Desde
que era muy joven y empecé a contactar con otras anarquistas ajenas a
mi círculo siempre me sorprendió la forma de abordar lo que podríamos
llamar la “identidad anarquista”. Sí, ciertamente se entiende como una
identidad, cultural, filosófica, política, social. Siempre me decían,
con un aire de solemnidad y mirando al horizonte con los ojos
brillantes: “¿yo anarquista? Algún día me gustaría serlo. Estoy en
ello”. O también: “¿anarquista? Esa palabra es demasiado grande para mí.
Es un proceso, lo intento”. Faltaba música de violín de fondo y un
manto de nieve que casi nunca cae en Canarias. Yo, a pesar de ser muy
inexperto y tener la cabeza repleta de lecturas, no sabía muy bien si
creérmelo.
Con el paso del tiempo no he visto que se rebaje este discurso. Convertirse en anarquista es entendido por algunas como una prueba iniciática: de capullo a ser superior. Es un proceso de años que requiere lecturas, formación, aprender códigos y mil requisitos formales. Es casi como una oposición. Opositar para anarquista, que gran labor. Todos habremos oído aquello de que se es anarquista 24 horas al día y cosas similares. Decía Victor Serge en sus memorias: “El anarquismo nos poseía enteros porque nos pedía todo, nos ofrecía todo. No había un rincón de la vida que no iluminase, por lo menos así nos parecía. Podía uno ser católico, protestante, liberal, radical, socialista, sindicalista incluso, sin cambiar nada en su vida, en la vida por consiguiente”. Yo también he dicho cosas similares, y aún me parecen ciertas. Pero no veo lo de ser anarquista a jornada completa como una condena, un acto de constricción que debe respetarse durmiendo y en el cuarto de baño. En parte es una actitud, una forma de relacionarte con los demás y entender la vida, y también una propuesta empírica que busca cohesión entre ideas y hechos, y esto difícilmente implica parcialidad. No podemos ser diabéticas doce horas al día, aunque reconozco que es muy ventajista compararlo con una dolencia del páncreas. Decía Paul Válery que “toda persona lleva en sí un dictador y un anarquista”. Digamos que llamamos anarquista a la persona cuya segunda faceta se manifiesta más y que con mayor fuerza combate la primera. Dicho esto, y admitiendo que la anarquista busca la coherencia, ¿con respecto a qué la busca? A veces me parece que se busca la coherencia entre las ideas que se tiene y las que se quieren tener. Las ideas pueden ser fáciles de adquirir, pero sobre todo son fáciles de aparentar. Nuestra búsqueda de la coherencia no es, generalmente, entre ideas y actos, que sería lo lógico, sino puramente formal. De ahí que le demos tanta importancia a los que decimos y también a lo que decimos pensar, y tan poca a lo que hacemos. De todo esto vienen lo que yo llamo “la búsqueda de los grados de perfección moral”. Nos preocupa esa parte de ser anarquista interna y, paradógicamente, extremadamente exhibicionista. Queremos tener un lenguaje aparentemente anarquista, unos hábitos personales supuestamente anarquistas, pero no hay un mínimo esfuerzo por hacer nada práctico anarquista. El anarquismo se convierte así en una religión o filosofía transcendentalista, donde se van alcanzando distintos rangos de iluminación o sabiduría hasta llegar al Nirvana o algún estado de consciencia superior. Como si fuéramos monjes budistas o místicos cristianos. En la FAGC ya es común bromear sobre los “grados de perfección anarquistas” que hemos alcanzado: el grado 9 es el que alcanza la anarquista cuando es capaz de no emitir sombra, y el grado 10, el máximo conocido, cuando puede hacer la fotosíntesis. El anarquismo así entendido, como una meta inalcanzable que implica martirización, como un club exclusivo y elitista que exige para entrar un examen de acceso, no me interesa. Sí, debemos ser coherentes, pero la coherencia exige correlación entre lo que decimos y hacemos, y eso quizás implique empezar a decir cosas realistas. Una tortuga que afirmara que no puede volar estaría siendo tan honesta como coherente. Coherencia es reconocer las propias contradicciones, y también los propios límites. Lo coherente es asumir que la vida misma, la que nos rodea, nos impide si queremos conservarla, hacer todo lo que nos gustaría. La coherencia es intentar cambiar eso, pero admitiendo sus dificultades y también los fracasos personales y colectivos. Coherencia no es dejar de respirar para no incumplir ni una coma de un dogma; coherencia es mantenerse vivas para poder aspirar a cambiar lo que no nos gusta. Reconocer que es imposible ser perfectas, que es imposible volar, como reconoce la tortuga, es coherente. La coherencia es conflicto y búsqueda, no perfección y esnobismo. Por otro lado, podemos aparentar toda la coherencia que queramos en el continente, pero la coherencia implica contenido. Ser anarquista se ha convertido en una cuestión de forma más que de fondo, de respetar códigos culturales superficiales omitiendo lo que se hace en la práctica y cuando se acaba la asamblea. En ese aspecto, he conocido más anarquismo fuera de los círculos anarquistas que dentro. Podemos esforzarnos mucho, por ejemplo, en usar un lenguaje no sexista, como yo en este artículo, y formalmente aparentar oposición al heteropatriarcado. He conocido hombres muy rigurosos con el lenguaje, escrupulosos en su discurso, que afirmaban haber leído cada libro sobre feminismo que llegó a su manos y estar al tanto de “lo