Ricardo Ragendorfer y su libro “Los Doblados”
La figura del soplón, filtro o doblado –según la jerga de los servicios de inteligencia- fue abordada en la historia de los años setenta como una figura lateral y maldita. Ragendorfer la convierte en el centro de su libro, para explorar situaciones y roles en los años crueles. “Los Doblados. Las infiltraciones del Batallón 601 en la guerrilla argentina” (Editorial Sudamericana, 2016) indaga en esa figura y el valor que le otorgó la inteligencia militar argentina con el mítico Batallón 601 a la cabeza, a la hora de golpear de muerte a las organizaciones armadas. Formado en el periodismo policial y coautor junto a Carlos Dutil del memorable libro “La Bonaerense. Historia criminal de la policía de la provincia de Buenos Aires” (1997), el autor organiza los capítulos en historias unitarias pero vinculadas entre sí con la prosa del mejor policial de suspenso. La figura del “doblado” Jesús “el Oso” Ranier hilvana buena parte del texto con las caídas de militantes del ERP desde 1974 hasta la debacle final del asalto al cuartel de Monte Chingolo. Pero el ataque montonero a la guarnición de Formosa con un delator que no pudo cumplir su papel de filtro, sirve para explicar el golpe de 1976. La caída de Jean Claudet Fernández, el correo del MIR chileno, delatado por su amante porteña, Alicia Carbonell, resulta el prolegómeno a la posterior caída del ala chilena de la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR), el nucleamiento continental compartido por el ERP argentino, el MIR chileno, los Tupamaros uruguayos y el ELN boliviano. Entrevistas con militares, militantes, sobrevivientes y abogados, se suman en un libro que llega cuando los juicios por delitos de lesa humanidad empiezan a palidecer en los tribunales argentinos.
-¿Cómo empezó la historia de Los Doblados?
-El libro empezó por casualidad. Fue a partir de una serie de entrevistas que le hice a un represor del Batallón 601 de Inteligencia, el mayor Carlos Españadero, para la revista Caras y Caretas. A partir de ese momento empecé a explorar el personaje del Oso Ranier, aquel infiltrado del Batallón 601 en el ERP, cuando todavía no tenía ni idea que eso iba a terminar en un libro. No imaginaba que estaba frente al actor que entrelazaría todas las historias que cuento en el libro. Cuando me propuse escribir algo más ambicioso que una nota sobre este tema de la infiltración, tenía dos caminos, o hacía un amasijo de historias aisladas o hilvanaba un relato historia. Lo primero no me interesaba y me dediqué durante algunos años a hacer esa investigación. También tuve que profundizar mi conocimiento acerca de ciertos aspectos del terrorismo de Estado en aquel momento. Y eso desde luego derivó en otra de las metas del libro que era explorar en la escritura, el organigrama, las modalidades represivas y los personajes del Batallón 601.
-Es interesante ver la cantidad de personajes entrelazados en la historia que está contada en clave policial.
-Exactamente. Y además cuando uno empieza a articular una historia con semejante caudal informativo sobreviene una especie de miedo de que a partir de la escritura se malogre la riqueza de esa historia. Cuando uno comienza un proyecto como este lo primero que hace es armar un esquema sobre el cual volcar esa historia. Lo mejor que puede suceder en esos casos es que uno deje de controlar ese esquema y que sea el esquema el que lo controle a uno. Puesto que a medida que avanza la investigación y a medida que avanza la escritura van apareciendo lazos en historias aparentemente independientes que forman parte de un mismo universo, es decir de una misma línea argumental.
-¿Encontraste alguna tipología sobre la figura del infiltrado?
