Boletín diario del Portal Libertario OACA |
- Sobre lo inasimilable del anarquismo, su continua pervivencia en la sociedad humana
- Karl Marx: Una fatalidad
- [Audio] Salvador Seguí y la construcción del anarcosindicalismo
- [Madrid] 24 de mayo: 2ª Jornada de Lucha Estatal contra las Listas de Espera
Posted: 21 May 2018 10:25 AM PDT
En cada ciudad del mundo, por más pequeña que sea, hay al menos una persona que se reclama anarquista. Esta solitaria e insólita presencia debe ocultar un significado que trasciende el orden de la política, del mismo modo en que la dispersión triunfante de las semillas no se resume en mera lucha por la supervivencia de un linaje botánico. Quizá la evolución “anímica” de las especies políticas se corresponda con la sabiduría del asperjamiento seminal en la naturaleza. De igual manera, las ideas anarquistas nunca se orientaron según los métodos intensivos de la “plantación” ideológico-partidaria: se desperdigaron siguiéndolas ondulaciones inorgánicas de la hierba plebeya. Una doctrina construida a mediados del siglo XIX logró extenderse a partir de una base bastante endeble, no más que un puñado de personas implantadas en Suiza, Italia y España, hasta llegar a ser conocida en casi todo lugar habitado de la tierra.
Así las cosas, puede considerarse al anarquismo, luego de la evangelización cristiana y la expansión capitalista, como la experiencia migratoria más exitosa de la historia del mundo. Quizá sea éste el motivo por el cual la palabra “anarquía”, antigua y resonante, aún está aquí, a pesar de los pronósticos agoreros que dieron por acabada a la historia libertaria. Mencionar al anarquismo supone una suerte de “milagro de la palabra”, sonoridad lingüística casi equivalente a despertarnos vivos cada nuevo día. Que el ideal anarquista haya aparecido en la historia también puede ser considerado un milagro, un don de la política, siendo la política, a su vez, donación de la imaginación humana. Sin duda, la persistencia de aquella palabra se sustenta en su potencia crítica, en la que habitan tanto el pánico como el consuelo, derivados ambos del estilo “de garra” y del ansia de urgencia propios de los anarquistas: sus biografías siempre han adquirido el contorno de la brasa caliente. Pero la idea anarquista sobrevive también porque en las significaciones que ella absorbe se condensa el malestar humano causado por la jerarquía. Sin embargo, para la mayoría de las personas, el anarquismo, como saber político y como proyecto comunitario, se ha ido transformando en un misterio. No necesariamente en algo desconocido o incognoscible, pero en algo semejante a un misterio. Incomprensible. Inaudible. Inaparente. Nada hace suponer que la aparición histórica del anarquismo en el siglo XIX fuera un acontecimiento necesario. Las ideologías obreristas, el socialismo, la socialdemocracia, eran frutos inevitables germinados en la selva de la vida industrial. Pero el anarquismo no: su presencia fue un suceso inesperado, y cabe especular que podría no haberse presentado jamás en sociedad. Sé que esta suposición es inútil, pues el anarquismo efectivamente existió, y cualquier historiador profesional sabría dispersar banderillas causales sobre el mapa de la evolución de las ideas obreristas y de la política de izquierda. Pero la ucronía que supone la especulación no es ociosa. Facetas políticas del anarquismo estaban presentes en las proclamas marxistas, en las ideas liberales, en las construcciones comunitarias de los primeros sindicatos. ¿Por qué ocurrió entonces que este huésped molesto hizo su abrupta y notoria aparición y se alojó como una astilla entre las ideas políticas de su tiempo? ¿Fue el