Mensaje del Obispo de La Rioja compartiendo la visita del Santo Padre a Perú
MENSAJE CON MIS VIVENCIAS DE LA VISITA DEL SANTO PADRE A PERÚ
Mis queridos riojanos,
Pienso en Uds. mientras les escribo estas líneas desde Lima donde me trajo la visita del Santo Padre Francisco., un acontecimiento no sólo emotivo y fervoroso, expresión de una rica religiosidad sino, sobre todo, eminentemente evangelizador. No deseo escribir una pieza periodística o literaria, ¡hay tantos buenos periodistas y escritores!, sino del compartir de un pastor edificado por el entusiasmo y fervor del pueblo peruano y alentado por la alegría evangelizadora del Papa.
He podido participar de casi todos los encuentros del Papa con los hermanos peruanos, un pueblo cálido, alegre y sencillo, como la gente de nuestra diócesis y del NOA argentino. “Francisco, amigo, Perú está contigo” vivaban con entusiasmo mientras poblaban las extensas avenidas de Lima, las callecitas tropicales del Amazonas en Puerto Maldonado y de Trujillo. Muchedumbres de fieles provenientes de las parroquias del país, con sus niños y enfermos, con sus ancianos y jóvenes, con sus familias y colegios, querían la bendición de Francisco.
En Puerto Maldonado vimos un encuentro soñado entre el Pastor y las delegaciones indígenas del Amazonas peruano con comunidades invitadas de otros países de la misma región. Puerto Maldonado es un paraíso destruido por la codicia humana, en particular por la avidez de la minería que en su afán extractivo ha contaminado y destrozado el río, única vía casi de circulación y por ende de comunicación de esos pueblos. Ya desde el avión podíamos ver y comprobar el daño ambiental expresado en el color oscuro de las aguas antaño azules. Es común que, con dolor, los peruanos llamen a este lugar “Puerto Abandonado” para referirse a la situación de precariedad y desolación que viven.
Los pueblos y naciones indígenas presentes expresaban su preocupación por la destrucción del ambiente, de la vida de las jóvenes generaciones y de la cultura. Con danzas y sentidas intervenciones, le pidieron al Papa que los defendiera de todas esas plagas que amenazan con destruirlos para siempre. Conmovido, Francisco acogió esa súplica con palabras de contención, aliento y esperanza. Y renovó su compromiso evangelizador explicitando la celebración del Sínodo de Obispos para el Amazonas ya convocado para 2019 y cuya primera reunión preparatoria tendría lugar ese mismo día, allí, en Puerto Maldonado esa tarde. Será un acontecimiento de alta importancia pastoral no sólo para el Amazonas sino para toda América Latina, en vistas a concretar la importante reflexión del magisterio de Laudato si y la promoción integral de los pueblos originarios, con su rica cultura y su llamada a un buen vivir en relación con la tierra, con los hombres, y con el Creador.
Después de las comunidades aborígenes, en otro auditorio multitudinario, con las parroquias y comunidades de la región, el Papa Francisco tuvo un encuentro sencillo y cargado de sentido. La gente le compartió su dolor, su sentirse “tierra de nadie”, devastados, asolados por la codicia humana. “Uds. no son de nadie. Tienen Madre (¡la región se llama Madre de Dios!). Tienen quién los cuida. Porque hay una madre, tienen esperanza.” Los alentó Francisco a seguir cuidando la vida y a formar comunidades en torno a la Palabra, en el seguimiento de Jesús. Su Palabra nos rescata. Aislarnos, sentirnos solos y dejarnos estar es abatirnos para morir. Estamos llamados a vivir en comunidad en el camino del Reino de Dios.
En Lima, en el Palacio de Gobierno, el Papa tuvo palabras claras para la sociedad y la clase dirigente. La corrupción es una tentación permanente. Animó a los peruanos a resistirla para que los pueblos crezcan y sean más libres, en justicia y dignidad. Más tarde se encontró con sus hermanos jesuitas en un emotivo intercambio de experiencias y miradas. Francisco pudo reconocer a antiguos compañeros de misión a los que abrazó feliz.
El 20 de enero fuimos a Trujillo. Los obispos peruanos y la delegación de obispos visitantes, acompañamos al Papa en la hermosa concelebración de la Eucaristía en Huanchaco, frente al Pacífico. Se trata de una región asolada hace algún tiempo por el temible fenómeno climático del Niño Costero que devastó barrios y comunidades, algunas todavía en proceso de reconstrucción.
En la misa multitudinaria, el Papa los invitó a profundizar en la solidaridad tan necesaria en tiempos de crisis para construir una sociedad más justa y fraterna, lejos de la codicia, la rapiña, la trata de personas y la violencia callejera.. Convocando a las distintas comunidades a partir del nombre de sus devociones populares, Francisco despertó el júbilo de los concurrentes- El camino entre Huanchaco y Trujillo estaba pletórico de personas que por horas habitó ese paisaje marítimo agregándole color y afecto.
