Boletín diario del Portal Libertario OACA |
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Posted: 24 Mar 2017 12:24 PM PDT
La lectura es una de las
prácticas identitarias del anarquismo. Con ella, el individuo funda
criterio, consagra sus ideas y las ensambla con su modo de vida. La
lectura integra el quehacer cotidiano de los libertarios. Sin embargo,
esta constatación general no es suficiente para señalar una actividad
privativa de ellos. La lectura y sus objetivos pueden ser compartidos
por otras comunidades y de ello existen numerosos ejemplos en la
historia social.
Pensemos en los rangos formativo y cultural, en la convicción
pedagógica y redentora de la palabra, en su capacidad de iluminación y
de convencimiento, en la dimensión reflexiva y en el uso que de la
lectura hacen las comunidades religiosas, los sindicatos y otros
agrupamientos. Por el camino comparativo no encuentro indicios de
singularidad. Sin embargo, un orgulloso impulso pertinaz me devuelve a
la línea de largada. Renuncio a la búsqueda del espécimen original en
los objetivos, en las formas de la lectura, en su articulación con la
vida. Pero sospecho que si el anarquismo ha demostrado en dos siglos ser
una amalgama ideológica insólita, de contenidos exclusivos, puede que
exista un trasiego de esa excepcionalidad hacia las prácticas sociales
en las que se retroalimenta y una de ellas, axilar, es la lectura. Así
por ejemplo las particulares nociones de autoridad, de libertad y de
sujeto son, para mi pesquisa, determinantes. Desde ellas aspiro a
reconocer una acción lectora especial.
La autoridad del lector Para el anarquismo la autoridad es múltiple, móvil y circunstancial. “Cada uno es autoridad dirigente y cada uno es dirigido a su vez”, sentencia Bakunin [2]. El vaivén ininterrumpido de relaciones de autoridad y de subordinación es, sobre todo, voluntario. [3] Reconoce en cada individuo idoneidades dispares y, en el intercambio, el provecho mutuo. De la confrontación surge el criterio y, con él, el ejercicio de la libertad. Así concebida, la autoridad abre los límites del sujeto y revela la disparidad con la noción tradicional, occidental y moderna. El pensamiento anarquista ha incursionado en la noción de sujeto como fuerza (Proudhon), como la integración de lo infinito en lo finito (Tarde), como una fuerza emancipadora, instancia transindividual capaz de formar con otros un mundo individual de significados (Simondon) [4]. El salto desde esta concepción del sujeto hacia la lectura es tentador. Concebido fuera de las sujeciones limitantes con las que el orden social intenta dominarlo, el sujeto-lector ejercería su potencia liberadora en ese otro orden determinante, el de las palabras y, en especial, en el orden de los significados. El sujeto anarquista lograría desbrozar esa red despótica. Esta es la potencia anárquica de la lectura que propuso Hans Magnus Enzensberger. Según su tesis, el lector puede rescatar del texto “conclusiones que el texto ignora”, también puede “alterar y reelaborar frases”, hojearlo “por cualquier parte, saltear pasajes completos” [5]. Este dominio queda expuesto en la posibilidad de construir significado desde la lectura. Allí se dirime el espacio de libertad del lector. Los investigadores entienden que comprender un texto no sólo supone leerlo en sentido literal sino en elaborar sentido [6]. Esta brecha no habilita un relativismo irrestricto hacia una cosmología infinita de interpretaciones. Alberto Menguel reconoce la autoridad del lector pero entiende que la lectura “no constituiría un fenómeno anárquico” (la aseveración parece una ligera respuesta a Enzensberger o, al menos, lo envuelve), aunque tampoco sería “un procedimiento monolítico o unitario, en el que sólo es correcto un significado” [7]. En resumen, atañe al lector la invención de uno o más significados pero dentro de las reglas del lenguaje, en cuyas redes y fronteras, la libertad claudica. Umberto Eco alertó sobre este límite. Conocedor de las nuevas teorías que otorgan al texto “un espacio potencialmente infinito de interpretaciones posibles”, también, entendió que el receptor “no tendría derecho a decir que el mensaje puede significar cualquier cosa”. Por este camino queda visible el anverso de aquella premisa y, así, “existe al menos algo que el mensaje no puede efectivamente decir”. Además, casi como ubicando un punto cero de partida, hay que pensar en el significado etimológico de la palabra (la entrada del diccionario). “Ninguna teoría de la recepción podría evitar esta restricción preliminar. Cualquier acto de libertad por parte del lector puede producirse después y no antes de la aplicación de esta restricción”. Claro que a nosotros nos involucra una idea de interpretación que excede la literalidad del signo y se amplía en un mapa de asociaciones modeladas por la cultura y por la experiencia individual. Sin embargo, la advertencia viene bien para identificar pautas de una expansión finita y evitar el “derroche de energías hermenéuticas que el texto no convalida” [8]. A su vez este ejercicio de la libertad no opera en abstracto ni en aislado. Michel Foucault nos recuerda que en toda sociedad “la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar sus poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad” [9], pensamiento que Armando Petrucci aplica a la lectura [10]. Con todo, opino que esta aplicación es limitada porque Foucault refiere a procedimientos de exclusión, entre ellos lo prohibido, la separación de la locura, la voluntad de verdad, y con ello concentra su estudio en el discurso como objeto de deseo y, por ende, de lucha de poder mientras el acto de lectura, si bien no está exento de aquellas presiones, otorga un dominio mayor al sujeto que lo ejecuta. Otro anillo de condiciones se interpone desde un “conjunto de creencias” que no son específicas de cada individuo sino “comunitarias y convencionales”, definidas por Stanley Fish, sintetizadas por la crítica en la llamada comunidad interpretativa. Así, la creación de significados tiene por común origen un catálogo compartido por un grupo social. Según Fish ciertas interpretaciones están determinadas por normas públicas y constituyentes, han sido incorporadas al lenguaje y “son inherentes a una estructura institucional dentro de la cual las expresiones se escuchan como ya organizadas en referencia a ciertos propósitos y objetivos supuestos” [11]. Martyn Lyons sigue esta línea –“las expectativas puestas en el libro por los lectores se forman a través de la experiencia social compartida” [12] –, nos recuerda que un mismo lector puede pertenecer a varias comunidades interpretativas y que, además, el contexto social es imprescindible para amoldar la tesis de Fish al proceso histórico. Si bien su colega ya había descartado la regularidad de la incidencia institucional –ninguna institución es inmutable– al diferenciar el significado normativo de acuerdo a las desiguales “situaciones” [13], el énfasis de Lyons no se encontraba en el trabajo de su colega norteamericano. Fish había eliminado la idea de la condición inaugural de la lectura tras demostrar que no existe un punto vacío de interpretación y que resulta ineludible la determinación social o institucional del significado. Luego, Robert Darnton realzó la trama social en la producción de sentido además de instalar el libro en un circuito de comunicación con interventores diversos, entre ellos el autor del texto. El debate no está cerrado. Manguel sintetizó aportes teóricos ya tradicionales en la relación entre el lector y el signo lingüístico al mencionar las convenciones sociales, las lecturas anteriores, las experiencias personales y los gustos individuales [14]. La mención al “gusto” individual parece situarse en un anillo distante de los centros de emisión de discursos, si bien todavía se encuentra afectado por determinantes sociales e incluso comerciales. Pero la propuesta global diseñada en la enumeración me interesa porque amolda aquella supuesta libertad irrestricta lectora sin afectar gravemente la libre interpretación y, sin proponérselo ni insinuar siquiera el universo ácrata, esta concepción activa la idea de una subjetividad múltiple y expandida, preciada por el anarquismo. Claro que por estos intersticios – convenciones sociales, lecturas anteriores– se filtran los mismos procedimientos de control discursivo advertidos por Foucault (el sistema educativo sería el más evidente), pero a pesar de las tensiones ineludibles tenemos un sujeto operante en un espacio desde el cual puede desdoblar la unidireccionalidad del signo –no estoy seguro si las normas desde las que se lo lee–. Es suficiente para subvertir su autoridad monolítica. Convengamos que husmear en la relación autor-lector desde el ejercicio de la libertad nos reenvía a las reflexiones de Jean Paul Sartre en ¿Qué es la literatura? Allí ubicó la libertad del lector como fuente de los sentimientos que, a su juicio, no son dominados por el objeto y estos sentimientos, aclaró, “son completamente generosos “pues llamo generoso a un sentimiento que tiene la libertad por origen y fin”. Entonces, según Sartre, “La lectura es un ejercicio de generosidad y lo que el escritor pide al lector no es la aplicación de una libertad abstracta, sino la entrega de toda su persona, con sus pasiones, sus prevenciones, sus simpatías, su temperamento sexual, su escala de valores” [15]. Libertad del lector que, en este punto, se concentra en el manejo del significado del texto. Esta cualidad resulta atractiva para visualizar un lector en apariencia singular y de posible identidad anarquista tras asimilar el tipo de subjetividad, el concepto de libertad y de autoridad libertarias necesarios para el ejercicio de aquella habilidad. Ahora bien, entiendo que aún en este punto existen antecedentes que se remontan al Renacimiento. La capacidad del lector para interpretar y crear un nuevo texto a partir de la lectura y, con ello, subvertir su condición subordinada respecto al signo y a su autor, tiene por antecedente las disquisiciones de Petrarca en Secretum meum. Este pensador adjudicó a San Agustín, en un diálogo ficcional del que él también participa, una teoría de la lectura que fracturó la disposición jerárquica entre autor, texto y lector y la condición fija del sentido. Petrarca propuso leer con detención pasajes que puedan memorizarse, meditar sus contenidos, retenerlos y utilizarlos en el futuro tras confrontarlos con otros textos también guardados en la memoria. Esbozó una vía interpretativa y de aprehensión individual que deja atrás el valor de sentido único adjudicado por el autor. El discernimiento del lector, claro, sigue guiado por “la verdad divina” que le ayudará a separar lo útil de lo desechable, verdad que remite a las preceptivas religiosas pero asumidas por el criterio personal: esa verdad brilla de manera distinta en cada uno de nosotros y de manera diferente en cada etapa de la vida. Es decir, cada texto tiene su lector y cada lector cambia con el proceso histórico [16]. La tradición religiosa también verificó cambios en la relación entre los textos sagrados y los fieles lectores. El más convocado en los estudios teóricos es el de la reforma