anarquismo una errata en el libro político de la modernidad? ¿El misterio de esta anomalía política es directamente proporcional al misterio de la existencia de la jerarquía? Error o donación, el hecho es que en ciertos momentos amplios sectores de la población confiaron y depositaron en el anarquismo la clave de comprensión del secreto del poder jerárquico y a la vez un ideal de disolución del mismo. Cada época segrega una suerte de “inconsciente político”, punto ciego y centro de gravedad soterrado que no admite ser pensado por un pueblo, y los lenguajes que tratan de penetrar en esa zona son tratados como blasfemos, ictéricos o exógenos. El anarquismo fue la astilla, el irritador de esa zona, la invención moderna que la propia comunidad, oscuramente, necesitó a fin de poder comprender provisoriamente el enigma del poder. Toda nación y toda experiencia comunitaria proponen interrogantes casi insolubles a sus habitantes. Por eso mismo, en toda ciudad se distribuyen ciertos recintos y rituales a fin de hacer provisionalmente comprensibles sus malestares y sus enigmas. Así, prostíbulo, iglesia, estadio de fútbol y sala de cine acogen los interrogantes lanzados por el deseo, la creación del mundo, la guerra y la ensoñación. El anarquismo acogió los interrogantes últimos asociados con el poder, fue el cráter de la política por donde manaron respuestas radicales al problema, la encrucijada de ideas y prácticas en que se condensó el drama de la libertad. El hecho de que, en sus lenguajes y en sus conductas, la sinceridad consumara un vínculo sólido y peculiar con la política, le concedió a ese movimiento de ideas una potestad singular, que al marxismo-leninismo y al republicanismo demócrata, obligados a continuas negociaciones entre fines y medios, ya les ha sido sustraída para siempre. La irreductibilidad de la conducta y la innegociabilidad de la convicción fueron las cualidades morales que garantizaron que la imaginación popular confiara en líderes sindicales o en ciertos hombres ejemplares, aun cuando quienes se reclamaban anarquistas fueran una minoría demográfica en el campo político. Esa determinación demográfica explica por qué las vidas de anarquistas han sido tan importantes como sus ideas. Cada vida de anarquista era la prueba de que una porción de la libertad prometida existía en la tierra. La jerarquía se aparece ante millones como una verticalidad, inmemorial como una pirámide y perenne como un dios. Poco menos que inderribable. Pero la historia de todo pueblo es la historia de sus posibilidades existenciales, y la reaparición esporádica de la cuestión del anarquismo –es decir, de la pregunta por el poder jerárquico– significa, quizá, que la posibilidad radical sigue abierta, y que a través de ella retorna lo reprimido en el orden de la política. El anarquismo sería entonces una sustancia moral flotante que atrae intermitentemente a las energías refractarias de la población. Opera como un fenómeno escaso, como un eclipse, un atractor de las miradas que necesitan comprender la existencia del poder separado de la comunidad. Cabría decir que el anarquismo no existe: es una insistencia.
Christian Ferrer
Read more ... |
Posted: 21 May 2018 10:17 AM PDT
Recientemente se ha cumplido el bicentenario del nacimiento de Marx. Este acontecimiento ha recibido la atención de diferentes articulistas que han aprovechado la ocasión para hablar de esta figura histórica, generalmente en términos aduladores. Por esta razón es hora de hacer una valoración de las ideas contenidas en la obra de Marx, aunque sólo sea de forma muy general, para examinar con la perspectiva del tiempo histórico las consecuencias de las mismas.
