Boletín diario del Portal Libertario OACA |
- Algunos pensamientos sobre el sistema de propiedad post-revolucionario - Errico Malatesta
- ¡Agarra la tierra!
- Catalunya y las anarquistas
- El dinero y el poder: La adicción a la esperanza
- [Documental] Aprendiz de Anarkista
- Metido en el algoritmo de la realidad
- El debate interno en la CNT sobre la revolución (1931-1937)
- [Poema] Cae la noche
Posted: 27 May 2018 02:01 PM PDT
Il Risveglio, Génova, Noviembre de 1929. Traducción al castellano: @rebeldealegre
Nuestros oponentes, los beneficiarios y defensores del sistema social actual, tienen el hábito de justificar el derecho a la propiedad privada señalando que la propiedad es la condición y garantía de la libertad.
Y estamos de acuerdo. ¿No decimos nosotros repetidamente que la pobreza es esclavitud?
Pero entonces, ¿por qué nos les oponemos?
La razón es clara: en realidad la propiedad que ellos defienden es la propiedad capitalista, es decir la propiedad que permite a sus dueños vivir del trabajo de los demás y que por lo tanto depende de la existencia de una clase de desheredados y desposeídos, forzados a vender su trabajo a los dueños de la propiedad por un salario inferior a su valor real.
Por cierto, en todos los países del mundo moderno la mayoría de la población debe vivir buscando empleo donde aquellos con el monopolio de la tierra y los medios de trabajo y cuando lo obtienen reciben un salario que es siempre menor a su valor y a menudo apenas suficiente para cuidarse de la inanición. Esto significa que los trabajadores están sometidos a un nuevo tipo de esclavitud que, aunque puede variar en el grado de severidad, siempre implica inferioridad social, penuria material y degradación moral, y es la causa primaria de todos los males que aquejan al orden social de hoy.
Para llevar libertad a todos, para permitir que todos, en completa libertad, obtengan el máximo grado de desarrollo moral y material, y disfruten todos los beneficios que la naturaleza y el trabajo pueden conceder, todos debe tener su propia propiedad; todos, esto es, deben tener el derecho a ese pedazo de tierra y aquellas materias primas y herramientas y equipamiento que se necesitan para trabajar y producir sin explotación y opresión. Y ya que no podemos esperar que las clases propietarias entreguen espontáneamente los privilegios que han usurpado, los trabajadores tendrán que expropiar esa propiedad y ésta debe volverse propiedad de todos.
Esta ha de ser la tarea de la siguiente revolución y a ella debemos prestar nuestros mejores esfuerzos. Pero dado que la vida social no puede permitirse interrupciones, debe al mismo tiempo dar consideración a los medios prácticos usando los bienes que para entonces tendríamos en común, y a los modos de asegurar que todos los miembros de la sociedad disfruten de iguales derechos.
El sistema de propiedad será por ende el problema que surja en el mismísimo momento en que procedamos a la expropiación.
Naturalmente no podemos clamar o esperar pasar de un tirón del sistema actual a otros sistemas perfectos y definitivos. Durante el momento de la revolución, cuando la primera prioridad es actuar rápido e inmediatamente satisfacer las necesidades más urgentes, todo lo posible se hará, dependiendo de la voluntad de los involucrados y de las condiciones reales que están determinadas y circunscritas por ellos. Pero es esencial que, desde el mismo comienzo haya una idea de qué se requiere hacer para impulsar las cosas lo más allá posible hacia ese fin.
¿Debiese la propiedad ser individualmente o colectivamente poseída? ¿Y el poseedor colectivo de bienes indivisos debiese ser el grupo local, el grupo operacional, el grupo de afinidad ideológico, el grupo familiar — o ha de involucrar a todos los miembros de la nación completa y, más allá, de toda la humanidad?
¿Cuáles serán las formas de producción e intercambio? ¿El sistema victorioso será el comunismo (asociaciones de productores y libre consumo para todos) o el colectivismo (producción en común y distribución de bienes de acuerdo a la labor del individuo) o el individualismo (a cada quien los medios individuales de producción y la posesión del producto de su propia labor), o alguna otra forma compuesta que los intereses individuales y los instintos sociales, iluminados por la experiencia, puedan sugerir?
Probablemente todas las formas posibles de distribución serán experimentadas simultáneamente, en la misma u otra locación, y serán fundidas y adaptadas en diversas formas hasta que la experiencia práctica identifique la mejor manera o maneras.
En tanto, como ya lo he mencionado, la necesidad de no interrumpir la producción y la imposibilidad de suspender el consumo de las necesidades básicas asegurará que poco a poco, a medida que la expropiación tome lugar, se alcanzará el consenso en vías de seguir la marcha de la vida social. Lo que sea posible se hará, y en tanto se haga todo para prevenir el establecimiento y consolidación de nuevos privilegios habrá tiempo para hallar mejores soluciones.
¿Pero cuál es la solución que me parece mejor y hacia la cual hay que apuntar?
Me denomino a mí mismo comunista porque el comunismo me parece el objetivo ideal para la humanidad, pues el amor mutuo entre las personas crece y la producción a gran escala les libera del temor al hambre, y por ende destruye el principal obstáculo de la solidaridad. Pero, en realidad, más que las formas prácticas de organización económica, que deben necesariamente ser adaptadas a las circunstancias y estarán bajo un desarrollo continuo, lo importante es el espíritu que mueve a estas organizaciones y los métodos con los que se monten. Lo que es importante, es mi opinión, es que estén guiadas por el espíritu de justicia y un deseo por el bien de todos, y que siempre sean creadas libremente sobre bases voluntarias.
Toda forma de organización, si realmente hay libertad y un espíritu de solidaridad, apunta al mismo fin —la emancipación y el progreso humanos— y terminarán por concordar unas con otras y fundiéndose. Pero si, por el contrario, hay una carencia de libertad y buena voluntad para con todos, entonces no hay forma de organización que no engendre injusticia, explotación y despotismo.
Miremos brevemente los principales sistemas que han sido propuestos como solución al problema.
Respecto a las aspiraciones anarquistas, los dos sistemas básicos en disputa son: el individualismo (con lo cual quiero decir individualismo como medio de distribución de la riqueza y no lidiaré con abstrusos conceptos filosóficos que, en este contexto, son irrelevantes) y el comunismo.
El colectivismo, del que poco se dice hoy por hoy, es un sistema intermedia que reúne los méritos y los defectos de los dos sistemas ya mencionados y, quizás, precisamente porque es una casa a medio construir, será ampliamente aplicada, al menos durante la transición entre la sociedad antigua y la nueva. Pero no lidiaré específicamente con éste porque las mismas objeciones se puede hacer de él como del individualismo y el comunismo.
El individualismo completo pareciera consistir en dividir entre todos los individuos toda la tierra y toda otra riqueza en proporciones que son virtualmente iguales y equivalentes, de tal manera que todas las personas, desde el inicio de sus vidas, están provistas con iguales medios, y cada individuo puede elevarse a alturas que sus facultades y actividades permitan. Para preservar esta igualdad desde el inicio la idea de herencia sería abolida y periódicamente habría nuevas divisiones de tierra y riqueza para llevar el paso a los cambios en la población.
Este sistema sería claramente no viable económicamente; esto es, no sería conducente al mejor uso de la riqueza. Aún si pudiese ser aplicado en comunidades agrarias pequeñas y primitivas sería ciertamente imposible en una civilización agro-industrial colectiva y avanzada extensa, en la cual una porción considerable de la población no estaría en contacto directo con la tierra y el equipamiento para producir bienes materiales, pero estaría llevando a cabo servicios útiles y esenciales para todos. Además, ¿cómo puede la tierra ser dividida con al menos relativa justicia, dado que el valor de las diversas áreas de tierra difiere tanto de acuerdo a la productividad, la salud del suelo y la posición?
¿Y cómo puede uno dividir las grandes empresas industriales que, para operar, dependen de la labor de un gran número de trabajadores, trabajando simultáneamente? ¿Y cómo fijar el valor de las cosas y el comercio sin al mismo tiempo caer nuevamente en los males de la competencia y el acaparamiento?
Es muy cierto que los avances en la química y la ingeniería tienden hacia una equiparación de la productividad y fertilidad de distintas áreas de tierra; que el desarrollo de los medios de transporte —el auto a motor y el aeroplano— tenderán a esparcir beneficios mucho mayores; que el motor eléctrico es un factor descentralizador en la industria y permite a los individuos aislados y a los grupos pequeños que realicen trabajo de máquinas; la ciencia podría, en todos los países, descubrir o sintetizar las materias primas necesarias para la producción. Y luego, cuando éstos y otros avances se realicen, la facilidad y la abundancia de producción dejarán de ser el problema económico predominante que es hoy y el crecimiento en solidaridad humana será inútil y repugnante cualquier diminuto y nimio cálculo respecto a lo que una u otra persona tenga o no derecho.
Pero estas son cosas que ocurrirán en un futuro más o menos distante, mientras que aquí he estado tratando con el hoy[1929] y el futuro cercano. Y hoy una organización social basada en la posesión individual de los medios de producción, manteniendo y creando antagonismos entre productores y un conflicto de intereses entre productores y consumidores, estaría siempre bajo la amenaza del posible advenimiento de la autoridad, un gobierno que restablecería los privilegios que habían sido derrocados. En cualquier caso no podría existir, siquiera provisionalmente, a menos que fuese moderado y fortalecido por todo tipo de asociaciones y cooperativas voluntarias.
El dilema principal para la revolución sigue siempre siendo: ya sea organizarse voluntariamente para beneficio de todos, u organizarse bajo el poder de un gobierno para beneficio de la clase gobernante.