luterana y el nuevo margen de interpretación de la Biblia, si bien este grado de autonomía también convivió con la preceptiva doctrinal eclesiástica. En cuanto a la defensa del criterio individual propia de una lectura libertaria esto es, la objeción en tanto crítica racional, es notoria su dependencia con el pensamiento iluminista tal como ha demostrado Mariana Di Stefano [17]. Por otra parte, la construcción de sentido desde la lectura es asumida como una normalidad por la academia reciente, con un desglose de aquella que se aparta de la ahistoricidad de la teoría de la recepción alemana (Wolfgang Iser) para hacer hincapié en lo contrario, en el peso resolutivo de los procesos históricos, en las variables de tiempo, lugar y comunidad [18]. Entonces, aquella propuesta de Enzensberger de un lector anárquico estuvo esbozada en Petrarca, se consolidó en los dos siglos siguientes, adquirió un tono altanero durante la modernidad en una de sus aristas, la que refiere a la selección del libro, a su aceptación o rechazo según la compatibilidad anímica entre lector y libro (“lector apacible y bucólico/ingenuo y sobrio hombre de bien, tira este libro saturniano”, ordenó Baudelaire). Nuestra búsqueda de lo peculiar en el lector anarquista desde un nuevo concepto de autoridad, libertad y sujeto, hace agua por todos lados. Nos queda, como salvación, trasladar el estudio de la lectura desde el dominio inclusivo de la relación entre lector y texto hacia el plano vivencial. Sospecho, es una hipótesis, que el lector anarquista asume elementos dispersos de las tradiciones lectoras y, en cada caso, otorga un cariz que conlleva intensidad. Ese cariz puede ser la obsesión lectora, la dedicación, la multiplicación y circulación de los escritos, la capacidad aglutinante del periódico o de la revista, la solvencia profesional, todo esto sostenido hasta el presente. Desde la antigüedad se acumularon estas experiencias de lectores. Piénsese en los eruditos que recitaban obras íntegras de memoria, en los sabios de la Edad Media y del Renacimiento que también memorizaban sus textos predilectos. Sucede que el anarquismo ha retomado esta pasión reasignándole un rol social y un objetivo subversivo en el marco, además, de un franco retroceso contemporáneo del mundo del libro, al menos en las prácticas que connotan esfuerzo, paciencia y dedicación. La sobrepresión hacia la lectura casi a contracorriente del presente donde lo visual domina las prácticas comunicativas, puede desembocar en una singularidad que, insisto, aún no encuentro. Recuérdese, de paso, que el monumental esfuerzo anarquista hacia la cultura tiene sus bemoles. Aquí resuena la advertencia de Mijail Bakunin al sospechar que la redención de los desheredados (del capital, sin tierra ni educación), pueda lograrse a través de la instrucción [19]. Lo que sucede es que, junto a la práctica escritural y lectora, el anarquista valora en pie de igualdad la tradición oral y el diálogo presencial, delicado equilibrio que a veces se vuelca hacia estos últimos e incluso desprecia la palabra escrita, por académica, paralizante y ordenadora. Movimiento con resonancias socráticas que, para el caso, se adosan a una exaltación de la acción social y encuentran en la letra impresa y en la lectura un dardo paralizante [20]. Tal como acusa Alfredo Bonanno, los libros pueden tornarse un somnífero para la acción [21], aunque esta evaluación negativa de una relación esquemáticamente bipolar ha sido cuestionada por Mijail Bakunin, Antonio Gramsci, Roger Chartier, entre muchos. Bakunin, por ejemplo y pese a la advertencia antes señalada en la cita anterior, adjudicó a la literatura y a la filosofía un rol desestabilizador: Los dos siglos que separan a las luchas de la Reforma religiosa de las de la gran Revolución [refiere a la revolución francesa] fueron la edad heroica de la burguesía. Convertida en poderosa por la riqueza y la inteligencia, atacó audazmente todas las instituciones respetadas por la Iglesia y el Estado. Minó todo, primero, por la literatura y por la crítica filosófica; más tarde lo derribó todo por la rebelión franca [22]. Medio siglo después, Antonio Gramsci llegó a la misma conclusión sobre la funcionalidad de los libros: Las bayonetas del ejército de Napoleón encontraron el camino ya allanado por un ejército invisible de libros, de opúsculos, derramados desde París a partir de la primera mitad del siglo El lector anarquista conoce esta hipótesis demostrada por los procesos sociales: la lectura y los libros son parte inseparable de la acción revolucionaria y es allí, no en la lectura individual intrascendente, donde cada uno resguarda su rol protagónico. Entonces, si bien afecta cualidades y tradiciones compartidas, el anarquismo insufló a la lectura de matices singulares y, lo más importante, logró emigrar el acto de lectura desde la experiencia fáctica, íntima y mística, hacia la esfera pública, la intersubjetividad y la dinámica histórica. Ese traslado participa de un proyecto ideológico que puede nuclearse en el afán emancipador. El dilema es verificar si este lector partícipe de la acción social constituye desde el quehacer de lectura su identidad anarquista. No estoy seguro que la lectura sea una actividad “ineludible para convertirse en libertario” [24]. Puede que lo sea, pero en todo caso no en el sentido de completud que idealmente podemos adjudicarle a esa práctica. En otras palabras, no es necesario leer a Bakunin o a Kropotkin para ser aceptado en el movimiento y ser un ferviente activista. Tomás Ibáñez va más allá: para él la generalidad indica que el anarquista no adquiere los conocimientos teóricos necesarios para serlo: “No es a los escritos de Proudhon o de Bakunin a los que adhieren los jóvenes ibertarios sino a un determinado imaginario y no es hasta más tarde cuando se leen, eventualmente, los textos canónicos”. Esto, claro, ocurre en todos los movimientos ideológicos. Pero conviene recordarlo para relativizar la idealizable concepción del anarquista como una especie de obseso lector encerrado en un sótano entre una muralla de volúmenes. Tal vez las dos imágenes representen algo de aquella identidad poliédrica. Entonces, asumo que la lectura es una marca de identidad del quehacer libertario y, al mismo tiempo, no es el boleto imprescindible para acceder a esa identidad. Condición necesaria pero no suficiente: la identidad lectora no surge de la acción de leer sino de la simultánea articulación con otras prácticas y con la concepción de vida anarquista. La lectura está interceptada por modos de sociabilidad ahora sí imprescindibles para que un anarquista consagre su identidad. Se trata de una red de vínculos fundante de comunidad y, estos vínculos, se actualizan en rituales donde la circulación de la palabra es el pivot del equipo y el anarquista su adicto participante: canto, recitados, poesía-canción y música instrumental, conferencias y oratorias, debates, representaciones teatrales, folletos y volantes, periódicos y libelos, libros, cartelería, encuentros de camaradería, veladas con espectáculos diversos, actos y manifestaciones, mesas redondas y reuniones, desde hace unos años, páginas web, redes sociales, mails y blogs, los graffitis. Hay allí un maremagnum de textos, orales y escritos, en tráfico continuo del que cada lector (de signos y de sentidos) toma y resignifica segmentos. Nada de esto parece insólito salvo el aparato conceptual, obviamente único. Después de la enumeración de acciones, podemos pensar en detalle la frágil pero potente filigrana del vínculo. Y, enseguida, en el carácter generativo de la participación individual. Tanto en el relacionamiento como en lo productivo de él se aplica la especial noción de autoridad anarquista. El lector anarquista vive y disfruta esta apertura. Piénsese en el camino del autodidacta. Georges Sorel –claro que sindicalrevolucionario, enlazado al pensamiento ácrata– se confesó autodidacta y, por eso, entendía el haberse librado de las preceptivas de su educación formal para desplegar su curiosidad entre los libros. Así, “me ha sido preciso convertirme en mi propio maestro y, de alguna manera, asistir a mis propias clases”. Este desplazamiento de la autoridad pedagógica no supone ignorar al otro, sino dialogar con él en pie de igualdad. Su método consistía en leer un libro y escribir las reflexiones producidas en un cuaderno de notas, trabajo que le agradaba cuando el volumen estaba escrito “por un buen autor” porque “me oriento con más facilidad que cuando me abandono a mis solas fuerzas” [25]. Acaso resulte ya un lugar común resaltar la relevancia del pensamiento revolucionario moderno – no sólo del anarquismo pero con énfasis desde allí –, en la consagración del autodidactismo. [26] No exclusivo de él, pero sí connatural. El anarquismo reniega de consagrar una guía doctrinaria o dogmática que sirva a las generaciones futuras. Reduce sus escasas invariantes al rechazo de la autoridad única e impositiva, al énfasis en la libertad, a la negación de normas fijas y de estructuras opresoras. Es, en especial, un espacio abierto a la novedad. Sus últimos teóricos abandonan la vieja aspiración de hacer la revolución, postulan fomentar el deseo revolucionario, y ni en unos ni en otros tenemos trazos firmes del camino a tomar. Parece como si el anarquismo apostara más a la creatividad de cada sociedad que a un catálogo preceptivo de ideas y acciones. En este tránsito el anarquismo sobrevive gracias a sus lectores. Aquí aparecen rasgos específicos. Cada anarquista es un lector que reasigna contenido al pensamiento colectivo, y en esta reasignación se funda su identidad. En todos los movimientos ideológicos se reinterpreta la doctrina, pero mientras en aquellos se trata de un diseño intimidatorio, en el anarquismo la creación de conceptos no aspira a alcanzar el régimen doctrinario. En otros agrupamientos ideológicos los individuos debaten y transforman las preceptivas pero dentro de una estructura jerárquica y un orden que desactiva la incidencia de las individualidades o reducen sus efectos a mínimas expresiones dentro de fracciones de poder. En el anarquismo la voz de cada individuo adquiere valor de uso en el presente y obtiene relevancia de acuerdo al criterio del grupo donde circula en pie de igualdad con las palabras que ese mismo cuerpo plural rescata de los pensadores consagrados por el movimiento. En otros agrupamientos la interpretación individual no está exenta de la custodia de la idea de parte de las jefaturas políticas; en el anarquismo existen intentos de sometimiento de un individuo hacia otros desde una supuesta verdad excluyente pero estos impulsos son desactivados por la acción –y la desobediencia– simultánea de grupos que le exceden. La lectura anarquista hace la teoría. La primera implica un estilo de vida y una condición del sujeto, la segunda, reasume la acción. En este acto creador el lector anarquista es quien dirige un buque con varios timoneles. Su creación no es autoritaria ni impositiva, no se proyectahacia sino con los otros. Es que su individualidad actúa en un conglomerado de intérpretes y de creadores con los que, solidariamente, descifra los signos del presente y del porvenir.
