- - - Servicio Informativo "Alai-amlatina" - - -
Agradecemos sus aportes económicos que permiten sostener este servicio: http://www.alainet.org/donaciones
Agradecemos sus aportes económicos que permiten sostener este servicio: http://www.alainet.org/donaciones
De
periodisjueces y accountability
Adalid
Contreras Baspineiro
ALAI
AMLATINA, 14/09/2017.- La
agenda
mediática en el Ecuador ha sido ganada por una andanada de
acusaciones sobre
presuntos hechos de corrupción.
Para
el espectáculo más que para la justiciabilidad
La
agenda mediática en el Ecuador ha sido ganada por una andanada
de acusaciones
sobre presuntos hechos de corrupción, ya desde el desarrollo del
proceso
electoral de principios de año en contra del Vicepresidente
Jorge Glas Espinel;
y ahora también con una arremetida en contra del Presidente del
Consejo de la
Judicatura, don Gustavo Jalkh. Esto ocurre en un proceso
comunicacional que se
desarrolla dosificando píldoras noticiosas que no logran mostrar
ni una
secuencialidad, ni una unidad temática, ni una contundencia
fáctica y menos
profundidad en los casos. Y por la manera como se trata
comunicacionalmente el
tema, podríamos hablar de la existencia de un proceso de enredo
informativo
hecho más para el espectáculo que para la justiciabilidad.
En
esta maraña de hechos, casos y notas expuestas
comunicacionalmente con un
estilo de la máxima novedad y alarma pretendiendo involucrar a
las citadas
autoridades y otras que aparecieron en escena y podrían seguir
apareciendo
otras más, es inocultable que más allá de los propósitos
altruistas innatos a
la lucha contra la corrupción contenidos en las acciones
gubernamentales,
sectores conservadores buscan, pescando en río revuelto,
desestabilizar las
bases de la revolución ciudadana y sus conquistas.
Así
dadas las cosas, en este caso la lucha contra la corrupción no
es un fin en sí
mismo, sino un mecanismo para afectar –desde el campo de la
comunicación- los
imaginarios sobre una forma de gobierno en el Ecuador
emparentada con el
Socialismo del Siglo XXI, aduciendo que es necesario seguir los
movimientos del
péndulo de la historia que pareciera inclinarse hacia los
superados modelos de
ajuste estructural. No olvidemos que fue precisamente la
ciudadanía
ecuatoriana, con el triunfo electoral de Lenin Moreno Garcés,
quien cuestionó
este enfoque votando mayoritariamente por la continuidad y
profundización de la
revolución en democracia.
Pero
no es nuestro propósito analizar los pormenores de este proceso,
sino el tratamiento
que los medios de comunicación y los/las periodistas hacen del
tema de la
corrupción. Para ello vamos a identificar sus formas de
tratamiento mediático,
considerando la articulación entre la información sobre hechos
de corrupción
(existentes o supuestos), con los roles de los medios y
periodistas, y el
involucramiento de las ciudadanías. En las formas de tratar
comunicacionalmente
estas relaciones radican tendencias diferenciadas.
Una
primera aproximación nos permite afirmar que los medios de
comunicación,
cumpliendo su tarea informativa, han contribuido, en conexión
con actores del
mundo político, a destapar y poner en escena un tema delicado de
gran interés
con preocupación para las ciudadanías, el mundo político y las
autoridades.
Una
segunda afirmación evidencia que, más allá de este rol que
obedece a la
naturaleza informativa, se cometen excesos cuando los medios de
comunicación
operan arrogándose el rol de fiscalías y/o comisarías, así como
cuando los y
las periodistas se otorgan la función de sheriffs y/o jueces.
Estos papeles los
realizan en y con la naturaleza de sus espacios mediáticos: los
sets
televisivos y las cabinas radiofónicas, especialmente, con
programaciones que
tienen en común su característica acumulativa de incidentes que
son expuestos
por retazos, en lenguaje de masividad, tal y como se los recogen
en sus
fuentes, sin obligarse a procesamientos rigurosos de sus textos
ni de sus
composiciones.
