¿Por qué se le dice "Macri gato" al presidente?
Luego de que Luis Llanos le dijera así al presidente y fuera detenido, la frase "se puso de moda". Pero, por qué, qué significa y de dónde viene.
Diario Registrado / Martes 1 de noviembre de 2016
El lunes 16 de mayo, en Calilegua, a casi un kilómetro
de Libertador General San Martín, provincia de Jujuy, Luis Llanos fue
detenido por gritarle "gato" al Presidente Mauricio Macri. Ese video se
volvió viral y la frase, famosa.
Ahora, ¿por qué "Macri gato"? Rodolfo Belonne del portal Lacorrienteavanza.com.ar lo explica a la perfección.
"Durante la década del 30, en Buenos Aires, era común ver en la puerta de los teatros de revista a señores ataviados con sus mejores galas y cargados de regalos, que buscaban la compañía de las actrices, cantantes o bailarinas de la obra.
En la versión más ingenua, si la dama en cuestión aceptaba el trato, empezaba una larga expedición por bares, restaurantes y locales nocturnos, que configuraba una relación ganador-ganador para ambas partes; ella se hacía pagar los copetines y él se mostraba en público con una mujer deseada, generando la codicia de sus pares. A estos señores se los empezó a llamar “gatos”, y aunque recientemente descubrimos que “gauchada” viene de gaucho, este gato no refiere al mamífero felino, sino al que “gatilla”, que en buen lunfardo, es quien paga. Con los años, el término fue pasando de quienes pagaban a quienes eran pagados y después, su consecuente asociación a la prostitución.
En el lenguaje carcelario, que se nutre profusamente del lunfardo, además de por una afinidad cultural, por la necesidad inicial de cifrar los mensajes, se adoptó el término rápidamente adecuándolo a las necesidades particulares. Así, en la “tumba”, el “gato” es el “mulo” del “poronga” de la “ranchada”, es decir que es el sirviente del jefe del pabellón.
El “gato” ejerce una autoridad prestada ante los demás, que paga con su servilismo ante el jefe, que a su vez, deja en claro todo el tiempo y frente a todos, quién es el jefe y que el respeto requerido para con el “gato”, es en realidad, para con él. El “gato” es el que recauda para el jefe y su bienestar recae en la eficacia de su acción, por lo tanto, es muy celoso e impiadoso en su trabajo. El “gato” por sobre todas las cosas, desprecia al que está en inferioridad de condiciones y admira a quien lo utiliza. El “gato” no es un esclavo que quiere ser libre, es un esclavo que anhela ser esclavista. Lo más ajeno a un “gato” es la solidaridad.
A Luis Llanos seguramente no lo hubieran detenido si le hubiera dicho “representante de las corporaciones que transfiere recursos a los sectores concentrados y carestía a los más desposeídos, generando un estado de desigualdad que empuja a un vasto sector de la sociedad a la pobreza, despojándola de sus derechos y sometiéndola a situaciones de injusticia que lesionan su condición humana”.
A Luis Llanos lo mató la síntesis."
"Durante la década del 30, en Buenos Aires, era común ver en la puerta de los teatros de revista a señores ataviados con sus mejores galas y cargados de regalos, que buscaban la compañía de las actrices, cantantes o bailarinas de la obra.
En la versión más ingenua, si la dama en cuestión aceptaba el trato, empezaba una larga expedición por bares, restaurantes y locales nocturnos, que configuraba una relación ganador-ganador para ambas partes; ella se hacía pagar los copetines y él se mostraba en público con una mujer deseada, generando la codicia de sus pares. A estos señores se los empezó a llamar “gatos”, y aunque recientemente descubrimos que “gauchada” viene de gaucho, este gato no refiere al mamífero felino, sino al que “gatilla”, que en buen lunfardo, es quien paga. Con los años, el término fue pasando de quienes pagaban a quienes eran pagados y después, su consecuente asociación a la prostitución.
En el lenguaje carcelario, que se nutre profusamente del lunfardo, además de por una afinidad cultural, por la necesidad inicial de cifrar los mensajes, se adoptó el término rápidamente adecuándolo a las necesidades particulares. Así, en la “tumba”, el “gato” es el “mulo” del “poronga” de la “ranchada”, es decir que es el sirviente del jefe del pabellón.
El “gato” ejerce una autoridad prestada ante los demás, que paga con su servilismo ante el jefe, que a su vez, deja en claro todo el tiempo y frente a todos, quién es el jefe y que el respeto requerido para con el “gato”, es en realidad, para con él. El “gato” es el que recauda para el jefe y su bienestar recae en la eficacia de su acción, por lo tanto, es muy celoso e impiadoso en su trabajo. El “gato” por sobre todas las cosas, desprecia al que está en inferioridad de condiciones y admira a quien lo utiliza. El “gato” no es un esclavo que quiere ser libre, es un esclavo que anhela ser esclavista. Lo más ajeno a un “gato” es la solidaridad.
A Luis Llanos seguramente no lo hubieran detenido si le hubiera dicho “representante de las corporaciones que transfiere recursos a los sectores concentrados y carestía a los más desposeídos, generando un estado de desigualdad que empuja a un vasto sector de la sociedad a la pobreza, despojándola de sus derechos y sometiéndola a situaciones de injusticia que lesionan su condición humana”.
A Luis Llanos lo mató la síntesis."
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