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Trump lanza guerra autodestructiva contra
Beijing
Ulises Noyola Rodríguez
ALAI
AMLATINA,
26/06/2018.- La guerra comercial entre Estados Unidos y
China se ha intensificado a
través de la imposición de un nuevo arancel de 25% sobre las
importaciones
industriales provenientes de China. Frente a la amenaza de Xi
Jinping de
contraatacar a la ofensiva norteamericana, el presidente
norteamericano amenazó
con poner aranceles adicionales sobre productos chinos, que
representan casi la
mitad del comercio entre las dos naciones.
Para defender su ofensiva en contra de
Beijing, el presidente Donald
Trump sostuvo que resulta necesario defender la competitividad
tecnológica
de Estados Unidos y con ello proteger el futuro de los
estadounidenses frente a
las políticas injustas del gobierno chino. Por lo tanto, la
imposición de
aranceles se centró en productos industriales que contribuyen al
desarrollo
tecnológico de China en sectores estratégicos como el
aeroespacial, robótica,
información, comunicaciones, entre otros.
A causa de los aranceles impuestos sobre los
productos chinos, las
empresas norteamericanas tendrán que pagar más por las
importaciones
provenientes de China. Por esta razón, la Cámara de Comercio de
Estados Unidos
advirtió que la guerra comercial afectará a la manufactura, la
agricultura y
los consumidores. Los productores estadounidenses verán, al
enfrentar mayores
costos, socavada su competitividad internacional, con lo cual se
acercarán a
perder mercados en el exterior.
El temor del gobierno estadounidense está en
la estrategia industrial de China de volverse autosuficiente en
la
mayoría de los insumos industriales, que serán imprescindibles
para las nuevas
tecnologías. Con el fin de cumplir esa autosuficiencia, las
empresas chinas
están dispuestas a importar una cantidad masiva de tecnología de
centros
industriales como Estados Unidos, Alemania, Francia y otros
países
industrializados, cuyas exportaciones se verían impulsadas por
el ascenso
industrial de Beijing.
Los productos con un elevado contenido tecnológico representaron
apenas 8.1% de las exportaciones de Estados Unidos hacia China
en 2016. Por lo
tanto, la proporción seguirá siendo poco significativa después
de la imposición
de aranceles sobre los productos chinos, que indudablemente
intensificará la
incertidumbre en los intercambios comerciales. Con la política
agresiva en
contra de China, la cooperación tecnológica entre las empresas
de China y
Estados Unidos se vislumbra imposible en el corto plazo.
La política comercial de Donald Trump es
contradictoria con relación a
China. Por un lado, el mandatario estadounidense reclama una
reducción drástica
del déficit comercial con el gigante asiático; y por otro,
restringe el
comercio de bienes tecnológicos que podrían contribuir a
expandir las
exportaciones norteamericanas en el mercado chino y así
disminuir
sustancialmente la brecha comercial. Además, la expansión de las
exportaciones
ayudaría al fortalecimiento de la manufactura y la creación de
empleos, que se encuentran
cada vez más debilitados en Estados Unidos.
En cambio, los negociadores norteamericanos
insisten en disminuir el
déficit comercial a través del incremento de la compra de materias primas (carne, soja y
gas)
por parte de las empresas chinas. Por su reducido valor, estos
productos no
pueden recortar significativamente la brecha comercial con
China. Además, con
la posible fuerte respuesta del gobierno chino de poner
aranceles sobre los
productos principalmente del sector agrícola de Estados Unidos,
las compras
disminuirán y por consiguiente se anulará la posibilidad de
comenzar a reducir
el déficit comercial.
Por si fuera poco, el gobierno republicano
golpearía
duramente su base electoral en los estados productores de
alimentos, entre los
que sobresalen California, Illinois, Iowa, Minnesota, Nebraska.
