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viernes, 20 de septiembre de 2013

Tinkunaco 1275/13 - La CIA, la prensa y la propaganda negra

Rebelion.org
Douglas Valentine
CounterPunch
El omnipotente culto de la muerte que domina EE.UU.



Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

En cuanto Kevin Drum en Mother Jones absolvió a la CIA del uso de gas tóxico como provocación, muchos en la izquierda liberal apoyaron a Obama y a la emoción de librar una guerra punitiva contra Siria.


“Tal vez el cambio de régimen sea una buena idea”, especuló Tom Hayden en The Nation.

El paterfamilias de la izquierda, Noam Chomsky, quien generalmente muestra su aprecio por las sutilezas de la acción encubierta, afirmó que EE.UU. no suministra armas a su ejército mercenario de al Qaida – a pesar de que Eric Schmidt informó hace más de un año en The New York Times que agentes de la CIA en Turquía estaban “ayudando a sus aliados a decidir qué combatientes de la oposición siria al otro lado de la frontera recibirán armas”.

Como si ver a Hayden fomentando la guerra y a Chomsky apañando a la CIA no fuera ironía suficiente, Drum eximió de responsabilidad a la CIA como respuesta a afirmaciones de una provocación hechas por Rush Limbaugh. Lo que provoca la pregunta: ¿cuáles son los hechos respecto al gusto de la CIA por “reacciones provocadas” como la del Golfo de Tonkín que comenzó la Guerra de Vietnam?

Dicho simplemente, la propaganda negra es una de las muchas cosas criminales pero legalmente negables que comete la CIA. A menudo tiene que ver con cometer un crimen atroz y culpar a un enemigo fabricando evidencia falsa, conseguir un periódico extranjero para que imprima la versión de los eventos escrita por la CIA, y que periodistas simpatizantes en EE.UU. la transmitan a un público ingenuo.

En el caso de Siria, la CIA está utilizando “inteligencia” israelí falsificada como catalizador – motivo por el cual, como explican Johnstone y Bricmont, la “inteligencia” es tan “dudosa”.

La propaganda negra también tiene otras aplicaciones en la “inteligencia”, y es frecuentemente utilizada para reclutar informantes y generar desertores y tránsfugas.

En su autobiografía Soldier, Anthony Herbert contó cómo se presentó en 1965 en Saigón en el Grupo de Operaciones Especiales conjunto de la CIA y los militares. Los agentes le pidieron que se sumara a un programa secreto de guerra psicológica. “Lo que querían era que me hiciera cargo de equipos de ejecución que eliminaban familias enteras y trataban de presentarlo como si el propio Vietcong (VC) hubiera cometido los asesinatos. La justificación era que otros vietnamitas verían que el VC había matado a otros Vietcong y que eso los espantara para que no se convirtieran en VC ellos mismos. Por supuesto, se esperaba que los aldeanos serían llevados a sentir alguna especie de lealtad hacia nuestro lado.”

Como explicó el gurú del contraterrorismo, David Galula, “Los seudo insurgentes son una manera de obtener inteligencia y sembrar la sospecha al mismo tiempo entre los verdaderos guerrilleros y la población”.

En un caso similar en 1964, un famoso agente de propaganda de la CIA organizó tres “equipos de estudio” armados que operaban simultáneamente en aldeas vecinas. Cuando los equipos de propaganda del Vietcong partían de una aldea, entraban los cuadros asesinos y hablaban con una persona en cada casa, para que el VC “tuviera que castigarlos a todos después de nuestra partida”.

En otras palabras, los mercenarios de la CIA (como algunos de los mercenarios de la CIA en Siria) eran provocadores, y preparaban a la gente para recriminaciones, con propósitos de inteligencia y publicidad.

Otro ejemplo: en 1964, el oficial de la CIA Nelson Brickham trabajó en la Sección de Relaciones Chino-Soviéticas, donde dirigió operaciones de propaganda negra hechas para causar fricción entre la URSS y China. Al centro de esas operaciones negras había reclutamientos de bandera falsa, en los cuales agentes de la CIA se presentaban como agentes de inteligencia soviéticos y, utilizando auténticos sistemas de cifras y metodología soviéticos, reclutaban diplomáticos chinos, que creían que estaban trabajando para los rusos. Los agentes de la CIA utilizaban a los crédulos chinos para crear todo tipo de problemas.

