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Energía
y cambio climático: “no hemos avanzado nada en 20 años”
Gerardo
Honty
ALAI AMLATINA, 20/06/2018.- El pasado 13 de junio la
petrolera
británica BP presentó, como lo hace cada año, su Revisión
Estadística de la
Energía Mundial (Statiscal Review of World Energy 2018). Este es
uno de los
informes que suelen ser utilizados por agentes y analistas para
conocer la
evolución del sector energético a nivel mundial y su base de
datos es una
referencia habitual para los investigadores. El reporte es
bastante exhaustivo
y contiene no solo información del último año, sino también el
histórico de
consumo y producción de todas las fuentes de energía de las
últimas décadas.
La principal conclusión que puede
sacarse de los datos presentados del último año revisado, es que
estamos lejos
de poder cumplir con los objetivos de reducir la amenaza del
cambio climático
en concordancia con los objetivos planteados en el Acuerdo de
París. En 2017
hemos dado un paso atrás respecto a los tímidos avances que
parecían
vislumbrarse en los dos años anteriores: el uso de combustibles
fósiles
continúa creciendo, el aumento de la participación de las
fuentes renovables es
muy inferior a lo necesario y las emisiones aumentan en lugar de
disminuir.
Sorprendente
y preocupante
Luego de tres años consecutivos de
relativa estabilización en las emisiones globales de carbono
derivadas del
consumo de energía -que fueron motivo de esperanza en el
anterior reporte de
BP- estas volvieron a crecer en 2017 de la mano del aumento de
la demanda
energética global y particularmente del aumento del consumo de
carbón, un
combustible que se creía en franco declive. El consumo de
energía mundial
creció un 2,2% el año pasado -el mayor aumento desde el año
2013- y las
emisiones de carbono fueron un 1,6% mayores que en 2016. En
palabras de Spencer
Dale, Economista jefe del grupo BP, el informe es "sorprendente
y
preocupante".
Muchas de las estrategias para reducir
las emisiones de carbono pasan por convertir a eléctricos la
mayor cantidad
posible de usos finales de combustibles fósiles. El automóvil
eléctrico es uno
de los ejemplos paradigmáticos de estas nuevas estrategias. Pero
el sector
eléctrico no se está volviendo más "limpio". El sector de
generación
de electricidad es en la actualidad el mayor demandante de
energía primaria
-más que el transporte y la industria- y representa la tercera
parte de las
emisiones de carbono del sector energético.
Es decir, las medidas de conversión a eléctrico solo
pueden reducir
emisiones si la electricidad proviene de fuentes renovables, en
caso contrario
el resultado puede ser opuesto al buscado.
Lo que le resulta sorprendente y
preocupante a Dale es que a pesar del extraordinario crecimiento
de las
energías renovables y todos los esfuerzos por sustituir con
fuentes más limpias
la generación de electricidad, “casi no
ha habido mejoras en la matriz eléctrica mundial en los
últimos 20 años”.
Según indica su análisis -y puede comprobarse en los datos del
informe- el
porcentaje de carbón en el sector eléctrico en 2017 fue del 38%,
la misma
proporción que ocupaba en 1998. Con el agravante que, como el
consumo
energético es mayor, en términos absolutos el 38% del consumo
actual se
bastante mayor que el 38% de hace 20 años. Y en general la
participación de los
combustibles fósiles sigue siendo tan alta como cuando se firmó
el Protocolo de
Kioto en 1997. "No tenía
idea de lo
poco se había avanzado hasta que miré estos datos" expresa
Dale.
"Tener
alguna posibilidad de lograr un camino consistente con el
cumplimiento de los
objetivos climáticos de París -continúa el
economista- tendrá que
tener
significativas mejoras en el sector eléctrico. Pero esta es un
área donde a
nivel mundial ni siquiera hemos dado un paso adelante, nos
hemos detenido:
perfectamente detenidos durante los últimos 20 años". Una
afirmación
más sorprendente y preocupante dado que viene de una empresa que
basa su
negocio en la venta de hidrocarburos.
En particular el consumo de petróleo
sigue aumentando, según el informe. La demanda de crudo creció
en 1.7 millones
de barriles diarios (mbd) y es un aumento significativamente
mayor que el
promedio de los últimos 10 años (1,1 mdb). Para poner este dato
en contexto, el
crecimiento promedio de los últimos cinco años está en su nivel
más alto desde
la época del superciclo de los productos básicos de 2006 y 2007.