En primer lugar hay que señalar que Marx es el fundador de una gran ideología que, a diferencia de todas las demás, lleva su nombre. Esto es bastante indicativo de la naturaleza tanto de sus ideas como del gran movimiento político que se inspiró en ellas y que adoptó el nombre de marxismo. La preeminencia de la figura de Marx como gran autoridad, tanto ideológica como intelectual y política, constituye un elemento central en el marxismo que viene complementado con el no menos notorio culto a la personalidad que tanto ha caracterizado a las organizaciones basadas en esta ideología. Sin lugar a dudas la obra de Marx es prolija. Pero en el balance final que puede hacerse de esta es incontestablemente negativo, al menos si nos remitimos a las consecuencias que sus planteamientos ideológicos y filosóficos han provocado. En lo que a esto respecta son numerosos los ejemplos históricos de aquellos países en los que las ideas de Marx fueron puestas en práctica, o que en su caso inspiraron la instauración de regímenes autodefinidos como socialistas o populares. El resultado fue en todos los casos, sin excepción, la creación de inmensas distopías llenas de terror, violencia, corrupción y miseria. Ahí tenemos el caso de China donde el partido-Estado ejerce un dominio omnímodo sobre la sociedad, y donde la desigualdad y la falta de libertad es rampante. Pero también están otros casos no menos reseñables como el de Corea del Norte, Cuba, la URSS, la RDA, la Rumanía de Ceaucescu, la Albania de Enver Hoxha, la Camboya de Pol Pot, etc. Bien podrán decir los acólitos del marxismo que estos ejemplos son desviaciones de las ideas de Marx, y que estas no fueron puestas en práctica tal y como fueron pensadas por el propio Marx. Lo cierto es que este argumento, a la luz de los hechos, no se sostiene, y hoy vemos cómo la izquierda en todo el planeta está completamente desacreditada al igual que las ideas de Marx en las que históricamente buscó inspiración. Incluso aquellas organizaciones que sin ocupar posiciones de mando toman como referencia la obra y pensamiento de Marx demuestran en su práctica cotidiana, al igual que en el obrar de sus máximos representantes, la verdadera faz de las ideas marxistas: corruptelas, clientelismo, luchas de poder, violencia, sectarismo, autoritarismo, etc. Si Marx se ha caracterizado por algo es por su completa falta de originalidad a la hora de desarrollar su propio pensamiento, hasta el punto de que la mayoría, por no decir la totalidad, de sus ideas sólo son préstamos tomados de otros autores que le precedieron. Lo esencial de su pensamiento ya estaba contenido en las obras de los materialistas franceses, especialmente de los fisiócratas, pero también en autores del mundo anglosajón como Adam Smith o David Ricardo, sin olvidar la más que obvia deuda intelectual con Hegel del que tomó su lógica dialéctica y la aplicó a los procesos históricos y sociales. Marx ha pasado a la posteridad por haber sido uno de los personajes históricos que más daño ha hecho al pensamiento humano. Sus logros en este sentido son dos. El primero es haber articulado una gran narrativa en la forma de sistema de pensamiento que pretende explicarlo todo. En esto el marxismo no se diferencia en nada importante de ninguna religión pues al igual que estas se fundamenta en una serie de axiomas que operan como dogmas, y a partir de ellos desarrolla toda su lógica argumental y explicativa con la que organiza el mundo. Axiomas que por supuesto no están demostrados en modo alguno. Pero además de esto el marxismo se caracteriza por no dejar espacio para el libre pensamiento al implantar todo un sistema de ideas esencialmente cerrado que gira en torno a su propia lógica interna que se encarga de reproducir ad infinitum. Es de sobra conocido cómo el marxismo, allí donde han sido implantados regímenes políticos inspirados en esta ideología, ha suprimido toda libertad de conciencia y ha impuesto a la sociedad su particular forma de pensar que, para legitimarse, se ha presentado como científica y objetiva. Y ahí es donde el marxismo llegó a ser algo más que una ideología al pretender mostrar las leyes impersonales que rigen la historia, y que proporcionan el conocimiento preciso para transformar el mundo en un sentido revolucionario. De ahí que Lenin exclamase que el marxismo es todopoderoso porque es cierto. El marxismo viene a ser una religión política en la que Marx es su profeta encargado de mostrar la verdad revelada constituida por el marxismo como nueva fe. El Capital, junto a otras obras como El manifiesto comunista, es la biblia de este credo político. En esa biblia está contenido el conocimiento que, en forma de leyes históricas, sociales y económicas, rige el universo y en virtud de las cuales este puede ser transformado. El partido comunista es la iglesia en la que se organizan los líderes de esta fe encargados de conducir a la comunidad de fieles, compuesta por el movimiento obrero, hacia el paraíso terrenal del comunismo, ese nuevo cielo