Como China es
el segundo comprador de productos agrícolas de Estados Unidos,
la reducción de
las ventas de esos productos en el mercado chino detonará
seguramente una caída
en los ingresos de los agricultores norteamericanos por la
imposición de
aranceles por parte de Beijing.
De la misma forma, la inversión china
disminuyó de manera significativa
en Estados Unidos, llegando a un minúsculo monto de 29,000 millones de dólares el año pasado. Para
defender su seguridad nacional, el gobierno estadounidense
canceló así varios
proyectos de infraestructura de empresas chinas, evitando que
Beijing
adquiriera tecnología de punta. Pero al cancelar los proyectos
del gigante
asiático, el gobierno estadounidense perdió inversiones que
habrían apoyado el
crecimiento económico, la creación de empleos y la recaudación
de impuestos.
Además, la administración de Trump, de
acuerdo a varios medios
americanos, planea prohibir la compra de compañías por empresas
donde los
accionistas chinos posean por lo menos el 25% de la propiedad de
la empresa en
industrias importantes. Las restricciones de inversión tan
elevadas sobre China
privarán a las empresas norteamericanas de financiamiento fresco
para
implementar innovaciones tecnológicas, sin las cuales, se
encontrarán rezagadas
con respecto a las demás corporaciones, que están constantemente
actualizando
sus procesos de producción.
Interesadas en invertir en nuevas
tecnologías, las empresas chinas
aportarían el financiamiento necesario para que las firmas
norteamericanas
pudieran incrementar su productividad y por ende su
competitividad global. Los
flujos de inversión de China en Estados Unidos tienen todavía un
gran potencial
para aumentar en el futuro, tomando en cuenta que las empresas
chinas tendrán
que producir una diversa gama de bienes y servicios sofisticados
para la clase
media.
Como prueba de ello, los salarios promedios mensuales en varias ciudades chinas como
Shanghai (1,135 dólares), Beijing (983 dólares) y Shenzen (938
dólares), ya
están por encima de los niveles salariales de miembros de la
Unión Europea como
es el caso de Croacia y Lituania. Adicionalmente, el gobierno
chino está
ampliando las prestaciones sociales y los servicios públicos,
factores que
están incrementando los ingresos laborales de los trabajadores
chinos para
luego equipararse con las remuneraciones de los países mejor
posicionados a escala
mundial.
Por añadidura, la política agresiva de
Donald Trump está cerrándole la
puerta a Estados Unidos en Asia. Esto responde a que China
ensambla una
cantidad importante de sus productos con la colaboración de los
países
asiáticos para luego exportarlos a Estados Unidos. Al poner
aranceles sobre los
productos de China, el presidente estadounidense también está
imponiendo
barreras comerciales sobre las mercancías de los demás países de
Asia, que
tienen fuertes vínculos con el gigante asiático.
Cabe recordar que el desacuerdo entre los
países asiáticos con
Washington se acrecentó desde la salida de Estados Unidos del
Acuerdo de
Asociación Transpacífico el año pasado. El posible regreso de
Estados Unidos al
acuerdo comercial resulta ahora imposible con el rechazo del primer ministro japonés, Shinzo Abe, a la
aplicación de aranceles sobre el acero y el aluminio, anunciados
el pasado mes
de marzo, a los productores japoneses. Y peor aún, la estrategia
del presidente
Donald Trump de firmar acuerdos comerciales bilaterales con los
países
asiáticos está perdida ante las tensiones comerciales en curso.
De manera inevitable, una intensificación de
la guerra comercial por
Washington, como lo plantea el mandatario estadounidense, no
será tolerada por
los países asiáticos, quienes colaboran con China en diversos
campos desde el
comercio hasta la seguridad. La postura proteccionista de Donald
Trump
representa una seria amenaza para Estados Unidos, ya que sería
una dura
estocada para las empresas norteamericanas en seguir perdiendo
terreno en el
continente asiático.
- Ulises Noyola Rodríguez es colaborador del Centro de Investigación sobre
la Globalización.
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