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¿La Próxima Crisis
Económica? Capitalismo Digital y
Estado Policiaco Global
William
I. Robinson
ALAI AMLATINA, 20/11/2017.- La clase capitalista
transnacional está invirtiendo miles de
millones de dólares en la rápida digitalización del capitalismo
global como
salida para el excedente de su capital acumulado, a la vez que
busca nuevas
oportunidades de inversión en la construcción de un Estado
policiaco global. ¿Pero
será suficiente la rápida expansión de
estos dos sectores de la economía global para evitar otra crisis
catastrófica?
Los datos económicos internacionales señalan, más
bien, que la
economía global está al borde de otro colapso.
Las condiciones estructurales subyacentes que desataron
la Gran Recesión
de 2008 siguen vigentes mientras la nueva ronda de
reestructuración de la
economía global ya en marcha tenderá a agravar las mismas. Estas condiciones incluyen
niveles sin
precedente de desigualdad, de endeudamiento público y privado, y
de
especulación financiera. El
detonante de
una nueva crisis podría ser el estallido de la burbuja bursátil,
sobre todo en
el sector tecnológico, el impago de la deuda pública o de los
hogares, o el
estallido de una nueva conflagración militar internacional.
El débil crecimiento económico se ha mantenido
desde 2008 gracias
a los instrumentos monetarios tales como la “facilitación
cuantitativa” y los rescates
financieros, junto con una escalada de deuda de consumo, una
oleada de
inversión especulativa – sobre todo en el sector tecnológico – y
niveles cada
vez mayores de especulación financiera en el casino global. Sin embargo, ahora los
bancos centrales están
llegando a los límites de los instrumentos monetarios.
En Estados Unidos, que desde hace tiempo ha
servido de “mercado de
última instancia” para la economía global, la deuda de los
hogares está en su
nivel más alto de su historia desde la postguerra. Los hogares estadounidenses
en 2016 debían
casi $13 billones de dólares en préstamos estudiantiles, deuda
de tarjetas de
crédito, prestamos automovilísticos, e hipotecas. En casi todos los países de
la OCDE la
relación de ingresos a la deuda de los hogares se mantiene en
niveles
históricos y ha seguido en franco deterioro desde 2008. El mercado global de bonos
– un indicador de
la deuda total gubernamental a nivel mundial – se ha disparado
desde 2008 y
ahora rebasa los $100 billones.
Mientras tanto, la brecha en la economía real y
el “capital
ficticio” se ensancha cada vez más mientras la especulación
financiera se
convierte en una espiral fuera de control.
El producto mundial bruto, es decir, el valor total de
los bienes y
servicios producidos a nivel mundial, era de $75 billones en
2015, mientras la
especulación en monedas ascendió ese año a $5.3 billones al día
y el mercado
global de derivados se estimó en unos alucinantes $1.2
trillones. Los más
previsores entre la élite
transnacional han expresado una creciente preocupación sobre la
fragilidad de
la economía global y el espectro del estancamiento crónico a
largo plazo. El
ex-funcionario del Banco Mundial y de la Tesorería
estadounidense, Lawrence Summers, advirtió el año pasado del
“estancamiento
secular” en la economía global, la que “ha entrado en territorio
desconocido y
peligroso”. Sin embargo,
estas élites no
están dispuestas a reconocer el telón de fondo del malestar
económico, como es
el problema insoluble del capitalismo, la sobre-acumulación.
La
Sobre-Acumulación:
Talón de Aquiles del Capitalismo
La economía global sigue adoleciendo del talón de
Aquiles del
capitalismo: la sobre-acumulación.
La
polarización de los ingresos y la riqueza es endémica al
capitalismo ya que la
clase capitalista posee los medios de producir la riqueza y por
ende se apropia
en forma de ganancia la mayor cuota de la riqueza que produce
colectivamente la
sociedad. Si los
capitalistas no pueden
vender (o “descargar”) los productos de sus plantaciones,
fábricas, y oficinas,
no pueden sacar ganancia. Esta
polarización, si no se controla, resulta en crisis – en
estancamiento,
recesiones, depresiones y convulsiones sociales.