último”. Tíos que asisten a talleres o que incluso, sin sonrojo alguno, los imparten. Autotitulados “aliados” que, cuando el foco se apaga, en el trato con sus compañeras, eran verticales, despóticos y tiránicos, y también clasistas y autoritarios cuando interactuaban con las mujeres del barrio a las que miraban por encima del hombro. Sujetos formalmente contrarios a la opresión de género que sentían la más viva aversión por “chonis” y gitanas, y que hacían de cualquier mujer que se les acercara un cliché a cosificar. Y he conocido también mujeres que reprendían a sus compañeras si no se sometían a estos “machos alfa” y los escuchaban atentas hablar de Beauvoir, Preciado, los micromachismos o la oposición al amor romántico. Por otro lado he conocido hombres que no conocen el nombre de ninguna autora feminista, que afirman no haberse podido acabar nunca un libro entero, que no usan lenguaje no sexista, que no conocen ningún término sofisticado sobre la decostrucción de los roles de género y que no saben lo que significa heteropatriarcado sólo con oírlo. Y sin embargo, esos mismos hombres, sin formación académica ninguna, no tratan a su iguales como inferiores o subalternas; no aíslan a sus compañeras de las conversaciones, ni las apartan de las tomas de decisiones; no creen que deban iluminarlas o guiarlas; las escuchan atentamente en las asambleas y las reconocen como referentes cuando su trabajo y su ejemplo les sirve de inspiración. No podrán elaborar un sesudo discurso sobre la opresión de géneros, pero jamás aprovecharán la coartada de un supuesto “espacio seguro” para agredir a una compañera. Las vecinas, mis compañeras más cercanas, prefieren militar con los segundos. Lo dicho se puede aplicar a todas las manifestaciones anarquistas. Centramos todo el peso en el discurso, pero lo verdaderamente importante es lo que hacemos. Son nuestros actos los que tienen que hablar por nosotras y definir lo que somos. No existe coherencia posible si no tenemos una actividad real que se pueda confortar con nuestras ideas. Ser anarquista, entendido como un proceso meramente filosófico, teórico, como la adquisición de un estatus intelectual que nos separe de la plebe, es algo que me asquea y no me interesa en absoluto. Considerarse anarquista con la idea de distinguirse del resto y poder echarles una mirada de desprecio desde una pretendida superioridad moral, es simple y desnuda aristocracia. De ahí vienen los sermones y la agobiante insistencia de convertir a los infieles. Es la evangelización ácrata. Mi anarquismo es otra cosa. Mi anarquismo no sirve para separarme de los demás sino para acercarme a ellos. Sirve para entender las contradicciones ajenas y ver cuánto de ellas hay en mí. Sirve para acostumbrarme a no exigirle nada a los demás por encima de lo que me exijo a mí mismo. Yo no quiero que ser anarquista sea una cosa difícil y tortuosa, sino algo fácil, asequible, al alcance de todo el mundo. Yo refuto a Armand cuando decía que “el anarquismo no es para los ineptos al esfuerzo”. Me niego a eso. Yo no quiero un anarquismo para atletas intelectuales, para campeonas del pensamiento abstracto y übermensch salidos de algún documental de Riefenstahl. Yo quiero un anarquismo que precisamente pueda ser patrimonio de los que hasta ahora han sido marginados de las cumbres de cerebros, los comités de sabios, las aulas y las academias. Quiero que los que somos tildados de tullidos, físicos o mentales, podamos hacer nuestro el anarquismo y escupirlo a la cara de los que lo relegan a universidades, salones, colectivos de convencidas y grupos de estudio. Quiero que ese anarquismo cotidiano, que se teje en muchas de nuestras relaciones, en nuestras asambleas de vecinos, en nuestras ollas comunes, en nuestras huertas, en nuestros piquetes, en nuestras enfrentamientos en el barrio, acabe aceptándose como una forma rápida y eficiente de convertirse en anarquista sin necesidad de darse ese nombre, de asumir ningún folclore, ni de compartir ningún fetichismo hacia banderas, símbolos y siglas. Quiero que ser anarquista sea algo cercano, accesible y asequible, que las anarquistas sean definidas por su actividad y no solamente por las ideas que dicen defender. Quiero que ese anarquismo intuitivo, sin nombre y sin sello, pueda ser reconocido como una manifestación anarquista de primer orden. Que se entienda que una teoría anarquista ajena a la práctica y a la realidad es como una pieza refinada de cristal, pura y sin macula, brillante, pero tremendamente frágil y quebradiza. Mientras que el anarquismo de barrio, de calle, basado en la experimentación y la práctica, el anarquismo que yo defiendo, es más bien como una roca sin tratar, con tierra y llena de golpes, pero tremendamente sólida y pulida por el uso. Quiero en definitiva que el anarquismo deje de estar enmarcado en los despachos de las profesoras, que lo saquemos de las vitrinas y lo compartamos con la gente, que sea como un papel pequeñito que la gente pueda llevar consigo todo el día en el bolsillo, lleno de pliegues de todas las veces que lo doblan y desdoblan, sucio y desgastado de tanto uso. ¿Y si esto nunca llega a ser aceptado por las anarquistas oficiales? Pues muy bien. Otro anarquismo, sin complejos ni pruritos intelectuales, a golpe de adoquín y de curro en la calle, acabará tomando posiciones y adelantándolos por su izquierda. Los cambios profundos no aguardan el consenso.