Volquémonos ahora hacia el comunismo. Teóricamente, en cuanto a las relaciones humanas concierne, el comunismo parece el sistema ideal para reemplazar la lucha por la solidaridad, para hacer el mejor uso posible de la energía natural y del trabajo humano y para hacer de la humanidad una gran familia de hermanas y hermanos cuyo propósito sea ayudarse y amarse unos a otros.
¿Pero es esto practicable en la condición moral y material en la que la humanidad se encuentra ahora? ¿Y cuáles son su límites?
El comunismo universal —una sola comunidad de seres humanos— es una aspiración, una meta ideal hacia la cual moverse, pero ciertamente no podría ahora tomar forma concreta de organización económica; probablemente tampoco podría hacerlo en largo tiempo por venir: el largo plazo será asunto de nuestros descendientes.
En el presente uno puede pensar solo en una multiplicidad de comunidades compuestas de poblaciones vecinas y afines, que tendrían un número de distintas relaciones unas con otras, ya sea comunistas o comerciales; y aún dentro de estos límites siempre hay el problema de un posible conflicto entre el comunismo y la libertad. Porque al menos que haya un sentimiento residual, que impulse a las personas hacia una solidaridad consciente y deseada que nos induciría a luchar por y a poner en práctica el mayor grado posible de comunismo, creo que el comunismo total —especialmente si se extiende en un gran área de territorio— sería tan imposible y anti-libertario hoy como el completo individualismo sería económicamente inviable e imposible.
Para organizar una sociedad comunista a gran escala, toda la vida económica —medios de producción, intercambio y consumo— tendrían que ser radicalmente transformados. Y esto solo podría hacerse gradualmente, como lo permiten las circunstancias objetivas, y en el grado en que la mayoría de la población comprenda las ventajas y sepa cómo mantenerse. Si, por otra parte, esto pudiese hacerse de un solo golpe, según los deseos y por medio del poder excesivo de un partido, las masas, acostumbradas a obedecer y servir, aceptarían la nueva forma de vida como una ley nueva, impuesta por un nuevo gobierno, y esperaría a que un poder supremo imponga sobre todos cómo producir y controlar el consumo. Y el nuevo poder, no sabiendo y no siendo capaz de satisfacer inmensamente variadas y a menudo contradictorias necesidades y deseos, y no queriendo declararse a sí mismo un espectador inútil dejando a las partes interesadas la libertad de hacer lo que quieran y pueda, reconstituiría un Estado, fundado, como todos los Estados, sobre poder militar y policial; y esto, si se las arregla para perdurar, solo sustituiría nuevos y más fanáticos patrones por los antiguos. Bajo ese pretexto (y por cierto con la honesta y sincera intención de regenerar el mundo con un nuevo evangelio) un solo liderazgo debe ser impuesto sobre todos, todas las libertades suprimidas y toda libre iniciativa vuelta imposible. En consecuencia, la disuasión y paralización de la producción comenzaría; prácticas comerciales clandestinas y fraudulentas reinarían; habría una burocracia arrogante y corrupta, miseria general y, finalmente, un retorno más o menos completo a las mismas condiciones de opresión y explotación que la revolución suponía abolir.
La experiencia rusa no debe haber ocurrido en vano.
Para concluir, me parece que ningún sistema puede ser viable y realmente liberar a la humanidad del cautiverio atávico, si no es el resultado del libre desarrollo.
Si ha de haber una sociedad en la que las personas vivan juntas sobre bases libres y cooperativas para el bien mayor de todos y nunca más conventos y despotismos, sostenidos por la superstición religiosa o la fuerza bruta, las sociedades humanas no pueden ser la creación artificial de una persona o secta. Deben ser el resultado de las necesidades y deseos competentes o conflictuantes de todos los miembros de la sociedad que, mediante repetido ensayo y error, encuentren las instituciones que, en un momento dado, son las mejores posibles, y las desarrollen y las cambien de acuerdo a las circunstancias y deseos variables.
Comunismo, individualismo, colectivismo o cualquier otro sistema imaginable puede ser preferido y su triunfo construido mediante la propaganda y el ejemplo. Pero, a riesgo de seguro desastre, de lo que siempre se debe tener cuidado es de clamar que el sistema propio es el único e infalible, bueno para todos, y en todo lugar y en todo momento; y esa victoria puede obtenerse de otros modos que por la persuasión, en base a la evidencia de los hechos.
Lo importante, e indispensable, y además el punto esencial de partida, es asegurar que toda persona tenga los medios para ser libre.
Cuando el gobierno, que defiende a los propietarios y a los terratenientes, sea vencido, o de cualquier manera considerado impotente, será tarea de todos, y especialmente de aquellos entre la población que tengan el espíritu de iniciativa y habilidad organizativa, proveer para la satisfacción de las necesidades inmediatas y prepararse para el futuro, destruyendo privilegios e instituciones dañinas y al mismo tiempo haciendo que las instituciones útiles, que hoy exclusivamente o principalmente sirven a las clases dominantes, funcionen para el beneficio de todos.
La misión especial para los anarquistas es estar en guardia por la libertad contra los aspirantes al poder y contra el posible despotismo de la mayoría.
Errico Malatesta
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Posted: 27 May 2018 01:43 PM PDT
El Land Grabbing, que se traduce por “acaparamiento de la tierra”, es un fenómeno económico y geopolítico de plena actualidad en las últimas décadas.
Si bien el recurso a tales prácticas ha existido siempre en el curso de la historia de la humanidad, la carrera por la tierra asume hoy una especial relevancia por sus dimensiones y por quienes son sus protagonistas. Se habla de al menos dos mil millones de hectáreas que empresas transnacionales, gobiernos y especuladores, tanto públicos como privados, han acaparado en Asia, Sudamérica y principalmente en África. El papel del campo como finanza especulativa surge a partir de 2007. Tras la crisis de los mercados, los tiburones de las altas finanzas mundiales reconvierten y trasladan velozmente los fondos de inversión a millones de hectáreas de terreno, con objeto de producir monocultivos y biocarburantes para exportar a países ricos que no tienen capacidad agrícola para cubrir sus propias necesidades alimentarias. El precio del grano no depende ya de la cosecha sino cada vez más de las fluctuaciones de la Bolsa. China, Corea del Sur, Emiratos Árabes, India, Egipto etc. se han apropiado de enormes territorios en el África subsahariana, sin el consenso de las comunidades que los habitan. Como las tierras de millones de africanos se cultivan de manera consuetudinaria, sin título de propiedad, resulta facilísimo para los poderes locales ceder millones de hectáreas a las diversas multinacionales. La fórmula más frecuente consiste en alquilar las tierras por una cifra simbólica a cambio de la promesa de crear infraestructuras, electricidad, escuelas, hospitales y puestos de trabajo para los habitantes. En la práctica, los terrenos cedidos son devastados y vallados a la espera de un “misterioso” monocultivo, las comunidades locales son excluidas del trabajo de la tierra y del acceso a los recursos naturales, como el agua. Las famosas promesas se quedan en nada, y comunidades enteras de campesinos se ven alteradas, hambrientas y deportadas, no pudiendo llevar ya la vida tradicional de poblado. “No sabemos qué es la Jatropha –dicen los habitantes de algunos poblados de Madagascar que viven del pastoreo–, de su cultivo no se deriva ningún beneficio para nosotros”. Esas plantas, destinadas a hidrocarburos, repartidas por áreas vastísimas, no permiten a las reses pastar. Fuertes multas para quien las atraviesa, fusiles apuntando a quienes se acercan a los campos. Hay una buena noticia: la sociedad civil africana, tanto en Senegal como en Mali y en otros países, está cada vez más atenta y consciente, tanto que cada vez hay más boicots y manifestaciones populares. Son pasos importantes contra la especulación alimentaria; numerosos colectivos de defensa de la tierra, agricultores y pastores de subsistencia se oponen a los poderosos del mundo, ávidos de beneficios. El camino a recorrer está sembrado de obstáculos. “Nos sentimos como si fuéramos huevos contra piedras, pero ninguna forma de transparencia y responsabilidad prometida por las multinacionales podrá hacer nunca aceptable su proyecto”.
Saltamontes
Publicado en el Periódico Anarquista Tierra y Libertad, Mayo de 2018
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Posted: 27 May 2018 12:18 PM PDT
Hablar de Catalunya, desde el anarquismo (y casi desde cualquier sitio) resulta difícil. Lo cómodo parece ser mantenerse al margen, implicarse en las propias dinámicas, desdeñar lo que allí pasa como si no fuera nada de importancia o despacharlo tirando de lugares comunes y fórmulas doctrinarias. Parece que uno se juega el prestigio al inmiscuirse en temas tan enconados en los que se dibujan dos frentes claros, aún dentro del anarquismo. Sin embargo, yo no tengo prestigio alguno que arriesgar y hablar sin nada que perder aligera bastante la labor.
