España y su deuda impagable
De la misma manera que Sherezade
encantó durante mil y una noches al sultán Scharian para evitar la
muerte anunciada tras cada una de ellas, la política española está
cautivando, tanto a la opinión pública como a la publicada con la
historia interminable de la formación de Gobierno, las arterías de
Rajoy, los cabildeos de Rivera o el fingido perfil berroqueño de
Sánchez.
Pero la realidad que este folletín está
consiguiendo velar es tozuda y tiene como cómitre y acreedor a la UE. La
obra del siglo XVII, no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se
pague (El convidado de piedra), está entre bambalinas esperando
para aparecer en escena. Estamos en un nivel de endeudamiento que no
tenía paragón desde hacía un siglo.
Cuando el PP comenzó a gobernar de la mano de Rajoy era del 57% del PIB; después de un mandato es del 100,1%.
¿Por qué? Las razones fundamentales son: los rescates bancarios, la
política fiscal regresiva, las amnistías fiscales y las bonificaciones
del gasto fiscal en aras de la creación de empleo. En consecuencia, el
Gobierno debe endeudarse para atender los derechos sociales y
obligaciones constitucionales.
El endeudamiento que en recta política
presupuestaria debe ir dirigido a obras de nuevo establecimiento,
infraestructuras y obra pública, se dirige a gastos corrientes por los
débiles ingresos. Así, no debe extrañar la entrada a saco en la hucha de
las pensiones. El Pacto Fiscal Europeo, que entró en vigor en 2014, da
un plazo de veinte años para reducir la deuda al 60% o menos.
Las políticas que la UE acuerde en ese
sentido formarán parte de las legislaciones nacionales o de sus reformas
constitucionales. Para España significará un ahorro anual de más de
20.000 millones. ¿Creen que eso podrá pagarse sin clausurar el estómago
de la mayoría social? No, no puede pagarse, pero en el intento se
conculcarán leyes y se seguirán atacando derechos sociales. ¿No es hora
de reconsiderar el carácter de la deuda y la viabilidad de su pago?
Julio Anguita
eleconomista
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