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Corporaciones
de la comunicación y sus redes denunciando concentración de
medios en Ecuador:
Contradicción, desinformación y
hegemonía
Andrés
Groner
ALAI AMLATINA, 01/06/2018.- En el aclamado
documental “The Corporation”,
de 2003, los directores abordan el tema de la concentración de
medios y
realizan las siguientes preguntas: “En una economía mundial
donde la
información es filtrada por las corporaciones globales de
medios, ajustándose
fuertemente a los intereses de sus poderosos anunciantes,
¿quién defenderá el
derecho del público a saber? ¿Y cuál es el precio que debemos
pagar para
conservar la capacidad para tomar decisiones informadas?”.
La realidad es
que estas reflexiones, o sus respuestas, no estan presentes en
el dia a día al
momento que decidimos consumir medios de comunicación.
Como ciudadanos deberíamos
considerar como
inadmisible que en Ecuador, sobre la base del discurso del
derecho a la
libertad de expresión, se permita la operación tan descarada de
las
corporaciones privadas de la comunicación y de sus redes, que
diariamente, mientras
transmiten contenidos perjudiciales para el desarrollo de
nuestra sociedad,
intentan moldear la opinión pública según sus propios puntos de
vista.
En estos días, descaradamente, en
sus noticieros han
centrado los esfuerzos en denunciar la ilegal concentración de
medios de tres
grupos económicos A-B-C, tal como lo evidenció el examen
realizado al Concurso
de Frecuencias por parte de la Contraloría General del Estado.
Estas corporaciones y fundaciones
están
despertando un león dormido que los puede devorar, pues
evidentemente
desconocen que la concentración de medios no se mide unicamente
en función de
determinar cuántos medios se encuentran en propiedad de unas
pocas manos (como
nos quieren hacer creer quienes al momento tienen apertura en
los medios).
Así como lo presentan, la idea de
la
concentración de medios parece evidenciarse por una sola vía. Se
refiere a la situación
en la que una persona o corporación ejerce la propiedad directa
o indirecta sobre
una parte importante del conjunto de los medios, como resultado
de diversos
procesos, tales como: adjudicaciones, adquisiciones, fusiones,
convenios con
otras compañías, testaferros, entre otros. No obstante, la
concentración en los
medios de comunicación es un tema mucho más técnico, por lo que
desviar la
atención solo hacia la participación de estos tres grupos
resulta oportunista
en la actual disputa política que vive el país.
Valga la aclaración de que, a
diferencia de lo
que este selecto grupo con sus opiniones en
los medios nos quiere hacer creer, la concentración de
medios no inicia
con el actual Concurso de Frecuencias, ni tampoco data de los
años cercanos a
la conformación de la Comisión para la Auditoria de Frecuencias
del año 2008. Más
bien está presente en Ecuador desde hace varias décadas, de la
misma manera en varios
países de América Latina. Organismos internacionales, diversas
universidades y
teoricos alrededor del mundo ya han abordado el tema de manera
integral.
En este punto la pregunta sería:
¿Será que los
medios privados, las supuestas fundaciones y los políticos que
actualmente denuncian
la concentración de medios estarían dispuestos a que el Estado
realmente analice
y regule el tema con una metodología integral, con estándares
internacionales? Para
responder esta pregunta veamos de qué trata el asunto.
Primero hay que entender que la
desconcentración
de los medios implica poner límites a la participación de
determinados grupos, en
diversos espacios, para permitir la participación del resto de
la sociedad. En ese
sentido, en estudios realizados por las Naciones Unidas se
concluye que el
problema de la concentración de medios, tecnicamente, se debe
abordar desde la
confluencia de cuatro análisis:
- el grado de participación del medio de comunicación en el mercado publicitario y en otros mercados (la principal fuente de ingreso de los medios de comunicación);
- los ingresos económicos globales del medio;
- el tamaño de la audiencia que actualmente abarca el medio;
- y una simple estimación de la cantidad de medios o frecuencias que controla un solo actor, en cualquier mercado (AM, FM, TV, Impresos, portales, etc).
Cada uno de estos elementos posee
una
rigurosidad, así como fortalezas y debilidades; pero al
analizarlos
conjuntamente se puede tener una apreciación real de la
concentración en el
escenario de la comunicación. Para esto existen varias
metodologías tales como
el uso de índices de concentración o coeficientes de
concentración, la curva de
Lorenz, el índice de Herfindahl-Hirschman, además de varios
estudios que ha
impulsado la Comisión Europea.