Daniel Vidal [1]
Notas1 Segmento de mi tesis de Doctorado en Letras La poesía en la configuración de las comunidades lectoras anarquistas: el caso Uruguay. Producción, circulación y usos (1900-1920), Montevideo, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (Universidad de la República, Uruguay), 2014-2018. Directora de tesis: Prof.a Dr.a María Inés de Torres, Director académico: Prof. Dr. Armando Minguzzi. Agradezco las observaciones y aportes realizados por Gerardo Garay y Pascual Muñoz. 2 Mijail Bakunin, Dios y el Estado, Buenos Aires, Terramar, 2004, p. 24. 3 Esta condición distingue esta autoridad de la “autoridad coercitiva” como gustaba calificar al autoritarismo individual o colectivo Luigi Fabbri (Influencias burguesas sobre el anarquismo, Buenos Aires, Editorial La Protesta, 1927) 4 Autores y conceptos citados por Daniel Colson en Pequeño léxico filosófico del anarquismo. De Proudhon a Deleuze, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 2003, pp. 248 a 250: Pierre Joseph Proudhon, Économie, Bibliothéque municipale de Besancon, 2864 [184]; Gabriel Tarde, cit. En Jean Milet. Gabriel Tarde. La Philosophie de l´histoire, Vrin, 1970, p. 157; Gilbert Simondon, Individuation psychique et collective,Aubier, 1989, p. 203. 5 Hans Magnus Enzensberger en Armando Petrucci, “Leer por leer: un porvenir para la lectura”. En Guglielmo Cavallo y Roger Chartier (dirs.), Historia de la lectura en el mundo occidental, Madrid, Taurus, 1998, p. 547. [1997] Las citas que Petrucci toma de Enzensberger corresponden al capítulo “Una modesta proposta pe difendere la gioventu dalle opere di poesía”, en Sulla picola borghesia. Un capriccio´sociologico seguido de altri saggri, Milan, 1983, pp. 16-26. 6 Merlin C. Wittrock en Alberto Manguel, Una historia de la lectura, Buenos Aires, Siglo XXI, 2014, p. 52. [1996] 7 Manguel, ob. cit., p. 52. 8 Umberto Eco, Los límites de la interpretación, Barcelona, Penguín Random House-Grupo Editor España, 2013, s/n. Recuperado de https://books.google.com.uy/books?hl=es&lr=&id=h-VYAqoL1hQC&oi=fnd&pg=PP4&dq=Umberto+Eco,+sobre+la+interpretaci%C3%B3n&ots=68UHVeTFqe&sig=7_RvBicXMnhcPo9836HBX4l06ak#v=onepage&q=Umberto%20Eco%2C%20sobre%20la%20interpretaci%C3%B3n&f=false 9 Michel Foucault, El orden del discurso, Barcelona, Tusquets, 2008, p. 14. [1970]. 10 Petrucci, ob. cit., pp. 526 y 527. 11 Stanley Fish. “¿Hay algún texto en esta clase?”, en Elías José Palti, “Giro lingüístico” e historia intelectual, Universidad Nacional de Quilmes, 1998, pp. 219. [1987] 12 Martyn Lyons, Historia de la lectura y de la escritura en el mundo occidental, Buenos Aires, Editoras del Calderón, 2012, p. 826. [2010] 13 “Si bien ninguna institución tiene una vigencia tan universal y perdurable como para que los significados que posibilita sean normales para siempre, algunas instituciones o formas de vida son tan ampliamente habitadas que, para una gran cantidad de gente, los significados que posibilitan parecen “naturalmente” accesibles, y hay que hacer un esfuerzo especial para verlos como un producto de las circunstancias” (Fish, ob. cit., pp. 222 y 236). El punto adquiere nuevas conclusiones sobre las creencias, normas y valores en la interpretación personal hacia las pp. 233-235. 14 Ibid, p. 51. 15 Jean-Paul Sartre. ¿Qué es la literatura? Buenos Aires, Losada, 1950, p. 74. [1948] 16 Petrarca en Manguel, ob. cit., pp. 77-78. 17 Mariana Di Stefano, El lector libertario. Prácticas e ideologías lectoras del anarquismo argentino (1898-1915), 18 “La operación de construcción de sentido efectuada en la lectura (o en la escucha)” sería “un proceso históricamente determinado cuyos modos y modelos varían según el tiempo, el lugar y las comunidades” (Roger Chartier, El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural, 6.a reimp., Barcelona, Gedisa, 2005, 51 [1989]). Chartier retoma la idea en el diálogo con Jesús Anaya Rosique: “Los lectores son autores potenciales y, de esta manera, existe un control explícito sobre la interpretación; se cree que las intenciones del texto pueden ser descifradas correctamente por lectores que comparten el mismo modelo cultural, la misma comunidad de interpretación que el autor”, en clara referencia, como sustrato, a la tesis de Stanley Fisch sobre comunidades lectoras (Roger Chartier, Cultura escrita, literatura e historia, 2.a reimp., México, Fondo de Cultura Económica, 2006, p. 23 [1999]). Buenos Aires: EUDEBA, 2013, pp. 17-18. 19 Mijail Bakunin, Federalismo y socialismo, Barcelona, Editorial Sopena, (s/f), p. 11. 20 Sócrates en Fedón, argumenta contra la escritura de Anaxágoras puesto que al leer su libro, “me encontré con que mi hombre no hacía intervenir para nada la inteligencia, que no daba ninguna razón del orden de las cosas y que en lugar de la inteligencia ponía el aire, el éter, el agua y otras cosas igualmente absurdas” (Platón,Diálogos. Critón, Fedón, El banquete, Parménides, 22.a ed., Madrid, Edaf, 2003, p. 116) 21 Charla de Alfredo Bonnano sobre “La lucha insurreccional anárquica” organizada por grupos anarquistas dentro de una gira que involucró Argentina, Chile y Uruguay, en la sede de la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (FUCVAM) de Montevideo en diciembre de 2013. Ante unas 150 personas, mayormente jóvenes, Bonnano presentó su último libro La anarquía desbordando la teoría (Buenos Aires, Anarquistas del Río de la Plata, 2013). Entonces afirmó que si bien hay que estudiar los medios [de lucha] “hay que dejar de lado los libros y pasar al ataque” (Apuntes personales). 22 Mijail Bakunin, “Conferencias dadas a los obreros del valle de Saint-Imier” [Conferencia 1a, mayo de 1871]. Recuperado De Archivo Miguel Bakunin, https://miguelbakunin.wordpress.com/2008/01/23/tres-conferencias-dadas-a-los-obreros-delvalle-de-saint-imier/, s/n. 23 Antonio Gramsci. “Socialismo y cultura”. En Antología, 1.a ed., 4.a reimp., Buenos Aires, Siglo XXI, 2011, p. 16. [1916] 24 Di Stefano, ob. cit., p. 7. 25 Georges Sorel, Reflexiones sobre la violencia, Buenos Aires, Editorial La Pléyade, 1978, p. 13. 26 Sobre el tema, cf. Leandro Delgado, “La participación del anarquismo en la formación del intelectual autónomo en el Río de la Plata (1900-1930)”. En A Contracorriente, vol. 8, n.o 1, 2010, pp. 163-197. Delgado desarrolla la idea del “intelectual autónomo” construido por el anarquismo finisecular tras concebir la instrucción del obrero como parte de la “acción directa” del anarquismo. En este tema resulta aleccionadora la experiencia de Luce Fabbri Cressatti junto a su compañero volcada en “Caracteres e importancia del autodidactismo obrero” (Brecha, n.o 682, 23 de diciembre de 1998, pp. 4-5). 27 Me refiero al enlace entre anarquismo y posestructuralismo y, de manera general, a los abordajes teóricos de las últimas dos décadas en diálogo con pensadores ingleses y norteamericanos, principalmente, de parte de Christian Ferrer, Tomás Ibáñez, Amedeo Bertolo, Martín Albornoz, siguiendo líneas de investigación de Michel Foucault, Gilles Deleuze, René Lourau y Pierre Clastres, por ejemplo. Algo de esto puede leerse en Christian Ferrer (comp.), El lenguaje libertario, Buenos Aires, Libros de Anarres, 2005; Christian Ferrer, Cabezas de tormenta, Buenos Aires, Anarres, 2006; Tomás Ibáñez, Anarquismo en movimiento. Anarquismo, neoanarquismo y postanarquismo, Buenos Aires, Libros de Anarres, 2014.
