¿Es posible una nueva mayoría contra el neoliberalismo?
El 10 de diciembre de 2015 la
Argentina ingresó en una nueva etapa histórica. No sólo porque las
elites económicas accedieron al gobierno por el voto, sino porque buscan
darle sustentabilidad a su gobierno a través de un conjunto de
estrategias políticas. No vinieron a pagarle a los buitres y a reducir
las retenciones. Eso era el corto plazo. En el largo plazo buscan
transformar regresivamente las estructuras económicas, sociales y
culturales de la Argentina. Se está desplegando un proyecto que implica
la exclusión de millones de argentinos y que desplaza las fronteras
culturales al cuestionar la cifra de desparecidos, la relevancia del
Estado, la integración regional y hasta la Campaña del Desierto.
Las metáforas que comparan este
escenario con 1955 o con 1976 se equivocan. Aunque el liberalismo
económico siempre tiene similitudes, Aramburu y Videla apelaron a las
armas; nunca hubieran ganado una elección. Macri no sólo ganó, sino que
busca darle continuidad a su proyecto a través de legitimarlo
políticamente. El Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Jack Lew,
opinó acerca del déficit de las cuentas públicas argentinas para el
2017: “lo más importante de la gestión económica es su sustentabilidad
política”. Es un nuevo paradigma, muy distinto al de los noventa que
terminó en la crisis de 2001. Los poderes económicos buscarán que “nunca
más” se repita la congruencia excepcional que se planteó en América del
Sur a principios del siglo XXI. La primera estrategia que van a
desplegar es estrictamente política y el triunfo electoral de Cambiemos
en Argentina refuerza esa estrategia. Su capacidad para aprobar leyes en
el Congreso a pesar de ser minoría, confirma que procuran su
legitimidad en las instituciones y en la negociación.
Los poderes económicos buscarán que “nunca más” se repita la congruencia excepcional que se planteó en América del Sur a principios del siglo XXI.
Esta particularidad dio lugar a varios
errores de caracterización. De un lado, aquellos que al ver al gobierno
negociando y acordando, creen que no se trata de un proyecto neoliberal.
El neoliberalismo conocido se caracterizó por imposiciones brutales.
Sólo el menemismo no se basó en el poder de las armas, pero eso fue
posible por una conjunción de razones, entre las cuales la
hiperinflación y la posterior derrota de la huelgas cumplió un papel
crucial. La otra confusión proviene de aquellos que sí comprenden que se
trata de un proyecto neoliberal, pero no perciben su faceta política.
El macrismo tiene vocación hegemónica, un gramscismo invertido. Avanzará
en su programa económico tratando de no destruir su sustentabilidad
política. Por eso, estamos ante un neoliberalismo posibilista.
Uno de sus principales objetivos
políticos es justamente ampliar la frontera de lo posible, abrir debates
que se consideraban saldados, horadar ciertos sentidos comunes acerca
de los derechos humanos, la educación pública, la inclusión social, los
derechos. Están desplegando una gran ofensiva cultural para producir
brechas y modificar las relaciones de fuerza. Cambiaron su discurso para
poder ganar y una vez en el gobierno pretenden construir una cultura
neoliberal.
Uno de sus principales objetivos políticos de Cambiemos es ampliar la frontera de lo posible, abrir debates que se consideraban saldados, horadar ciertos sentidos comunes acerca de los derechos humanos, la educación pública, la inclusión social, los derechos.
Por eso, una pregunta decisiva de esta
etapa histórica es cómo se enfrenta con eficacia esa disputa simbólica.
Un grave error sería concentrarse exclusivamente en la idea de
“defensa”: defensa de lo conquistado, de los doce años, de la educación
pública, etcétera. Quizás el modo más eficaz de defender derechos no es
usar el término “defensa” ni concentrarse en los aciertos y errores del
pasado. Quizás el modo más contundente es promover la movilización
social por todos los derechos y construir un proyecto de futuro que
pueda enamorar a las grandes mayorías de los argentinos. Con nuevos
lenguajes, viejos y nuevos símbolos, referentes políticos consolidados y
nuevas caras que expresen la renovación.
Ahora bien, esa “sustentabilidad
política” neoliberal tiene plena conciencia de que requiere una
revalidación electoral después del ajuste que estamos viviendo. Tienen
una gran oportunidad en 2017. Esa oportunidad no se basa en el segundo
semestre que nunca llegó. Tampoco se basa en que el nuevo modelo muestre
resultados muy positivos en 2017. El gobierno apunta, más bien, a
otorgarle un significado de triunfo fabuloso a una futura reducción de
la inflación, o a pasar de recesión a estancamiento o a modesto
crecimiento. Así construyó su poder en 2016: no con resultados, pero sí
con gran destreza para manejar las expectativas de amplios sectores
sociales.