Al lanzarse a la globalización desde los 1970 y
en adelante, la
emergente clase capitalista transnacional, o CCT, logró eludir
la intervención
estatal en el mercado capitalista y socavar los programas
redistributivos que
habían sido establecidos a raíz de la Gran Depresión de 1930. La CCT promovió una vasta
reestructuración
neo-liberal, la liberalización comercial y la integración a la
economía
mundial. Las políticas
públicas han sido
reconfiguradas mediante la austeridad, los rescates, los
subsidios
corporativos, el endeudamiento gubernamental y el mercado global
de bonos, todo
lo que permite al Estado efectuar el traslado directo o
indirecto de la riqueza
de las clases trabajadoras a la CCT.
El resultado ha sido niveles sin precedente de
desigualdad global
que, lejos de disminuirse, se han disparado a un ritmo asombroso
desde
2008. De acuerdo con la
agencia pro-desarrollo
Oxfam, el uno por ciento de la humanidad controla más de la
mitad de la riqueza
del mundo y el 20 por ciento más rico posee el 94.5 por ciento
de esa riqueza,
mientras el restante 80 por ciento tiene que conformarse con tan
solo el 5.5
por ciento. Dada esta
extrema
concentración de la riqueza, el mercado global no puede absorber
la producción
de la economía global. La
Gran Recesión de
2008 marcó el inicio de una nueva crisis estructural de
sobre-acumulación. Las
corporaciones están inundadas de efectivo
pero no tienen oportunidades de invertir ese efectivo
rentablemente. Las
ganancias corporativas se dispararon a
raíz de la crisis del 2008 y han llegado a niveles casi record
al mismo tiempo
que los niveles de inversión corporativa han disminuido.
En la medida que se va acumulando este capital no
invertido,
crecen enormes presiones para encontrar salidas para descargar
el
excedente. El Trumpismo
en Estados
Unidos refleja una respuesta ultra-derechista a la crisis
mundial que abarca un
neo-liberalismo autoritario al lado de una movilización
neo-fascista de los
sectores descontentos, y a menudo nativistas, de la clase
obrera. Sin embargo,
este neo-liberalismo represivo
termina con restringir aún más el mercado y por lo tanto agrava
la crisis subyacente
de sobre-acumulación.
La CCT se ha
dirigido a dos
salidas para descargar el excedente. Una
es la acumulación militarizada.
Las
guerras contra las drogas y el terrorismo, la construcción de
los muros
fronterizos, la expansión de los complejos prisión-industrial,
los regímenes de
deportación, los aparatos policiacos, militares y de seguridad,
se convierten
en fuentes importantes de generación de ganancias promovidas por
el Estado. El
presupuesto del Pentágono se incrementó en
un 91 por ciento en términos reales entre 1998 y 2011, mientras
las ganancias
de la industria militar casi se cuadruplicaron durante este
período.
He aquí una
convergencia
alrededor de la necesidad política que tiene el capitalismo
global para el
control social y la represión, y su necesidad económica de
perpetuar la
acumulación frente al estancamiento.
Poniendo al lado la cada vez mayor retórica guerrerista
de Trump, existe
un impulso intrínseco hacia la guerra del rumbo actual de la
globalización
capitalista. Históricamente
las guerras
tienden a sacar al sistema capitalista de la crisis mientras
también sirven
para desviar la atención de las tensiones políticas y de los
problemas de la
legitimidad.
La
Digitalización del Capitalismo Global
La otra salida ha sido una nueva oleada de
especulación financiera
en los años recientes, sobre todo en el sobrevalorado sector
tecnológico. El sector
tecnológico está ahora en la
vanguardia de la globalización capitalista e impulsa la
digitalización de la
economía global en su conjunto.
Karl
Marx declaró en El
Manifiesto Comunista
que “todo lo sólido se esfuma al aire” frente al ritmo
vertiginoso de cambio
causado por el capitalismo. La
economía
mundial ahora está en el umbral de otro período de
reestructuración
masiva. En el núcleo de
esta
reestructuración está la economía digital basada en una
tecnología informática
más avanzada, en la recolección, el procesamiento y el análisis
de los datos, y
en la aplicación de la digitalización a todos los aspectos de la
sociedad
global, incluyendo la guerra y la represión.
La tecnología de la computación y la informática
introducida por
primera vez en los años 1980 proporcionó la base tecnológica
original para la
globalización. La
primera generación de
la globalización desde esa década y en adelante consistió en la
creación de un
sistema globalmente integrado de producción y finanzas, mientras
la
digitalización más reciente y el surgimiento de las
“plataformas” han
facilitado una muy rápida transnacionalización de los servicios. Ya para 2017, los servicios
representaron el
70 por ciento del total del producto bruto mundial. Las plataformas se refieren
a las infraestructuras
digitales que posibilitan la interacción entre dos o más grupos. En la medida que la
actividad económica depende
cada vez más de las plataformas, el sector tecnológico se vuelve
cada vez más
estratégico al capitalismo global.
La
digitalización y la transnacionalización de los servicios ahora
pasan a ocupar
el centro de la agenda capitalista global.
En años recientes ha habido otra oleada del
desarrollo tecnológico
que nos ha llevado al umbral de la “4ra revolución industrial”,
basada en la robótica,
la impresión en 3D, el Internet de los Objetos, la inteligencia
artificial
(IA), el aprendizaje automático, la bio- y nanotecnología, la
computación
cuántica y en nube, nuevas formas de almacenamiento de energía,
y los vehículos
autónomos. Si bien el
sector tecnológico
que impulsa esta nueva revolución constituye solamente un
pequeño porcentaje
del producto bruto mundial, la digitalización abarca la economía
global en su
totalidad, desde la manufacturera y las finanzas a los
servicios, y tanto en el
sector formal como en el informal.
Está
en el mero eje de todos los procesos relacionados con la
economía global, desde
el control y la subcontratación de los trabajadores y la
flexibilización de los
procesos productivos, hasta los flujos financieros globales, la
coordinación de
las cadenas de suministro, subcontratación y tercerización,
mantenimiento de
registros, comercialización (“marketing”) y ventas.
En su estudio Platform
Capitalism, el politólogo Nick Srnicek muestra como los
inversionistas
institucionales, sobre todo los muy especulativos fondos de
cobertura y mutualistas,
colocaron miles de millones de dólares en el sector tecnológico
desde la Gran
Recesión del 2008. El
sector tecnológico
se convirtió en una enorme salida para el capital no invertido
frente al
estancamiento. La
inversión en este
sector pasó de $17 mil millones en 1970, a $65 mil millones en
1980, y luego a
$175 mil millones en 1990, a $496 mil millones en 2000, y a $654
mil millones
en 2016. Un puñado de
compañías
norteamericanas de tecnología absorbió enormes cantidades de
efectivo por parte
de los financieros desesperados por encontrar nuevas
oportunidades de inversión
rentable. En 2017, Apple
había acumulado
$262 mil millones de dólares de reserva, mientras Microsoft
registró un total
de $133 mil millones de reserva, Alphabet (la sociedad matriz de
Google) tuvo
$95 mil millones, Oracle tuvo $66 mil millones, etcétera.
Los defensores del actual orden dominante aducen
que la economía
digital generará trabajos altamente adiestrados y bien pagados y
que resolverá
los problemas de la polarización social y el estancamiento. Pero todo indica todo lo
contrario: la
economía digital acelerará la tendencia hacia un cada vez mayor
desempleo y
subempleo junto con una mayor ampliación del empleo precario y
casual. Estamos a punto
de ver la aniquilación
digital de mayores sectores de la economía global. Cualquier cosa puede ser
digitalizada y toda
cosa será sometida a la misma. La
automación se extiende actualmente de la industria y las
finanzas a todas las
ramas de los servicios, aun a la comida rápida y a la
agricultura, en la medida
que los miembros de la CCT buscan bajar los salarios y ganarle a
la
competencia. Se espera
que la automación
incluso reemplace a mucho trabajo profesional, tales como los
abogados, los
analistas financieros, los médicos, periodistas, contadores,
evaluadores de
riesgos, y los bibliotecarios.
En Estados Unidos el incremento neto de puestos
de trabajo desde
2008 ha sido casi exclusivamente de acuerdos laborales
inestables y mal
remunerados. En Las
Filipinas un ejército
de 100,000 trabajadores subcontratados ganan unos cientos de
dólares mensuales
para revisar el contenido de los medios sociales tales como
Google y Facebook y
en el almacenamiento en la nube para borrar imágenes ofensivas. Pero aun ellos serán
reemplazados por la
tecnología digital, al igual que millones de trabajadores que
laboran alrededor
del mundo en los centros de llamadas, en el ingreso de datos, y en software.
La
Guerra Digital y el Estado
Policiaco Global
La digitalización hace posible la creación de un
Estado policiaco
global. En la medida que
dicha
digitalización resulta en una mayor concentración de capital y
agudiza la
polarización, los grupos dominantes recurren a la aplicación de
las nuevas
tecnologías de control social de masas frente a la resistencia
entre los
precarizados y los marginados. La
función dual de acumulación y del control social se realiza con
la
militarización de la sociedad civil y la mezcla entre la
aplicación militar y
civil del armamento avanzado, sistemas de rastreo, de
vigilancia, y de
seguridad. El resultado
es una
permanente guerra de baja intensidad contra las comunidades en
rebeldía
mientras los teatros de conflicto se extienden de las zonas
activas de guerra
hacia las localidades urbanas y rurales en todo el mundo.
Los nuevos sistemas de guerra y de represión
hechos posibles por
una digitalización más avanzada incluyen armamento automático
impulsado por la
IA, tales como los vehículos no tripulados de ataque y
transporte, los soldados
robot, una nueva generación de super-drones (aviones no
tripulados), fusiles
microondas que inmovilizan, ataque cibernético y guerra
informática,
identificación biométrica, extracción estatal de datos, y la
vigilancia electrónica
global que permite el rastreo y control de cada movimiento. La acumulación militarizada
y acumulación por
represión – desde ya un eje mayor del capitalismo global –
podría llegar a ser
cada vez más importante en la medida que se fusiona con las
nuevas tecnologías
de la cuarta revolución industrial, no solo como un medio para
mantener el
control sino también como salida ampliada para el excedente
acumulado que
permite aplazar el colapso económico.
En este contexto, el surgimiento de la economía
digital parece
fusionar tres fracciones de capital alrededor de un proceso
integral de
especulación financiera y acumulación militarizada en el cual la
CCT está
descargando miles de millones de dólares en excedente de capital
acumulado
mientras apuestan en las oportunidades de inversión que ofrece
un Estado policiaco
global.
El capital financiero proporciona el crédito para
la inversión en
el sector tecnológico y en las tecnologías del Estado policiaco
global. Las empresas de
tecnología desarrollan y
proporcionan las nuevas tecnologías que ahora constituyen el eje
de la economía
global. Desde que el
denunciante de la
Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos, Edward Snowden,
habló
públicamente en 2013, ha salido a la luz un torrente de
revelaciones acerca de
la colusión entre las empresas gigantescas de tecnología y el
gobierno
norteamericano y otros gobiernos en pos de la construcción de un
Estado
policiaco global. Y el
complejo militar-industrial-seguridad
aplica esta tecnología en la medida en que se vuelve una salida
para canalizar el
excedente y hacer ganancia mediante el control y la represión de
las
poblaciones rebeldes.
La crisis estructural del capitalismo en los 1970
lanzó el mundo
al camino de la globalización neoliberal.
El reventón de la burbuja dot-com en 2000 arrojó al mundo
a una
recesión. El estallido
de la burbuja
hipotecaria en 2008 desató la peor crisis económica desde los
1930. Todo indica ahora
que el actual boom en el
sector tecnológico está generando una nueva burbuja que podría
resultar en otra
crisis cuando se reviente, quizás de manera conjunta con impagos
de la
deuda. La próxima Gran
Recesión
probablemente cementará esta fusión de la economía digital con
el Estado
policiaco global, si es que no hay un cambio de rumbo impuesto
sobre el sistema
por la movilización de masa y la lucha popular desde abajo.
- William
I. Robinson
es Profesor de Sociología, Universidad de California-Santa
Bárbara.
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