Ruymán Rodríguez
Read more ... |
Posted: 30 Mar 2017 10:51 AM PDT
Este 22 de marzo del 2017 se
realizó una marcha federal histórica y multitudinaria en defensa de la
educación pública. En ella confluyeron alrededor de 400 mil docentes,
estudiantes, científicos, becarios, escuelas enteras, alumnos y alumnas
que con sus padres y madres marcharon hacia Plaza de Mayo para repudiar
el desfinanciamiento de la educación pública.
El gobierno neoliberal de
Cambiemos quiere desprestigiar al colectivo docente en su totalidad,
poner en duda una educación pública que es sostenida por la comunidad
educativa integrada por docentes, estudiantes, madres y padres, y
manipular a la sociedad para que se oriente y elija una educación
privada como institución que solucionaría el conflicto educativo que se
arrastra hace años. No es casual que un día antes el títere del Estado
privatizador comunique los resultados de las evaluaciones Aprender y
afirme que 4 de cada 10 alumnos de 6°grado de primaria de la escuela
pública no comprenden textos y que en las escuelas privadas el número
desciende a 2 de cada 10. Y, además, termine siendo su propio verdugo
diciendo que existe una “terrible inequidad entre los que pueden ir a
escuela privada y aquel que tiene que caer en la escuela pública”. En
este sentido, como en otras tantas veces, el discurso presidencial fue
objeto de crítica y se utilizó el verbo caer utilizado por el mandatario para realizar manifestaciones ingeniosas características de los docentes y estudiantes.
|
Puede parecer un dato menor,
pero es claro el enfoque que se le quiere dar desde los recónditos
terrenos de sus mercenarios asesores. Esas evaluaciones fueron
criticadas en su momento ya que evaluaban resultados y no procesos, y
tenían un carácter sesgado y punitivo sin tener en cuenta el contexto
sociocultural y económico. Colectivos docentes dijeron que lo iban a
utilizar en contra de la educación pública en tiempos de discusión y
organización, y eso es efectivamente lo que sucedió. El discurso del
empresario se volcó hacia una crítica de la escuela pública.
Este ataque es fomentado por
la opinión del poder hegemónico, es decir, los medios monopólicos de
comunicación serviciales a los intereses del capital privado. Su papel,
en este caso, es desempeñarse como sirvientes de la burguesía
empresarial nacional que se escuda bajo la tutela del Estado. De esta
manera, como ya es sabido, se genera opinión pública que respalda y
defiende a esos mismos intereses mencionados. La lobotomía discursiva
afecta a muchos ciudadanos de bien. No es raro escuchar que “trabajan 4
horas y tienen 3 meses de vacaciones”, “son vagos sin vocación”, “en
este conflicto los únicos perjudicados son los niños”, “es una lucha
entre kirchneristas y el gobierno”, “los reclamos se hacen dialogando y
no haciendo paro”, y tantas otras intrépidas sutilezas de la oratoria
que por el solo hecho de ser mencionadas se van desprendiendo de estos
sujetos porciones considerables de masa encefálica.
Ahora bien, en este 22 de
marzo la comunidad educativa demostró un principio de organización
inmenso. Una lucha unificada (más allá de las insignificantes e
innecesarias diferencias partidistas) en repudio de todo ajuste estatal
hacia el derecho de ejercer la docencia con dignidad. Más de 400 mil
sujetos que apuestan a la lucha educativa como arma de emancipación
tomaron las calles y se hicieron escuchar en el espacio público.
Ejercieron política. Dieron clase. Enseñaron lucha.
¿No es hora de hacernos cargo totalmente de nuestra educación para que deje de ser la educación de ellos?
¿No es hora de que no sólo esas 400 mil personas de este 22 de marzo
sino la comunidad educativa en su totalidad tome las riendas de un
movimiento emancipatorio de educación popular? ¿Quiénes hacen,
construyen, diagraman, diseñan, enseñan y se paran en el aula? ¿Quiénes
leen, escriben, corrigen, estudian durante largas horas en sus hogares?