Texto extraído de la ponencia de igual
nombre presentada al I Congreso de Investigadorxs sobre Anarquismo, que
en versión completa es accesible enhttp://congresoanarquismo.cedinci.org/wp-content/uploads/2017/03/Actas-Final-con-indice_final.pdf.
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Posted: 24 Mar 2017 12:16 PM PDT
No sé lo que opinaría de
nosotros, la humanidad, si alguien pudiera observarnos desde el espacio
exterior, y no me refiero a ninguna clase de ente divino, sino a un tipo
de inteligencia extraterrestre. El estudio del ser humano como especie
no dejaría de causarle asombro, risa y pena y un poco de repugnancia
también. Al no tener implicaciones humanas, podría ser objetivamente
crítico e imparcial, algo que una persona, por muy ecuánime que pretenda
ser, es imposible que lo consiga.
Bien, dicho esto, pasemos a las conclusiones que supuestamente podría
obtener en su análisis del peculiar bípedo que habita como especie
predominante en ese remoto e insignificante punto azul pálido que es el
planeta Tierra.
Para empezar, observaría que físicamente el ser humano no es gran cosa. La mayor parte de los animales nos supera por mucho en algún aspecto corporal: son más fuertes, más rápidos, más resistentes y más naturales que cualquiera de nosotros. Sólo hay algo en lo que somos manifiestamente superiores: la inteligencia, la capacidad de razonar y comprendernos a nosotros mismos como individuos e indagar asimismo en el universo que nos rodea. Pero esta innata cualidad humana, en lugar de hacernos mejores y más nobles, nos ha hecho crueles y engreídos al otorgarnos un poder superior sobre los demás seres vivos. En cuanto a la organización social de los humanos, no dejaría de pasarle por alto la mediocridad, cuando no la simple estupidez, bajeza moral y rapacidad de que hacen gala la mayoría de los dirigentes políticos de cualquier escala y nación. Me da igual, desde alcaldes de pueblo a jefes de Estado, si echas un vistazo general, la verdad es que el panorama resulta completamente desolador. Es difícil encontrar un líder de cierta talla, y cuando lo encontramos, por norma general solemos acabar matándolo. Entiéndase que me refiero a esa clase de personas singulares que, a modo de referentes éticos en el devenir histórico de la humanidad, nos aportaron valor, conocimiento y esperanza: Espartaco, Zapata, Gandhi, Durruti, Malcolm X, entre otros muchos, fueron algunos de esos héroes populares que se enfrentaron al poder y sacrificaron su vida por el bien común. Su ejemplo traspasa las fronteras e influye en millones de personas en todo el mundo. Me temo que apenas quedan líderes así hoy día, si es que existe alguno. Al igual que el lince ibérico, son raros de ver, no pueden vivir libremente y corren peligro de extinción. No soy partidario de la figura de un jefe como guía de masas, ni me gusta la figura del mesías redentor, aunque comprendo que algunos individuos, por su altura ética e intelectual, pueden servir de referencia e inspiración para mucha gente. De todas formas, creo que es mejor que cada uno piense y actúe por sí mismo. Que cada persona sea su propio líder natural. Pero ya sabemos que asumir esta responsabilidad es difícil, arduo y peligroso. Uno tiene que aprender a pensar por sí mismo y, peor todavía, debe hacerse responsable de sus propias decisiones. La sociedad no promueve la libertad individual. Por el contrario, prefiere un rebaño humano guiado por un pastor. No obstante, la fórmula se ha comprobado que únicamente beneficia a una minoría, la que ostenta el mando, en perjuicios de la inmensa mayoría, que apenas cuenta para nada y debe conformarse con obedecer dócilmente las órdenes del amo. Es fácil comprobar la veracidad de mis palabras. Basta con leer un poco de historia o con echar un vistazo a la situación actual del mundo. Miras a un lado y ves a Putin, un tipo de cuidado, con una mirada fría, siniestra y amenazante, forjado como agente soviético de la temible KGB; es abogado y político profesional, una mezcla de fatales consecuencias. Pobres rusos, si no habían padecido ya suficiente con los zares y los comunistas, ahora les toca experimentar en su carnes el capitalismo salvaje al estilo neoliberal. En muchos sentidos Rusia me recuerda a España, ambos son países sin suerte, con una historia atroz de gobernantes déspotas, corruptos e inútiles, sin la menor preocupación por el pueblo, al que tratan como si fuera escoria. Para echarse a temblar son también los mandatarios de China y su aterrador ejército de generales bajitos con gorra de plato y el pecho cuajado de medallas, que han convertido a toda la nación en una gran fábrica que abastece de productos al mundo entero. Una cultura milenaria de miseria y opresión para el sufrido pueblo chino. Otro ejemplo especialmente aborrecible de jerarca tiránico es el hijo y heredero del anterior dictador norcoreano, ese cabeza de patata con un aspecto perversamente aniñado. O los brutales militares sudamericanos machacando a sus desgraciados pueblos golpe tras golpe, sin permitirles levantar la cabeza, siempre al servicio de una oligarquía opresora. África está sumida en un perpetuo horror de esclavitud, sangre y cadáveres masacrados desde hace siglos. Sin olvidar a la civilizada y culta Europa, que ha padecido dos guerras mundiales consecutivas y ha sido escenario de las peores atrocidades cometidas contra el ser humano. La verdad es que no sé hacia dónde dirigir la mirada; en todas partes es lo mismo: políticos que más que dar confianza dan miedo. O bien podemos fijarnos en los fundamentalistas religiosos, ya sean de un credo u otro, judíos o musulmanes, católicos o protestantes, pues a pesar de que todos declaran que son religiones de amor, a la hora de la verdad no tienen escrúpulo alguno en asesinar piadosamente al prójimo cuando piensa diferente. No me explico cómo pueden contar con millones de fieles que obedecen como borregos a sus profetas y patriarcas. La falsedad resulta tan evidente, que no entiendo cómo alguien se puede tragar tal cúmulo de patrañas y engaños, sin más base que unos supuestos mensajes divinos que solamente unos pocos elegidos pueden interpretar para el resto de creyentes. La fe necesaria para creer nos exige dejar en suspenso la razón, o dicho de otra manera, las creencias religiosas requieren prescindir de nuestro rasgo más señalado: la inteligencia humana. La mente, ese gran misterio aún por desvelar, es la clave de la supervivencia, al permitirnos aceptar lo bueno y útil como verdadero y desechar lo malo y pernicioso como falso. Y las religiones, a mi entender, se encuentran dentro de este último apartado. Ya sé que es simplificar demasiado un asunto complejo que ha preocupado al conjunto de los mortales desde sus albores; es más, el sentido trascendente de la existencia constituye uno de los rasgos que definen su humanidad. Pero es lo que pienso de esta superchería extendida por el mundo entero como una plaga. Soy un ateo convencido. No puedo concebir un Dios que consienta el sufrimiento del mundo. Un mundo en el que resulta muy duro vivir, sobre todo por el daño deliberado que el propio ser humano, en su estupidez y maldad, inflige a todo cuanto existe, empezando por sí mismo. Sinceramente, creo que nos iría mejor si nos deshiciéramos de tales mentiras y asumiéramos la verdad de la vida, aquí y ahora, y sustituyéramos las arcaicas, caducas e ilusorias creencias religiosas por una moral enteramente humana, basada en la dignidad y la libertad del individuo, un código ético de conducta que respetara los derechos individuales de cada persona y nos sirviera para vivir mejor unos con otros. En este recorrido por la actualidad planetaria, tampoco podemos olvidarnos de la reciente estrella del firmamento político, el famoso y televisivo Donald Trump, el nuevo presidente norteamericano, en este caso empresario y político, dos términos que unidos deberían ser considerados opuestos, contradictorios y hasta ilegales. ¿Qué decir que no se haya dicho ya de semejante individuo? No tengo la menor duda de que nuestro visitante estelar pegaría un salto en el espacio al comprobar quién dirige actualmente la Casa Blanca, uno de los mayores y más terroríficos centros de poder que existen en la Tierra. Y desde luego, cuando escuche hablar a Trump, con su estúpida, insufrible y malvada verborrea, pensará que la humanidad ha enloquecido al permitir que alguien como él ocupe un cargo de tanta responsabilidad. Es una vergüenza para el género humano que un personaje de su calaña pueda detentar algún tipo de poder sobre la gente. Si ha comenzado su controvertido mandato entre manifestaciones masivas y fuertes críticas populares, no sabemos qué sorpresas puede depararnos en el futuro, pero sospecho que ninguna buena. Un chiflado megalómano, paranoide y psicópata de sus dimensiones puede llevarnos a la catástrofe. Espero equivocarme por la cuenta que nos trae a todos, pero no me extrañaría nada que, tarde o temprano, acabe provocando una guerra sobre algún pobre país indefenso -si llega el caso, confiemos que sea a pequeña escala- como medio de subir en las encuestas de popularidad americanas. Es un viejo truco que se ha empleado con éxito garantizado en el pasado. Ya lo utilizaron algunos de los más nefastos presidentes estadounidenses -Reagan con la invasión de Granada y los bombardeos a Libia, o Bush padre e hijo en las guerras de Iraq y Afganistán, por ejemplo- aunque prácticamente la totalidad de gobernantes americanos ha recurrido, en un momento de crisis, a esta vieja estrategia populista. Qué importa un poco de sangre derramada si es por el bien