “servicios de inteligencia”. Esos que jamás perdieron su rol antidemocrático y ahora el macrismo consagra con el retorno del Sr. Stiuso y el increíble Sr. Arribas al frente de los espías vernáculos. La inexplicable demora kirchnerista en limpiar esa cloaca llamada “Secretaría”, donde imperó un agente secreto con poder absoluto durante 40 años, muy posiblemente manchado con sangre de crímenes durante la dictadura y ensoberbecido por sentirse por encima de todos los presidentes de la democracia, es un elemento que también debe ponerse a consideración. Pues no parece casual que todo estalló a partir de la muy tardía creación de la AFI kirchnerista, la cual al principio también pareció proteger al Sr. Stiuso.
En cuanto a la “denuncia” del fiscal, era pura inconsistencia según los más respetados juristas argentinos, ya que se basaba en suposiciones, comentarios periodísticos, escuchas clandestinas de poca relevancia y muchísima mala leche. Y todo eso además de que –por su conducta frívola durante la última década y los nulos avances de la causa AMIA– resultaba imposible considerar a Nisman un fiscal ejemplar, ni mucho menos el inmolado “paladín de la justicia” que han querido inventar los mentimedios y la telebasura.
Eran demasiado evidentes sus vínculos con las embajadas de Estados Unidos e Israel, a las que ayudaba a reforzar la llamada “pista iraní”, lo que de paso cubría la nunca investigada “pista siria”. Y estaba claro que sus acciones convenían sobre todo a la política internacional norteamericano-israelí, mientras internamente se liberaba de responsabilidades al multisospechado entorno político y económico de Carlos Menem. No en vano durante años Nisman fue repudiado por los familiares de las víctimas de la AMIA, que siempre exigieron su apartamiento de la causa.
Claro que hay que reconocer también que esta tara comunicacional no se debe solamente a la habilidad indesmentible de los esbirros periodísticos del macrismo, que nos llevan ventajas siderales en materia comunicacional. Su manejo y dominio de las redes sociales, la sobrepoblación de trolls y toda la metodología perfectamente goebbeliana del macrismo, delinea voluntades y fomenta los peores sentimientos en personas que hasta ayer nomás sentían pudor de expresar racismo, xenofobia o colonización antinacional.
Quizá eso tenga que ver con el macizo ocultamiento de información sobre las fortunas offshore que mantienen el Presidente y sus familiares y amigos en los llamados “paraísos fiscales”. Son pocos los medios alternativos que eluden la censura de hecho que se ha reimplantado en la Argentina. Las radios cuestionadoras no se escuchan en el interior del país y los canales ídem suelen ser interferidos. Y la ley de medios fue derogada por decreto, sí, pero antes había sido dilapidada sin crear una sola cadena alternativa y por eso no hay radios ni canales comunitarios, de cooperativas o de pueblos originarios. También estas facturas existen y no hay razón para no decirlo.
En ese contexto, la ahora renovada utilización de la tragedia personal de Alberto Nisman resulta, por lo menos, obscena, y junto con la sostenida protección periodística en favor del Sr. Macri y su familia, constituye, sin dudas, un verdadero crimen de lesa comunicación.
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