En
una tercera afirmación digamos que tal como ocurre en todo
contexto
caracterizado por la presencia de un pluralismo polarizado en el
ejercicio de
la palabra, con temas y acciones que se politizan, los enfoques
y tratamientos
de los hechos de corrupción están diferenciados según las
dependencias
financieras, las afiliaciones políticas, las convicciones, o los
(des)afectos
de los medios y de los/las periodistas.
Los/las
periodisjueces
Una
primera tendencia es la que denominamos inquisidora, y
que está siendo
impulsada especialmente por los medios relacionados con los
consorcios comerciales
y sus partidos, mismos que no dejan de trabajar por reponer la
economía de
libre mercado y sus oligopolios multimediáticos. Siguiendo el
estilo
sensacionalista que fue establecido durante el proceso de
liberalización de los
medios de comunicación respecto a sus referentes deontológicos,
el tratamiento
de los hechos de corrupción se caracteriza por convertir los
incidentes en
escándalos, basándose para ello a veces en datos o medios datos
y otras, muchas
otras veces, en presunciones.
Otra
característica de estos programas, es que su estilo se edifica
sobre la base de
otros anteriores en los que la política fue trasladada de las
calles y balcones
a los medios de comunicación, para hacerse en los códigos de la
masividad
televisiva del rating y el espectáculo que anteponen las formas
y las estéticas
a los contenidos, con roles de los medios y de los/las
periodistas tendiendo a
reemplazar los de los partidos y los políticos. Sobre esta base,
ahora, medios
y periodistas aspiran a cumplir los roles de jueces y fiscales
enjuiciando,
juzgando y condenando en los sets, lenguajes, estilos, alcances,
levedades y
ritmos medializados. Resulta paradójico (por decirlo de algún
modo) ver cómo
algunas autoridades de las entidades públicas, y también de la
justicia, son puestas
en el banquillo de los acusados, rindiéndoles cuentas a las
ciudadanías a
través de sus respuestas y explicaciones a sus eventuales
inquisidores, los/las
periodisjueces, quienes con un nivel de conocimientos de
la extensión de
una laguna y un dedo de profundidad sobre los temas en cuestión,
provocan una
suerte de espacios educativos, por las cátedras que los
implicados dictan en
sus respuestas a las acusaciones.
Se
trata de típicos esquemas de posverdad con primicia informativa
en los que
atrás quedó el recurso periodístico de la noticiabilidad,
mientras que en su
manejo está bien presente lo que la Ley Orgánica de Comunicación
llama
linchamiento mediático. Recordemos que la posverdad construye
realidades a
partir de indicios que sin ser necesariamente verificados ganan
validez en los
imaginarios, moviéndose en el mundo de las apariencias y de las
emociones y
abriendo caminos para la especulación con culebrones que saben
convocar
pasiones sin responsabilizarse de sus consecuencias. Como dice
David Roberts,
son productos de la pospolítica desconectada de las reglas de la
política
pública, que se generan en tiempos de desorden, levedad
informativa y de redes.
Contrariamente
a lo que se pudiera pensar, la posverdad no es un problema sólo
de enunciación,
sino también de recepción, en la medida que los relatos
sensacionalistas
alimentan las ansiedades de sociedades polarizadas que
convierten en verdad
aquello que se necesita creer como cierto, aunque no lo sea. En
concordancia
con las dinámicas de estos procesos, se da un curioso fenómeno
por el cual, en
el diálogo cotidiano, también las ciudadanías se asumen con
capacidad de
(des)calificar y enjuiciar hechos y actores en base a datos que
podrían ser o
no verificados.
Por
su parte, en el tradicional y esperemos que no viejo sino
auténtico periodismo,
los criterios de noticiabilidad toman en cuenta valores que
al/la periodista le
permiten seleccionar acontecimientos, como dice Mauro Wolf,
entre un número
imprevisible e indefinido de hechos para llevarlos a una
cantidad estable de
noticias con existencia y validez pública. Este proceso de
selección o
noticiabilidad, con apego a la ética, por el que los medios y
periodistas le
dan significado público a los acontecimientos, se da con
criterios como la
novedad, originalidad, imprevisibilidad e inedetismo; la
evolución con
expectativa de los acontecimientos; la incidencia en la sociedad
o el grado de
importancia, magnitud y gravedad de los hechos; la proximidad
con la vida de la
ciudadanía; la jerarquía de los implicados; y los
desplazamientos de los
acontecimientos en diferentes espacios.
