Se
suele decir, casi mecánicamente, que la vida humana no tiene precio.
Cada día, la realidad nos golpea el rostro y el alma, demostrándonos lo
contrario. En la Argentina, la vida humana y la integridad sexual de las
violadas, tiene precio. Puede ser más barata o más cara, pero lo tiene.
Puede ser en dinero, en complicidad, en mirar para otro lado, pero lo
tiene. Así, el femicidio de cada día nos va orientando acerca del valor
de la vida de las víctimas. En el “una más” que motiva estas líneas, se
negoció hace un tiempo la integridad sexual y el sufrimiento de dos
jóvenes violadas, en una suma módica, 9 años. Ese fue el precio. El
Fiscal que se encargó del tema –Diego Young–, dijo hace pocos días en un
reportaje radial, que en esos dos casos, se “negoció” (SIC) la pena en 9
años de prisión, aclarando que, si bien había una tercera violación que
se le imputaba a Wagner, como el acusado señaló a su hermano como
autor, no se incluyó el caso en la negociación ni se imputó al gemelo,
porque era muy costoso un ADN específico. La violación de esa tercera
joven, resultó entonces, gratis y quedó impune, y como esos 9 años
negociados, luego fueron 7 para el juez Rossi, se abarató de ese modo,
en dos años, la vida de Micaela. Como después de cada femicidio, decenas
de miles de mujeres –y algunos hombres–, marcharon, gritaron, lloraron
de impotencia, y una vez más, nada cambió. Sin embargo, rápidamente
reaparecieron los reclamos de mano dura, pena de muerte y búsqueda de
responsables de la pérdida de otra vida que se nos escurrió entre los
dedos. Esos reclamos –de mano dura–, amplificados por los medios de
comunicación hegemónicos, focalizan el drama en una supuesta legislación
deficitaria, o en una posición “garantista” que demonizan sin
fundamento alguno. Lejos están de admitir que aquella indeclinable lucha
feminista, apunta al corazón mismo del sistema que sostuvo durante
siglos la ideología patriarcal y misógina que sigue matando. La vida y
la integridad sexual de cada víctima se devalúa a cada instante cuando
el propio Estado avala esa ideología. Cuando en su campaña, el ahora
presidente de los argentinos, exhibía spots publicitarios con su imagen
en los que por ejemplo aseguraba que no le cree a ninguna mujer que
simule ofenderse por un piropo, aclarando, aunque le digan “…qué lindo
culo tenés” y agregando a continuación, “está todo bien…”, la verdad, es
que está todo muy mal. Cuando el mismo candidato, en otra filmación, se
muestra con una nena de alrededor de 10 años, a la que sienta en su
falda y le ofrece comprar las rosas que vende, para poder tener una
bicicleta, está convalidando el trabajo infantil. Por eso, el spot fue
denunciado por la Defensoría de niñas, niños y adolescentes de Córdoba,
por naturalizar aquello que nuestro país sanciona gravemente. Discutir
acerca de las características de los violadores y asesinos de género, es
sin duda una necesidad, ya que en un contexto de semejante violencia
como el que vivimos, su análisis es imprescindible. Pero, con la misma
intensidad, es necesario asumir que hay una relación directa entre la
imposición de una doctrina económica tan brutal como la que padecemos, y
toda clase de violencia. Convalidar el trabajo infantil, “negociar”
penas por delitos aberrantes como el fiscal citado, liberar condenados
por delitos brutales como el juez Rossi, no sólo habilitan crímenes como
el de Micaela, y miles de víctimas, sino que generan un clima social
donde además de los violadores, se excitan los xenófobos, los racistas y
los mercaderes de la persecución y agresión social. En ese clima,
profundizar un plan económico genocida, es tan fácil como comprarle una
rosa a una niña pobre.
Q Ex juez federal.
Q Ex juez federal.
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