Lo siento por quien no coincida conmigo, pero no puedo callarme ante lo que veo (si no he dicho nada antes es por cuestiones ajenas a mi voluntad). Advierto que por las mismas cuestiones no me ha sido fácil mantenerme completamente informado sobre la situación en Catalunya, y puede que se me escape algún detalle que seguro las lectoras sabrán perdonar. Ninguna de mis observaciones alude por tanto a ninguna compañera o texto concreto, sólo a sensaciones y corrientes de opinión que he detectado. Advierto también otra cosa, quien esto escribe se considera a sí mismo un apátrida, una persona opuesta por convicción y sensibilidad a cualquier nacionalismo y estatismo, desafecto a cualquier bandera y enemigo de toda frontera. Criado literalmente en un ambiente nacionalista, nunca he conseguido que me motiven ni los identitarismos ni las patrias. He visto durante demasiado tiempo, y lo siento por los aludidos, como las anarquistas en Gran Canaria nos comíamos solas (o casi) piquetes antidesahucio y realojos, sin que los nacionalistas intervinieran cuando desahuciaban a algún paisano suyo ni les ofrecieran a los afectados más que folclore y apoyo simbólico. El nacionalismo en Canarias ha ofrecido durante décadas galeradas y galeradas hablando de abstracciones, pero ni una sola respuesta organizada (excluyendo la caridad), a nivel callejero, a la miseria de un pueblo que no come banderas ni puede reivindicar una patria cuando ni siquiera tiene tierra. No es la primera vez que escribo esto. Sobre la cuestión catalana, si simplificamos mucho un asunto que es verdaderamente complejo, parece que el anarquismo se ha dividido en dos posturas principales: una que llamaremos ortodoxa (aunque el término es deliberadamente engañoso), y que se opone a cualquier participación de las anarquistas en el conflicto catalán, y otra heterodoxa (ídem), que cree que las anarquistas deben implicarse. Yo no pienso atacar, ni siquiera analizar, ambas reducciones; pero sí voy a cuestionar sus exageraciones y lo que tomo por fallos estratégicos. Puede que leyendo el anterior párrafo quizás alguien se imagine ya dónde sitúo mi voz, pero no les recomiendo que se apresuren. En el anarquismo siempre hay hueco para no estar “ni al margen ni en el ajo”(1), para estar con la gente y contra los Estados. Lo siento mucho, pero del discurso ortodoxo se desprenden en demasiadas ocasiones dos vertientes, subyacentes pero importantes, que no consigo tragar. En primer lugar detecto que muchas veces tras las críticas a la intervención de las anarquistas en lo que se ha venido a llamar el procés se esconde una mirada indulgente hacia el Estado español (la misma que se acusa de tener con la Generalitat al bando contrario), unos tics rancios de centralismo españolista con los que, como ápatrida, ni quiero ni puedo coincidir. Hay sorpresa y asombro, entre algunos de nuestros intelectuales, por que las catalanas quieren abandonar el naufragado cayuco español, cuando lo que debería sorprenderles es que el resto quiera continuar en él. Se alude a un impreciso internacionalismo que en realidad sirve de mampara para no admitir un pecado inconfesable: la propia comodidad dentro de una España cuya opresión se percibe como tolerable. Se tiene más miedo y se carga más tinta contra un Estado hipotético que contra uno real que nos aplasta a diario. El Estado catalán, como conjetura, asusta y preocupa más que el Estado español, como certeza. Cuando nuestra voz se une a los que cuelgan banderas de España de los balcones y a los que dan vivas a la Guardia Civil toca revisar seriamente qué está saliendo de nuestra boca. El rejo españolista es la primera arista con la que no coincido, y la segunda es el eterno recurso de la “pureza”. La idea de que el anarquismo es algo demasiado grande y perfecto como para bajarlo de su pedestal de cristal de Swarovski y mezclarlo con causas espúreas, no es la mía. Así se entiende que en la mayoría de luchas sociales, como es el caso del frente de la vivienda en la última década, el anarquismo haya jugado un papel anecdótico o de comparsa, salvo aisladas excepciones. Porque para intervenir en esta lucha toca juntarse y trabajar con vecinos que pueden ser votantes del PP, que están cargados de mil prejuicios y que ignoran las ideas anarquistas. Así se entiende también que en el 15M nos mearan la mayoría de oportunistas políticos (nuevamente, salvo raras salvedades) y que en los últimos años nos adelante por la izquierda hasta una asociación de petanca. Creemos que solo podemos participar en luchas perfectas, con gente perfecta, con un porcentaje de un 100% de coherencia y de un 0% de contradicciones. Esas condiciones, todas lo sabemos, nunca se darán. Es por eso por lo que ya no participamos en casi nada. Es triste, pero hemos guardado el pasado en ámbar. Creemos que el 19 de julio de 1936 la gente tomó las armas por la revolución social gracias a la ciencia infusa. Omitimos un trabajo previo pesado y agotador que describe Anselmo Lorenzo en el Proletariado militante(2), y que conllevaba tragar mucha mierda e ir a discutir a círculos burgueses en los que a veces se acababa a las malas. Los anarquistas pudieron impulsar los acontecimientos revolucionarios del 36 en Barcelona porque antes contactaron con la gente en sus aspiraciones más básicas y no le hicieron ascos a disputarle terreno a los burgueses ante los auditorios más hostiles. Si hoy se produjera una movilización por reducir la jornada laboral a las 6 horas o por bajar la edad de jubilación a los 60 años, muchos anarquistas se inhibirían de participar y acusarían a la movilización de reformista mientras en sus locales lucirían con orgullo el retrato de los Mártires de Chicago. Parece que algunas prefieren hacer una manifestación a favor del Apoyo Mutuo, en abstracto, mientras sus vecinos son apaleados ante su mirada indiferente. Lo siento, pero no me hice militante anarquista para ejercer de vigilante monacal de la pureza de un dogma. Creo que las anarquistas debemos situarnos en unos parámetros bien distintos. El linchamiento que sufrieron las catalanas el 1 de octubre de 2017 debería de habernos hecho despertar y haber cambiado muchas de nuestras certezas. Estamos asistiendo al apaleamiento masivo de un pueblo (de una de sus mitades, si se prefiere) que reivindica, esencialmente, el derecho a autogobernarse, y ninguna anarquista puede ignorar esto sin acabar aceptando un centralismo estatal que supuestamente hemos combatido desde la I Internacional. Y aun cuando las exigencias de las catalanas fueran más peregrinas, aquí nos encontramos ante un pueblo desarmado y unas fuerzas policiales que lo aplastan. Nuestro lugar de la barricada no puede ofrecer lugar a dudas. Podemos disentir todo lo que queramos de ciertos planteamientos independentistas (de hecho lo haré en la parte final de este texto), pero igual que oponernos a la persecución de una minoría religiosa no nos convierte en creyentes, oponernos a la persecución de las independentistas catalanas no nos convierte en nacionalistas. La discrepancia de conceptos en abstracto no nos puede hacer ignorar una violencia gubernamental que es concreta, material y tangible. Pongo la represión en el centro del debate porque es la demostración más clara del origen de nuestros pruritos y reservas, y lo que pone contra las cuerdas a nuestra autentica sensibilidad anarquista. Las anarquistas estaban en los años 30 y 40 del siglo pasado con las judías como hoy están con las palestinas, porque nuestro lugar, sin necesidad de asumir banderas, Estados, creencias religiosas y culturales, siempre ha estado con las perseguidas y contra los perseguidores, con las oprimidas y contra los opresores, y nunca nos han cabido dudas al respecto. Las anarquistas somos mapuches cuando cargan contra las mapuches, somos kurdas cuando bombardean a las kurdas, somos artistas cuando encarcelan a las artistas, y así sucesivamente, porque nuestra carne se compone de todas aquellas que sufren la represión en cualquier lugar del mundo. ¿Por qué somos anarquistas entonces? Porque quien siempre carga, bombardea y encarcela es el Poder. Hoy, por lo mismo, nos toca ser catalanas. Seguramente varias compañeras verán exagerada la comparativa, pero lo esencial es que el sistema judicial español y su policía están apaleando, persiguiendo y encarcelando a personas que, peor o mejor, reclaman su derecho como comunidad humana a decidir por sí mismas. No reconocer que existe una agresión represiva nos vuelve a colocar ante una repugnante indulgencia con el Estado español, su judicatura y fuerzas policiales, que no le concederíamos a otros aparatos represivos internacionales. Para mí la sensibilidad anarquista debe estar con las catalanas que sufren las cargas y la persecución; lo demás es retórica. Creer que debemos asumir el ideario de una víctima para reconocerla como tal es unir nuestra voz a la de los verdugos. Ya lo decía Reclus: “Personalmente, cualesquiera que sean mis juicios sobre tal o cual acto o tal o cual individuo, jamás mezclaré mis voz a los gritos de odio de hombres que ponen en movimiento ejércitos, policías, magistraturas, clero y leyes para el mantenimiento de sus privilegios”(3). En el plano de la sensibilidad y la solidaridad, factores que se ignoran en política, creo que ésta debe ser nuestra conclusión. Pero, ¿y en el plano estratégico? La cuestión podría extenderse hacia cualquier situación de efervescencia social, más allá de Catalunya. ¿Deben las anarquistas implicarse en estos casos? Siempre he pensado que sí. Salvo contadas excepciones, toda situación de conflicto social es un campo de trabajo propicio para el anarquismo. Tener reparos porque su origen o aspiraciones iniciales no son libertarias es condenarse a la inacción. Cuando surgió el 15M muchas anarquistas despreciaron el fenómeno por reformista y pacato y se negaron a participar. El análisis podía ser acertado, pero no la reacción de mantenerse al margen. Las cosas son lo que dejamos que sean, y ese “dejamos” nos incluye a nosotras. Las cosas se institucionalizan, politizan (en el mal sentido) y desinflan a niveles revolucionarios porque precisamente nosotras, las revolucionarias, nos quedamos de brazos cruzados y lo permitimos. Somos responsables. La I Internacional surge en 1864, entre otros factores, por las ganas que tenía Napoleón III de dar un aspecto social y aperturista a su dictadura, por eso manda a un grupo de proudhonianos a Londres para que confraternicen con los cartistas ingleses. ¿Debían participar los anarquistas en eso o despreciar el invento por sus orígenes? La historia nos demuestra que no le hicieron ascos al asunto y que gracias a él acabaron teniendo preponderancia en el movimiento obrero de las regiones europeas latinas. Cuando las anarquistas grancanarias intervinimos en el 15M no lo hicimos de forma complaciente y aquiescente. Seguramente muchas reformistas y miembros de partidos políticos nos recuerdan más como generadoras de conflictos y eternas disidentes que como otra cosa. Pero esa participación no sólo desbarató muchos de sus manejos y radicalizó algunas situaciones y reivindicaciones, también nos permitió dar a conocer las ideas y herramientas anarquistas y afianzarnos como colectivo. Cuando la FAGC empezó a andar por el frente de la vivienda convocó asambleas de inquilinas y desahuciadas en las plazas y así contactamos con muchas vecinas, pero no fue esa nuestra única forma de crecer. La PAH local de aquella época, refractaria a la okupación, no interesada por los casos de alquiler y, a nuestro entender, bastante institucionalizada, no parecía un buen lugar para que la anarquía dejara su semilla. Pero fue en algunas de sus asambleas, a las que nos autoinvitábamos y en las que exponíamos a modo de contraste nuestra forma diferenciada de abordar la lucha por la vivienda, cuando muchos casos que no hallaban solución en la PAH empezaban a contactar con nosotras. Hacía falta que fuera allí, en una confrontación de ideas directas, donde las personas cuyos casos de alquiler se desestimaban escucharan que el problema de la vivienda requería soluciones integrales, sin situar a las hipotecadas por encima de las inquilinas y precarias. Hacía falta que la gente que ya tenía una orden de lanzamiento firmada en la mano escuchara allí que la okupación, convertida en tabú por parte de los activistas de clase media, siempre sería una alternativa más viable que dormir en la calle. ¿Qué potencial revolucionario tiene una movilización vecinal contra la colocación de parquímetros, la construcción de un bulevar o el levantamiento de un muro? Si nos dejáramos llevar por las apariencias, por lo inmediatista y localista de la reivindicación, por la voz de algunos participantes cargada de prejuicios y de ideas derechistas, seguramente nos parecería que ninguna. Pero como nos recomendaba Malatesta(4), es nuestro cometido participar en esas reclamaciones parciales y llevarlas a lugares más lejanos y más hondos. De ahí vienen las explosiones sociales, aunque sea a pequeña escala y a modo de entrenamiento para el futuro. ¿Pueden ser los actuales CDR (Comités de Defensa del Referéndum primero, y de la República después) algo similar? Lo desconozco porque la distancia no me permite hablar más que de oídas. Lo que sí sé es que en cualquier organización barrial y vecinal de base las anarquistas debemos intentar participar (hasta donde veamos que nos sea posible) para profundizar en el carácter social de las reivindicaciones y tratar de radicalizar tanto las formas como los fondos. Algunas compas me aducen con razón que no se ven participando en un órgano que apoye referendos y repúblicas, pero nada cuesta que esa erre se transforme y se levanten Comités de Defensa de la Revolución, tan sólo con participar, implicarse e intentar desbordar las expectativas. De todas formas, el continente no debería pesar más que el contenido. Leído lo leído, las compas que siguen estas líneas pueden haber concluido que propongo que el anarquismo se sume al proceso soberanista catalán y que apoye a éste, y a las fuerzas que lo impulsan, de forma incondicional. Nada más lejos de mi intención. De hecho considero que para ofrecer apoyo ciego e implicación acrítica es mejor no salir de casa. Vaya por delante que no pretendo desde mi ultraperiferia decirle a las compas catalanas, a los que lo viven en primera persona y tienen que lidiar con el asunto a diario, cómo deben o no hacerse las cosas. Sólo pretendo ofrecer una visión desde la perspectiva que da la distancia y también desde la cercanía a los procesos de independencia que nos ofrece nuestro cercano continente africano. En todo acto de conflicto social es interesante y necesario que intervengan las anarquistas, pero deben hacerlo a su modo y con sus propias condiciones. La participación anarquista es necesaria en clave de tensión, e incluso de oposición callejera. Porque implicarse no es ni puede ser sinónimo de colaboracionismo. Este aspecto no se está contemplando, al menos en toda su dimensión. La acusación de equidistancia y neutralidad ante cualquier desacuerdo, el “esto no toca” ante cualquier discrepancia, el “le estás haciendo el caldo gordo a la derecha y al 155” ante cualquier crítica, generará un ambiente óptimo para que quienes controlan el próces desde las instituciones se sientan cómodos, pero jamás permitirá que se pueda ahondar en la radicalización social del conflicto. El papel de las anarquistas no puede ser ni de palmeras ante los políticos menos malos ni exclusivamente de carne de cañón en los desafíos físicos (piquetes, cortes de carretera, etc.), eso no es más que reproducir milimétricamente un pasado en el que no nos fue demasiado bien. Cuando estalla la Guerra Civil en 1936, y la consiguiente revolución popular, los comités confederales y anarquistas pierden todo el verano, cuando el impulso de la revolución era más fuerte, debatiendo sobre el papel del movimiento libertario en los acontecimientos. La tesis que se impuso desde primera hora fue la de la colaboración con las instituciones republicanas, tesis que reforzaba a quienes desde dentro de las organizaciones libertarias ya habían pedido el 14 de abril de 1931, ante un marco muy distinto, que se dejara respirar a la nueva República Española y se rebajara la conflictividad social para no poner en peligro su asentamiento. Este espíritu, reeditado en 1936, iría cristalizando mes a mes hasta hacer inviable toda crítica al gobierno y a sus disposiciones. Allí también se aducía el “esto no toca” y se hablaba de deslealtad y de lo contraproducente para la causa común que era emitir cualquier crítica. Así se va aceptando la militarización, la participación gubernamental, se va quitando a los anarquistas más recalcitrantes, como Liberto Callejas, de la prensa confederal, y se les va sustituyendo por otros más dóciles como Jacinto Toryho, hasta que el anarquismo, motor ideológico de la revolución, se ata así mismo las manos y asume el rol de comparsa republicana. José Peirats diría que lo mejor para la CNT hubiera sido convertirse en oposición, manteniendo su trinchera en la calle y en lo social(5). Si esta tesis puede mantenerse –de forma bien fundada viendo los acontecimientos posteriores– cuando el anarquismo era una fuerza preponderante, ¿cómo no mantenerla hoy cuando es ultraminoritaria? La idea de intervenir sólo en los posibles altercados callejeros, pero sin elaborar un discurso propio detrás, con una estrategia de conflictividad propia, tampoco es propicia para que la cuestión social se abra camino. En todas las revueltas y conatos revolucionarios las anarquistas se han partido la cara en la calle las primeras, sin que esto haya evitado que desaparecido el alboroto también haya desaparecido su influencia. Victor Serge le relató a Ángel Pestaña cómo durante la Revolución Rusa las anarquistas ganaron mucho afecto popular al ser las primeras en batirse el cobre durante las jornadas de octubre, pero cómo todo se fue diluyendo cuando después de actuar como fuerza de choque se volvieron a sus locales a debatir sobre el sexo de los ángeles(6). Las anarquistas hemos sido, a nivel histórico, perfecta carne de cañón en conflictos que generan otros, pero no siempre hemos sabido generar los propios o al menos introducir nuestras exigencias en dichos conflictos y mantener la tensión callejera necesaria para alcanzar nuestros verdaderos objetivos que son, por fuerza, populares y extraparlamentarios. La implicación por tanto debe ser práctica, resolutiva, pero respondiendo a una estrategia propia y no prestada, y sobre todo debe ser crítica y autónoma, incómoda, debe ser generadora de tensión social y no pacificadora. Y esto debe aplicarse a todo. Aceptar banderas e identitarismos sólo aleja el conflicto del terreno social y lo entrega en manos de quienes controlan la narrativa de las emociones abstractas. Mientras el conflicto gire entorno a lo abstracto y no a lo concreto, el pan, la vivienda, la asistencia sanitaria, el trabajo, la autonomía económica, serán elementos que podrán sacrificarse sin pesar alguno en el altar de las patrias y los himnos. Los que buscan la hegemonía de lo etéreo son los mismos que buscan que no se mencione el capitalismo ni las posibles alternativas a éste. El juego del nacionalismo es poner a los elementos abstractos, como la nación, la identidad colectiva, los símbolos, en el centro del discurso, para evitar que tomen voz las personas concretas. Lo más peligroso, para los vendedores de quimeras, es que la gente llegue a darse cuenta de que autogobernarse no significa cambiar una bandera por otra, sino tomar decisiones sobre su propia economía, su propio modelo social y su propia vida. Por otra parte, asumir que las anarquistas sólo pueden implicarse en un conflicto asimilando las ideas de quienes hasta ahora lo han dirigido es haber perdido de antemano. Aceptar como un mal menor supuestos pequeños Estados de rostro amable y simpáticas repúblicas coloristas es pecar de exceso de ingenuidad y de un optimismo infantil. Los Estados que nacen, después de procesos revolucionarios o de independencia, son, a ojos de sus