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sábado, 12 de octubre de 2013

Tinkunaco 1484/13 - Originarios e invasores

Kaosenlared.net
Pep Castelló

Originarios e invasores


A quienes se creen con derecho a imponer su ley allá donde vayan

El ciclo del año da lugar a conmemoraciones históricas de victorias y derrotas que para bien de la convivencia en paz deben ser reflexionadas. Año tras año los vencedores celebran gozosos sus victorias, en tanto que los vencidos guardan memoria de lo acaecido. Fechas como el 12 de octubre y el 11 de setiembre marcan hitos en la historia de la España victoriosa, de la América invadida y de la Cataluña derrotada. Gloria y provecho para los invasores. Humillación, sumisión, ultraje, explotación y ninguneo para los originarios. Distanciamiento entre pueblos que se acrecienta en cada celebración.
En la naturaleza humana la codicia anda de la mano con la crueldad. Apropiarse de lo ajeno, ya sea con engaño o con violencia, pero siempre con desprecio del sufrimiento causado es algo que nadie quisiera para sí, pero que no duda en darlo por válido cuando le beneficia. Mucho nos falta para alcanzar un grado de humanidad que permita vivir en paz y armonía a unos pueblos con otros.
Creerse con derecho sobre algo que se ha logrado con violencia, ya sean territorios o bienes, no es sino legitimar esa forma de relación humana, tanto entre individuos como entre pueblos. Las sociedades que así hagan no podrán evitar que la violencia permanezca de forma más o menos solapada o evidente en su seno. Sus leyes y su forma de vivir estarán impregnadas de ella, la cual caerá inexorablemente tanto sobre extraños como sobre propios.
La violencia es el recurso del cual echa mano la falta de raciocinio. Existen diversas formas de pensar y de vivir; quizá tantas como individuos. La confrontación de ideas nos permite a los humanos reconsiderar nuestro propio pensar y de ese modo ir construyendo día a día un pensamiento colectivo con que gobernarnos. Pero cuando esa confrontación no se da, cuando las ideas no se vierten en palabras sino que el pensamiento dominante impone silencio al disidente, el instinto se convierte en regla suprema y la convivencia se rige por la ley del más fuerte. Y ahí los humanos actuamos como auténticas bestias.
Como bestias se comportan quienes valiéndose de cuantos recursos tienen a su alcance insisten en tener sometidos a otros seres humanos; a seguir poseyendo territorios que fueron capturados mediante acciones de armas; a seguir imponiendo sus leyes a quienes sus antepasados impusieron las propias tras derogar por la fuerza las que legítimamente tenían. Y como bestias se comportan quienes siguen celebrando las gestas guerreras que les dieron esas ilícitas posesiones. Ese orgullo que con soberbia exhiben no es sino oprobio, deshonor, indignidad para nuestra condición humana.
Desde el siglo XV acá son infinidad las acciones guerreras de conquista y ocupación que se han dado en nuestro mundo. Son muchos los pueblos extinguidos y los que han sobrevivido en territorios ocupados y gobernados por quienes les agredieron y vencieron. Quienes tras las acciones guerreras ocuparon dichos territorios son en su mayoría quienes ahora los pueblan y consideran suyos. De ahí el trato que en muchos de ellos se da aún hoy día a los originarios sobrevivientes.
Esas relaciones de poder que ejercen los invasores sobre los invadidos no son sino violencia. Una violencia legalizada por los vencedores, pero violencia pura. No cabe otro nombre para designar tal proceder. Quienes de ella echan mano para beneficiarse de la situación creada pueden no ser personas violentas en su hacer personal, pero son personas que se amparan en la violencia. No hace falta matar el pollo para ser causante de su muerte; basta con comerlo.
Casi todos los pueblos invasores dan por buena la situación presente y se niegan a mirar las causas del atropello en el cual se fundamentan. Son pocos los pueblos que renuncian al beneficio de la violencia. Los más de ellos apelan a la paz y la exigen a los originarios invadidos. Una paz que impuso en su día el vencedor y que ahí sigue humillando y sojuzgando.
Cabe señalar que ese no es camino para la convivencia. La convivencia se basa en la paz y ésta exige erradicar la violencia de la sociedad en la cual se asienta. Requiere reflexión, debate abierto en el seno de ella. No se puede seguir diciendo “esto es así porque así lo hicieron nuestros antepasados”. No. La injusticia requiere reparación, sea cual sea el origen de ella. En tanto esa reparación no se dé, el pueblo invadido seguirá viviendo humillado y quienes en la invasión se afinquen serán culpables siquiera sea por pasiva, aunque quizá también por activa, de esa violencia que humilla al originario invadido.
En este 12 de octubre de 2013, quienes a uno y otro lado del océano Atlántico sientan orgullo de su españolidad tienen mucho que reflexionar. Ojalá esta celebración les ayude a hacerlo.

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