Brickham creó en 1967 el programa Phoenix en Vietnam del Sur. El jefe de operaciones del programa Phoenix en 1970, coronel Thomas McGrevey, tenía un “agente de penetración” dentro de COSVN – la Oficina Central de Vietnam del Sur. El director adjunto de finanzas de COSVN era el agente de penetración. El adjunto alertaba a McGrevey cuando el director de finanzas partía de vacaciones, posibilitando que McGrevey organizara una campaña de propaganda negra que acusaba al director de finanzas de haberse ido con fondos malversados.

Una circular sobre el programa Phoenix emitida por el Servicio de Seguridad revolucionario en 1970, describió cómo los nacionalistas veían a la CIA. Como señalaba la circular, “las más malvadas maniobras” de la CIA “han sido buscar todos los medios posibles para aterrorizar a las familias revolucionarias a fin de obligar a la gente a revelar la ubicación de nuestros agentes y a sumarse a la Fuerza de Autodefensa Popular. También difundían falsos rumores. Su propósito principal es poner en peligro el prestigio de las familias revolucionarias, crear disensión entre ellas y el pueblo, y destruir la confianza del pueblo en la revolución. Además, también tratan de sobornar a familias revolucionarias pobres y miserables a fin de que trabajen para ellos.”

Las cartas falsificadas son una especialidad de la CIA. El ex agente de la CIA Philip Agee informó como organizó una operación exitosa utilizando cartas falsificadas contra el ecuatoriano Antonio Flores Benitez, un miembro clave del movimiento comunista revolucionario. “Interceptando el teléfono de Flores, descubrimos gran parte de lo que hacía. Su esposa era una chismosa. Hizo un viaje secreto a La Habana y decidimos ocuparnos de él cuando volviera a Ecuador. Con otro agente, trabajé todo un fin de semana en la redacción de un “informe” de Flores para los cubanos. Fue una obra maestra. El informe implicaba que el grupo de Flores ya había recibido fondos de Cuba y ahora pedía más dinero a fin de lanzar operaciones de guerrilla en Ecuador. A mi jefe de estación de Quito le gustó tanto que tuvo que participar. De modo que tiró el informe al suelo y caminó sobre él hasta que parecía arrugado en un bolsillo. Entonces lo dobló y lo metió en un tubo de pasta de dientes. Había pasado tres horas sacando cuidadosamente todo el dentífrico. Era como un niño con un nuevo juguete. Luego llevó el tubo al ministerio del tesoro, y lo entregó a su inspector de aduanas. Cuando Flores pasó por la aduana, el inspector pretendió que estaba registrando una de sus valijas. Lo que hizo en realidad, por supuesto, fue introducir el tubo de pasta de dientes en la valija y luego pretendió que lo había encontrado. Cuando abrió el tubo, por supuesto “descubrió” el informe. Flores fue arrestado y hubo un tremendo escándalo. Fue uno de una serie de eventos sensacionales en los que participamos durante los primeros seis meses de 1963. A fines de julio de ese año, el clima de temor anticomunista era tan grande que los militares utilizaron un pretexto para apoderarse del poder, encarcelaron a todos los comunistas que pudieron encontrar e ilegalizaron al Partido Comunista.”

De la misma manera, uno de los catalizadores para el golpe de 1973 en Chile fue un documento falsificado detallando un complot izquierdista para iniciar un reino del terror – que fue descubierto por los enemigos del presidente Salvador Allende Gossens. El resultado fue un violento golpe militar. Los oficiales de la CIA (que habían ayudado a provocarlo mediante desinformación en la prensa chilena) se sentaron de brazos cruzados y lo contemplaron desde sus hamacas a la sombra.

Y así suma y sigue.

El general Ed Lansdale formalizó las prácticas de propaganda negra de la CIA a principios de los años cincuenta en las Filipinas. Para vilipendiar a los comunistas y obtener el apoyo de los estadounidenses, una de sus unidades de comandos filipinos se disfrazaba de rebeldes y cometía atrocidades contra civiles, y luego otra unidad llegaba mágicamente con cámaras para registrar la puesta en escena y perseguir a los “terroristas”. Las cámaras eran la clave de la operación.

La CIA también fraguó historias sensacionales sobre soldados del Vietminh destripando a mujeres católicas embarazadas, castrando sacerdotes, y clavando astillas de bambú en los oídos de los niños para que no pudieran oír la Voz del Señor. El esbirro de Lansdale, el agente y periodista Joseph Alsop, reprodujo alegremente esa propaganda negra.