partidarios, como niños mimados a los que se les consiente y perdona todo. Cualquier error que cometen es culpa de las agresiones externas, cualquier exceso represivo es responsabilidad de la nueva situación, etc. Esta idea se extiende y se acaba convirtiendo en un mantra para los grupos de presión que intentan silenciar cualquier disidencia aduciendo a la vulnerabilidad del nuevo Estado y acusando de desestabilizar a cualquier discrepante. Los Estados jóvenes son pequeños tiranos consentidos, y creer que son más fáciles de moldear o desafiar, por parte de su población interna, es un ejercicio de inocencia política imperdonable(7). Las anarquistas, en tanto en cuanto defiendan un proyecto de autogestión y autonomía real, no tienen porque sumarse a una aspiración, por muy generalizada que se pretenda, de carácter estatista. ¿Que toda tesis que no contemple la creación de un nuevo Estado está descartada entre la población? Pues nuestra misión es introducir la idea opuesta, pero no a través de manifiestos, discursos y jeremiadas, sino a través de crear los órganos prácticos, prescindiendo de cualquier retórica, que la hagan posible. Crear comités, comisiones y asambleas, o la estructura que se prefiera, para empezar a gestionar recursos fácilmente asumibles por la comunidad (como vivienda y suministros) que demuestren que en un nuevo marco de ruptura se puede prescindir del Estado. Con Estado y república, como nos demuestran la mayoría de países del mundo que han renunciado a las monarquías y siguen siendo regímenes liberticidas y capitalistas, no hay ruptura posible. Hay un cambio institucional pero no una transformación real de las relaciones económicas y sociales, y eso es lo realmente importante. Ese es el peligro de aceptar el transversalismo como consecuencia inevitable del conflicto catalán. Los movimientos nacionales suelen ser, por tendencia, transversales e interclasistas; los movimientos sociales no pueden ni deben serlo. Aceptar la necesidad de la transversalidad es aceptar que la batuta del procés la lleve la burguesía catalana, con las consecuencias que esto conlleva. A la burguesía catalana le pueden importar mucho los símbolos y los sentimientos, pero su mayor afecto es para con el dinero y su símbolo favorito es el de los billetes de 500 euros. La propiedad privada lo es todo para ella, y no sacrificará nada que pueda ponerla en riesgo. Ante todo lo que pueda afectar al statu quo económico (por eso desaceleró tanto el procés –quizás más que la propia represión estatal– la fuga de capitales y los boicots empresariales españolistas) sabe bien dónde debe situar su solidaridad de clase –mucho mejor que nosotras–. Por eso el PdeCat se ha olvidado de la humillación del 155, de la provocación de ser un país tomado por la Guardia Civil, de sus presos y exiliados, y ha firmado con el PP, Ciudadanos y el PNV un acuerdo para destrozar la okupación famélica con desalojos expeditivos(8). Eso es transversalismo, y lo es también Felip Puig mandando a sus mossos a apalear manifestantes durante el 15M, lo son los mossos torturando a detenidos en comisaría y disparando pelotazos de goma en la cara, lo es Xavier Trías semiderribando Can Vies, lo son los desahucios, la gentrificación y la persecución de manteros, y lo son mil cosas más que las compas catalanas conocerán mucho mejor que yo. La retórica de los males menores es la madre de los grandes batacazos. Y es aquí donde entramos en una cuestión capital. A la burguesía catalana sólo le interesa la independencia política, la de sus instituciones y sus estructuras de poder. Al pueblo trabajador catalán lo que le debe interesar es la independencia económica y social, porque sin esta última la independencia política se convierte en algo inútil y meramente estético. Si algo nos ha demostrado el sangrante ejemplo de África es que el supuesto proceso descolonizador que se produjo en el continente en la segunda mitad del siglo XX fue un proceso puramente formal que dejó intacta la estructura colonial en su mismo tronco. Los países africanos pueden presumir hoy de independencia política (a veces bastante parcial), pero su independencia económica está completamente en entredicho: los beneficios de sus recursos siguen sin permanecer en el suelo que los produce y siguen enviándose a la antigua metrópolis y su economía sigue siendo dependiente de las antiguas potencias coloniales. Los imperios de antaño sólo cedieron la independencia política cuando se aseguraron de que sus empresas tenían bien atado el monopolio económico. Catalunya puede conseguir mañana mismo la independencia sin que la situación de su clase obrera cambie en lo más mínimo, pues su economía puede seguir siendo perfectamente dependiente del Estado español y la Unión Europea (de ahí el temor de la derecha nacionalista catalana a romper con Europa). Cualquier intento de independencia que sólo contemple los aspectos políticos y no económicos sólo conseguirá una cosa: instituciones libres con ciudadanos esclavos. Ese es el problema de que se haya aceptado que el proceso que se está dando en Catalunya tenga que ser dirigido por políticos profesionales, por partidos e instituciones. El protagonismo es suyo, y ellos deciden los tiempos y las hojas de ruta sin que les importe una mierda las exigencias de la calle. Si algo nos demostró la Revolución Francesa es el grave riesgo que corre el pueblo trabajador cuando se ponen al servicio de la burguesía y un supuesto “bien mayor”. Las obreras hacen la revolución pero después dejan que sean otras quienes decidan su curso. Así son utilizadas y explotadas para consolidar los intereses de una nueva clase dominante y finalmente son desechadas cuando ya no responden a ningún propósito útil. La misión de las anarquistas, y de todas aquellas fuerzas sociales extraparlamentarias, es una misión titánica pero importante: deben intentar que la capacidad de decisión se desplace de las instituciones a la calle; sacar el protagonismo del parlamento y los partidos y ponerlo en las organizaciones de base de barrio y su capacidad de generar narrativa y tensión; agudizar el antagonismo entre pueblo y gobierno, entre trabajadoras y clase política, hasta forzar el divorcio. La calle no está para apoyar a las instituciones y a los políticos, sino para presionarles y sobrepasarlos. Cuando antes citaba a Anselmo Lorenzo y cómo los primeros internacionalistas debatían en ambientes hostiles, no me refería –y espero que no se me haya entendido así– a mezclase con políticos ni a participar en sus aparatos de poder; hablaba de disputarles el auditorio; de cuestionar su legitimidad para encabezar cualquier proyecto colectivo; de juntarse con la gente de abajo, con independencia de sus ideas a priori, para empezar a desafiar la hegemonía gubernamental y poder construir desde la raíz. La tarea es ardua y quizás, sobre todo a estas alturas, parezca imposible. Pero creo que las anarquistas que toman la decisión de implicarse en un proceso de ebullición social deben de hacerlo con sus condiciones; no por dogmatismo sino porque la propia práctica y la experiencia nos demuestran que es lo más pragmático. Para sumarnos a la combustión social no es necesario aceptar sufragios, Estados, banderas y chorradas; es necesario buscar el espacio para fracturar y meter nuestros discurso, y sobre todo nuestra praxis, por las grietas. Cuando Errico Malatesta lucha contra el colonialismo inglés en Egipto en 1882, o cuando Louise Michel apoya las reivindicaciones canacas y argelinas contra el Estado francés desde Nueva Caledonia en 1873, no hacen más que buscar una palanca social en conflictos que inicialmente sólo son nacionales. Bakunin mismo mantendría un fuerte idilio desde finales de los años 40 del siglo XIX con los movimientos soberanistas eslavos y las convulsiones nacionales que por entonces sacudían Europa y sólo lo rompería en 1863 después de sus últimos desencantos con el movimiento nacionalista polaco e italiano. Hasta cuando las anarquistas se han negado a participar en intentonas que consideraban fracasadas o que estaban impulsadas por los mismos que las perseguían, como el intento de proclamación de independencia de Companys en la Catalunya de 1934, no lo hacían para quedarse de brazos cruzados, sino para recoger los fusiles de los vencidos y prepararse para organizar sus propios levantamientos. No soy optimista ni confiado. Tengo, de hecho, muchas reservas. Sólo sé que ante un caso de represión y cacería de disidentes como el que el Estado español está ejecutando en Catalunya nuestro deber, como libertarias, es estar con las catalanas y contra los resortes represivos del gobierno. Sólo sé que las anarquistas hemos de aprovechar casi cualquier situación de descontento popular para meter baza y para introducir presión en la olla social y evitar así que la gente siga sometida a la lealtad institucional y a la disciplina de partido. Sólo sé que para que el conflicto se externalice y el desafío con el gobierno pueda extenderse a otros puntos del Estado español es imperativo que transcienda de su dimensión nacional y aborde definitivamente la cuestión social. Sólo sé que el pueblo catalán, durante todo este proceso, ya ha dado por sí mismo varías muestras de rebeldía y de desobediencia a disposiciones, mandatos, ordenes y leyes. Sólo falta, por parte de nosotras, de todas las que componemos las fuerzas extraparlamentarias callejeras, que empujemos para coadyuvar a que también se vean capaces de desobedecer a sus propios líderes y empiecen a tomar decisiones sobre lo social, sobre la producción, sobre la distribución, sobre el pan y el techo, sobre su destino, sin delegar en nadie más que en ellas mismas. Repito que parece complicado e incluso imposible, pero ese es nuestro terreno: conseguir que lo extraordinario pase a ser cotidiano y que lo imposible sea factible. De hecho todos los proyectos que en este conflicto parecían posibles, por lejos que hayan podido llegar –sobre todo en lo simbólico–, hasta ahora han fracasado. Buscar lo imposible es hoy, en Catalunya, lo más realista.