Vale la pena recalcar que en
Ecuador nunca se ha realizado
este tipo de análisis y los medios de comunicación masiva aquí
operan desde
hace más de 50 años; hasta el momento nunca hemos logrado
culminar de manera
adecuada un concurso para la asignación de frecuencias; y
tampoco se ha
realizado un trabajo para conceder la autorización para el
funcionamiento de
medios impresos en función de alguna política pública. Pero
vamos más a
profundidad.
Por medio del uso de indicadores,
la metodología de
análisis sugiere, por ejemplo, considerar la creciente
diversidad que existe en
el entorno de los medios de comunicación, en la cual a los
ciudadanos se les
ofrece cada día una mayor cantidad de fuentes de información.
Este panorama
esconde un fenómeno alarmante, y aparece cuando se diferencia a
las
corporaciones de la comunicación que generan contenidos y
noticias, de aquellos
medios de comunicación que por su condición precaria únicamente
las
re-distribuyen; las presentan bajo una marca diferente o
simplemente las
re-interpretan. Para la Relatoría Especial de Libertad de
Expresión de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por ejemplo, es
claro que la
concentración de medios conduce a la uniformidad de los
contenidos que se
producen o difunden.
En Ecuador el número de fuentes
originales desde
donde se genera la información, frente a la totalidad de medios
existentes,
registra niveles muy bajos; incluso los más bajos de América
Latina. Esto es
muy grave para el periodismo de investigación, pues solo
determinadas corporaciones
que tienen la capacidad de producir contenidos y noticias pueden
ejercerlo. El
resto de medios de comunicación, por su condición, no les queda
otra opción que
simplemente hacer eco de estos contenidos. De esta, sin
necesidad de ser
propietario, se concentra medios con un solo tipo de
información.
Además, es muy facil notar como
portales
digitales, medios impresos, canales de televisión y radios, de
diferentes
dueños, actúan en consenso bajo una misma línea editorial, con
los mismos
invitados para las entrevistas, que como parte de una agenda
repiten una y otra
vez las mismas ideas sobre un determinado tema del acontecer
nacional hasta
posicionarlas como una verdad irrefutable en el imaginario
social.
Para lograr un posicionamiento de
ideas, la
distribución se hace desde diferentes fuentes, pero la
producción de los
contenidos difundidos se construye desde un solo centro
hegemónico. Se trata de
una integración vertical de los medios de comunicación, incluso
en algunos
casos llegando a la internacionalización de los contenidos.
Cualquier escenario que propicie
este tipo de
concentración en la producción y difusión de contenidos es
indebido para la
democracia y genera el mismo, o incluso peor daño que la
concentración en la
propiedad directa de los medios.
La concentración también debe
medirse en cada
mercado de la comunicación. En la actualidad ya es posible
diferenciar entre
diferentes mercados de los medios, tales como el mercado de los
medios
impresos, el de la televisión, el de la radio, incluso el de los
medios
digitales. Hoy, por ejemplo, los medios impresos ofrecen
contenidos digitales y
así mismo las radios ofrecen materiales escritos, etc.
Adicional a este análisis, también
hay que
esclarecer los vínculos existentes entre la industria de los
medios y otras
industrias relacionadas; ya que en su conjunto, si su posición
es al extremo
dominante, pueden causar un abuso de mercado. En estos casos,
ciertos
propietarios pueden asumir posturas atentatorias contra la
sociedad o influir
en campañas políticas, siempre amparados en su amplia red de
negocios.
El tejido se vuelve mucho más
robusto si
consideramos que en Ecuador el sector de la banca y el sector
empresarial
privado tradicionalmente han concentrado medios de comunicación
en torno a un
doble objetivo: primero ideológico, en tanto realizan esfuerzos
para transmitir
el discurso neoliberal y transformarlo en social-hegemónico; y
segundo económico,
por su participación cruzada con otros mercados.
Este último punto es importante,
puesto que aquí
también están vinculados otros negocios millonarios como el
espectáculo, los
deportes, la moda, las entidades financieras y bancarias, las
campañas
políticas, las agencias de publicidad, la medición de rating y
sintonía, entre
otros; que en su conjunto forman parte de un mismo conglomerado
de poder.
Como resultado, si uno revisa las
facturaciones
de los medios de comunicación que están adjudicados a personas
jurídicas en
Ecuador (información pública que se consigue en la página web de
la Superintendencia
de compañías), constatará que un reducido porcentaje de medios
de comunicación
es acreedor del 90% del mercado publicitario. También
evidenciará que este pequeño
grupo de medios de comunicación tiene facturaciones anules que
rebasan el
millón de dólares, llegando en algunos casos hasta más de 40
millones de
dólares declarados cada año. Mientras tanto, existe un vasto y
enorme grupo de
medios de comunicación que no alcanzan los 20.000 dólares
anuales de
facturación. Ni hablar de las facturaciones de aquellos medios
que se
encuentran en manos de personas naturales o de organizaciones
comunitarias que
registran ingresos de menos de 500 dólares anuales.
La centralización del poder sobre
los medios de comunicación
y sus contenidos no depende necesariamente de la propiedad
directa o indirecta que
se tenga de los mismos. Los estándares internacionales
evidencian que es
posible afianzar un control más efectivo sobre la información
por otras vías,
sin que formalmente esto implique que una persona o corporación
tenga la
propiedad directa de un conglomerado de medios.
Estudios realizados por las
Naciones Unidas
indican de manera contundente que estas modalidades de
concentración son las
que prevalecen en el caso de Ecuador y en la mayoría de los
países de América
Latina. El nivel de participación del sector privado en la
comunicación, que es
quien concentra tradicionalmente medios, también debe ser
considerado.
Según cifras oficiales, en Ecuador
del total de
medios existentes, el 90% es corresponde a medios de carácter
comercial
privado; mientras que la comunicación pública corresponde al 5%
y la
comunicación comunitaria al otro 5%. Es decir, la comunicación
alternativa casi
no existe en la oferta diaria de medios que tiene nuestro país.
Desde hace varias décadas hemos
vivido bajo ese
esquema, sin darnos cuenta de que la diversidad y el pluralismo
de ideas son
ingredientes fundamentales que la democracia requiere del sector
de los medios
de comunicación.
En Ecuador, los mismos que le
quitan la casa al
ciudadano porque no puede pagar la deuda; son los mismos que
comercializan sus
productos en los supermercados, con sus agencias de publicidad;
y son los
mismos que a través de los medios de comunicación promueven las
crisis
políticas y económicas, especulando; y son los mismos que
critican los nuevos
impuestos y a quienes los promueven; y son los mismos que
posicionan
determinados sondeos de opinión y encuestas sobre temas
trascendentales. Todo
desde la comodidad de sus propios medios de comunicación,
empresas de
publicidad, fundaciones, y demás.
Es vital y urgente que la
desconcentración de
medios sea una política pública que adopte cada año el Estado y
que se realice
con estricto apego a los estándares internacionales, tal como
hoy se presenta
al proyecto de reformas a la Ley Orgánica de Comunicación.
También hay que reflexionar sobre
los límites que
establece la Convención Interamericana con relación al derecho a
la Libertad de
expresión. Sobre si esta distingue y plantea atender el ámbito
de la propiedad
de los medios de comunicación y las diversas dinámicas de
concentración como
paso necesario para defender este derecho de manera eficaz. Así
mismo, si
distingue y sugiere un tratamiento para las estructuras de poder
que se han
consolidado en sociedades como la nuestra, en la que desde
siempre la concesión
de frecuencias para medios audiovisuales y los permisos para la
operación de
medios impresos han estado influenciados por los intereses del
sector
empresarial y financiero.
Muy pocas personas podrían
oponerse a que nuestro
país se esfuerce por respetar los estándares internacionales
sobre libertad de
expresión, pero si pasamos por alto nuestra realidad y desviamos
nuestra
atención solamente hacia la participación de tres grupos de
poder en el
Concurso de Frecuencias, podemos caer en una trampa perversa;
que consiste en
dar paso a la autorregulación de quienes han concentrado medios
durante décadas
y así la defensa será de su libertad de expresión, dejando a la
ciudadanía
indefensa.
Esperemos que el Gobierno asuma este
desafío de manera integral y así también las fundaciones, sus
directores y las
corporaciones privadas de la comunicación, que actualmente
denuncian la
concentración de medios, realicen la misma campaña para que el
tema se aborde con
estándares internacionales. Caso contrario su actuación actual
sería
contradictoria y oportunista.
- Andrés Groner, sociólogo e investigador
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