de "América". Lo importante es que las banderas ondeen al son del himno nacional. El fin está claro: conseguir que la población se olvide de sus problemas cotidianos y entregue sus libertades civiles rendidamente y sin cuestionar en manos de una autoridad salvadora. ¿Una exageración? ¿Un absurdo? Nada deseo más que equivocarme en mis funestas predicciones. Pero ahí está la historia para demostrar que es posible, demasiado posible. Las personas somos fácilmente manejables y la clase dirigente tiene experiencia en manipular a la opinión pública a su antojo. El gobierno americano lo ha hecho en repetidas ocasiones. Lo hizo en la Primera Guerra Mundial, cuando EE UU era un país neutral y gracias al empeño del presidente estadounidense de entonces, Woodrow Wilson, otro abogado y político profesional, entraron a formar parte de la contienda. El hundimiento del transatlántico británico RMS Lusitania como elemento desencadenante de la entrada en el conflicto no fue más que un mero pretexto, ya que fue hundido en 1915 y Estados Unidos declaró la guerra a Alemania dos años más tarde. Yo me inclino a pensar que, como en la mayor parte de las guerras, fueron razones económicas y políticas principalmente las que llevaron a tomar tal decisión. La Segunda Guerra Mundial fue ganada por los aliados, gracias sobre todo a los valientes americanos que vinieron a sacar las castañas del fuego a los pobres e indefensos europeos. Es cierto, el inmenso poderío militar norteamericano se empleó en hundir a la malvadas hordas nazis (que lo eran, indudablemente) liberando así al mundo entero para la democracia capitalista, como bien nos ha contado el cine en innumerables ocasiones. Sin embargo, esta historia mil veces repetida olvida un hecho fundamental: el sacrificio heroico de los soviéticos, pues no en vano murieron millones de ellos durante aquel terrible periodo. Bien, no quiero ponerme catastrofista, pero la realidad es innegable. Podría continuar con un ejemplo tras otro: Corea, Vietnam, Cuba, Chile, Nicaragua, Granada (el país, no la provincia española, mediante la operación militar Furia Urgente), Libia, Iraq, Afganistán… ¿Adónde quiero ir a parar con este cúmulo de datos históricos? Sencillo, a que nos manipulan como quieren y nos usan como si fuéramos carne de cañón. Y lo peor de todo es que cuentan muchas veces con el propio respaldo de las ovejas que llevan al matadero. En las contadas ocasiones en que la gente trabajadora ha tratado de sacudirse el yugo de sus amos y verdugos -la rebelión de los esclavos en la antigua Roma, la Comuna francesa o la revoluciones mexicana, rusa y española del 36, por citar unas pocas muestras- el fracaso ha sido completo. A lo largo de la historia, los rebeldes fueron sistemáticamente sometidos y aplastados. Pero lo que no pudieron, ni podrán jamás, es acabar con la esperanza de un mundo mejor. La idea permanece invencible: una ilusión que sirve para guiar a la humanidad doliente. Y esta utopía de justicia social es la que, a través de todo tiempo y lugar, ha encarnado el ideal anarquista. Pues allá donde se libre una lucha por la libertad y la dignidad del ser humano, para mí representa lo que entiendo por anarquismo. De todas maneras, más preocupante que la maldad de los perversos, es la pasiva indiferencia de la gran mayoría silenciosa. Pienso si acaso tenemos los políticos que nos merecemos. Al fin y al cabo, no dejan de ser el reflejo de la sociedad cruel, injusta, desigual y enferma que hemos creado entre todos. Otro importante tema a debatir es averiguar quién manda realmente en el mundo. Sabemos que los gobiernos tienen una esfera de influencia y poder bastante limitada, condicionados y sujetos como están por otros factores determinantes para la marcha de un país, como son primordialmente las grandes empresas multinacionales, los grupos de presión mediática y la banca, a los que hay que sumar los partidos políticos, sindicatos y religiones principales, cuyas cúpulas dirigentes influyen en mayor o menor medida en las decisiones políticas, sociales y económicas que afectan a toda la nación. La población común, es decir, la inmensa mayoría de nosotros, apenas tenemos nada que decir en este asunto. Se nos consulta en las elecciones para guardar las apariencias democráticas y basta. Luego, el político de turno tiene las manos libres para hacer y deshacer a su gusto, sin responsabilidad personal, sin rendir cuentas a nadie, sin respetar sus compromisos electorales. Y únicamente cuando nos empujan al límite, se encontrarán con la decidida y firme oposición de los ciudadanos. A nosotros nos reservan otra importante función: contribuir con los impuestos al sostenimiento del gasto general y soportar las decisiones de unos dirigentes que suelen gobernar en defensa de sus propios intereses de clase. Las grandes empresas multinacionales ostentan uno de los sistemas de poder más importantes a escala mundial, por su volumen de actividad, por su capacidad de incidir sobre las economías nacionales, por su extensión global, por los millones de trabajadores que emplean y por la concentración en unas pocas manos de su capacidad directiva. Se trata de uno de los ámbitos de intervención más potentes que podemos encontrar en este momento. Los inmensos recursos económicos que manejan sitúan a las grandes multinacionales por encima del PIB de muchos países. Por citar un dato revelador, dos de las mayores empresas españolas por ingresos son el Banco Santander y Repsol, aun estando situadas lejos de los puestos de relevancia entre las más ricas del mundo. Sin embargo, los beneficios anuales del Banco Santander superan con creces el presupuesto de naciones como Angola o Libia. Las compañías multinacionales son explotadoras y agresivas con los países en los que operan. Los salarios de los trabajadores se reducen y sus derechos laborales son suprimidos, lo que hace que los costes de los productos sean menores. Su objetivo primordial es generar el máximo de beneficios, o lo que es lo mismo, enriquecer a un reducido grupo de personas a costa de la explotación de los trabajadores y de los recursos naturales, sin reparar en los medios utilizados, ya que el fin básico -ganar dinero- se impone por encima de cualquier otra consideración. Además, destruyen el mercado nacional y local con su política de precios, imposible de mantener por los pequeños y medianos empresarios. Las grandes corporaciones utilizan su inmenso poder para adueñarse de los mercados, hasta que sus competidores son literalmente eliminados. Esta explotación desmedida y sin control está suponiendo un alto coste ecológico para el planeta. La destrucción de ecosistemas completos por parte de grandes industrias químicas, mineras y petroleras, se lleva a cabo con total impunidad, como pudimos comprobar en el vertido de petróleo en las costas gallegas, o peor todavía, con los miles de muertos y heridos ocasionados por el desastre de Bhopal en la India. En esta alianza entre el gobierno, la banca y las grandes empresas, se fraguan medidas políticas y económicas favorables a sus intereses particulares en forma de ayudas millonarias, exenciones de impuestos y amnistías fiscales, regulaciones laborales y demás leyes y normativas encaminadas a incrementar su poder y riqueza. Estos poderes conchabados se dedican a explotar, exprimir y ordeñar hasta la última gota al contribuyente, a toda la masa de gente trabajadora y honesta que ha de ganarse la vida duramente con su esfuerzo diario. Somos nosotros y no ellos con sus cuentas millonarias y sus lujosas mansiones, los que hemos de afrontar la dureza de una existencia condicionada por una mala organización social y una pésima gestión de los recursos colectivos. Y el ingente tesoro nacional, toda la riqueza producida por los trabajadores, va a parar en gran medida al bolsillo de unos cuantos desaprensivos. Estamos hartos de las noticias que desvelan el gran negocio a escala mundial que se traen entre manos políticos, banqueros y empresarios, a costa como siempre de los mismos: tú y yo y todos nosotros, la gente que realmente mueve el mundo con su trabajo cotidiano. Diversos colectivos populares, sindicatos, partidos, ONG y otras asociaciones, llevan a cabo campañas contra los abusos de las corporaciones industriales, pero el poder de estos gigantes es inmenso y poco pueden hacer. Para evitar la ruina y el caos hacia el que nos conducen inexorablemente, no basta con la débil oposición de estas organizaciones. Hay que luchar. Pero es una lucha que requiere de la unión y la participación de todos nosotros. Y los sindicatos, ¿qué tienen que decir a todo esto? La verdad es que bien poca cosa. Acuden a las mesas de negociación como víctimas propiciatorias. La patronal se ha pasado por la piedra a los sindicatos y éstos permanecen mudos y ajenos ante el atropello al que son sometidos los trabajadores. Sin embargo, no olvidemos jamás que el sindicato es la única defensa real y efectiva con que cuenta la clase trabajadora. Gracias a la lucha obrera se consiguieron la mayoría de las mejoras laborales: seguro médico, jornada de ocho horas, vacaciones, subidas salariales, convenios colectivos… Sin la ayuda y la fuerza que le ofrece la unión sindical, los trabajadores se verían totalmente perdidos. Retornaríamos a situaciones de vasallaje propias de un lejano pasado. Es fundamental volver a reflotar las asociaciones sindicales y crear organizaciones independientes, fuertes y unidas. Para nosotros, los trabajadores, es un empeño vital. Bien, centremos ahora la atención en los españoles. Dirijamos la lente del telescopio espacial, no hacia las