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¿Qué
significa para América Latina y el Caribe la (s)elección de
Iván Duque en
Colombia?
Javier Tolcachier
ALAI
AMLATINA, 17/06/2018.-
La perspectiva
histórica
Hace
exactamente cien años asumió la presidencia de Colombia Marco
Fidel Suarez,
quien acuño el lineamiento de política exterior llamado Respice
Polum (“miremos
al polo” o “hacia el Norte”) o Doctrina Suárez. Desde entonces,
y con pocas
interrupciones como la del general nacionalista Gustavo Rojas
Pinilla (1953-57)
y de manera menos estridente, en el período de Ernesto Samper
(94-98), Colombia
ha actuado subordinada a los intereses expansionistas de los
EEUU limitando la
soberanía de sus relaciones internacionales. Poco antes,
Colombia perdía su
provincia centroamericana, que se independizó como Panamá en
1903 por el
interés de EEUU de construir el canal interoceánico. Suárez fue
actor
principalísimo en la ratificación del Tratado Urrutia-Thompson,
firmado en
1914, por el cual se otorgaban algunas compensaciones a Colombia
por su pérdida
territorial e intentaba “normalizar” la relación quebrada con
EEUU por la
secesión panameña.
El
Acta de Chapultepec de 1945, la firma del Tratado Interamericano
de Asistencia
Recíproca en 1947 y la creación de la OEA en 1948 - justamente
en Bogotá -
constituyeron la implementación luego de la segunda guerra
mundial de la
Doctrina Monroe, dando juridicidad a la hegemonía y la
posibilidad
intervencionista de los EEUU en la región.
A
la muerte del tribuno liberal Jorge Eliécer Gaitán siguió la
guerra interna.
El
Frente Nacional (1958-1974) y la misma guerra interior, fueron
escudo y excusa
de la plutocracia aliada con los EEUU contra todo intento
progresista o de
izquierda para cambiar las cosas. El mismo objetivo de control
militar y civil,
bajo la apariencia de la lucha contra el narco, tuvieron la
Iniciativa Mérida y
el Plan Colombia.
¿Novedades en el
frente? El actual enemigo principal de
EEUU
En
Enero de este año la administración Trump hizo pública la
renovación de su
estrategia de seguridad nacional – hasta ahora enfocada en la
“lucha contra el
terrorismo global” - poniendo como principales vectores de
amenaza la
competencia de Rusia y China en el tablero mundial. Lo que se
quiere evitar es
la pérdida de hegemonía estadounidense y el ascenso de Oriente
como principal
polo planetario.
EEUU
ha logrado mejorar su posición geopolítica relativa en América
Latina, luego de
los golpes parlamentarios en Honduras, Paraguay y Brasil, la
victoria de Macri
y el partido colorado en Paraguay, la reelección de Piñera en
Chile, el giro a
la derecha de Moreno en Ecuador y el debilitamiento del gobierno
del FMLN en El
Salvador. El país del Norte ataca a Venezuela, a Nicaragua y a
Bolivia para
eliminar todos los focos de resistencia de izquierda a su
hegemonía.
Sin
embargo, la situación es precaria e inestable. En Perú ya
echaron a PPK y el
nuevo presidente Vizcarra está en posición endeble. En Brasil,
el golpista
Temer no cuenta con aprobación popular, lo mismo sucede con Juan
Orlando
Hernández en Honduras, reelecto en circunstancias fraudulentas.
En Guatemala,
se pide la renuncia de Jimmy Morales. En México, a todas luces
va a ganar las
elecciones el reformismo progresista de López Obrador. En
Argentina, EEUU ha
establecido un protectorado económico a través de fondos buitres
y el FMI, lo
que augura una enorme conflictividad social ante el ya evidente
fracaso
económico y social de Macri.
Colombia hoy
En
Colombia, luego de los Acuerdos de Paz las acciones bélicas han
disminuido,
aunque continúan los asesinatos selectivos a líderes campesinos
y sociales que
protagonizan la oposición local al feudalismo terrateniente, a
los
megaproyectos extractivistas y de infraestructura.
Por
otra parte, Colombia continúa siendo el principal proveedor de
droga del
mercado estadounidense, aumentando la superficie de cultivos de
coca en los
últimos años, a pesar de fumigación indiscriminada, guerra
institucional y
foránea. Lo cual muestra – como mínimo – la ineficacia de tales
planificaciones. O acaso, que las intenciones no declaradas de
dichos planes
nunca contemplaron una reducción efectiva del narcodelito.