Terminada la misa los obispos pudimos saludar al Santo Padre. Le trasmití el abrazo afectuoso y cálido de los argentinos, especialmente de los riojanos. Charlamos brevemente y pude sentir, como siempre, su cariño paternal para nuestra Argentina, su patria amada. Pronto nos encontraremos en Roma, con la visita de la Comisión Ejecutiva de la CEA de manera que este intercambio anticipó nuestra próxima reunión.
En la tarde, Trujillo nos recibió en su Seminario Mayor para el encuentro del Papa con los consagrados. El Papa nos ofreció una reflexión de gran hondura espiritual y pastoral. Lo hizo como un padre, sabio y lleno de luz, para enseñar un camino de oración y crecimiento en la autoconciencia del amor de Dios que nos eligió en nuestra fragilidad y nos llamó a servirlo. “Mirarse al espejo” fue su indicación, no para solazarnos narcisistamente, sino para comprender nuestra realidad limitada y simple, tan necesitada del amor de Dios que nos escoge a pesar de ella y quiere contar con nuestro sí, renovados y disponibles a reírnos de nosotros mismos, fuertes en Él para servirlo en nuestros hermanos, lejos de dejarnos marchitar por la amargura o la autorreferencialidad.
También se refirió a las comunidades de consagrados (en un sentido amplio no sólo hablaba de comunidades religiosas sino también de seminarios, presbiterios y conferencias episcopales) y a su lógica interna, muchas veces atravesada por las actitudes criticonas y hostiles de sus miembros. Subrayó la necesidad de integrar a los ancianos en ellas, valorando su sabiduría que nos enriquece y hace fuertes con sus aportes. “Que los viejos sueñen para que los jóvenes profeticen” nos recordó aludiendo a la profecía de Joel, horizonte de una comunidad integrada, auspicio de una humanidad nueva.
Trujillo nos despidió con una celebración mariana cargada de signos de la devoción profunda y sólida de esta parte del Perú. Con una sentida evocación de las madres y abuelas peruanas, signo permanente de la fortaleza de este pueblo, el Papa invitó a luchar contra los feminicidios que en todo el mundo hablan de la violencia contra la vida de la mujer y la negación de su dignidad, portadora del sello fecundo del amor de Dios. Cuidar a la mujer es cuidar la vida, toda la Vida.
El domingo 22 de enero, en Lima, el Papa rezó ante las reliquias de los Santos peruanos y encontró a las religiosas de clausura. Con afecto, les dirigió palabras llenas de entusiasmo, invitándolas a tener una oración y una mirada que integren la vocación contemplativa y su misión eclesial, expresión de un amor grande unido a la Cruz de Cristo.
Más tarde se reunió con los obispos con un mensaje sencillo, abierto al diálogo franco y fraternal, con preguntas y reflexiones de todos. En ese ámbito se permitió expresarles la preocupación por la situación de América Latina, el triste abandono del sueño de la Patria Grande de los latinoamericanos y la tentación de políticas económicas de signo liberal que excluyen y endeudan.
En la tarde, la base aérea militar de Las Palmas, tempranamente invadida por cientos de miles de peruanos, nos recibió para la celebración de la Eucaristía. Más de un millón de asistentes rezamos y cantamos con Francisco, recibimos sus reflexiones y nos animamos a soñar junto a él, una Iglesia en salida. El recibimiento de los peruanos fue extraordinario. “Cómo no te voy a querer, cómo no te voy a querer, si eres el Papa Francisco, el vicario de Cristo que nos viene a ver” entonaban ante el paso del Santo Padre saludando a la multitud presente.
La reflexión fue una fuerte consideración sobre el hombre de la ciudad, los que la habitan, los que llegan a ella en busca de un futuro duro y difícil de alcanzar, los que son descartados por sociedades deshumanizadas. Pero Dios quiere habitar nuestra ciudad, quiere llegar a ella, alcanzarla para transformarla en el camino del Reino de Dios. Francisco convocaba así a los cristianos de las ciudades a afrontar sus desafíos con mirada y decisión creyente.
Voy concluyendo mi relato. Quería trasmitirles a Uds. mis queridos riojanos y en Uds. a los argentinos, estas vivencias, para que sigamos rezando por Francisco y su paternal servicio al Evangelio y a la Iglesia, que debe anunciarlo a tiempo y a destiempo para comunicar vida y vida en abundancia de parte de Cristo, nuestro Niño Alcalde y Buen Pastor.
Los abrazo y bendigo con afecto.
Lima, 22 de enero de 2018.-
+Marcelo Daniel Colombo, Padre Obispo de La Rioja
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