Ruymán Rodríguez
NOTAS1) Así decía Carmen Martín Gaite en un poema (Ni aguantar ni escapar) que versionó Chicho en A contratiempo (1978): “Ni de ida ni de vuelta/ni al margen ni en el ajo/ni pasión ni desdén:/vacilación resuelta/con el suelo debajo/por entre el mal y el bien/[…] ni súbdito ni rey/ni a cualquier viento hoja/ni el paso altivo y fuerte:/por donde pisa el buey/pero en la cuerda floja/mientras llega la muerte”. 2) “Uno de los días de reunión del núcleo organizador aparecieron unos carteles anunciando una reunión pública que celebraría el domingo siguiente en la Bolsa la Asociación para la Reforma de Aranceles. Esto me inspiró la idea de proponer al núcleo que designase uno de los individuos para hacer una pública manifestación de sus aspiraciones, fundándome en que ninguna ocasión mejor que aquella para la publicidad que deseábamos; tratándose allí la cuestión social, aunque limitada por el criterio burgués a discutir sobre proteccionismo y libre cambio, nuestra intervención podría abrir una vía nueva que separase a los trabajadores de la sugestión política a que se hallaban a la sazón sometidos y les inclinase a ingresar, como es de razón, en el proletariado militante” (A. Lorenzo, El proletariado militante, tomo I, 1901). 3) Citado por Antonio Téllez en La Guerrilla Urbana I. Facerías, 1974. 4) “Cuando suceda alguna rebelión espontánea, como varias veces ha acontecido, corramos a mezclarnos y busquemos de hacer consistente el movimiento exponiéndonos a los peligros y luchando juntos con el pueblo. Luego, en la práctica, surgen las ideas, se presentan las ocasiones. […] Organicemos movimientos para obligar a los municipios a que hagan aquellas cosas grandes o chicas que el pueblo desee urgentemente, como, por ejemplo, quitar los impuestos que gravan todos los artículos de primera necesidad. Quedémonos siempre en medio de la masa popular y acostumbrémosla a tomarse aquellas libertades que con las buenas formas legales nunca le serían concedidas. En resumen: cada cual haga lo que pueda según el lugar y el ambiente en que se encuentra, tomando como punto de partida los deseos prácticos del pueblo, y excitándole siempre nuevos deseos” (E. Malatesta, En tiempo de elecciones, 1890). 5) “Fuera del gobierno estábamos en la oposición, en nuestra trinchera, y teníamos un factor tantísimo en nuestras manos: la producción, la economía. Podíamos ser una fuerza de presión muy difícil de manejar mientras que, yendo al terreno del adversario, nos separábamos de nuestro terreno firme y nos transformábamos –cual ocurrió– en fáciles marionetas en sus manos” (Entrevista con J. Peirats el 19 de junio de 1976, recogida en el cuadernito Colección de Historia Oral. El movimiento libertario en España I, sin fecha). 6) “[…] Los grupos anarquistas fueron los primeros en batirse y dar la cara al enemigo […], de ellos partió la mayoría de iniciativas, batiéndose siempre en los lugares de más peligro. […] Arrastraron al pueblo a las trincheras y en ellas estuvieron hasta el último instante, mientras Lenin, Trotsky y Zinóviev y compañía, tomaban prudentemente el camino de Moscú. Pero después de esto, después de la heroica defensa de las trincheras y de batirse valerosamente, ya no se les vio por parte alguna. Se encerraban en sus casas o en sus clubs, y vengan y vayan discursos, sin interrumpir enérgicamente en el prosaísmo de una realidad que era, en aquellos momentos, muy superior a toda concepción abstracta de las ideas” (V. Serge citado por A. Pestaña en Setenta días en Rusia. Lo que yo vi, 1924). 7) En Dios y el Estado (1882) ya nos advertía M. Bakunin: “Pero los Estados medianos y sobre todo los pequeños, se dirá, no piensan más que en defenderse y sería ridículo por su parte soñar en la conquista. Todo lo ridículo que se quiera, pero sin embargo es su sueño, como el sueño del más pequeño campesino propietario es redondear sus tierras en detrimento del vecino; redondearse, crecer, conquistar a todo precio y siempre, es una tendencia fatalmente inherente a todo Estado, cualquiera que sea su extensión, su debilidad o su fuerza, porque es una necesidad de su naturaleza”. Las palabras de Bakunin se ajustan a una realidad empíricamente demostrada. Nos basta con hacer un seguimiento a la historia de los imperios para descubrir que casi todos fueron pequeños Estados alguna vez y que muchos incluso nacieron de idealistas luchas por la independencia, pero ninguno pudo escapar a este axioma: aun los Estados más pequeños son homicidas en su sueños. 8) “La comisión de Justicia del Congreso ha aprobado una proposición de ley para desahuciar a okupas […] en 20 días […]. La iniciativa del PdeCat ha sido apoyada por el PP, PNV y Ciudadanos […]” (E. Vega, El Congreso aprueba el desahucio exprés contra los okupas, 24 de abril del 2018, en Cadena SER). Read more ... |
Posted: 27 May 2018 12:10 PM PDT
1.- EL PODER POLÍTICO: La promesa del capitalismo, es que todo mundo puede llegar a ser rico. La promesa del liberalismo es que cualquiera puede llegar a la presidencia. El dinero y el poder, son lo más importante para la gente. Todo mundo busca el poder. Desde la más humilde ama de casa, que ejerce el poder cotidiano en la familia y educa en el machismo y el autoritarismo a sus hijos, y el obrero de salario mínimo, que decide como administrar su miseria, en cervezas y sopas maruchan; hasta los dueños de las trasnacionales, que quitan y ponen presidentes, que gozan de paraísos fiscales para aumentar sus riquezas y han instaurado la Cleptocracia: (del griego clepto, 'robo'; y cracia, 'fuerza' = dominio de los ladrones) es el establecimiento y desarrollo del poder basado en el robo de capital, institucionalizando la corrupción y sus derivados como el nepotismo, el clientelismo político y/o el peculado, de forma que estas acciones delictivas quedan impunes debido a que todos los sectores del poder están corruptos, desde la justicia, funcionarios de la ley y todo el sistema político y económico. (Wikipedia.)
El poder económico y político en México se renueva cada seis años con las promesas de cambiar. Toda la gente habla de política y elecciones. La esperanza de México, se ha convertido en una adicción que enajena por otros 6 años al electorado. Antes, la gente decía que México necesitaba un líder con pantalones para cambiar al país. Cuando en 1988, Cuauhtémoc Cárdenas ganó las elecciones, y Carlos Salinas usurpó la Presidencia, un sector del ejército lo apoyaba para levantarse en armas, la gente enfurecida le exigía pasar a la lucha armada. Cárdenas se reunió clandestinamente con Salinas y pactaron. Años después se supo de esa reunión por la revista Proceso. Pero en 1994, cuando surgió el EZLN, que se insurreccionó y llamó a la rebelión armada, la gente ya no quiso una revolución. Prefirió organizar una gran marcha para exigir la paz. La adicción a la esperanza se cristaliza en sueños, cuando la realidad es muy dura, la gente prefiere soñar a luchar. La rebelión se mediatizó y el 23 de Marzo el Gobierno asesinó a su candidato presidencial del PRI. Luis Donaldo Colosio se confrontó con Carlos Salinas y José Córdoba Montoya, pagando con la muerte su atrevimiento. El sistema demostró que el poder se mueve de maneras complejas entre sus grupos de poder. Después de la gran crisis económica en el gobierno de Ernesto Zedillo, el desprestigio del PRI despertó la esperanza de la gente en el PAN. La esperanza de México era un ranchero bravucón que llamó a sacar al PRI de los Pinos, para meter a las ratas del PAN: Vicente Fox, Martha Sahagún y sus hijos, los mismos empresarios de siempre; y el desencanto de la gente por los políticos no fue suficiente. Ahora la esperanza de México fue el PRD, con su candidato AMLO, quien capitalizó esa coyuntura política. De nuevo el PAN cometió fraude electoral e impuso a Felipe Calderón. Con Elba Esther Gordillo manipulando la Secretaria de Educación Pública, el ISSSTE y los principales puestos del Instituto Federal Electoral, fue fácil operar el fraude. Las cifras que dio el IFE, fueron: 36.89 % del PAN, con 15 000 284 votos contra 35.90 % del PRD, con 14 756 350 votos. Y 22.03 % del PRI con 9 301 441 votos, para Roberto Madrazo. De nuevo el PRD no pudo contra el aparato del sistema y empezó el delirio de AMLO como “presidente legítimo” ya que no pudo defender su triunfo electoral. La respuesta de Calderón fue “legitimarse” como presidente con una “Guerra al Narcotráfico” que en realidad fue una alianza con el ejército para controlar, reprimir y asesinar a los disidentes. La militarización del país continúa y el PRD sufre un desgaste por su corrupción y luchas internas. Cuando vuelven a postular a AMLO, sólo logran un 31.57 % del total de votos, contra un 38. 20 % del PRI, según el IFE. Ahora, Enrique Peña Nieto encarnó “la esperanza de México” de una mejora del país después del desgaste del PAN. En realidad, a México le fue peor con el PRI en el Gobierno, que con la demagogia del PAN. Con las Reformas estructurales se ha consumado un saqueo sin precedentes de las riquezas del país. La esperanza de México es una extraña ave fénix que resurge después de ser masacrada cada 6 años. 2.