CARTA ABIERTA A LOS JUECES QUE DIERON PRISION DOMICILIARIA AL GENOCIDA ETCHECOLATZ
Germán Andrés Castelli y Daniel Alejandro Esmoris:
Etchecolatz fue condenado en cuatro
oportunidades a prisión perpetua por multiplicidad de crímenes cometidos
en el marco del terrorismo de Estado. Secuestros, torturas,
violaciones, desaparición y asesinato de personas. Crímenes de lesa
humanidad. Delitos que afectan al conjunto de la sociedad.
Como tales, además imprescriptibles. Se siguen cometiendo todo el tiempo. Cada día.
Por la mañana cuando Chicha Mariani abre
los ojos y piensa en Clara Anahí, esa nieta amada que ya cumplió 40 años
y aun no pudo volver a abrazar.
Al mediodía cuando Ana Laura quisiera
contarle a su mamá Anahí la nueva hazaña de su nieto Eugenio. O por la
tarde en que le gustaría que Mario lleve a sus hijos Francisco, Martín y
Manuel a jugar al rugby.
Suceden por la tarde cuando Claudia
imagina tomar unos mates con su hermano Daniel y que sea cotidiana como
cuando eran jóvenes una relación que se ha vuelto dolor.
En las noches, en que la esposa de Julio
López se acuesta en su cama y sigue sintiendo el calor que le falta al
lado. En las preguntas que les quedaron a sus hijos de esos años oscuros
de los que el papá nunca había hablado.
Siguen doliendo los cuerpos de las y los
sobrevivientes que sufrieron la tortura, y que valientemente esperaron
el momento de llegar ante un tribunal y contar el padecimiento, por sí
mismos, pero también; y sobre todo, por sus compañeras y compañeros que
no pueden contarlo.
Los crímenes de lesa humanidad no son delitos comunes. Son dolores permanentes, son marcas de por vida, son daños irreparables.
Ustedes tenían la oportunidad de restañar
en parte ese dolor, de aliviar las mañanas, las tardes y las noches de
miles de personas. El momento histórico de que un pueblo entero confíe
en que la justicia pone las cosas en su lugar.
Eligieron no hacerlo. Decidieron
beneficiar a un genocida. Este fallo nos recuerda al Poder Judicial que
sistemáticamente rechazaba los Habeas Corpus que presentaban nuestras
abuelas. O les cobraba las costas sin darles ninguna respuesta. Al que
miraba para otro lado mientras 30.000 desaparecían. Al que pudo y no
quiso evitar la masacre.
Tenemos la esperanza de que el Poder
Judicial también sea democrático algún día cercano. Ese día en que
podamos, sin titubear, decirles a nuestras hijas y nuestros hijos que
los asesinos de sus abuelos están en la carcel. Que nunca más va a haber
un genocidio. Que festejen, que hoy es su día.
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