La “prensa” estadounidense es el factor vital, arrogante, fatal, dominante, en la propaganda negra. Cuando tiene que ver con la CIA y la prensa estadounidense, una mano negra lava la otra. Para tener acceso a funcionarios de la CIA, los periodistas ocultan o distorsionan historias. Venden sus almas negras para obtener informaciones exclusivas. A cambio, los funcionarios de la CIA les filtran noticias. En su relación más incestuosa, periodistas y oficiales de la CIA son parientes. En un caso, el corresponsal de The New York Times en Vietnam, James Lemoyne, era por casualidad hermano del jefe del equipo de contraterrorismo de la CIA en el Delta, comandante de la Armada Charles Lemoyne.

En una sociedad democrática, los medios debieran investigar e informar objetivamente sobre el gobierno, que no está obligado a informar al público de sus actividades y que, cuando lo hace, usa un “sesgo” en las noticias. Como parte del Pacto Faustiano, cuando las actividades del gobierno son realizadas en secreto, ilegalmente, los periodistas prefieren mirar hacia otro lado en lugar de poner en peligro relaciones lucrativas. El resultado deseado es que el público inconsciente es despojado de su libertad de expresión – porque ¿cómo es posible hablar libremente si no se sabe lo que sucede?

Si Lansdale no hubiera contado con Alsop para que publicara su propaganda negra, probablemente no hubiera habido una Guerra de Vietnam. De la misma manera, Judith Miller, facilitadora en desgracia de la guerra contra Iraq y rehabilitada como corresponsal de Fox KKK-TV os llevó a la Guerra de Iraq mediante documentos falsos suministrados por analistas de la CIA.

Pocas veces sabemos quiénes son los Alsops y los Millers en nuestro medio, hasta que es demasiado tarde. La CIA tiene una política estricta de ocultar sus atrocidades. Y cuenta con la ayuda, en su eterno esfuerzo por engañar al público estadounidense, del hecho de que la propaganda negra valida las creencias de los Kevin Dumbs entre nosotros, mientras asegura su seguridad imaginaria y su sentido de ser excepcionales.

De hecho, las operaciones de propaganda negra, y la propia CIA, son incompatibles con las instituciones democráticas.

Una gran parte del actual éxito de la CIA es su capacidad de hacer llegar su mensaje a través de publicaciones de izquierda, y la política no declarada de la Izquierda de autocensura respecto a las operaciones de la CIA. Más insidiosos, tal vez, son los ex agentes de la CIA que pretenden oponerse a la guerra, y que buscan un velo de inmunidad afirmando que han sido “analistas”. Es como decir “yo fui un contador de la Mafia. Nunca maté a nadie.”

Por cierto son los contadores lo que dan a los mandamases los nombres y direcciones de los delincuentes que no han pagado su dinero extorsionado esa semana. El Directorado Phoenix en Saigón tenía analistas que realizaban la misma función de asesinato, secuestro y tortura en una escala industrial.

A pesar del retrato popular de la CIA como muchachos y muchachas patriotas que lo arriesgan todo para hacer un trabajo sucio, el típico agente de la CIA es un sociópata sin las agallas para andar solo por el hampa. Gravitan a la CIA porque allí están protegidos por el todopoderoso Culto de la Muerte que domina EE.UU.

La faceta más peligrosa de tener a ex agentes de la CIA arrastrándose por ahí es su mensaje uniforme de que la CIA es necesaria. No se trata de Philip Agees, que revelan la sucia verdad y piden la abolición de la CIA. Como todos los expertos en la guerra política y psicológica de la CIA están a la vanguardia de la guerra contra el terror, utilizando la guerra psicológica para lograr los objetivos del Culto de la Muerte que domina EE.UU. El resultado es un teatro del absurdo, un mundo de ilusión.

Ahora nos dicen que los mercenarios sirios de la CIA podrían lanzar un ataque químico contra Israel desde territorios controlados por el gobierno como una “importante provocación”. Lo que es seguro es que se lanzará alguna provocación y que la prensa, incluyendo la mayor parte de la de izquierda, la encubrirá.

Doug Valentine es autor de cinco libros, incluyendo The Phoenix Program. Vea www.douglasvalentine.com o escríbale a dougvalentine77@gmail.com


Fuente: http://www.counterpunch.org/2013/09/16/the-cia-the-press-and-black-propaganda/ 

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