Un grave error sería concentrarse exclusivamente en la idea de “defensa”. Quizás el modo más eficaz de defender derechos no es usar el término “defensa” ni concentrarse en los aciertos y errores del pasado.
Esa oportunidad tiene otro sustento, que
es la división política de la sociedad y de los dirigentes no
oficialistas. Así como el 37% que obtuvo Scioli en octubre no era
kirchnerista en su totalidad, el 49% de noviembre incluyó ese 12% que no
votaba al Frente Para la Victoria (FPV). A un FPV que estaba mucho más
unido en 2015 que después de la derrota. La oposición continúa hasta hoy
un proceso de fragmentación. No se trata sólo de los medios de
comunicación o del gran poder de los sectores concentrados. Se trata
también de otras dos cosas: su capacidad política y la desorientación
política de la oposición.
Hay un solo modo de confrontar con el
proyecto neoliberal en el terreno electoral. El desafío es articular a
los distintos sectores que han protagonizado las grandes movilizaciones
del 24 de marzo, del 29 de abril, de San Cayetano, de la Marcha
Universitaria, de la Marcha Federal. En esas movilizaciones hubo
kirchneristas, no kirchneristas y antikirchneristas. Pero la inmensa
mayoría de quienes participaron en ellas quiere otro proyecto de país.
Un país con los 42 millones adentro, sin exclusión social, con mayor
justicia, mayor igualdad y más democracia.
Hay un solo modo de confrontar con el proyecto neoliberal en el terreno electoral. El desafío es articular a los distintos sectores que han protagonizado las grandes movilizaciones recientes.
¿Es posible lograr una unidad entre
tanta diversidad? Realmente es muy difícil. Primero, porque hay sectores
políticos que no están en contra del proyecto neoliberal. Segundo,
porque hay sectores que dicen querer construir una nueva mayoría, pero
no se perciben las acciones que serían necesarias para lograrlo. ¿Acaso
una sola fuerza política puede devenir en nueva mayoría? Tanto las
encuestas como las movilizaciones muestran que sin articular
heterogeneidades el camino para el macrismo será más sencillo. Dicho de
otro modo: debe tomarse nota que con el kirchnerismo no alcanza, que con
el peronismo no alcanza, así como tampoco alcanza con quienes se oponen
al macrismo y fueron críticos del gobierno anterior. Si se quiere
construir un frente amplio y diverso contra el neoliberalismo, una
confluencia por los derechos, “no sobra nada”, como dijo Nicolás Trotta
en una nota reciente en Página 12.
Sin embargo, cuando se conversa sobre
este desafío con referentes sociales y políticos, aparecen cataratas de
historias y heridas de conflictos políticos recientes. Los resquemores,
las desconfianzas, los pases de facturas son múltiples y generan un
clima que tiende a la fragmentación. Ahora bien, necesitamos comprender
cuál es el conflicto principal que se desarrolla hoy en la Argentina. Es
un conflicto cultural, social y político ante la imposición de un
proyecto neoliberal. Si tomamos plena conciencia de ese desafío y lo
colocamos por encima de todas las diferencias, surgen tres tareas
políticas. Primero, acordar entre todas las fuerzas culturales, sociales
y políticas opuestas al neoliberalismo un programa mínimo de cinco o
diez puntos que apunte a los derechos, a la justicia social, a la
igualdad, a la participación, a mayor democracia. Segundo, acordar que
todas las fuerzas podrán dirimir las candidaturas en las PASO, ya que
todas las corrientes anteponen el interés del país al interés de su
propio partido. Tercero, acordar que todas las fuerzas que resulten
minoritarias en las PASO tendrán una representación acorde en las listas
finales porque se trata de garantizar la unidad y de garantizar la
diversidad.
Si no se entiende el desafío de la hora, cuando no se tiene genuina vocación de mayoría (que siempre es heterogénea); seguiremos haciendo política como si no hubiéramos perdido las elecciones e iremos a una nueva derrota.
Si logramos ese objetivo, o cuanto más
nos acerquemos a él, estaremos en mejor condiciones, articulando al
campo popular y al progresismo, de enfrentar el proyecto neoliberal en
la Argentina. En política nada está garantizado. Excepto una cosa:
cuando no se entiende el desafío de la hora, cuando no se tiene genuina
vocación de mayoría (que siempre es heterogénea), cuando se favorece la
división por razones del pasado, entonces sí; seguiremos haciendo
política como si no hubiéramos perdido las elecciones e iremos a una
nueva derrota. Macri vino para quedarse. Está por verse quién quiere
enfrentar el proyecto neoliberal y quién va a terminar ayudándolo.
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