Este
deber ser de la selección informativa es sin embargo saltado por
la nueva
categoría periodística de los/las periodisjueces,
quienes parapetados en
la libertad de expresión y en el criterio de la responsabilidad
individual que
obedece a sus propias convicciones y no necesariamente a
compromisos ni
responsabilidades con la sociedad, se ocupan de deslegitimar y
de anticipar enjuiciamientos.
Como se sabe, la responsabilidad social comprende el respeto a
la intimidad y
la dignidad de las personas, además de la convivencia humana, la
veracidad y la
inclusión ciudadana. Y esto se traduce en la ética periodística,
que Paul
Ricouer entiende en el ejercicio profesional con servicio a la
verdad, el
ejercicio responsable de la libertad y la promoción de la
justicia con
participación social, partiendo de la comprensión de la
comunicación como un
derecho.
Sin
embargo, el estilo inquisidor de los hechos de
corrupción suele
desenraizarse de estos valores y procedimientos, amparándose en
una muy sui
géneris idea de periodismo de investigación, que se lo ejerce en
base a pruebas
inacabadas, a acumulaciones de documentos que no suelen ser
clasificados, ni
categorizados, ni validados, además de entrevistas con políticos
y opinólogos
afines a sus enfoques. En strictu sensu, periodismo de
investigación
consiste en la tarea de revelar y esclarecer responsablemente
cuestiones
encubiertas de manera deliberada detrás de una masa caótica de
datos y
circunstancias que dificultan su comprensión, desarrollando para
ello una
actividad crítica, sistemática y de profundización rigurosa y
exhaustiva en la
comprobación de los hechos, para lo que se requiere el uso de
fuentes primarias
y documentos referenciales, tanto públicos como secretos. En la
práctica éste
es un mecanismo de rigor investigativo poco desarrollado, y que
suele
confundirse con el denominado “periodismo de filtración” que
está hecho de
intervenciones apresuradas, en base a indicios y presunciones,
construidas al
ritmo de “pruebas” obtenidas gracias al escurrimiento de
documentos o primicias
informativas, sin desarrollar procesos investigativos con el
debido rigor
metodológico en su comprobación y su necesaria noticiabilidad.
En
honor a la verdad, lo que hacen los medios en el tratamiento de
los temas de
corrupción es un periodismo de filtración acompañado de una
vorágine
(des)informativa que presenta las cosas tal y como suelen ser
conseguidas, o tal
y como vienen, sin la suficiente dedicación de tiempo, sin la
necesaria
preparación, sin el rigor metodológico en la comprobación de su
veracidad y sin
el orden requerido para su presentación.
De
todas maneras, por lo general son programas de alto rating, y
que además suelen
etiquetarse bajo la fórmula de una identidad de “periodismo
independiente” que
con las permisividades del libre flujo de la información suele
pasar por alto
los deberes consagrados para los periodistas en el Derecho a la
Información,
que se resumen en los cuidados de la dignidad humana, la
reputación de las
personas y la legitimidad social expresada en la seguridad
ciudadana, la moral
pública, la paz, la convivencia y las inclusiones.
El
resultado del funcionamiento de estos mecanismos de levedad
analítica es de un
evidente hartazgo ciudadano con abonamiento de sus desconfianzas
en la política
y en los políticos, así como en la erosión de honras y
legitimidades, sin que
estos derroteros se traduzcan necesariamente en sanciones
jurídicas o en
sanciones sociales, sino más bien en atrincheramientos
ciudadanos en sus
respectivas militancias, cuestionando o en su caso defendiendo
los poderes.
Nos
preguntamos si dada esta situación deben los medios de
comunicación centrar sus
acciones en la información de hechos verificables, o si es
lícito que pretendan
suplir las responsabilidades de la justicia a la que
desacreditan. También
quedamos con la inquietud de saber si este tratamiento de estilo
periodisjueces,
contribuye, o no, a esclarecer los hechos y cortarlos, como debe
ser, o por el
contrario los fagocitan en el rating y la espectacularización de
la vida.