Más
allá de la veracidad estadística o no de esta cifra, esto
constituye una
argumentación propicia para continuar la acción militar y de
seguridad de EEUU
en territorio colombiano. En la última visita a Colombia del
ahora ex
secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, el
Gobierno de Colombia
aseguró su voluntad de conformar una fuerza de tarea conjunta
para combatir el
narcotráfico. EEUU, por su parte, anunció la renovación de la
cooperación – una
continuidad del Plan Colombia concebido durante la presidencia
del conservador
Pastrana – por cinco años más. O sea, más de lo mismo.
Por
si fuera poco belicismo, “el premio Nobel de la Paz” Santos sumó
recientemente
a Colombia como socio global de la OTAN, ofreciendo al país como
cabeza de
playa en Sudamérica.
En
términos regionales, Colombia ha suspendido sus actividades en
UNASUR y
conspira abiertamente contra el legítimo gobierno bolivariano de
Venezuela en
conjunto con la docena de países nucleados en el grupo de Lima.
Entonces, ¿qué
significa para la región el resultado de
la segunda vuelta?
Si
se mira el mapa de los actuales gobiernos, América Latina y
Sudamérica están
partidas, divididas por la influencia estadounidense, la
propaganda de medios
concentrados y una mezcla de acomodados y arribistas en cada
país que se niega
a solidarizarse con los sectores desposeídos y discriminados, la
mayoría
mestiza, negra y originaria de la región.
En
este contexto y desde el punto de vista de la política exterior,
el triunfo de
Iván Duque representa un refuerzo de la actual política
colombiana subordinada
a EEUU, la elevación del riesgo de reavivar el conflicto social
interno y de
comprometer a Colombia en acciones bélicas contra Venezuela y en
otras regiones
del planeta.
La
(s)elección de Duque por quienes lo respaldan, augura la
permanencia de
efectivos militares estadounidenses y el uso de bases
colombianas por parte de
EEUU, el retroceso de los procesos de integración soberanos y
pone en riesgo la
Declaración de América Latina como Zona de Paz lograda en la
reunión CELAC de
2014.
Duque
será un presidente débil en manos de la oligarquía y las fuerzas
partidocráticas a su servicio, lo que producirá una acentuación
del
neoliberalismo y la propiedad concentrada de la tierra, las
finanzas y los
medios, alejando toda posibilidad de acotar o disminuir las
enormes brechas de
desigualdad.
En
definitiva, en términos geopolíticos, todo indica que el nuevo
presidente
seguirá con la política del “partido único de dos cabezas” de
ser apenas un
satélite de los intereses estadounidenses en América Latina.
Petro,
apoyado por gran parte del arco progresista colombiano - y sobre
todo por
mujeres y jóvenes, columna vertebral del activismo por la paz -
hubiera constituido
un fuerte impulso a conservar lo ganado en los Acuerdos de Paz y
la posibilidad
de una progresiva reconciliación. Hubiera sido el gobierno
progresista que le
faltó a Colombia, mientras otros países de América Latina
avanzaban en la
integración y las mejoras sociales con Lula, Cristina y Néstor
Kirchner, Correa
y aún más marcadamente con Chávez y Evo.
No
hay dudas que en esta segunda vuelta triunfó la continuidad de
la
partidocracia, en cerrada coalición con la opinión de los medios
de difusión hegemónicos,
las iglesias retrógradas y la estrategia de la administración
estadounidense.
Ganó el candidato del bipartido único, de la oligarquía y la
conservación.
Pero
los guarismos muestran también que hay un importante sector de
la ciudadanía
que quiere una Colombia distinta. En este sentido, los ocho
millones de votos
conseguidos son una voz fuerte que sitúan a Gustavo Petro como
líder de la
oposición, quien junto a la resistencia ciudadana y rural
dificultarán al nuevo
gobierno ejecutar sin más su programa. Esto probablemente se
hará manifiesto en
la construcción territorial y en futuras elecciones municipales
y nacionales.
El poder no tiene asegurado el futuro.
La
elección en Colombia puso de manifiesto, en coincidencia con
procesos más
generales, que el camino hacia una América Latina más humana es
la articulación
en la diversidad de las fuerzas humanistas de la izquierda y el
progresismo
social en el marco de una renovación de los proyectos
transformadores y con el
eminente protagonismo de las mujeres y los jóvenes.
Javier
Tolcachieres
un investigador perteneciente al Centro Mundial de Estudios
Humanistas,
organismo del Movimiento Humanista.
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https://www.alainet.org/es/articulo/193539
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