-No. La traición es una figura universal que recorre la historia de la humanidad como una ráfaga apenas disimulada. En tal sentido me pareció muy interesante explorar esa figura situándola en un escenario tan virulento y ríspido como el de la última dictadura. Por otro lado quiero aclarar que no me refiero a personas que en cautiverio y bajo tortura ofrecieron datos, nombres y domicilios. Hablo de personas que traicionaron no habiendo perdido su condición como sujetos responsables de sus actos ni su capacidad de decisión. En tal sentido, el Oso Ranier, dentro de su ramo laboral que era la traición era una rara avis o un sujeto bastante significativo porque el tipo no era un cuadro militar, ni político. Era un lumpen con bastantes limitaciones y un intelecto rayano en el retraso madurativo. No obstante fue el tipo más letal en su especialidad. Dejó un tendal de mas de cien “compañeros”, suyos entregados, además de haber caído por sus delaciones un montón de casas, imprentas, talleres, arsenales y desde luego lo de Monte Chingolo. Y por otra parte no era un tipo que dentro del ERP tuviera nivel, ni siquiera formaba parte del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) que era el brazo político del ERP, al cual solamente accedían los militantes más destacados. Pero tenía dos virtudes. Una, frente a sus limitaciones el tipo había sido amaestrado para ver y oír, simplemente eso. Y el tipo veía y oía, contaba eso, sin tener que analizar la información que recolectaba, porque de eso se encargaban otros, de armar esos espejos rotos que él aportaba. Y por otra parte, pese a no tener un alto nivel en el ERP tenía una función estratégica que era el chofer de logística, llevaba gente y cosas de un lado para otro, conocía nombres y domicilios y lo que los militantes iban a hacer. Tener a un tipo como él, al Batallón 601 le resultó más redituable que tener de infiltrado a un integrante del buró político. En ese sentido yo dije que mi libro se refería a personas que no habían perdido su capacidad de decisión. ¿Cuál era su capacidad de decisión? ¿Qué era lo que lo había decidido a convertirse en infiltrado en las organizaciones armadas a las cuales ellos habían pertenecido? Motivos diversos. El Oso lo hacía por guita y otros lo hacían por razones ideológicas.
-¿Alicia Carbonell, por ejemplo, que terminó en pareja con Valín y según tu investigación están viviendo ahora en algún lugar de la Patagonia chilena?
-Ese es el gran misterio. Esa es una historia que me encontré sobre la marcha y de algún modo torció el rumbo del libro. Empezó a cobrar cuerpo a medida que la estaba explorando y desde luego es una de las historias mas misteriosas en este nudo dramático de la traición en medio del terrorismo de Estado. Había otros como Lasser que aparece en el epílogo del libro, que lo hizo por lo que se podía llamar un desengaño político familiar. Le habían matado al hermano y él adjudicaba al ERP esa circunstancia y eso hizo que empezara a trabajar para el Batallón 601. Pero no hay un patrón común. Eso es lo desconcertante de esa arista de la personalidad humana.
-Mas allá de la capacidad del Batallón 601 para hacer inteligencia, parecen muy laxos y rudimentarios los controles del ERP para protegerse de la infiltración. ¿Es asi?
-Si, por dos razones. Primero porque el proyecto de desarticular al ERP que tenía el Ejército estaba cifrado en el uso de la inteligencia, con todo lo que eso significa con secuestros, torturas y ejecuciones. Era una guerra de inteligencia según ellos y las batallas estaban en los interrogatorios. Pero para las organizaciones armadas era otra cosa que podía llamarse guerra popular y prolongada, o teoría del foco, que relegaba la inteligencia a un segundo plano. No obstante tanto ERP como Montoneros tenían unos aparatos de inteligencia artesanales, pero eficaces. O sea que servían para obtener datos del enemigo. El aparato de inteligencia del ERP estaba cifrado sobre un criterio de calidad: la menor cantidad de gente en los mejores lugares. Pero tenían un aparato de contrainteligencia insignificante y recién lo crean sobre la certeza de que están hasta las manos infiltrados. Y en ese sentido, esa ingenuidad de parte del ERP tenía un sustento teórico cuando Santucho decía que el ERP no era infiltrable porque un filtro se puede enquistar en alguna estructura de la organización pero tarde o temprano, culturalmente y moralmente va a demostrar una diferencia con respecto al resto de las personas que funcionan en ese ámbito y eso lo desenmascararía, lo cual se ve que no funcionó porque era una cosa increíblemente ingenua.
-¿En Montoneros pasó algo parecido?