- EL PODER ECONÓMICO: Para el 2018, después del saqueo de México con las “Reformas estructurales” de Peña Nieto, la inflación ha pasado de 3.57% en 2012, 3.97% en 2013, 4.08% en 2014, 2.13% en 2015, 3.36% en 2016, 6.77% en 2017 y 5.31% en 2018. Esto aterrizado en Precios del 2012 contra el 6 de Mayo del 2018 son: Precio de la gasolina: el litro de la gasolina magna costaba $ 9.82. Hoy cuesta $ 18.47. La gasolina Premium $10.36 el litro, hoy está en los $ 20.00. El diesel estaba en $ 11.17, hoy cuesta $ 19.01. Precio del dólar: Peña Nieto recibió el dólar a $ 12.90 pesos, actualmente está en $ 19.46. Precio de la luz en los hogares: En 2012 el kilowatt hora estaba en $ 0.650, ahora está en $ 0.793 Deuda pública: Recibió un país endeudado con $ 4.0 billones, al día de hoy la deuda es de $ 9.6 billones. Precio del gas LP: El precio de un tanque de gas LP de 30 kilos en 2012 era de $ 366, actualmente es de $ 590. Y el tanque de 20 kg. $ 368.20 al 15 de febrero. El gas LP bajó de $ 18.95 el kg. al 31 de enero; para el 6 de mayo, esta a $ 17.45 el kg. Precio del huevo: En 2012 estaba alrededor de $ 12 pesos. Actualmente está a $ 30 pesos. Precio de la tortilla: al inicio del sexenio, $ 8.00. Hoy está a $ 12.00. Con Peña Nieto, la generación de empleos: La administración peñista asegura que en este sexenio se han generado más trabajos que en cualquier otro sexenio. Sin embargo si revisamos la calidad de los empleos la apreciación de este dato cambia mucho. Sí se han creado empleos, pero no son de buena calidad: Son de salarios bajos. Hay subempleo. Con condiciones malas para los trabajadores. Muchos no están afiliados al sistema de salud. La misma OCDE dijo que los salarios de estos trabajos “no reactivarían el mercado interno de México”. Los datos duro son estos: La mayoría de los mexicanos reciben menos de dos salarios mínimos como ingreso. En 2013 los trabajadores en estas condiciones eran 24.5%, en 2017 esa cifra aumentó a 27.5%. La cantidad de trabajadores que reciben como pago menos de un salario mínimo también aumentó: en 2013 eran 12.94% y en 2017 son 14.35%. El Salario mínimo: En los discursos oficiales, así como en los mensajes en medios, el gobierno federal dice que “el salario mínimo se ha incrementado 11.5% en lo que va del sexenio, siendo esta la mayor recuperación para un mismo periodo en 41 años”, y dice que esto significa una recuperación de compra de 13.5%. Lo anterior es falso, pues hay que considerar algo que se llama “salario real” y ello es la cantidad de salario que queda a tu paga una vez que a tu dinero se le resta la inflación o el aumento de precios. La pérdida del poder adquisitivo del salario: En 1987, un mexicano tenía que trabajar cuatro horas con 53 minutos para adquirir la canasta básica, mientras que para 2017 eran necesarias 24 horas con 31 minutos, es decir, ya no le resta tiempo para realizar otras actividades que no sean trabajar para apenas conseguir lo indispensable para vivir, reveló una investigación del Centro de Análisis Multidisciplinario de la Universidad Nacional Autónoma de México. “En 1987 le restaban al trabajador 19 horas y siete minutos para transportarse, comer, asearse, convivir con su familia, salir a pasear y dormir, entre otras actividades, y para octubre de 2017 el tiempo necesario para comprar la canasta ha sobrepasado un día completo”, remarcaron los investigadores. El estudio “México 2018: otra derrota social y política a la clase trabajadora”, destacó que si por una jornada de ocho horas se pagara un salario mínimo, en enero de 2013 el tiempo de trabajo necesario para adquirir una Canasta Alimenticia Recomendable era de 21 horas con 13 minutos, por lo que le quedaban al trabajador dos horas y 47 minutos para satisfacer sus necesidades. Tres años después, el 16 de octubre de 2016 ya únicamente eran siete minutos en total para realizar el resto de sus actividades, debido a que el tiempo necesario que había que laborar para alcanzar la canasta básica era de 23 horas con 53 minutos. Sin embargo, detalló el estudio, para el 26 de octubre de 2017 el tiempo de trabajo necesario para comprar la canasta básica sobrepasó un día completo llegando por primera vez a las 24 horas con 31 minutos. La Canasta Alimentaria Recomendable está conformada por 40 alimentos para una familia de cuatro personas: dos adultos, un joven y un niño. “Las políticas neoliberales aplicadas al salario han dejado un saldo en el que le hacen falta horas al día para que, trabajando por un salario mínimo, alcance para comer. A quienes han permitido este avance, tanto entre empresarios, gobiernos, partidos políticos, direcciones sindicales sometidas a las patronales, nunca les interesaron las clases trabajadoras, ni su vida, ni sus necesidades como seres humanos que somos”, enfatizó la investigación de la UNAM. Para octubre de 2016 la canasta básica -que no incluye renta, vestido, calzado o educación para los hijos- costaba 218.06 pesos y en un año se incrementó a 245.34 pesos; tuvo un aumento de 27.28 pesos, que representan una variación del 12.5 por ciento, la variación anual más grande desde mediados de la década de los 90. “El aumento al salario mínimo en el mismo periodo fue de siete pesos y el incremento anunciado por el Gobierno federal para 2018 es de 8.32 pesos. Si sumamos ambos dan un total de 15.32 pesos, por lo que el aumento de precios de la canasta básica ya se comió en un año los incrementos de dos años, e incluso parte de lo que se anuncie para 2019”, advirtieron los investigadores del Centro de Análisis Multidisciplinario. A un año de que concluya la administración de Peña Nieto, el salario real ha perdido el 13.42 por ciento y la pérdida acumulada del poder adquisitivo en los últimos 30 años en México, medida por la Canasta Alimenticia Recomendable, es del 80.08 por ciento, puntualizó la investigación. MÉXICO: SALARIO MÍNIMO Y PRECIO DE LA CANASTA ALIMENTICIA RECOMENDABLE. 1987-2016. Con los datos resumidos en los puntos 1 y 2, resulta incomprensible como la gente sigue creyendo que con las elecciones, se puede cambiar al país. Los políticos nos venden la idea cada que hay elecciones, que ellos pueden hacer “el cambio”. La verdad es que desde que Agustín de Iturbide pactó con Vicente Guerrero, para consumar la “independencia” de México, en 1521; la burguesía criolla y oportunista, ha ofrecido un modelo capitalista y liberal, para que el país alcanzara “el progreso”, legitimado con todas las elecciones sucesivas o guerras que han sucedido de 1521 a la fecha. ¿Entonces por qué la gente sigue creyendo en los engaños de los políticos después de 497 años? La hipótesis que se propone es que en realidad, la gente sufre una adicción perversa: la adicción a la esperanza. Para partir de una idea general, veamos que dice Wikipedia sobre la adicción: Se considera adicción (del latín addictus, que era el deudor insolvente que, por falta de pago, era entregado como esclavo a su acreedor) a una enfermedad crónica y recurrente del cerebro que se caracteriza por una búsqueda patológica de la recompensa y/o alivio a través del uso de una sustancia u otras conductas. Esto implica una incapacidad de controlar la conducta, dificultad para la abstinencia permanente, deseo imperioso de consumo, disminución del reconocimiento de los problemas significativos causados por la propia conducta y en las relaciones interpersonales así como una respuesta emocional disfuncional. El resultado es una disminución en la calidad de vida del afectado (generando problemas en su trabajo, en sus actividades académicas, en sus relaciones sociales y/o en sus relaciones familiares o de pareja). La neurociencia actualmente considera que la adicción a sustancias y a comportamientos comparten las mismas bases neurobiológicas. Además del consumo de sustancias psicoactivas existen adicciones a procesos como la adicción al sexo, la adicción al juego (ludopatía), la adicción a la pornografía, la adicción a la televisión, al deporte, la adicción a las nuevas tecnologías (tecnofilia), al móvil (nomofobia) y la adicción a Internet. Entonces la conducta que trastorna al adicto a la esperanza, es una enfermedad crónica y recurrente del cerebro (no es algo consciente) que se caracteriza por una búsqueda patológica de la recompensa y/o alivio (cambiar México) a través del uso de una sustancia u otras conductas: delegar en otros su vida, en lugar de luchar por transformar su realidad, creer que AMLO o cualquier político, será la “nueva” “esperanza de México”, que resolverá sus problemas. Estamos entonces, ante una enfermedad mental masiva. Una adicción a depender de los políticos. Una preferencia enferma a votar en lugar de luchar. Un autoengaño que prefiere renunciar a pensar, y hacer lo que hace la mayoría: soñar que todo cambiará, votando “por el menos peor”. La gente busca un placebo: sabe que todos los políticos roban, pero como está en su zona de confort, prefiere “votar”, por los que “salpiquen algo”; o de menos “roben poquito”, porque en los siguientes 6 años, no harán nada. Entonces su gran “participación” para “cambiar México” es votar. La gente siente que hace algo, pero en realidad sabe que con el fraude electoral, su voto se irá a la basura, por que los ricos impondrán a quien quieran. Pero vamos a los datos, que aunque son falsos, nos dan una idea general de lo que piensa la gente. En el 2012, según el INE, votaron 50 323 153 personas, de un total de 70 454 802 empadronados. O sea un 63.14 % del padrón electoral. Es decir, porque 50 323 153 personas creen que las elecciones sirven, legitimaron que sólo con 19 226 784 votos por el PRI, los mismos de siempre volvieran a gobernar. Actualmente se calcula la población de México en 130 millones 678,000 habitantes. México es el décimo país más poblado del mundo (ONU). Se calculan en 29 millones los mexicanos en EU, con 8 millones con documentos legales. A grosso modo, de 160 millones de Mexicanos, 20 millones (un 12.5 %) perjudicó gravemente a México al votar por el PRI. O sea, menos de los mojados que emigraron a EU. Y votar por MORENA, sólo promete un “capitalismo suave”, cosa que por experiencia sufrida en carne propia, sabemos que no existe. Pero sin importar que políticos ganen, todo el pueblo de México perdemos en las elecciones. Sólo un 12% de personas, está decidiendo quienes serán nuestros verdugos los próximos 6 años. Sin importar quien quede a cargo del gobierno, el gobierno nos friega a todos. Es la dictadura de las minorías sobre las mayorías. Pero con todo y sus miserables 20 millones de votos, los gobernantes son controlados por la élite burguesa. Como decía el 12 de agosto de 1916, Ricardo Flores Magón: …”todos los gobiernos, que como se sabe no son otra cosa que los perros guardianes de los intereses de la clase capitalista,…” no pueden, ni quieren; cambiar la explotación de todo un pueblo, y acabar con las injusticias y la tiranía, ganando unas elecciones. Así que no importa por quién votes, mientras no luchemos por cambiar el sistema capitalista. No importa a quien delegues el poder, mientras apoyes las relaciones de poder instituidas y defiendas las jerarquías. No importa el autoengaño de la “esperanza de México”, porqué la adicción a la esperanza sólo acabará cuando dejes de esperar algo de los políticos. Esos parásitos que siempre viven de nuestros impuestos y que no producen nada, más que promesas. Los políticos no aportan nada a una sociedad, sólo viven del trabajo de todos. Los políticos manejan cantidades increíbles de dinero para legitimarse y lograr el apoyo del pueblo, mientras vivimos en la miseria. La clase política ha logrado corromper a todo el país, sin importar los colores partidistas. Pero todo ese dinero despilfarrado en las elecciones, seguirá terminando en la basura, hasta que les quitemos a los políticos sus sueldos, sus tranzas y sus robos. Por todo lo anterior, te invitamos a dejar la adicción a “la esperanza de México” y luchar contra el capitalismo, en todas sus formas, en todas sus relaciones de poder. No votes, mejor rebélate. Somos 160 millones de mexicanos, podemos hacer muchas cosas: anular el voto, hacer campaña antielectoral, luchar por mejoras salariales, quitarles sus sueldos a los políticos y a sus partidos. Cambiar el sistema capitalista. No será fácil, ni será pronto. Pero si sembramos semillas de rebeldía, nacerán libertades para tod@s.