estrellas, sino hacia un pequeño país situado en el borde occidental de Europa, una península que compartimos con Portugal. España, mal que nos pese, es un país de segundo orden. Nuestras viejas glorias forman parte de un pasado remoto. La verdad es que no pintamos gran cosa en el orden mundial. Nuestro papel ha quedado reducido al de meros comparsas de las grandes potencias. Y lo que podemos aquí observar tampoco resulta demasiado tranquilizador. La tan alabada democracia española, el menos malo de los sistemas políticos, según ha sido definido, mantiene las viejas estructuras de poder de la época franquista. Aplicando la vieja máxima de Lampedusa, cambiaron las cosas para que todo siguiera igual. Podemos comprobarlo fácilmente echando un vistazo a nuestros actuales políticos, banqueros y empresarios, muchos de ellos con raíces que llegan hasta la dictadura. Un apunte ¿Os habéis fijado bien en la cara que tienen la mayoría de nuestros dirigentes, en sus rostros faltos de humanidad? La verdad es que me estremezco sólo de pensarlo. Dan temor, desconfianza y asco. La complicidad entre la política y los grandes poderes financieros posibilita que los ricos amasen ingentes fortunas, más allá de todo límite razonable. Como contrapartida, los gigantes industriales tienen en su cuenta a ex presidentes, ministros, políticos, jueces e intelectuales de diversa ralea. Además, mediante el control de los medios de comunicación se aseguran una cobertura positiva, de tal manera que es posible ver anuncios como el de Repsol, que más que una petrolera, cuyos beneficios pasan por diezmar la tierra sin miramientos como hace en realidad, parece un grupo ecologista dedicado al sostenimiento del planeta. El grado de corrupción que impera en nuestro país en estos tiempos ha alcanzado cotas realmente alarmantes. La impunidad y la indecencia campan a sus anchas. Salvando las distancias, la situación actual guarda muchos paralelismos con la etapa gansteril americana de los años veinte. Podemos encontrar políticos corruptos y policías y jueces venales al servicio de una élite empresarial, que tal vez no deje muertos tirados en las calles, pero que tiene un poder letal mucho mayor que el de las bandas mafiosas durante "la prohibición". Hay muchas formas de matar a una persona y no todas son claramente violentas. Pero violencia es dejar a familias sin cobijo, a trabajadores sin empleo, a enfermos sin atención sanitaria, a niños y ancianos sin los cuidados que necesitan. Es un tipo de violencia soterrada, que mata callando. Cuando una persona pierde su trabajo, pierde estabilidad, se ve acuciado por deudas y por problemas de diversa índole, aunque su origen sea el mismo, en una serie implacable de dificultades a las que resulta imposible hacer frente: el cuidado y la manutención de los hijos, la hipoteca de la casa, la luz y la calefacción, el gasto del coche… Cuando un trabajador se queda sin empleo puede perder su hogar y, con el tiempo y la presión suficientes, puede incluso perder el norte y terminar haciendo algo irreparable. Está abocado a caer más fácilmente en la delincuencia. La pérdida del trabajo puede destrozar a una persona. Estar sin empleo mucho tiempo puede hundirte. Lo sé por experiencia. He estado en paro varias veces, las suficientes para saber de qué va el asunto. En cierta ocasión, me largué de un empleo detestable que odiaba a muerte, poco después me echaron del piso por no poder pagar el alquiler y me vi en la calle. Acudí a pensiones y hostales, pero deseaba ahorrar hasta la última moneda y, además, esos lugares me resultaban fríos e inhumanos. Me deprimían. Así que durante una breve temporada, hasta que la suerte cambió, me estuve alojando en mi viejo Seat 1.200 Sport, estrecho y reducido espacio para alguien de mi estatura, donde pasaba las noches en la apartada soledad de un parque público de las afueras de Madrid. Visto esto con la distancia suficiente, se me antojan locuras de juventud. Estaba solo por aquel entonces y nada me importaba demasiado. Sabía que tarde o temprano volvería a encontrar un trabajo, esperanza de la que muchos ahora carecen. Sin embargo, asomarme al abismo, me infundió miedo. Lo confieso sin ambages. Me asustó pensar que podría verme sin techo y sin dinero para sobrevivir. Y no era una simple cuestión de merecimientos. Podía pasarle a cualquiera. Hasta a los mejor preparados. Bastaba un resbalón en forma de despido, enfermedad, accidente o cualquier otra contingencia inesperada, para rodar inevitablemente hacia el fondo de la fosa social. Soy de esa clase trabajadora que necesita el sueldo diario para subsistir, es decir, para pagar y comer. Desde que comenzó la crisis económica allá por el año 2008, hay más personas que piensan igual que yo. Todos hemos cobrado una mayor conciencia de la mala situación que vivimos. Todos somos más conscientes de que el rico es cada día más rico y el pobre cada día más pobre, y el que tiene un trabajo, aunque sea un empleo de mierda de los que tanto abundan actualmente, se puede considerar afortunado. Recuerdo que antes podías ver en el telediario manifestaciones y huelgas, hoy los mineros, mañana los agricultores, pasado los obreros de los altos hornos o de los astilleros. Ahora no sé si hay sindicatos, pues nunca se les ve por ningún sitio. Bien es cierto que, con la escasa fuerza que tienen, poco pueden hacer. Los trabajadores están tan enfrentados, aislados y asustados que soportan abusos e injusticias sin rechistar, totalmente abatidos como clase social. Lo hemos perdido todo, no solamente las mejoras laborales tan duramente conquistadas en el pasado, a costa de enormes esfuerzos y sacrificios, peor es haber perdido el ánimo de lucha y, me atrevería a decir, que hasta nuestra propia dignidad como seres humanos. En fin, estamos derrotados. Hay que reconocerlo. Si al menos fuéramos capaces de protestar como último recurso, pero ni siquiera eso; nos sacrifican en completo silencio y apatía. Esto no sucede únicamente en nuestro país. Es un mal generalizado, pero oculto y callado y, no por eso, menos nocivo y letal para el conjunto de la sociedad. En fin, creo que es suficiente. No quiero hablar de guerras y refugiados, de epidemias y hambrunas. No deseo comparar la opulencia y derroche de unos con la pobreza y la miseria de otros. No tengo valor para seguir hurgando en las viejas heridas de este sufrido mundo. Y, hastiado de tanto sufrimiento inútil y gratuito, cierro mis ojos, que no mi conciencia, ante los males ajenos. Como lenitivo, busco consuelo en la naturaleza, en el arte, en alguna gente, en todo lo bueno y hermoso que también alberga este pequeño rincón del universo. La Tierra es nuestra casa, un hogar temporal que algún día lejano habremos de abandonar forzosamente. Nuestro futuro como especie depende de la capacidad que tengamos de alcanzar las estrellas. Mientras tanto, debemos cuidar nuestro lugar de origen, el sitio que nos ha visto nacer y nos define como humanos. Cada vez estoy más convencido de que la ciencia nos salvará si no nos extermina antes. Desconozco lo que opinaría nuestro hipotético visitante cósmico, pero supongo que la conclusión más evidente a la que llegaría tras observar nuestro comportamiento es que somos una especie peligrosa para nosotros mismos y para los demás seres vivos, provengan éstos de nuestro entorno terrestre o del espacio exterior. En consecuencia, la Tierra debería mostrar un cartel con este mensaje: "¡Cuidado, personas sueltas!", como señal de advertencia para el resto del universo. No sé vosotros, pero creo que ya hace mucho tiempo que deberíamos haber tomado las calles. Y tras la calle, el gobierno de nuestros intereses humanos y como trabajadores. Decidir por nosotros mismos, en lugar de delegar en otro. Ser los verdaderos artífices de nuestra vida. Pero supongo que no lo verán mis ojos. Al finalizar este somero análisis de la situación mundial y nacional, no puedo por menos que sentirme mal. Y no es para menos. Sólo puedo lanzar una llamada de socorro: ¡Que paren este mundo, quiero bajarme! Me cuesta terminar el artículo con una visión tan amarga, pesimista y, tal vez, excesivamente desalentadora. La gente debe organizarse en movimientos populares a través de los cuales consiga asumir el control real de su destino. La gente puede crear esa clase de poder colectivo que es preciso para cambiar sus vidas y transformar la sociedad. La gente tiene que saber que es fundamental ejercer presión sobre los poderes establecidos para abordar las cuestiones que más importan. En definitiva, la gente necesita imaginar un futuro sin guerras, sin pobreza, sin opresión, sin la explotación del hombre por el hombre, en la que la vida sea más libre, justa y humana para todos. Esta es la clase de utopía que persigue el anarquismo. La otra opción es continuar como hasta ahora, en una carrera que probablemente nos conduzca hacia el desastre total. Vamos, pues, a capear el temporal, y luchar porque vengan tiempos mejores para todos. Tenemos que hacerlo, primero por nosotros mismos, y luego por las generaciones futuras. No podemos permitirnos caer en la desesperación y el desánimo. Ya que estamos vivos, debemos actuar. Y una de las maneras más altas y nobles de hacerlo es por un ideal. En este momento crucial en que nos encontramos, con una humanidad aquejada por infinidad de males y problemas, en pleno debate por la supervivencia, el anarquismo puede suponer nuestra última tabla de salvación. ¿Y por qué el anarquismo, precisamente? Porque cuando todo va mal y no hay consuelo, solamente nos queda la esperanza de soñar que aún es posible un mundo mejor.