¿Quiénes se forman durante años para volcar esos conocimientos
adquiridos y siguen aprendiendo a medida que enseñan? ¿Quiénes superan
obstáculos salariales, edilicios y sociales? ¿Quiénes tienen vocación y
ansias de aprender y enseñar en relaciones recíprocas, afectuosas y
humanas? ¿Son acaso los ministros parásitos del Estado? ¿O los
empresarios que lucran con las escuelas privadas?
Estos parásitos, tanto de un
Estado neoliberal como de un Estado de “bienestar”, sólo obstaculizan la
verdadera educación. Una educación que no nos convierta en masa obrera
obediente y esclava sino en movimiento combativo y libre. La capacidad
de organización y de lucha quedó demostrada este día como en tantas
otras experiencias de la historia de la educación que apunta a
cuestionar y liberar, no a competir y obedecer, llevémosla hasta el fin
de sus consecuencias. Hay que despojarnos de todo disciplinamiento
eclesiástico pero también apartarnos de toda burocracia estatal
centralizada. Dejemos de situarnos en ese lugar de eterna espera,
mendigando limosnas del todopoderoso Estado, rogando caridad de la tan
preciada democracia burguesa. La educación es del pueblo y la hace el
pueblo.
Posted: 29 Mar 2017 03:05 PM PDT
|
Dejo a continuación una nueva publicación editada estos días a partir de la traducción que hemos hecho de un texto titulado “Biocentric Anarchy” y
que plantea la cuestión de la liberación total (de la tierra y de todes
sus habitantes) desde un enfoque biocéntrico que cuestiona no sólo la
explotación animal, sino la relación enferma que mantenemos con el
planeta y con la vida natural en su conjunto y con cada especie y ser
vivo en particular, proponiendo el concepto de la “anarquía biocéntrica”
como un punto de partida desde el que empezar a cuestionarnos y a
deconstruir dicha relación con una perspectiva interseccional y
revolucionaria.
Decir, por cierto, que dadas
las fechas y la temática del propio material, se ha optado por dedicarle
la edición y publicación del mismo a la memoria del compañero Javier
Recabarren, recordando su compromiso por la liberación animal y su
estilo de vida vegano, a pesar de tener sólo 11 años.
A continuación, sigue el texto de la introducción y los enlaces.
Para descargar o leer online:
Fuente: La Rebelión de las Palabras
———————————
Desde la distancia que
separa el Estado español de Chile, queremos dedicar la traducción,
edición y publicación de este librillo a la memoria del compañero Javier
Recabarren, ahora que recientemente se cumplieron 2 años de su muerte,
atropellado en la ciudad de Santiago de Chile por un autobús del
Transantiago, una de esas máquinas usadas para asegurar la movilidad de
mercancías y esclaves que es el flujo sanguíneo de esta civilización y
de las ciudades modernas… Javier Recabarren tenía sólo 11 años, pero ya
llevaba un estilo de vida vegano, participaba activamente en acciones de
lucha callejera y por la liberación animal, charlas, debates, y otras
instancias diversas que él alimentó y enriqueció con sus aportes. Todo
un ejemplo y una razón más para seguir adelante.
Fuerza y complicidad a
todas las individualidades que desde Chile (y otros lugares) llenan las
calles de sabotajes, barricadas y propaganda en su recuerdo. Porque
vuestros gestos también nos hacen sonreír. A vosotres también van
dedicadas estas líneas.
Javier Recabarren, vives
en la mirada ansiosa y el corazón rebelde de cada activista que deja
atrás la pasividad y se arriesga, y de cada animal no-humano que por fin
rompe la jaula que lo apresa y huye hacia la espesura.
Nuestra rabia es la misma, nuestro amor por la libertad también.
--
Este fanzine, librillo o
folleto, como se le quiera denominar, es la traducción que hemos
realizado de un texto tiulado “Biocentric Anarchy” (Anarquía
Biocéntrica), que fue escrito por una anónima británica y difundido para
el debate. Nosotres nos lo encontramos en Internet
y nos pareció interesante y oportuno traducirlo y discutirlo, ya que
consideramos que en los distintos movimientos o ámbitos activistas donde
se trata la liberación animal y la lucha contra el especismo, a menudo
se habla desde una serie de posiciones que no son muy acertadas o que se
estancan en los límites del ciudadanismo, el activismo legalista o peor
todavía, en un discurso autocomplaciente que se basa simplemente en
dejar de consumir productos de origen animal mientras se incita a otro
tipo de consumo igual de ciego y que también consideramos que hay que
cuestionar. Para nosotres, la libertad no tiene nada que ver con elegir
comprar tofu y seitán donde antes comprabas queso y carne. Este es un
paso importante, por supuesto, pues los productos que se obtienen de la
explotación animal llevan intrínseca el abuso y la opresión (aunque a
veces, los productos presuntamente “libres de crueldad” que consumimos
también), y rechazarlos nos parece un primer paso que es necesario dar
si queremos posicionarnos contra la dominación y buscar formas de vivir y
de relacionarnos que traten de no reproducirla. No obstante, también
sabemos que el capitalismo industrial, neocolonial, antropocéntrico y
patriarcal es un sistema muy flexible con una gran capacidad de
adaptación, y que para las distintas personas y entidades que ocupan las
posiciones de poder no supondría ningún problema, llegado el caso,
prescindir de la explotación de animales y adaptar las estructuras de
producción a una nueva demanda masiva de productos de origen vegetal,
sin que eso detuviera en ningún caso ni la explotación de animales
humanos, ni la violencia contra todas las especies y contra el propio
medio natural del que depende la supervivencia de cada individue de este
planeta.
