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La gran crisis del siglo XXI
Jorge Majfud
ALAI AMLATINA, 08/12/2017.- Porque el pasado
está hacia
adelante y el futuro hacia atrás, sólo podemos ver el primero, con
cierta
precisión, y apenas sentir el segundo, como una brisa unas veces,
como un
vendaval otras. Si al menos tuviésemos un espejo para poder echar
una mirada al
futuro… Pero no. Al menos que ese espejo sea el pasado mismo que,
al decir de
Mark Twain, no se repite, pero rima.
Cada vez que alguien se detiene un instante en
su marcha
atrás, se levantan las voces advirtiendo de los peligros, cuando
no de la
inutilidad, de las predicciones que, de forma despectiva, se
etiquetan como
futurología.
Lo primero es cierto: es un intento peligroso.
Lo segundo
no: no solo es útil; también es una necesidad, si no una
obligación moral.
Hoy, en 2017, estamos sentados sobre una bomba
de tiempo.
Mejor dicho, sobre dos, interconectadas.
La primera es la creciente, excesiva y
desproporcionada
acumulación de dinero y, por ende, de poder político y militar de
una minoría
cada vez más minoritaria, tanto a escala global como a escala
nacional. Esta
acumulación crecientemente desproporcionada, producto de la
espiral que
retroalimenta el poder del dinero con el poder político-mediático
y viceversa
(dinámica que produce bolas de nieve primero y avalanchas después)
se agravará
aún más por la automatización del trabajo. El desempleo en los
países ricos,
centros del control financiero, narrativo y militar, aumentará la
tensión, no
porque la economía del mundo rico colapse sino, quizás, por lo
contrario. El
creciente fascismo y las reacciones micropolíticas de la izquierda
con marchas
y contramarchas, serán solo síntomas violentos de un problema
mayor.
La segunda bomba de tiempo, es la gravísima
amenaza
ecológica, producto, naturalmente, de la avaricia de esa minoría y
del sistema
económico basado en el consumo y el despilfarro ilimitado, en el
desesperado
crecimiento del PIB a cualquier costo, aun al costo de la
destrucción de los
recursos naturales (flora y fauna) y de sus mismos productos
(automóviles,
televisores y seres humanos). El desplazamiento de millones de
personas debido
al aumento de las aguas y los desiertos, nuevas enfermedades y el
creciente
costo de la tierra, acelerarán la crisis.
Cualquiera de estas dos bombas de tiempo que
estalle primero
hará estallar a la otra. Entonces, veremos una catástrofe mundial
sin
precedentes.
La hegemonía de Estado Unidos, que se asume
será
pacíficamente compartida por una sociedad de conveniencia con
China, muy
probablemente seguirá la Trampa de Tucidides, y el evento
decisivo, del
conflicto y de la derrota militar de la Pax americana, será un
evento de gran
magnitud en el área del Pacifico Este. La marina más poderosa del
mundo y de la
historia, encontrará una derrota material, política y, sobre todo,
simbólica.
Solo la futura crisis demográfica en China (el envejecimiento de
la población y
las anacrónicas políticas de inmigración y la desconformidad de
una generación
acostumbrada al crecimiento económico) podría retrasar este
acontecimiento por
décadas.
El panorama, por donde se lo mire, no es
alentador. Quizás
de ahí el cerrado negacionismo de quienes están hoy en el poder.
Ese
negacionismo ciego en todas las esferas está hoy representado por
el presidente
de Estados Unidos, Donald Trump, y por las corrientes
nacionalistas y neo
racistas, precisamente cuando el problema es global. La
presidencia de este
país podrá ser reemplazada por un candidato de la izquierda, en el
2020 o en el
2024, pero no será suficiente para detener el desarrollo de los
acontecimientos
ya desencadenados. Por el contrario, será una forma de renovar la
esperanza en
un sistema y en un orden mundial que está llegando a su fin de
forma dramática.
Si bien es necesario continuar luchando por las
causas
justas de las micro políticas, como los derechos de género en el
uso de baños
públicos (que para los individuos no tiene nada de “micro”), etc.,
ninguna de
estas medidas y ninguna de estas luchas nos salvará de una
catástrofe mayor.
Cuando ya no haya tierra, agua, alimentos, leyes, cuando los
individuos y los
pueblos estén luchando por sobrevivir de la forma más desesperada
y egoísta
posible, a nadie le importarán las causas de la micro política.
Lo bueno es que, si bien el pasado no se puede
cambiar de
forma honesta, el futuro sí. Pero para hacerlo primero debemos
tomar conciencia
de la gravedad de la situación. Si realmente vamos caminando hacia
atrás, rumbo
hacia el abismo, el simple acto de detenerse un momento para
pensar en un
cambio de rumbo, parece lo más razonable.
- Jorge Majfud es escritor uruguayo
estadounidense,
autor de Crisis y otras novelas
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