Esto ocurrió
aún con todo lo que se ha avanzado en materia de eficiencia en
el uso de la
energía, la reducción de la intensidad energética, el
crecimiento de las
energías renovables, etc. Todos esos factores son reales y están
ocurriendo,
pero el aumento del consumo de petróleo continúa su avance. En
sentido opuesto,
el porcentaje de las modernas energías renovables como la solar,
la eólica y la
geotermia, se mantienen con un escaso aporte del 4%.
América
Latina
Sin embargo, esta tendencia mundial no
ha sido la misma en América Latina. Según el informe que se
viene analizando,
en Sur y Centro América el petróleo y el gas natural han
reducido su
participación en un 1% cada uno, lugar que ha sido ocupado por
un aumento de 1%
en hidroelectricidad y otro 1% en otras fuentes renovables. De
la misma forma,
el crecimiento de la demanda de energía ha sido menor que en el
resto del mundo
-con un 0,8% de aumento en contraste con el 2,2% del promedio
mundial- y las
emisiones energéticas se han reducido en un 1%. Estas
diferencias están más
relacionadas con la caída del PBI regional que con las medidas
de eficiencia o
de planificación energética. No debe olvidarse que el PBI de
América Latina ha
caído en los últimos tres años mientras que el global ha
aumentado y que el
crecimiento económico es el principal impulsor del consumo
energético y las
emisiones.
En el caso de la generación de
electricidad, en 2017 hay un 3% más de participación de
renovables en
detrimento del mismo porcentaje de electricidad de fuentes
fósiles. La
presencia de la hidroelectricidad en la región sigue siendo una
excepción en el
mundo, con un 55% de toda la energía eléctrica producida. No
obstante lo
anterior, tres cuartas partes de toda la energía consumida en la
región aún
proviene de fuentes no renovables.
La producción de petróleo en Sur y
Centro América, consideradas en conjunto, volvió a caer por
segundo año
consecutivo en 2017 y se mantiene prácticamente en los volúmenes
de hace 10
años. Sin embargo existen notorias diferencias entre los países
con extremos
que van de un aumento del 4,8 de la producción petrolera de
Brasil –respecto a
2016- a una reducción del 11,6 en el caso venezolano. Algo similar ocurre con la
producción de gas
natural que aumentó un 12,4% en Brasil pero se redujo 6,5% y
6,9% en Colombia y
Perú respectivamente.
Otras
preocupaciones
Una novedad que trae este año el
reporte de BP respecto a los informes similares anteriores, es
la incorporación
de datos sobre reservas y precios de cuatro materias primas
relevantes para la
producción de energías renovables: litio, cobalto, grafito y
tierras raras. Es
que la disponibilidad y costos de los insumos necesarios para la
fabricación de
baterías, paneles solares y aerogeneradores, comienzan a ser
imprescindibles
para evaluar las tendencias futuras. En particular el cobalto y
el litio para
la producción de las baterías de los automóviles eléctricos ya
han comenzado a
dar señales de aumento de precios debido al crecimiento de la
demanda. La producción
de cobalto ha crecido a una tasa de 0.9% anual desde 2010 y sus
precios
aumentaron más del doble en 2017. Por su parte la producción de
litio ha
aumentado en un 6.8% anual en el mismo período y su cotización
creció un 37%
durante el último año.
Muchas veces se pierde de vista que si
bien la fuente de energía puede ser renovable, como el sol y el
viento, la
tecnología necesaria para su aprovechamiento no lo es. Los
minerales, metales y
otras materias primas necesarias para la fabricación de celdas
fotovoltaicas,
molinos de viento y baterías son finitos, no renovables y
algunos de ellos
escasos. Su explotación conlleva costos económicos y gastos
energéticos
crecientes –además de daños ambientales- y los datos de reservas
y precios se
vuelven necesarios. La aparición por primera vez de esta
información en el
reporte anual de BP es una clara señal de que estos factores
comienzan a
preocupar a los planificadores energéticos.
-
Gerardo Honty es analista de CLAES (Centro Latino Americano de
Ecología Social)
URL de este artículo: https://www.alainet.org/es/articulo/193597
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