Este
es un modelo de tratamiento informativo de la corrupción, el
predominante, pero
existen otros en la experiencia ecuatoriana.
Accountability
Otro
modelo de tratamiento mediático del tema de la corrupción lo
encontramos en la
voz y mensajes del ex presidente Rafal Correa Delgado y sus
seguidores, que
tienen en las redes sociales el espacio que los medios masivos
les niegan o, al
menos secundarizan, figurándolos en los imaginarios como los
responsables de un
sistema de corrupción que dicen debe revertirse cambiando las
estructuras que
sostienen las políticas estatales.
Esta
tendencia busca explicar no solamente los hechos que se
denuncian sino los
procesos que han constituido las conquistas de la revolución
ciudadana. Por
ello no se puede decir que hayan asumido una estrategia
defensiva sino más bien
aclaratoria, explicativa, con réplica y aspiración por ampliar
el tratamiento de
la corrupción en forma integral a otros gobiernos y otros
espacios, temas y
actores, como los implicados en la fuga de sus fortunas hacia
los paraísos
fiscales. No les es fácil agendar estos temas ni salir de una
incómoda
situación en la que se avasallan mensajes inculpándolos de actos
que implican a
algunas de sus ex autoridades como el ex Ministro de Energía,
Carlos Pareja
Yanuselli, y otros, en el sonado caso Odebrecht. En estas
condiciones, es
difícil que una parte de la población quiera recordar que las
investigaciones
contra la corrupción se iniciaron durante la gestión de gobierno
de Alianza
País.
Una
tercera corriente, que podemos definir como moderada y
oscilante, radica en el
rol de los medios públicos (gubernamentales). El hilo de sus
mensajes está en
el pedido del presidente Lenin Moreno por una cirugía mayor a la
corrupción,
caiga quien caiga. En este proceso, a diferencia de otras
experiencias donde
los juicios a autoridades se desenvuelven en lo que Sutherland
llama “delitos
de cuello blanco”, caracterizados comunicacionalmente porque los
medios afines
trivializan los hechos (eludiendo o distrayendo con otros temas,
u otorgando un
trato preferencial a los implicados con criminalizaciones
sofisticadas), se
tiende al tratamiento del tema en las instituciones
responsables, como la
Fiscalía y la Judicatura, para que los medios generen y
diseminen información
desde estos espacios.
La
experiencia que motiva estas reflexiones deja en evidencia la
importancia
estratégica que tiene en la gestión pública el accountability,
o la
obligación que tienen los poderes del Estado de rendir cuentas
permanente y
oportunamente, además de asumir responsabilidades ante los
ciudadanos mostrando
su estricta sujeción a la legislación y demostrando la validez
de su gestión
con resultados. En casos como los de la lucha contra la
corrupción, que por
supuesto debe ser combatida sin tregua y con la máxima
responsabilidad,
comunicacionalmente es necesario que el accountability
ocurra en los
marcos y los procedimientos institucionalizados de la justicia.
Sin duda que
operar de este modo, recolocando los códigos mediáticos en los
de la
noticiabilidad, la responsabilidad social, la autoregulación
periodística
ceñida a sus códigos de ética y el derecho a la información y la
comunicación,
resultaría saludable para la democracia.
- Adalid Contreras Baspineiro es
sociólogo y
comunicólogo boliviano. Fue Secretario General de la Comunidad
Andina - CAN
URL
de esta artículo: https://www.alainet.org/es/articulo/188061
Contribuciones: http://alainet.org/donaciones.php
Mas informacion: http://alainet.org
FaceBook: http://facebook.com/America.Latina.en.Movimiento
Twitter: http://twitter.com/ALAIinfo
RSS: http://alainet.org/rss.phtml
______________________________________
Agencia Latinoamericana de Informacion
email: info@alainet.org
Suscripciones: http://listas.alainet.org/listas/subscribe/alai-amlatina
No hay comentarios:
Publicar un comentario