en la tierra. La revolución viene a jugar el papel del día del juicio final, la gran catarsis que redimirá a los justos y condenará a los malvados. Engels, Lenin, Trotsky, Gramsci, Stalin, Mao, etc., son los apóstoles de esta religión que se ocupan de impartir directrices y desarrollarla en su puesta en práctica. Junto a ellos están los intelectuales comprometidos, esa vanguardia revolucionaria que vela por la ortodoxia ideológica en el seno del movimiento obrero y de la iglesia que constituye el partido. Son un nuevo clero que se encarga de decir lo que está bien y mal, lo que es aceptable y lo que no lo es, lo correcto e incorrecto, porque ellos están imbuidos de un conocimiento objetivo, científico y sobre todo auténtico que los convierte en una autoridad indiscutida. Y finalmente nos encontramos con el Estado que es en todo esto el nuevo Dios que nos salva. Un Dios mortal que en las manos correctas nos redime y actúa de manera benéfica, completamente desinteresada, para construir una nueva humanidad. El segundo gran logro de Marx contra el pensamiento humano es su reduccionismo. Un reduccionismo que consiste en enfocar el mundo, y consecuentemente todos los procesos humanos, a través de una perspectiva tan limitada como la que ofrece la filosofía del materialismo histórico. Una filosofía que reduce al ser humano a la condición de estómago con patas al afirmar que el hecho fundamental de la sociedad es la producción, y por tanto la forma de obtener los medios de vida. La economía, y con ella las relaciones de producción, son la base de toda sociedad y el elemento determinante de su desarrollo histórico en la medida en que todos los restantes procesos sólo son epifenómenos de la base material y económica sobre la que se organiza la sociedad. Se trata de una concepción del mundo y de la vida esencialmente burguesa, y que sólo entiende la realidad en términos económicos, y por tanto numéricos y monetarios. Para el marxismo todo es una cuestión de beneficios económicos, de rentabilidad y productividad, y en última instancia de dinero. El economicismo del marxismo, algo que comparte con el liberalismo, lleva a cabo una deformación profunda de la realidad al afirmar que el poder económico que se forma en las relaciones de producción es el que articula la superestructura política, de manera que esta última depende en todo lo esencial de la economía. El Estado, entonces, es el resultado de las relaciones sociales que se desenvuelven en la economía, y por tanto la consecuencia directa de la existencia de relaciones de explotación en la que la clase privilegiada se dota de los medios de coerción precisos para mantener su posición dominante. Esto es lo que condujo a Marx a considerar el gobierno del Estado moderno la junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa. Sólo la ruptura revolucionaria que conduzca al proletariado a la conquista del Estado puede hacer que este comience a funcionar en interés de la clase obrera al mismo tiempo que reprime a la clase explotadora. Un planteamiento que en modo alguno resiste cualquier análisis histórico del surgimiento del Estado y de su posterior evolución, y lo mismo cabe decir de los sucesivos intentos de poner en práctica las ideas de Marx. El marxismo, con su economicismo, ha hecho lo imposible para presentar la economía como el factor determinante de la política. Y al hacerlo ha socializado entre la clase obrera una concepción burguesa del mundo que sólo tiene en cuenta los beneficios económicos, el dinero, la rentabilidad, etc., y que entiende todo, absolutamente todos los fenómenos sociales, en esos términos. El marxismo ha demostrado ser así un agente aburguesador de la clase obrera al sumirla en una ideología que rinde culto a la economía y al logro del máximo beneficio, y para la que el dinero y la producción lo son todo. El marxismo consiguió que la clase obrera aprendiese a pensar, sentir, ser y obrar como la burguesía, y sobre todo a resultarle apetecible todas aquellas cosas que precisamente le parecen apetecibles a la burguesía. El marxismo convirtió al burgués en el espejo en el que el obrero pasó a mirarse. Esto fue llevado hasta el punto de convertir la condición burguesa en la principal aspiración obrera. De este modo el marxismo preparó y ejecutó la derrota ideológica del movimiento obrero frente a la burguesía. La imagen que el marxismo presenta de la realidad, especialmente en su versión socialdemócrata, es la de un mundo en el que banqueros, empresarios, etc., constituyen el poder económico que controla y dirige el Estado como máxima institución del poder político. El Estado sirve a los intereses de los capitalistas porque sólo es una maquinaria, un instrumento de opresión que, sin embargo, puede cambiar su finalidad si es controlado por el proletariado, y más concretamente por los representantes de esta clase social. Entonces el Estado se convierte en un ente salvador y benéfico que redime a la sociedad al pasar a estar a su servicio en la medida en que es dirigido y organizado según los preceptos establecidos por Marx. Lo cierto es que Estado y Capital constituyen a día de hoy una misma y única realidad. Tal es así que el Estado es el principal poder económico en la sociedad al apropiarse de una porción del PIB por medio del gasto que ninguna corporación privada alcanza, llegando en algunos casos al 50 ó 70% del mismo. Esto hace que el Estado, con sus presupuestos, sea la organización que mayor cantidad de recursos financieros, económicos y materiales controla y gestiona, sin olvidar la ingente cantidad de funcionarios que tiene a su servicio como mano de obra (el Estado español dispone de aproximadamente 3 millones de funcionarios, más que ninguna corporación privada). Asimismo, ninguna empresa del capitalismo privado tiene la capacidad de gravar la economía con impuestos y menos aún de regularla por medio de innumerables organismos y agencias de las que dispone el Estado, sin olvidar las leyes que organizan tanto el mercado como la economía en su conjunto. El Estado se sirve en primer lugar a sí mismo, sólo después sirve al Capital y lo hace en la medida en que esto le permite servirse de este para conseguir sus propios objetivos que, obviamente, trascienden lo puramente económico. Si el Estado es algo es un maximizador de poder y no de beneficios, tarea que históricamente dejó en manos de la burguesía. Vemos cómo la izquierda, una y otra vez, apoyada en esa mitología ideológica expelida por el marxismo, ahonda en esa reaccionaria y anticuada idea de defensa del Estado como remedio de todos los males. Y lo hace con el claro propósito de promocionar a sus líderes a la condición de burguesía de Estado encargada de gestionar los ingentes recursos que dicha organización concentra. La burguesía de izquierda martillea la conciencia de la sociedad mediante la repetición sistemática del discurso marxista, y sobre todo socialdemócrata, de que el Estado nos salva, y que desde sus instituciones es como puede cambiarse la realidad injusta del capitalismo. En este sentido el marxismo anula la capacidad reflexiva del sujeto y ciega a quienes se dejan embaucar por un discurso ensordecedor que no se atiene lo más mínimo a los hechos concretos. El resultado es la permanente postración de la clase sometida bien al Estado o bien a una casta de charlatanes que dice representarla. En todo esto huelga decir que la extinción del Estado como meta última era para Marx una mera concesión retórica para acallar las críticas, pero difícilmente puede conseguirse la desaparición del Estado cuando lo que se propone es su progresivo fortalecimiento y crecimiento, siempre a expensas de la sociedad, mediante la administración de la dominación. La falta de coherencia entre medios y fines, al plantear que el Estado puede ser desvinculado de los fines para los que fue creado (la opresión de la población por una minoría organizada), es lo que lleva una y otra vez a los mismos resultados que hemos podido comprobar en diferentes lugares como la URSS, China, Cuba, etc. En todos ellos apareció una nueva elite dirigente, una burguesía de izquierdas, que oprimió a la población con mayor saña que sus predecesores. El culto al Estado es un rasgo definitorio del marxismo y de todos los partidos que se adhieren a esta ideología. No por casualidad el fascismo nació en la izquierda e hizo de ese culto al Estado su principal divisa política, a la que le siguió el culto a la personalidad que tanto predicamento tiene en la izquierda. Es lo propio de una ideología totalitaria en la que la libertad y la ética nada importan al estar supeditadas al principio de eficacia política en la lucha por el poder. Sin lugar a dudas la razón instrumental ha sido un elemento fundamental en la práctica de las organizaciones marxistas, lo que unido a las ideas desarrollistas, productivistas e industrialistas hacen explicable que cuando el marxismo ha sido puesto en práctica haya producido sociedades distópicas llenas de sufrimiento para la población. El balance general que puede hacerse de las ideas de Marx, y más específicamente de su sistema de pensamiento, es negativo. La historia, a la que los marxistas siempre han considerado el último juez, da suficientes pruebas de la negatividad intrínseca de una ideología que tanto daño ha producido a la humanidad. Una ideología que se empecina en separar al capitalismo del Estado cuando es el Estado el que crea, protege y reproduce el capitalismo. Una ideología que hace de la principal causa de los males de la humanidad, el Estado, el remedio de esos mismos males que produce. El marxismo, junto al izquierdismo que le es intrínseco, merece el repudio de todos los que amamos la libertad, y que por ello mismo aspiramos a un mundo sin amos ni esclavos, sin explotadores ni explotados, sin jefes ni súbditos, sin gobernantes ni gobernados, sin opresores ni oprimidos. Por todo esto Karl Marx sólo puede ser considerado una fatalidad que únicamente merece estar en el cubo de la basura de la historia.
Esteban Vidal
Read more ... |
Posted: 21 May 2018 10:09 AM PDT
Salvador Seguí vivió entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Murió muy joven, superando apenas la treintena de años, en 1923. Muerto a tiros por asesinos a sueldo de la patronal catalana, protegidos por las autoridades del momento.
Y es que Seguí vivió con intensidad aquellos años de recrudecimiento de la lucha de clases, y fue protagonista destacado en la configuración del anarcosindicalismo ibérico. Uno de los principales ideólogos y organizadores del sindicato como organización de masas, fuerte y eficiente, sin tutelas, pragmático, a la vez que radical. Read more ... |
Posted: 21 May 2018 09:56 AM PDT
Las Listas de Espera en la Sanidad Púbica siguen siendo un gran problema. Más de 600.000 personas en todo el estado esperan una intervención quirúrgica, de las que cerca de 80.000 son de la Comunidad de Madrid. La lista de espera diagnóstica (primera consulta del especialista) es de casi 2 millones de personas en el estado, de las que más 350.000 son de Madrid.
Estas vergonzosas cifras, sin embargo, no son reales. El sistema utiliza diferentes estratagemas para falsear los datos, ya sea retrasando la inclusión en la lista, bloqueando las agendas, expulsando a los que no aceptan ser intervenidos en centros privados, presionando a los profesionales, etc. Por ello se ha vuelto a convocar una nueva Jornada de Lucha en todo el estado español. En la Comunidad de Madrid se han convocado las siguientes concentraciones el día 24 de mayo: - Hospital La Princesa, 10:45-11:45 horas. - Hospital Gregorio Marañón, 11:45-13 horas (Dr. Castelao, 54). - Móstoles, 19-21 horas, Plaza Pradillo esquina Avenida de la Constitución. - Hospital 12 Octubre, 11-12 horas, Puerta principal. - Hospital La Paz, 11-12 horas, Puerta principal. - Hospital Ramón y Cajal, 12:30-13:30 horas, Puerta principal. - Hospital de Getafe, 12 horas, Puerta principal. - Hospital de Leganés, 12 horas, Puerta principal. - Aranjuez, 19 horas, Plaza de la Constitución. Más de 600.000 personas esperan una intervención quirúrgica en todo el estado (una de cada cinco más de seis meses), mientras que en 2008 eran 364.000 personas, lo que indica que en estos años de recortes el número casi se ha duplicado. Respecto a la lista de espera diagnóstica, casi 2 millones de personas están a la espera de la primera consulta con el especialista, con un tiempo medio de espera de casi 60 días. En estos últimos años el “cuello de botella” ha pasado, del quirófano al diagnóstico (primera cita con el especialista), retrasándose aún más la atención de los enfermos, ocurriendo que haya personas que fallecen antes de ser diagnosticadas o recibir tratamiento. Estas vergonzosas cifras, sin embargo, no son reales. El sistema utiliza diferentes estratagemas para falsear los datos, ya sea retrasando la inclusión en la lista, bloqueando las agendas, expulsando a los que no aceptan ser intervenidos en centros privados, presionando a los profesionales, etc. Este deterioro planificado del sistema, ha empujado a sectores de población que aún mantienen cierta capacidad adquisitiva, hacia los seguros privados. Así, a pesar de la “crisis económica”, se ha pasado de 5,3 millones de personas en 2006, a 7,5 millones en 2017 con un seguro sanitario privado, es decir 2,2 millones de personas más (un crecimiento del 41 %). Sin embargo, es posible enfrentar el problema de las listas de espera y reducirlas en gran parte, incluso con menos gasto sanitario. Pero exige tomar una serie de medidas de sentido común, utilizando al 100 por 100 los recursos existentes en el Sistema Nacional de Salud (quirófanos, tecnología, etc.), lo que colisionará con intereses particulares que están instaurados con mucha fuerza dentro de la Administración Sanitaria. PROPONEMOS: 1.