J. Caro
Publicado en el Periódico Anarquista Tierra y Libertad, Marzo de 2017
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Posted: 24 Mar 2017 12:08 PM PDT
Para Cambiarlo Todo: Guia incompleta de liberation total, un manual
para las rabiosas, curiosos y todo aquel que odia al sistema y ama la
vida. crimethinc.com/tce/espanol/
{vimeo}116977056{/vimeo}
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Posted: 24 Mar 2017 12:03 PM PDT
Como bien se ha dicho en
multitud de ocasiones, "resulta difícil trazar los rasgos del
anarquismo"; esta frase, escrita por Daniel Guérin en El anarquismo,
cobra mayor sentido bien entrado el siglo XXI, cuando el contexto
social es bien diferente y los anarquistas bien haríamos en tenerlo en
cuenta para buscar mayores respuestas libertarias.
Debido a que hay muchas maneras de ser anarquista, aunque resumidas
en una profunda aversión a la autoridad coercitiva, en una defensa
acérrima del juicio individual y en la búsqueda continua de la
solidaridad social, podemos decir también que uno de sus principales
rasgos es el antidogmatismo. Es muy complicado concebir una sociedad en
la que no exista alguna forma de coacción, aunque sea moral, por lo que los puntos de vista de los anarquistas suelen ser complejos y diversos.
Desde que el anarquismo se fue configurando, como corriente
antiautoritaria en el seno de la Primera Internacional, mucho es lo que
ha cambiado el mundo autoritario y, consecuentemente, las repuestas
libertarias han variado y el corpus ideológico se ha enriquecido (por
acumulación, tal vez, pero necesariamente también por evolución). Si los
anarquistas del pasado se negaron a trazar un pensamiento
sistematizado, con un programa excesivamente definido de transformación
social, difícilmente el movimiento actual puede seguir reivindicando,
sin más, por ejemplo, el comunismo libertario. Sí, las ideas libertarías, como la sociedad por la que trabajamos, son diversas y heterogéneas.
Incluso, aunque dividamos el anarquismo de forma extrema entre individualistas y societarios, es complicado no buscar puntos y nexos en común observando ese rico corpus ideológico mencionado. Es decir, ni los partidarios de un individualismo, que halla su principal fuente filosófica en el pensamiento estirneriano, niegan la organización social, ni los socialistas libertarios dejan de defender de forma acérrima la libertad individual (por eso adoptan el apelativo "libertario" junto a un término que niega la explotación capitalista). Es cierto que posiciones extremas han llevado al enfrentamiento, pero ya hemos dicho que el dogmatismo no tiene que tener cabida en el anarquismo. Individualismo, mutualismo, colectivismo, comunismo…, son diversas las propuestas históricas del anarquismo. Todas ellas son susceptibles de crítica, contextualizadas en su tiempo, lo mismo que de todas puede aprenderse algo. Son, tal vez, prejuicios de uno u otro tipo, lo que nos impide a veces desempolvar el pensamiento y las experiencias del pasado, para dar respuestas al nuevo contexto, o muy al contrario seguir pensando que son sencillamente válidos en la actualidad de una manera rígida ajena al talante libertario. También insistimos mucho los libertarios en el desprestigio de las ideas, originado en gran medida por la concepción negativa del término "anarquía", sinónimo de caos y desorden social. Recordemos, también, que ese aspecto peyorativo es muy anterior al nacimiento del anarquismo y que, incluso, el mismo Proudhon lo usaba todavía en los dos sentidos. Personalmente, me gusta el término "anarquista", precisamente por ser el más completo y complejo, aunque haya personas, que puedan tener unas ideas abiertamente libertarias, que lo rechacen por esa carga negativa que genera rechazo. En principio, no tiene mayor importancia, ya que lo importante es lo que se encuentra detrás de los proyectos sociales y políticos, no su denominación. Sin embargo, creo que ese rechazo conlleva problemas más graves. Si, por ejemplo, la mayor parte de los anarquistas decidieran emplear el nombre, también muy genérico, de "socialistas libertarios", es posible que los problemas fueran similares (o peores). "Socialismo" es una bella palabra, creo que la inmensa mayoría de los ácratas pueden concebirla, al menos en lo económico: la socialización de las economía para satisfacer al conjunto de la sociedad. No obstante, la carga negativa o distorsionadora del término no se hace tampoco esperar: los responsables son su desprestigio autoritario, hasta el punto de que se identifica con alguna forma totalitaria, o su confusión con la socialdemocracia, que se limita a regular el capitalismo manteniendo intactos los poderes político y económico. Es decir, es la historia, junto a cierto desconocimiento generalizado y a una concepción de la política reduccionista, la que conduce a ese desprestigio de términos que pueden ser diversos y complejos. Es por eso que, quizá, es el término anarquismo, junto a su concepción social y política, el que debería estar mejor perjudicado en esa situación; aunque es cierto, como dijo también el clásico, que sobre sus espaldas se carga demasiado peso. La palabra anarquía parece negar en un principio, más que cualquier otra cosa, pero sabemos que es el movimiento anarquista el que la puede otorgar un gran sentido positivo, aprendiendo del pasado, con su rico bagaje ideológico, y sus experiencias, y buscando nuevas respuestas para el presente. El anarquismo nace, y se desarrolla con el paso del tipo, como una compleja filosofía social y política, es algo que puede observarse con una visión exenta de prejuicios. No creo que haya que renunciar a los vocablos "anarquía", como una sociedad ideal, que es posible que nunca llegue de una forma pura, ni "anarquismo", como el movimiento que trabaja por ello, pero buscando la transformación libertaria aquí y ahora. Rudolf Rocker, cuya obra merece ser leída y estudiada una y otra vez, ya aludió al anarquismo como la gran síntesis de las dos principales corrientes políticas de la modernidad: socialismo y liberalismo. Creo que es por ahí por donde debemos trabajar de cara al futuro, para buscar respuestas en la sociedad actual (llamémosla, o no, posmoderna). Con toda la carga positiva que ello conlleva, libertaria y descentralizadora, no con su mera oposición a toda forma de poder o con la obcecación frustrante de convertirlo en otro movimiento de masas.
Capi Vidal
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Posted: 24 Mar 2017 11:57 AM PDT
Información realizada según el Código Penal vigente tras las modificaciones de las LO 1/2015 y 2/2015 de 30 de marzo.
Modelos de solicitudes: Modelo 370 Modelo solicitud cancelación
http://www.youtube.com/watch?v=MgZ1nxsLVpg
Fuente original: Red Jurídica
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Posted: 24 Mar 2017 04:55 AM PDT
De igual forma, de manera legítima amarraron a algunos burócratas de la SAPAM en la Plaza Central, exigiendo diálogo inmediato para resolver la situación, ya que estos mantienen como pretexto lo siguiente: "el motivo de que no se les dote de agua es que hay fallas en el sistema hídrico municipal y por lo mientras sólo se trabaja en un pozo", nos informa por vía telefónica a este medio libre uno de los pobladores. Mientras se incendiaba la presidencia y el automóvil, varios negocios contiguos decidieron cerrar y ante el clima de incertidumbre, una hilera de efectivos de la Policía Estatal Preventiva hizo presencia para resguardar la presidencia municipal y liberar a los funcionarios retenidos.
http://www.youtube.com/watch?v=1HjanCg2Mpc
Ruptura Colectiva (RC)
Publicado el 24 de Marzo de 2017 en:
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Posted: 24 Mar 2017 04:45 AM PDT
Quedan tod@s cordialmente invitad@s al conversatorio-debate "LA UNIDAD Y LA PAZ DE LOS PUEBLOS DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE" este sábado 25 de marzo desde las 11 hrs. en la Ciudad de México. Con la presencia de delegados de luchas populares y territoriales en distintas latitudes de Latinoamérica y Europa, se debatirán puntos en común sobre el actual momento de resistencias, por ejemplo: la ola de autogobiernos y municipios proyectados hacia la autonomía en México; proyectos extractivistas, el conflicto armado y el asesinato constante de líderes sociales y liberadores de la Madre Tierra en Colombia; las fuertes huelgas docentes y de la clase trabajadora en Argentina; la lucha del pueblo brasileño contra las reformas laborales, educativa y de pensiones (PEC 241); la organización espontánea tras las inundaciones y el reciente desastre pluvial en Perú, etc. ¡NO FALTES! Sábado 25 de marzo a partir de las 11 hrs. en el local de la Casa de los Pueblos (Calle Amatl #20, Col. Pedregal de Santo Domingo -tomar autobús sobre Eje 10 saliendo de Metro Copilco).