-En todos lados hubo infiltrados. Pasa que en otras organizaciones la infiltración no fue de resultados tan catastróficos como en el ERP justamente por el tema de Monte Chingolo. En el primer capítulo del libro existía en el grupo que concretó el ataque al regimiento 29 de Formosa el 5 de octubre de 1975, un militante infiltrado, Azpiazu, el cual no pudo avisar a su responsable militar la fecha y el lugar del ataque porque por una cuestión de seguridad eso les fue comunicado a los combatientes cuando ya estaban concentrados. Marcos Osatinsky fue entregado por un ex Monto que había empezado a trabajar para el Ejército, por ejemplo. Al finalizar la dictadura aparece en el ámbito gremial Gerardo Martínez, el actual secretario general de la UOCRA, un caso muy curioso de supervivencia. Y era un filtro del Batallón 601. Quien diría.
– Cuando volvió la democracia las primeras denuncias e investigaciones sostenían que el Ejército iba detrás del ERP y la Armada detrás de los montos. ¿El 601 se especializaba en gente del ERP?
– Mas o menos esa era la división aunque desde luego el Ejército también actuaba sobre Montoneros. Especialmente durante la Contraofensiva (1979/1980) cuando actuó el Ejército. La Fuerza Aérea se dedicaba a organizaciones trotskistas u organizaciones más pequeñas. El Ejército destina un grupo de tareas con la exclusiva tarea de rastrear a Santucho al punto que lo hacía a espaldas de los otros servicios. Había una especie de competencia entre los grupos de tareas de la ESMA y el Batallon 601. Rivalizaban entre si. Para colmo, digamos, habiéndose arrogado el Ejército la responsabilidad primaria de la lucha antisubversiva, como decían ellos, el Batallon 601 se convirtió en el órgano rector del terrorismo de Estado y eso significaba que respecto del 601 había una relación de subordinación del resto de los servicios de inteligencia porque era una especie de correa de transmisión entre la Junta Militar y los grupos de tareas de todos los grupos represivos que existían en el país. Con el correr del tiempo, la brecha o la grieta, entre el 601 y la Armada, o mejor dicho entre el ejército y el masserismo se fue ahondando cada vez más razón por la cual las actividades represivas que el grupo de tareas de la Armada tuvo a partir del año 1978, 1979, estaban muy controladas por el Ejército.
-Vos en el libro mencionás el ataque de ira que le dio al general Alberto Valin cuando se entera que a la conferencia de ejércitos realizada en Chile por Pinochet, él no es invitado. ¿Había una interna fuerte entre Riveiro y la propia SIDE con Otto Paladino a la cabeza?
-Exacto. Nunca pude saber por que Valín es desplazado. Para que los lectores entiendan, Alberto Balita Ribeiro, segundo jefe del Batallón 601 fue una pieza absolutamente clave en la creación del Plan Cóndor, puesto que antes de que fuera organizado, él ya había colaborado con las fuerzas represivas de Paraguay y Chile, en el secuestro en Asunción de un hermano de Santucho, y de Jorge Fuentes Alarcón que era un destacado militante del MIR chileno. Y por otra parte a través de Enrique Arancibia Clavel, agente de la DINA chilena en Buenos Aires, estableció contacto con el pinochetismo para que se sentaran las bases del Plan Cóndor. Pero sorpresivamente se desayuna que en la reunión fundacional del Plan Cóndor lo habían invitado a Otto Paladino en lugar de él, prueba de eso es que Automotores Orletti que era el chupadero del Plan Cóndor estaba manejado por la SIDE.
-¿Pudiste detectar el rol de la delación en la desarticulación de la Junta Coordinadora Revolucionaria?