Seremos sinceres con
vosotres, nosotres también compramos nuestra comida y vivimos en
ciudades, y aunque estemos trabajando poco a poco en alejarnos de esa
dependencia, lo cierto es que no lo hemos hecho, no al menos aun. Por
eso, no pretendemos aleccionar a nadie con palabras que nosotres aun no
nos hemos aplicado. Sólo pretendemos invitar a la reflexión y la
autocrítica, desde una postura que pretende ser humilde y constructiva.
Muchas veces se ha querido
separar la liberación animal de la liberación de la naturaleza, y hay
quienes consideran que son antagónicas, que no se pueden conciliar. Para
nosotres es al revés, ni podemos hablar de liberación de la tierra
mientras nos aprovechamos de la explotación masiva de sus otros
habitantes y del tremendo impacto medioambiental que crea, ni tampoco
podemos hablar de liberación animal si lo reducimos todo a construir
jaulas más grandes o a seguir justificando nuestra autoridad sobre elles
bajo máscaras hipócritas de tutela y falso cuidado que al final no son
más que otra forma de domesticación. No queremos construir santuarios
donde amontonar animales incapaces de regresar a su estado natural*,
sino extensos bosques donde ahora sólo hay grises ciudades de depresión y
aire contaminado, queremos sanar la herida, volver a ser parte del
equilibrio natural, con nuestres compañeres humanes y con el resto de
criaturas. Tampoco queremos idealizar el pasado con discursos
esencialistas sobre una vida primitiva cuya realidad no conocemos en
absoluto sino mirar hacia adelante, hacia la incertidumbre y la falta de
referentes y de medios que tenemos enfrente, y ayudar a crear las
condiciones necesarias para articular un movimiento fuerte, sólido y
coherente que ataque no sólo las bases ideológicas que sustentan la
opresión especista, sino todo el engranaje, la totalidad de la opresión
humana, con un enfoque interseccional y antiautoritario.
· Les Editores // Marzo 2017
—
*Aquí no estamos
menospreciando el trabajo de santuarios y refugios. El problema es que
nosotres no los entendemos como fines (como sí nos consta que hacen
muches activistas) sino como medios, como herramientas necesarias en
este momento. Sabemos que muchas especies por desgracia no pueden
regresar a su estado salvaje porque han sido desnaturalizadas
ad-nauseam, y entendemos que los santuarios sirvan como espacios para
garantizar su seguridad y bienestar en este mundo, pero nuestro objetivo
es la liberación animal, no una tutela en un recinto más grande pero
igualmente cerrado.
Read more ... |
Posted: 29 Mar 2017 02:20 PM PDT
El siguiente texto fue escrito para su publicación en el próximo número (que será el séptimo ya) del fanzine Besos y Bombas,
el cual se encuentra todavía en proceso de elaboración. No pensaba
hacerlo público hasta que saliese a la luz la publicación, pero la
verdad es que ciertos acontecimientos recientes, así como los debates en
petit comité con otres compañeres que dichos acontecimientos generaron y
en los que tuve en parte la ocasión en parte la desgracia de
participar, pues me condujeron a darle salida antes para invitar, tal
vez, al debate, la reflexión y el cuestionamiento.
|
Antes
de nada, quiero decir que soy consciente de la importancia de las redes
sociales, de su influencia, queramos o no, sobre la sociedad y las
relaciones entre las personas, y de su potencial como herramientas para
la difusión y la comunicación de noticias, materiales e iniciativas de
todo tipo, convocatorias, manifestaciones, campañas, comunicados, etc.
