(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa
Francisco asegura que no es el pastor el que le dice al laico lo que
tiene que hacer o decir, ellos lo saben tanto o mejor que nosotros. No
es el pastor el que tiene que determinar lo que
tienen que decir en los distintos ámbitos los fieles. Como pastores,
unidos a nuestro pueblo, nos hace bien preguntamos cómo estamos
estimulando y promoviendo la caridad y la fraternidad, el deseo del
bien, de la verdad y la justicia. Cómo hacemos para
que la corrupción no anide en nuestros corazones.
Asimismo, advierte que muchas veces “hemos
caído en la tentación de pensar que el laico comprometido es aquel
que trabaja en las obras de la Iglesia y/o en las cosas de la parroquia o
de la diócesis” y se ha reflexionado poco
sobre cómo acompañar a un bautizado en su vida pública y cotidiana.
Sin darnos cuenta –subraya el Santo Padre– hemos generado una élite
laical creyendo que son laicos comprometidos solo aquellos que trabajan
en cosas “de los curas” y hemos olvidado, descuidado
al creyente que muchas veces quema su esperanza en la lucha cotidiana
por vivir la fe.
Al finalizar el encuentro de la Comisión
para América Latina y el Caribe el Santo Padre tuvo la oportunidad de
reunirse con todos los participantes de la asamblea donde se debatió
sobre la participacioìn pública del laicado
en la vida de nuestros pueblos. Por
eso, el papa Francisco ha querido recoger lo compartido y continuar la
reflexión en un carta enviada al cardenal Ouellet y publicada hoy.
Así, Francisco asegura que “el Santo
Pueblo fiel de Dios es al que como pastores estamos continuamente
invitados a mirar, proteger, acompañar, sostener y servir”. Y precisa
que “el pastor, es pastor de un pueblo, y al pueblo se
lo sirve desde dentro”. Mirar al Pueblo de Dios –añade– es recordar que
todos ingresamos a la Iglesia como laicos. Al respecto el Santo Padre
asegura que “nos hace bien recordar que la Iglesia no es una élite de
los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos,
sino que todos formamos el Santo Pueblo fiel de Dios”. Y olvidarnos de
esto, advierte Francisco, acarrea varios riesgos y deformaciones tanto
en nuestra propia vivencia personal como comunitaria del ministerio que
la Iglesia nos ha confiado.
Por otro lado, el Pontífice observa que no se puede
reflexionar el tema del laicado
ignorando una de las deformaciones más fuertes que América Latina
tiene que enfrentar: el clericalismo. Esta actitud –advierte el Santo
Padre– no solo anula la personalidad de los cristianos,
sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia
bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente.
Francisco habla de la pastoral popular
como clave hermenéutica que nos puede ayudar a comprender mejor la
acción que se genera cuando el Santo Pueblo fiel de Dios reza y actúa.
“Una acción que no queda ligada a la esfera íntima
de la persona sino por el contrario se transforma en cultura”, explica.
En la reflexión que realiza el Papa en la
carta, precisa que debemos reconocer que el laico por su propia realidad
e identidad “tiene exigencias de nuevas formas de organización y de
celebración de la fe”. Los ritmos actuales
–indica– son tan distintos (no digo mejor o peor) a los que se vivían
30 años atrás.
De este modo, el Santo Padre precisa que
“tenemos que estar al lado de nuestra gente, acompañándolos en sus
búsquedas y estimulando esta imaginación capaz de responder a la
problemática actual”. En esta misma línea, asevera
que “no se pueden dar directivas generales para una organización del
pueblo de Dios al interno de su vida pública”.
La inculturación –explica Francisco– es
un trabajo de artesanos y no una fábrica de producción en serie de
procesos que se dedicarían a “fabricar mundos o espacios cristianos”.
El Papa explica que cuando desarraigamos a
un laico de su fe, lo desarraigamos de su identidad bautismal y así le
privamos la gracia del Espíritu Santo. “Lo mismo nos pasa a nosotros,
cuando nos desarraigamos como pastores de
nuestro pueblo, nos perdemos”, precisa.
Para concluir, el Santo Padre recuerda que
los laicos son parte del Santo Pueblo fiel de Dios y por lo tanto, “los
protagonistas de la Iglesia y del mundo”, a los que “nosotros estamos
llamados a servir y no de los cuales tenemos
que servirnos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario