POR QUÉ UN TRABAJADOR NO PUEDE GOBERNAR UNA PROVINCIA O UN PAÍS (1ra parte)
San Fernando del Valle de Catamarca, Argentina, UNASUR-CELAC, EL EMILIO, Historia política de nuestra Nación.
Por Victor Leopoldo Martinez
RAZONES HISTÓRICAS
La siguiente reflexión nació con la lamentable situación por la que atraviesa el compañero trabajador que llegó a presidir un país como Brasil: Ignacio “Lula” Da Silva, y como homenaje a dirigentes gremiales catamarqueños que llegaron a cubrir cargos de legisladores –tanto nacional como provincial- como lo fueron Manuel Isauro Molina, Patricio Scolamieri, Pedro “Uto” Carrizo, entre otros. Como las historias se repiten aunque los escenarios sean distintos, las similitudes nos orientan hacia determinadas conclusiones porque se trata de la PATRIA CHICA, LA PATRIA Y LA PATRIA GRANDE.
“Gobernar es cosa de dotores” se dijo y se inculcó desde siempre en estas tierras argentinas. Ergo un trabajador según este criterio jamás reunirá las condiciones para hacerlo. ¿Será tan así? ¡Humm!!! ¡Miren que los “dotores” hicieron GRANDES macanazos y jodieron al pueblo en general la mayoría de las veces que gobernaron! ¿Hay excepciones? ¡Claro que las hay; pero son las menos!
Desde que Mitre decidió organizar institucionalmente el país al servicio de la minoría a la que él pertenecía, este pícaro y sinvergüenza personaje fijó condiciones y les impuso categoría de “sumamente necesarias” para poder ejercer una responsabilidad gubernativa o función pública: la necesaria domesticación cipayamente cultural impartida a través de una educación que él pensó como valioso instrumento para concretar su proyecto. Allí aparece su primer engendro: el bachillerato. ¿Qué es un bachiller? ¡Vaya uno a saber!!! En principio se trata de una persona que sumó conocimientos varios, generales y “universales”, un poco de todo pero, en realidad un individuo que no sabe nada de nada y no sirve para nada en términos prácticos. ¿Es tan así? ¿Mitre era zonzo? ¡No, para nada! Mitre pensó el bachillerato como el paso intermedio para aquellos que sí podían acceder a la universidad. Nuestras universidades siempre estuvieron más preocupadas por incorporar conocimientos universales –preferentemente europeos- aunque estos fueran inservibles para resolver problemáticas nacionales; casas de “altos estudios” más preocupadas por importar soluciones para nuestras problemáticas sin conocer sus razones político-sociales-económicas reales donde se encontraban las verdaderas causas de nuestros males. Un “bachiller” traía la “deformación” justa para esta necesidad. Esas universidades preparaban “dotores” (preferentemente abogados que son los ideales para operar con “normas” tramposas o para volverlas tramposas) capacitados para “conducir” el país. Lo cierto es que históricamente y en la realidad solo estaban habilitados para servir y defender los intereses o bien de los poderosos o bien los foráneos. Arturo Jauretche las identificabas claramente: “Nuestras universidades son argentinas solo por radicación geográfica”
Don Bartolo se apropió del relato histórico nacional, herramienta necesaria para la construcción argumental que a modo de pilar sostuviera un concepto de riquezas de la patria: Vacas y mieses y esa necesaria oligarquía como la única capacitada y con derecho a usufrutuar de sus beneficios.
Luego sembró hijos putativos a lo largo y ancho de nuestro territorio para que reproduzcan esa zonza historia nacional que él fabricó a pura semi verdades. De esa forma quedó instalado en el inconsciente del ciudadano eso de que el conocimiento te permite acceder a una –aunque siempre ínfima- cuota de ese poder. ¡“Mi’jo el dotor”, pasó a ser una aspiración de máxima para cualquier argentino frente a esa realidad impuesta culturalmente por el proyecto mitrista para la salvación individual del “ciudadano”. Así se destrozó toda posibilidad de construcción colectiva con un mínimo de justicia social en materia de distribución equitativa de la riqueza que solo los trabajadores producían y producen.
En realidad siempre se trató de un “engañapichanga”.
¿Por qué? Porque en los hechos el poder siempre lo tuvo el CAPITAL y sus poseedores; el resto de la burguesía nacional solo jugó obrando como simples marionetas movidas hilos, aunque invisibles, muy firmes. Fue ese capital el que impuso las reglas para una selección amañada de “personajes aptos” para que solo se limitaran a lo largo de la historia a defender sus intereses. Además buscaron que nunca se cuestione ni la forma ni el modo sobre cómo se conformó ese capital: usurpación de propiedades ajenas, explotación de esfuerzos ajenos, etc, etc. Porque fue esa la forma utilizada por aquella burguesía mercantilista y contrabandista que apareció –para nuestra desgracia- con el nacimiento mismo de la Patria; burguesía que posteriormente aprovechó al máximo la conquista Roquista de aquel territorio “desértico” para quedarse con lo que hoy se conoce como la “Pampa Húmeda”.
Entonces comienza la tarea de forjar esa idea que sostiene que la formación académica y el conocimiento son como la plata, como el dinero, una mercancía más que se compra y se vende como cualquier otra.
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