Braulio Alfaro Lemus.
(Se consultaron las páginas web de Wikipedia, Aristegui Noticias, Animal Político, inforural, Misael Mora en Rankia México, Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM, Nación 321, Estadísticas del INE; la revista Proceso, Los Periódicos: Regeneración # 242 (el de Flores Magón), La Jornada, Milenio, Reforma, El Economista, El Financiero y El Universal.)Read more ... |
Posted: 27 May 2018 12:01 PM PDT
Documental (22 minutos).
Sinopsis: En la zona del Raval, Alfredo alias “el guaje” atiende hasta el final de sus días el ultimo establecimiento anarquista de Barcelona. En su pequeño museo comparte con amigos opiniones, debates y música.
SF Produccions - La Garçonne Films Read more ... |
Posted: 27 May 2018 11:55 AM PDT
En un momento en el que me encuentro dentro de mí mismo y en el que creo que también soy dueño de mí mismo, me gustaría hablaros sobre ideas y pensamientos que me vienen a la cabeza y que hacen que me cuestione esta realidad en la que vivimos y también la sociedad y el sistema en el que estamos inmersxs.
El fascismo avanza en el mundo y se hace fuerte mamando de la teta capitalista que solo hace que acrecentar la desigualdad social y la pobreza. Todos nuestros datos son utilizados para vendernos bellos productos o hacernos votar a un cierto partido u a otro. Todo es controlado y hábilmente manipulado dejándonos en una ilusión de falsa libertad en la que no representamos más que un número que ser cuantificado. Parece que todo en nuestra vida está hecho para atarnos a una realidad en la que solo somos meros objetos hechos para servir a los engranajes de una máquina que se alimenta de nosotrxs mismxs y también del propio planeta, dejando solamente destrucción y vidas vacías de por medio. En mi opinión no hay que resignarse y conformarse con esto, hay que convencernos que tenemos una vida que nos pertenece y de que tenemos una responsabilidad con los seres que nos rodean y con el planeta en el que vivimos; si hay una injusticia debemos alzar la voz para que se nos oiga plantando cara a cualquiera que la justifique. Nuestra existencia aquí está justificada y para mí es preferible morir de pie que vivir arrodillada. No creo que en el futuro las cosas vayan a cambiar así como así, y valoro mucho los actos de rebeldía que empiezan a surgir a nuestro alrededor desenmascarando la verdad que parece escondida en algún rincón perdido. Para mí ocupar las calles y plazas de nuestras ciudades y pueblos es fundamental para conseguir un cambio radical y positivo en nuestra sociedad. No puedo dejar de sentirme afortunado por la vida que me han dado y solo pienso que es posible que estemos en esta existencia por algún motivo, pero que no nos merecemos ser explotadxs ni manipuladxs y que debemos de apropiarnos de aquello que nos pertenece dejando claro que en ningún momento somos siervas de nadie. Tampoco me dejo de fascinar por el mero hecho de la existencia misma, y el de ocupar un cuerpo como el nuestro que está claro que también nos pertenece y del que no debemos dejar que se apropien ni de que lo utilicen. Pero hay algo que me fascina aún más y es la fascinación por saber de que está hecha nuestra existencia. En un universo tan grande como el nuestro, me pregunto de que están hechas las cosas y si la respuesta es de átomos, me pregunto de que están hechos esos átomos y de por qué están ahí. No soy quien para dar esas respuestas ya que no las tengo, pero si la respuesta es la casualidad, me admiro de que casualidad tan grande, y si la respuesta es que somos producto de algún ser divino, me pregunto que quien lo habrá puesto ahí y le habrá dado semejante poder. No creo que sepa diferenciar de que están hechas las cosas, pero puedo aportar algo de mi experiencia acerca del modo de existir que he llevado. Para mí en uno de mis “viajes”, llegué a no saber diferenciar si yo era real o si yo era una ilusión y estar en esa situación me llegó a parecer mágica y sacada de un relato de ciencia ficción. Tampoco os asustéis cuando en otra de mis “aventuras” pude llegar a ver a un ser que no venía de este planeta y que aún encima iba vestido con traje y corbata. Después de esto mi percepción de la realidad cambió completamente y me pregunto que qué le había podido traer a este ser que me sonrió y me guiñó un ojo antes de desaparecer, a venir aquí. También digo que pudo ser una simple alucinación visual al estilo de la película “La haine” en la que uno de los protagonistas ve una vaca en medio de París en un par de ocasiones, aunque lo que si puedo decir es que esa experiencia fue muy real y que solo espero que si esa aparición no fuera tan solo una alucinación, sus intenciones fueran amistosas. El cuestionarme la realidad en si misma, me hace ver las cosas de una manera más prudente y me hace reflexionar sobre todos nuestros problemas y pensar que solo son así porque los vemos así pensando también en que solo somos polvo de estrellas que nos hemos venido a más y hemos crecido de tal manera que hemos llegado a hacer peligrar hasta nuestro hogar que es el Planeta tierra. No pienso que una vida entregada a luchar por una vida digna y por un ideal que pone como objeto máximo la libertad sea una pérdida de tiempo, y pienso que el hacer autoanálisis de vez en cuando y el saber corregir un defecto propio o solventar un error sea nada indigno así como pienso que no soy perfecto y que hay que seguir luchando en tu día a día por una coherencia y una actitud que al final te hace ser una persona integra. La negrura de nuestro camino se hace más llevable si uno es capaz de cambiar por dentro de una forma consecuente con unx mismx y con todo lo que te rodea ya que lo personal es político y ningún mundo nuevo será posible en este planeta, si nosotrxs lxs seres humanxs no somos capaces de plantar cara a la injusticia ni a la opresión. ¡Salud!.
-Richie punk-
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Posted: 27 May 2018 05:09 AM PDT
PRESENTACIÓN
Este escrito pretende profundizar en la pugna de la CNT entre los sectores moderados, cuya posición fue plasmada en el Manifiesto de los Treinta, y los radicales, a los cuales comúnmente nos referimos como “treintistas” y “faístas”, respectivamente. Trataremos de observar los posicionamientos y la evolución de ambas corrientes en el ámbito del hecho revolucionario, es decir, la preparación y ejecución de la revolución social, analizando tanto sus contenidos teóricos como el desarrollo de los acontecimientos para visualizar los diferentes modos de entender y proceder a la ruptura con el sistema. Situando el presente ensayo a partir de la proclamación de la Segunda República, el período álgido del debate interno en la CNT, tras un régimen dictatorial, y bajo la sombra del fascismo, podremos observar las disputas dentro del anarcosindicalismo al coincidir una coyuntura prerevolucionaria y, al mismo tiempo, de democracia liberal. Tratando de hacer un ejercicio de objetividad, analizaremos los diferentes factores internos y externos que determinaron estos posicionamientos para comprender las distintas concepciones de revolución que se esconden tras las acusaciones recíprocas: de reformistas, por un lado; y de impacientes, por otro. Para concluir, analizaremos este debate en la práctica, con la ejecución de intentonas revolucionarias y la posterior consumación de la revolución social, con una CNT reunificada, observando el impacto del debate entre ambas tendencias hasta el decisivo avance de la contrarrevolución. Un trabajo de Guillermo Revilla Arjona * Imagen: El treintista Ángel Pestaña Descargar Trabajo [PDF]Read more ... |
Posted: 26 May 2018 08:00 AM PDT
Cae la noche…
la juventud se prepara para asestar los golpes. Cae la primera piedra, arden las barricadas. Son 10, 100, 1.000 capuchas negras como el carbón de las minas, como las heridas de bala… Cae la primera compa, un disparo directo a la cabeza. Llueven cócteles molotov, las barricadas se cuentan por cientos. Desde los balcones se oyen gritos; ¡Asesinos, dejad en paz a nuestros hijos! La policía ha tomado el barrio la juventud responde con palos, los vecinos abren los portales en solidaridad con los presos en huelga de hambre. Son las 3 de la noche, se hace el silencio. A la mañana, caen detenidos 10 compañeros la juventud se prepara. La anarquía vencerá. Cae la noche… Read more ... |
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