- Creación de un turno de tarde en los hospitales, en las especialidades médicas que sean necesarias, para mantener funcionando a pleno rendimiento todos los recursos hasta las 21 horas. Esto permitiría, contratar a los profesionales que actualmente obligamos a emigrar (cuando su formación nos cuesta hasta 300.000 €), y también suprimir las horas extras realizadas por las tardes. 2.- Prohibición de los conciertos con centros privados, innecesarios al poner a funcionar los centros públicos al 100 por 100, con el consiguiente ahorro. 3.- Incompatibilidad absoluta para que el personal del sector público trabaje en la privada. Ninguna empresa privada permite a sus profesionales trabajar en la competencia. 4.- Establecimiento de plazos para la atención, similares en todo el estado, independientemente del lugar de residencia, para acabar con las vergonzosas diferencias que se han instaurado en estos treinta años. Financiación sanitaria finalista, para acabar con las enormes diferencias en el gasto sanitario per cápita(1). 5.- Entrada en lista de espera automática, tras la decisión clínica de derivación al especialista, petición de prueba diagnóstica o intervención, mediante la asignación y entrega de un código al paciente que garantice el seguimiento y control de la cita. 6.- Democratización del sistema. Transparencia absoluta y acceso sencillo a todos los datos de actividad, calidad, gasto y adjudicaciones del SNS. A nivel estatal, solo existe una norma(2) que “garantiza” un tiempo máximo de acceso para cinco tipos de cirugías: 180 días para cardíaca valvular, cardíaca coronaria, cataratas, prótesis de cadera y prótesis de rodilla. Tras más de 30 años de Ley General de Sanidad, los políticos no han tenido tiempo para garantizar por Ley plazos para el resto de intervenciones quirúrgicas, consultas externas, o pruebas diagnósticas. Cada Comunidad Autónoma ha legislado, o no, normas para sus territorios, lo que ha dado como resultado enormes diferencias en las teóricas garantías de acceso a la asistencia sanitaria. Incluso en aquellas autonomías que disponen de mejores garantías, hay una trampa muy habitual que es dar las primeras citas bastante rápido pero luego las consultas sucesivas o las pruebas diagnósticas se retrasan muchos meses como en el resto del estado. Contra las vergonzosas diferencias existentes en función del lugar de residencia, proponemos la extensión a todo el estado de las garantías existentes en los territorios con normativa más avanzada(3): — Consultas preferentes garantizadas en un plazo máximo de 10 días. — Resto de consultas de atención especializada, plazo máximo de 30 días. — Pruebas diagnósticas relacionadas con procesos de oncología y cardiología, 30 días. — Otras pruebas diagnósticas programadas no urgentes, 45 días. — Cirugía oncológica plazo máximo de 30 días. — Cirugía cardiaca plazo máximo de 60 días. — Resto de cirugías 120 días. LAS LISTAS DE ESPERA MATAN HOSPITALES INFRAUTILIZADOS, PACIENTES ESPERANDO DEROGACION DE LA LEY 15/97 Y DE TODAS LAS LEYES AUTONOMICAS QUE PERMITEN LA PRIVATIZACIÓN. [1] De hasta el 30 % menos en 2018: País Vasco 1.695 euros por habitante, Andalucía 1.158 euros, es decir, una diferencia de 537 euros por habitante. [2] Real Decreto 1039/2011, de 15 de julio, por el que se establecen los criterios marco para garantizar un tiempo máximo de acceso a las prestaciones sanitarias del Sistema Nacional de Salud. [3] País Vasco y Navarra. Read more ... |
You are subscribed to email updates from Port |
No hay comentarios:
Publicar un comentario