-La delación de Alicia Carbonell propició la caída del franco chileno Jean Claudet Fernandez que era un correo de la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR). Si bien todo indica que no cantó, al tipo le encontraron microfilms con instrucciones y documentos, pero no había nombres ni direcciones. Aunque ya en aquel momento el Pollo Enríquez que era el secretario general del MIR chileno, exiliado en Argentina junto con Patricio Biedma que era su segundo, se dieron cuenta que había una coordinación internacional de los aparatos represivos de las principales dictaduras de la región y que se les estaban acercando. Evidentemente no fue la caída de Claudet lo que propició meses después la caída del Pollo Enríquez quien cayó a la salida de una reunión. Fundamentalmente accedí al archivo de Arancibia Clavel, el agente chileno que oficiaba de enlace entre el Batallón 601 y la DINA chilena. Arancibia dice que se encontraron los microfilms pero no arrojaron ningún información y cierra con el siguiente remate, por cierto ominoso: “Claudet ahora ya no existe”, según uno de sus informes. La caída del Pollo Enríquez meses después fue una herida de muerte tanto para el MIR chileno como para la JCR y con posterioridad la caída de Patricio Biedma, diría que fue su tiro de gracia.
-El título Los Doblados remite a una figura diferente respecto de los quebrados.
-Exactamente, hay una diferencia. Para algunos el título es lo primero que se les ocurre al escribir un libro y para mi es lo último. Durante muchos años no sabía qué título usar para este trabajo. En algun momento se iba a llamar La Quinta columna, hasta que descubrí que Ernest Hemingway se me había adelantado con un título similar (risas). Los Doblados surgió de pronto y sin pensarlo. Los Doblados es el nombre que daban los militares al acto de convertir a un militante en un agente de ellos. Lo doblamos a fulano, decían.
-Hablando del Plan Cóndor, ¿encontraste algún doblado uruguayo en esta investigación?
-En esta historia no, aunque desde luego la situación uruguaya late en este libro por varias cuestiones. Por razones casuales en el mismo hotel donde secuestran a Claudet Fernández secuestraron a Zelmar Michelini. Y después se llevan al dueño del hotel Liberty, Bernardo Taub. Desde luego las relaciones fraternales con la OCOA se deslizan en este libro porque al Oso Ranier lo llevaban siempre de vacaciones controladas a Carmelo, Uruguay donde eran atendido a cuerpo de rey por la OCOA.
-¿Te parece que la aparición de este libro puede ser el único resquicio que quede ante una justicia que está reculando en tema de lesa humanidad?
-Si, me parece oportuno en ese sentido. No es una hazaña mía si no del azar. Cuando se está hablando de guerra sucia y cuando el Presidente Macri dice a la televisión norteamericana que no puede parar los juicios de lesa humanidad. Hay además muchos otros políticos y jueces, señoras gordas y taxistas, que vuelven a usar la frase guerra sucia. Hubo terrorismo de Estado y una guerra contra toda la sociedad argentina. Ellos creían que estaba en una cruzada, ni siquiera en una guerra. Hasta parafraseaban a Mao, cuando decían, sacarle el agua al pez. Lógicamente el ministro de Economía, José Martínez de Hoz tenía una explicación mucho mas lucida al respecto. Este libro termina refutando ciertas hipótesis esgrimidas por otros investigadores que plantean que el ataque montonero a Formosa fue lo que decidió a los militares hacer el golpe de Estado lo cual es una teoría sacada de la revista Billiken.
-Pero esa teoría persigue cierta finalidad…
-Exactamente. Por empezar, se sostiene eso porque al día siguiente de ese ataque el general Videla y el presidente provisional Italo Luder firman los decretos de aniquilamiento que extienden a todo el país las facultades represivas que el Ejército tenía en Tucumán en el Operativo Independencia, una especie de laboratorio del terrorismo de Estado. Si esa teoría fuese cierta, el Operativo Independencia no hubiera existido. No haría falta un laboratorio del terrorismo de Estado. A través de algunos entrevistados y otras pruebas documentales llegué a establecer que hubo borradores que sólo esperaban que sucediese algún hecho guerrillero de envergadura para que fueran firmados. Ese hecho fue Formosa. Y al extender a todo el país las facultades represivas que el Ejército ya tenía en Tucumán el poder pasó automáticamente de la Casa Rosada al Edificio Libertador, sede del comando del Ejército. Creo que la dictadura comenzó en ese momento, el 6 de octubre de 1975 con la firma de los decretos de aniquilamiento. Como digo en el libro, el 24 de marzo de 1976 fue apenas una mudanza.
(Entrevista de Fabián Kovacic / Redacción de PREGUNTAS)
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