Publicado el 24 de Marzo de 2017 en:
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Posted: 23 Mar 2017 04:36 AM PDT
Recojo de Enough is Enough! (que a su vez recogen desde el blog Are You Syrious,
donde fue originalmente publicado), traduzco a castellano y difundo
este artículo de opinión para el debate, donde un grupo de personas que
se encuentran actuando como voluntaries en proyectos de ayuda
humanitaria en Grecia (tras haber pasado por otros territorios críticos
anteriormente) reflexionan y hacen una fuerte autocrítica acerca de su
rol y su papel como voluntaries, y de la facilidad con la que se
difuminan las líneas rojas y la supuesta “colaboración con las
autoridades” para “ayudar mejor” se confunde a menudo con la
participación tácita (o no) en la represión, el control y la violencia
contra las personas refugiadas a las que se supone que como voluntaries
están allí para ayudar, y cómo muchas personas que se han ido como
voluntarias no sólo ignoran el problema deliberadamente, sino que de
hecho tienden a crear un relato completamente falso y alterado que les
presente como héroes y exalte sus proezas humanitarias, mientras
esconden su propio colaboracionismo en la represión a esas personas.
Una crítica muy acertada y muy necesaria, en mi
opinión, así como valiente (no es ninguna broma publicar algo así y
firmarlo con el nombre de tu grupo sabiendo todas las consecuencias que
recaen sobre quien desde los ámbitos voluntarios y activistas da voz a
les refugiades y pone cara a sus represores “humanitarios”) y que ataca
directamente al centro de la hipocresía de las ONG’s y su filantropía de
mercado.
Abajo los muros de la Fortaleza Europa. Guerra contra las fronteras y sus falsos críticos.
Fuente y traducción: La Rebelión de las Palabras
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Han pasado más de dos años desde que un número
sin precedentes de voluntaries internacionales descendió sobre Grecia,
los Balcanes, Francia y otros lugares que han sido afectados por esta
catástrofe humanitaria causada por el hombre. Calais, una vez un refugio
para miles, está reducido a cenizas; Sus prisioneres condenades a los
bosques y a las calles de París. En todos los Balcanes se están
construyendo vallas más grandes y celdas más pequeñas para todes
aquelles que se atrevan a cruzar estas fronteras “cerradas”. La
brutalidad policial ha sido constantemente reportada en la frontera
serbohúngara. En Grecia, la desesperanza de miles de personas, atrapadas
en campamentos en las islas y el continente, está dando lugar a la
violencia y al aumento de los suicidios. Les voluntaries internacionales
han hecho mucho para documentar y reportar dsde el terreno estas
atrocidades y violaciones flagrantes de los derechos humanos cometidas
contra nuestres semejantes.
Colectivamente, hemos estado sobre el terreno
desde que el cuerpo del pequeño Aylan fue arrastrado a la orilla. No
podemos hacer que Europa abra sus fronteras pero hemos marcado pequeñas
diferencias para las vidas de mucha gente, y en algunos casos, les hemos
salvado del mar, mostrando humanidad en su máximo esplendor. El
movimiento de solidaridad ha sido un ejemplo remarcable del poder de las
personas y del triunfo de la sociedad civil, de ti y de mí, ciudadanes
ordinaries.
Sin embargo, no fue hasta nuestro reciente viaje a
Chios (Grecia) que fuimos dejades con una sensación de disgusto. No
sólo por las condiciones inhumanas impuestas por Europa sino por
nosotres mismes, por nuestro propio rol como voluntaries.
Es para todes nosotres que estamos escribiendo estas palabras.
Hemos sido a menudo animades a cooperar con las
autoridades con el objetivo de continuar proporcionando ayuda básica.
Sin embargo, mientras llenamos los vacíos dejados por los actores
humanitarios y asumimos las responsabilidades del Estado, la cooperación
con las autoridades puede deslizarse sin que lo parezca hacia la
complicidad en las violaciones de derechos humanos. Por
ejemplo, cuando acordamos distribuir mantas y lonas durante el invierno,
¿no estábamos permitiendo a las autoridades mantener a las personas en
las frágiles tiendas de verano sin electricidad ni calefacción? Cuando
gastamos en artículos que las ONG internacionales se supone que deben proporcionarnos, ¿estamos utilizando mejor el dinero de vuelta a casa que nos han confiado amigues y familiares?
En vez de tomar una postura colectivamente contra
la respuesta inhumana y degradante, nos permitimos a nosotres mismes
convertinos en lacayos de las ONG y las autoridades.
Como testigos de repetidas infracciones de los
derechos humanos, creemos en la responsabilidad de documentar y de
pronunciarnos contra el maltrato y la negligencia de la que somos
testigos continuamente pero que a menudo rechazamos exponer por miedo a
perder nuestra presencia. Pero permanecer en silencio está en conflicto
directo con todo lo que hemos venido a hacer aquí y sólo perpetúa el
clima actual de impunidad.
Nuestras voces están siendo silenciadas. No sólo
por las autoridades que han querido y siguen queriendo arrestarnos sino
por compañeres voluntaries, que están emulando lentamente y absorbiendo a
otres al interior de las muy jerárquicas estructuras y formas
operativas de las ONG que una vez afirmaron detestar. Temen hablar, se
contentan simplemente con dar ayuda básica, celebrando su trabajo,
compitiendo por las donaciones, pero descuidando su responsabilidad como
testigos.
Esa misma gente ha rechazado repetidamente hacer
un posicionamiento colectivo y parecen más interesados en anunciar su
trabajo que las malas prácticas e infracciones que ocurren a diario.
Quienes como testigos del día a día tienen el poder de documentar pero
descuidan completamente su responsabilidad como observadores de la
crisis. Es más, estamos viendo argumentos arraigados en la cuestión de
pronunciarse culminando en la profesionalidad siendo sacrificada,
mientras el formato jerárquico permite decisiones que no benefician de
la mejor manera a aquelles que estamos aquí para apoyar.
A veces parece como si hubiésemos olvidado que
nuestro permiso para actuar deriva del consentimiento de la gente que
hemos venido a ayudar. Sin embargo, rara vez involucramos a les
refugiades en las elecciones que hacemos y en nuestras interacciones
elles son reducides a recipientes pasivos de nuestra “asistencia”.
Distanciarnos a nosotres mismes de la gente nos impide entender su
voluntad. Sin embargo, entre los selfies sonrientes con niños huérfanos y
las patadas en la espalda, oímos con demasiada frecuencia a les
voluntaries celebrar su “asombrosa experiencia”. No es una medalla de
honor social para colgarte en la ropa o en tu Facebook cuando vuelves a
casa. No se trata de les asombroses voluntaries. Esto no es asombroso,
nunca será asombroso. Es una tragedia. Y nosotres somos parte de ella.
No afirmamos tener las respuestas. Pero la
ausencia de una conversación pone en peligro la esencia misma de lo que
hace a les voluntaries diferentes de esos actores que constantemente
fallan en cumplir su mandato humanitario. Es nuestra flexibilidad,
nuestra independencia, nuestra creatividad, y sobre todo un sentido de
la injusticia lo que nos ha permitido construir equipos de rescate,
escuelas, cocinas, cabañas para mujeres o equipos de defensa legal;
proporcionar apoyo inmediato y efectivo a personas vulnerables
abandonadas en la miseria de los campos, e incluso aun más importante,
establecer un registro de responsabilidades. En resumen, pone en peligro
el trabajo único de les voluntaries independientes.
Nuestras manos no están atadas si no queremos que lo estén.
En esta tragedia todes somos actores políticos
inadvertidamente. Al estar dispueste a ayudar, has tomado ya una postura
política. No debemos olvidar que muches de les refugiades que se han
convertido en nuestres amigues, en muchos casos en nuestres
co-voluntaries, llegaron aquí porque dijeron la verdad, lucharon por la
libertad, contra la represión. Para nosotres, no hacer lo mismo es
simplemente una deshonra para elles.
Este es un llamado para todes les voluntaries
involucrades en la crisis de les refugiades a recuperar el espíritu de
cuestionamiento, el que nos llevó a apoyar a aquelles que Europa
excluyó. A veces, las respuestas puede que sean incómodas, nos lleven a
cambiar fundamentalmente cómo trabajamos, o incluso cuestionen nuestra
propia existencia como voluntaries.
Ha llegado la hora de exigir responsabilidad a
las autoridades y apoyar los proyectos mediáticos, de defensa legal o
psicosociales de integración que verdaderamente empoderan a la comunidad
refugiada.
Shoufu — Voluntaries a largo plazo y retornades desde 2015
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Posted: 23 Mar 2017 01:44 AM PDT
viernes 24 marzo, 19:30h.
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