Yo no utilizo redes sociales por una razón muy sencilla, considero que
los pros no compensan ni equivalen en número, ni de lejos, a los
contras, y aunque habrá quien pueda replicarme diciendo que reducirlo
todo a una cuestión de pros y contras es simplista, la verdad es que mis
relaciones y lazos con otras personas lo han notado, y desde que he
optado por apartarme de las redes sociales, creo que cuido mucho más mis
relaciones más próximas (tanto en distancia como en cuanto a su
carácter directo, sin pantallas, sin mediación) y me fijo mucho más en
la gente de mi entorno. No obstante, insisto, soy consciente de su
potencial, y creo que las redes sociales pueden y deberían ser un
espacio más de confrontación, porque de lo contrario, será un espacio
más copado (más todavía) por la publicidad, los mensajes
discriminatorios (sexistas, racistas, xenófobos, capacitistas,
LGTBfóbicos...) y el resto de la basura que llena cualquier espacio
social. En el momento en el que como comunidad de lucha (no me gusta
hablar de movimiento porque creo que no existe tal cosa en la práctica,
sino distintas individualidades y colectivos que se coordinan entre sí, o
no, para sacar adelante proyectos e iniciativas comunes, d forma
informal y sin un único cuerpo o un único ritmo) renunciamos a las redes
sociales, estamos dejándole el camino libre a la reacción y a las
distintas formas que la autoridad adopta, le dejamos el camino libre a
la misoginia, la transfobia, el fascismo, etc. Y esto puede parecer una
contradicción, porque si hablo de no renunciar a las redes sociales pero
al mismo tiempo confieso que yo he decidido dejar de usarlas,
¿entonces? Como ya he dicho, en mi caso ha sido por una cuestión de
autocuidado, conocimiento personal, y por una necesidad de calma y
espacio, pero por lo expresado anteriormente, tampoco juzgo, condeno ni
critico a aquelles compañeres que sí las usan, ya sea para difundir sus
textos, acciones o convocatorias o simplemente para mantenerse en
contacto con otras personas con intereses e inquietudes comunes con
quienes poder compartir todo eso y mantenerse al corriente de otras
luchas y eventos en realidades geográficas más distantes. Lo entiendo y,
hasta cierto punto, lo comparto. Además, también hay personas que por
problemas psicológicos/mentales, sienten auténtico pánico ante el
contacto cara a cara con otras personas o ante las multitudes, y esas
personas, que siempre han permanecido invisibilizadas, de repente tienen
un medio que les permite mantenerse en contacto, opinar, exponer sus
puntos de vista y compartir sus vivencias, de una forma (relativamente)
segura. En este sentido, también me parecen una buena herramienta.
No obstante, y aunque como dije antes
molaría que las redes sociales fuesen un espacio más de confrontación,
lo cierto es que no creo que lo sean, o mejor dicho, sí lo son, sólo que
la confrontación de la que son escenario desde luego no es la adecuada.
Ya hace un tiempo que tengo la impresión de que en redes sociales,
especialmente en Twitter, lo que se dan sobre todo son peleas de egos
absurdas, donde al final lo que cuenta es engrosar la lista de
seguidores, en una carrera bastante ridícula tras la popularidad,
exactamente igual que ocurre en la vida real. La dinámica es la de
siempre, una persona tiene un problema con otra y como la primera
usuaria tiene más ciberamiguitos, utiliza eso para aplastar a la otra, y
no precisamente mediante la dialéctica, sino a través de auténticas
campañas de acoso y derribo donde todo vale, desde robar y publicar
(alteradas o no) fotografías de esa persona o de sus palabras, hasta el
linchamiento de toda persona que sea su amiga o interceda por la
primera, pasando por tergiversar completamente lo que esa persona haya
dicho o inventarse y/o exagerar meteduras de pata de esa persona para de
ese modo lograr poner a una cierta cantidad de usuaries en su contra,
que por supuesto, rara vez cuestionan las acusaciones sobre todo si la
persona de la que proceden goza de la antes mencionada popularidad
dentro de dicha red. Todo ésto unido a dinámicas que en mi opinión
empobrecen totalmente el discurso, con reflexiones de fanzine (aquí me
estoy refiriendo a reflexiones breves, rápidas y a veces, cogidas de
otras fuentes y extrapoladas mil y una veces hasta perder casi todo su
sentido, pero hablo sin desmerecer en absoluto muchos buenos textos
editados en formato fanzine y que han aportado ideas interesantes, no
malinterpretéis la expresión) e ideas prestadas a las que se da peso
simplemente porque la persona que las ha escrito es alguien "importante"
en determinado gueto (porque además, estas redes sociales suelen
moverse por guetos, exactamente igual que en el resto de espacios
sociales virtuales o no; por un lado, las personas centradas en
cuestiones de género y luchas feministas, por otro, gente centrada en
luchas animalistas o antiespecistas, por otro, personas que sólo hablan
de cuestiones relacionadas con la psiquiatría, por otro, personas que se
centran en la lucha dee las personas racializadas...) y por tanto, su
opinión es CIERTA, es VERDAD, y no admite cuestionamiento. Y esto por no
hablar de que, muchas veces, los "debates" que se dan por estos medios
parecen librados por personas que no sólo cojean a la hora de defender
sus posiciones con palabras/ideas/reflexiones propias, sino que parecen
priorizar el ganar la discusión (a cualquier precio) por encima de la
posibilidad de obtener conclusiones positivas que enriquezcan los
debates posteriores y permitan tal vez dar con lugares comunes para el
desarrollo de las ideas y propuestas expresadas.
