POR QUÉ UN TRABAJADOR NO PUEDE GOBERNAR UNA PROVINCIA O UN PAÍS (2da parte)
San Fernando del Valle de Catamarca, Argentina, UNASUR-CELAC, EL EMILIO, Historia política de nuestra Nación.
Por Victor Leopoldo Martinez
RAZONES CULTURALES CON BASE EN LA EDUCACIÓN
Si el conocimiento se hizo mercancía, ¿por qué no el papel moneda? Hoy resulta natural pensar así. Tomemos por caso el dólar. Para burgueses y aspirantes a tales es una mercancía más, una moneda de alta cotización que su posesión da seguridad económica y status social. Suena muy disparatado que un papel pintado adquiera tanto valor, pero la realidad indica que la estupidez humana instalada artificial y mediáticamente es mucho, pero mucho más eficiente que cualquier buen sentido. Pero ellos… ¡Ellos son unos vivos bárbaros porque la patria para ellos es el bolsillo!!!
Y… Una cosa trae la otra. El conocimiento como bien “capital” es un producto rentable y altamente comercializable. Se lo puede vender; o poner al servicio del mejor postor capitalista y de esa forma posicionarse socialmente como capacitado para ejercer alguna función pública; y hasta pensar en gobernar una provincia, o el Estado Nacional; solo basta con ser el candidato impuesto mediáticamente por el stablishment capitalista y elegido por el voto.
En realidad y salvo honrosas excepciones, los gobernantes elegidos democráticamente jamás gobernaron para sus electores. ¿Por qué? Si don Raúl Alfonsín viviera le daría algunas de las respuestas ya que él lo padeció; o Menem, o a De La Rua podrían responder a esto. En este país se puede gobernar tranquilo si y solo si estás dispuesto a servir al capital oligárquico. Este pequeñísimo detalle no le debe interesar a nadie; y de que esto pase desapercibido se encargó, encarga y encargará siempre la prensa, su principal cómplice y aliado generador de cortinas de humo distractivas en términos informativos.
Los 3 niveles de tratamiento pedagógico de la educación formal –que todos defendemos- facilitan la demandada estratificación social que habilita o restringe el acceso a un cargo de decisión política en el orden legislativo y/o ejecutivo. El tercer nivel es el que “dotora”, y una vez “dotorado” estas habilitado, no para servir a la sociedad sino para defender el status quo vigente.
Para que esto fuera posible era necesario instalarlo; y Mitre, contó con el aporte inestimable de don Domingo Faustino. La cuestión era “civilizar a la barbarie” (domesticarla). Pero no tan llamativamente fue a él –a don Bartolo- a quién “se le pasó por alto” liberar el derecho para que cualquier ciudadano pueda decidir sobre quién debía ser su gobernante en aquella constitución del “53”. A don Juan Bautista no. Si bien es cierto que a este último mucho trabajo no le costó su elaboración previa en general ya que se limitó a copiar de la constitución norteamericana su estructura jurÍdica, salvo –claro está- algunas omisiones. Pero Alberdi incluyo el derecho a sufragar para todos los habitantes, algo que fue amañado a través de las leyes electorales; y desde 1862 hasta 1916 (en 1912 aparece la ley Saenz Peña) el voto pasó por ser “cantado” cuando no “calificado” (solo podían votar los “cultos y entendidos”). Posteriormente se las siguieron ingeniando para manipular el recurso electoral y en algunos casos hasta lo llamaron “fraude patriótico” (Patria=Oligarquía) como fue en la primera década infame 1930-1943.
Hasta 1945 ni el parlamento nacional fue espacio para un representante de los “no domesticados”, de los “barbaros”=trabajadores=la chusma. Fue casualmente Juan Domingo Perón quien decidió que los trabajadores debían tener representación parlamentaria. La Historia mitrista todavía hoy sigue escondiendo aquella frase que dio la “mal venida” a los representantes de los trabajadores en el parlamento nacional en 1946: “Se viene el aluvión zoológico”; y desde las galerías superiores les tiraban maíz para indicar que los representantes obreros eran equinos. El “dotor” Ernesto Enrique Sammartino (de la Unión Civica Radical) manifestó en el parlamento: “El aluvión zoológico del 24 de febrero parece haber arrojado a algún diputado a su banca, para que desde ella maúlle a los astros por una dieta de 2.500 pesos. Que siga maullando, que a mí no me molesta.”
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