No quiero con ésto generalizar, e insisto,
creo que cada persona sabrá cuáles son sus razones para usar o no usar
estas herramientas y tomará la decisión que considere más adecuada, y yo
no juzgo ni a quienes usan las redes ni a quien, como yo, ha decidido
abandonarlas, cansades de la mimética, la falsedad, la hipocresía y la
cobardía de muchas personas. Pero hay un problema que es cada vez más
evidente, y si yo, que no tengo redes sociales, lo percibo porque al
final compas que sí las tienen y las usan me cuentan los conflictos, los
dimes, los diretes, y las polémicas que en ellas ocurren, podéis
haceros una idea de las dimensiones de dicho problema. Hay quien
prefiere ignorarlo, quitarle hierro, o tratarlo como algo accidental e
inevitable, y pueden tener razón, pero creo que si hablamos de usar las
redes, y de usarlas de un modo responsable, es menester pararnos un
momento y referirnos a toda esta gente, activistas de sillón, cuya
barricada es Twitter y que no aportan nada salvo toxicidad y decepción a
los movimientos sociales que aseguran abanderar en sus perfiles, posts y
biografías. Personas que utilizan su poder dentro de jerarquías
informales que virtuales o no tienen su peso (por desgracia) para hundir
a otras. Personas que actúan en estas redes bajo los mismos parámetros
que guían el comportamiento de un abusón en el patio de un colegio o en
un parque, el abusón que se comporta así porque tiene un montón de
lameculos advenedizos que le siguen y respaldan. Personas que sientan
cátedra sobre lo que es o no opresión, sobre lo que es o no legítimo, y
que condenan, sentencian y "ejecutan" a cualquiera que no acepte su
criterio, mientras los conceptos confunden, pierden su significado
original y se diluyen en un océano de abstracciones, estéticas y
discursos que hacen flaco favor a las luchas, generan frustración y
desencanto y desvían la atención y las energías hacia callejones sin
salida ideológicos. Este despotismo ilustrado, este radicalismo de la
apariencia construido a golpe de click, están pudriendo muchos vínculos y
reduciendo al absurdo ideas y luchas que en su día sacaron adelante,
fortalecieron y empoderaron personas que ahora mismo, en caso de
regresar de la tumba, creo que volverían a morirse con sólo ver lo que
hemos hecho... Podría parecer que estoy exagerando, pero ¿cuántas veces
disputas que han comenzado por culpa de malentendidos (a propósito o no)
en redes sociales han trascendido luego afuera de forma muy amplificada
y han creado rupturas que se han cargado proyectos? Y ojo, eh, no estoy
hablando para nada de conflictos derivados de agresiones o de
posicionamientos deleznables que alguien pueda mostrar a través de sus
perfiles en Twitter o en cualquier otra red y que luego, naturalmente,
puedan repercutir en el alejamiento o la confrontación con personas que
le conozcan en su, digamos, "vida real" (no me gusta hablar de "la vida
real" como algo opuesto a las redes sociales; las redes sociales son
parte de la vida real, no algo paralelo). Me parece bien y lógico que si
alguien se cantea en redes sociales con actitudes de mierda, eso luego
se traduzca en que las personas de su entorno se posicionen y o bien le
den el toque y le insten a revisarlo y a cambiarlo o bien directamente a
tomar contra esa persona las medidas que consideren oportunas y
necesarias, dependiendo también de la gravedad de lo ocurrido etc.
Porque no olvidemos que hoy en día, muchas agresiones contra mujeres
ocurren en el ámbito de las redes sociales, mediante acoso, vigilancia y
seguimiento obsesivo de sus mensajes o de su actividad en esas redes,
chantaje emocional, insultos por exponer sus cuerpos etc. A lo que me
refiero es a que muchas veces, problemas que o bien se generan en redes
sociales o bien comienzan en la calle y, obviamente, se trasladan a las
redes, podrían resolverse de manera fácil o, al menos, con cierta
diligencia (e incluso con resultados constructivos y positivos) si las
personas implicadas se reuniesen (frente a frente, no por Internet) y
hablasen de ello con ganas de solucionarlo, pero en vez de eso, se opta
por los chismorreos, la salsa rosa, el morbo y la rumorología en esas
redes, donde el listado de seguidores carroñeros de cada usuarie,
respectivamente, acometerá contra la parte contraria, extendiendo dichos
rumores, especulando, y haciendo tanto daño a veces que, la verdad,
dudo hasta que sean siquiera conscientes de ello...
Siento que falta humildad. Me duele que el
lenguaje se transforme y se llene de referencias virtuales que nos
alejan de la realidad creando también relaciones de poder elitistas (y
no estoy hablando de cambios en el lenguaje orientados a buscar formas
más inclusivas y no discriminatorias, con esto estoy totalmente de
acuerdo y me parece importante y necesario continuar profundizando). Me
duele que los ritmos y las pautas que marcan esas redes se impongan, y
que no sepamos cómo hacer frente, que perdiésemos el control sobre
nuestras relaciones y sobre nuestros lazos, que nos pueda la inmediatez,
que nos falte la originalidad, y que hayamos dejado de pensar como
querían los mass-media para empezar a pensar como esperan de nosotres
ciertos requisitos de purismo marcados por fantasmas, por vanguardias
virtuales con demasiado ego, y que esos egos generen conflictos que nos
distraen mientras la dominación continúa ganando terreno. Me duele (y
esto también me parece importante) que haya personas que hayan llegado
al punto de afirmar cosas como que las redes sociales son más
importantes como espacio de difusión de propaganda que las calles,
porque en las calles nadie lo ve y en las redes sociales sí, y que a
causa de esto, este sistema ya no necesite gentrificar nuestros barrios,
llenarlos de policías y cámaras de CCTV, o promover ordenanzas
municipales y planes urbanísticos dirigidos a terminar con las plazas,
los parques y los callejones para reemplazar los espacios
tradicionalmente concebidos para el encuentro y la conspiración por
dispositivos de disciplinamiento solamente ṕensados para el tránsito y
el consumo, porque al final... nosotres mismes estamos renunciando a la
calle. Luego nos extrañamos de que grupúsculos fascistas que hace apenas
unos años eran totalmente residuales, de repente estén okupando
edificios públicos y ganándose a la gente más desesperada con limosnas
envenenadas y caridad racista, ¿de verdad os sorprende? ¡Si les estamos
dejando el camino libre! Las calles son el espacio donde ocurre tu vida,
donde tienen lugar los eventos y sucesos que te afectan, que nos
afectan a todas las personas que habitamos un barrio, pueblo, ciudad
determinados. No compras el pan en Twitter o en Facebook, sino en la
calle. No vas a trabajar o a estudiar en Twitter o Facebook, sino en la
calle. No será en Facebook o en Twitter donde se producirán las huelgas,
manifestaciones y revueltas que, con suerte y si nos movemos, marcarán,
como exigen las circunstancias, los tiempos venideros de escasez y
represión, sino en la calle, y es ahí donde creo que necesitamos
urgentemente recuperar toda nuestra presencia, llenándolas de pintadas,
carteles, pancartas, asambleas, okupaciones, ateneos y distris,
rompiendo la monotonía urbana y reencontrándonos ahí, donde nunca
debimos dejar de estar. Y si esas luchas empiezan a tener lugar en redes
sociales, entonces yo creo que esas luchas habrán dejado de tener
sentido, y que podemos rendirnos, porque habríamos perdido hace mucho,
mucho tiempo.
No sé, igual todo ésto es fruto de un
desengaño personal con esas redes, igual es cierto que exagero, igual me
estoy pasando y todo ésto os parece más una cascada de bilis que un
razonamiento honesto. Tampoco me he parado mucho a pensar la estructura
ni las pautas que iba a seguir para ésto, y no creo que se deba
interpretar como un texto al uso, sino más bien como una reflexión
personal, un poco desordenada y a lo mejor fuera de lugar para algunas
personas, porque al final es simple y llanamente un reflejo de mi punto
de vista, puramente subjetiva. Sé que probablemente me dejo muchas cosas
olvidadas en el tintero y que otras tantas, a lo mejor, no se han
explicado o tratado como deberían. Pero en fin, esto es todo por ahora y
aunque no baste, yo, no obstante, hago un llamamiento a la cordura.
¿Queréis usar las redes sociales porque
pensáis que realmente os enriquecen esas conversaciones con otres compas
o con otras personas quizá opuestas a vosotres en su pensamiento pero
que igualmente pueden aportaros puntos de vista positivos, o porque
pensáis que son un gran recurso para la difusión rápida y fácil de
información que pensáis que hay que utilizar? ¡Adelante! Totalmente de
acuerdo. Pero vale ya de respaldaros en el activismo virtual para
justificar vuestra mierda de actitud, vuestro comportamiento
autoritario, vuestras cruzaditas personales patéticas e infantiles
(perdón por las posibles connotaciones etaristas de este adjetivo) y,
sobre todo, vuestra megalomanía y vuestra aparentemente insaciable
necesidad de destacar y de ser el centro de atención, resarciendo
vuestro ego y engordando vuestra soberbia a costa de deteriorar o
comprometer vínculos, convicciones y autoestimas ajenas, porque entonces
sí que no os quiero a mi lado, ni en Internet, ni en la calle, ni en
ningún sitio.
Por unos lazos basados en la honestidad, el respeto y la amistad.
Contra los simulacros. Contra la mediación y las relaciones artificiales. Contra la difamación y la infamia.
Por la anarquía y por unas luchas y unos encuentros (y desencuentros) que de verdad merezcan la pena.
Contra los simulacros. Contra la mediación y las relaciones artificiales. Contra la difamación y la infamia.
Por la anarquía y por unas luchas y unos encuentros (y desencuentros) que de verdad merezcan la pena.
Besos y Bombas
Para críticas, sugerencias,
aportes, contestaciones, relacionadas o no con el contenido de este
escrito, podéis encontrarme en: besosybombas@riseup.net
Read more ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario