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jueves, 24 de noviembre de 2016

Tinkunaco 2.936/16 - Latinoamérica en resistencia - Argentina: El Genocidio Fueguino: la masacre del pueblo selk’nam

Argentina: El Genocidio Fueguino: la masacre del pueblo selk’nam





Por Luciano Andrés Valencia, Resumen Latinoamericano – El 25 de noviembre se cumplen 130 años de una masacre llevada a cabo por militares argentinos contra indígenas selk’nam. Ese día la provincia de Tierra del Fuego celebra el “Día del Aborigen Fueguino”, pero en los últimos años se ha alzado voces que reclaman que se conmemore el “Día del Genocidio Selk’nam”, para recordar las matanzas ocurridas entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

El pueblo selk’nam es originario de la Isla Grande de Tierra del Fuego, tanto del lado ocupado por el Estado argentino como del chileno. Según informantes indígenas, el nombre significa “clan de la rama separada”. Eran llamados “Onas” por otros pueblos originarios de la isla, que significa “Hombres de a pie” o “Gente del Norte” en lengua yamana. Esta denominación también fue utilizada por europeos y criollos.
   Los primeros selk’nam provinieron de grupos nómades continentales de la Patagonia Meridional, que cruzaron a territorio fueguino antes de que se constituyera en una isla hace 10 mil años. Al término de la última glaciación se produjo la separación definitiva entre el istmo fueguino y el continente.
   El predicador británico Lucas Bridges los describió de la siguiente manera: “La tribu de los onas habitaban en el interior así como en la parte norte y oriental de la isla principal, pero en ocasiones algunos de estos individuos penetraba en la región de los yaganes hasta llegar al extremo este del Canal de Beagle. Sus únicas armas eran arcos y flechas. Vivían casi exclusivamente de carne de guanaco. Se vestían con las pieles de estos animales y los utilizaban para arreglar sus refugios” (1).
   Habitaban en territorios conocidos como “haruwen” (nuestra tierra) que era la base de su organización social. Sus linajes eran patrilineales exogámicos y patrilocales en cada haruwen. Algo que llamó la atención a Bridges era que “no tenían jefes hereditarios ni electivos, pero los hombres que sobresalían por su habilidad casi siempre se convertían de hecho en dirigentes. Sin embargo uno podía ser jefe hoy y otro mañana” (2).
   El etnólogo Martín Gusinde señalaba a principios del siglo XX que “aunque los selk’nam constituyen una sola tribu, se subdividen en tres grupos locales”. Esta división la atribuyó a factores económicos y a las particularidades del terreno (3). Hoy se considera que existieron tres parcialidades: 1) parika: pamperos del norte; 2) herska: de los bosques del sur; y 3) chonkoyuka: en las serranías frente a la Bahía Inútil, Chile. También hay que considerar a la etnia Haush, que Bridges consideraba “Onas del Este”.
   En 1520 la expedición de Hernando de Magallanes costeó la Isla antes de penetrar por el estrecho que conecta el Atlántico con el Pacífico. Allí divisaron las enormes fogatas que realizaban los selk’nam, por lo que denominaron a la isla “Tierra del Fuego”. Hubo contactos fugaces con las expediciones de Pedro Sarmiento de Gamboa (1584) y de los hermanos Bartolomé y Gonzalo García Nodal (1619). En 1711 ancló en la Bahía Buen Suceso un jesuita integrante de una exploración y dijo que sus habitantes eran “gente bastante dócil” y que “no sería difícil instruirlas”. En 1769 también pasó por ahí el marino británico James Cook. Esta sería la primera de una serie de expediciones británicas que se llevarían a cabo durante el siglo XIX interesadas en estudiar las riquezas que podían explotarse en la isla. Incluso hay registros de secuestros de pobladores originarios selk’nam, yamanas (o yaganes) y kawesqar (o alakaluf) para ser llevados a Europa. Algunos fueron recluidos en los terribles “Zoológicos Humanos”, como el que se realizó durante la Exposición Universal de París en 1889 (4).
   La Isla fue atravesada por la conquista directa de los Estados chileno y argentino. No hubo una experiencia colonial previa y gradual que diera acceso a negociaciones, acomodamientos y reestructuración de la comunidad y de sus vínculos con los conquistadores (5). El usufructo de la isla comenzó en el lado chileno con la explotación de Oro en 1881 y la instalación de estancias ovinas en 1884. En 1884 el Estado argentino fundó la Subprefectura de Ushuaia.
   Para entonces se calcula que el número de selk’nam era de 3500 o 4000 personas según estimaciones de Gusinde. El Boletín Salesiano censaba de 2000 a 3000 personas en 1887. Cifras similares daba la Gobernación de la provincia chilena de Magallanes, de la que depende el lado oeste de la isla. La antropóloga Anne Chapman calcula entre 3500 y 4000 personas para 1880 cuando comenzó la ocupación (6).
   Las primeras masacres contra los selk’nam fueron llevadas a cabo por las expediciones mineras, que llegaron luego de que en 1879 se descubrieran yacimientos auríferos en los principales ríos fueguinos. Es emblemático el caso del minero rumano Julius Popper, que en la década de 1880 comenzó a buscar oro en la isla y protagonizó varios enfrentamientos con los selk’nam a los que persiguió para matarlos y robar sus pertenencias con las que formaba colecciones. La perversidad de Popper llegó hasta el punto de realizar un Álbum Fotográfico en el que puede observarse la secuencia completa de una masacre perpetrada junto con un grupo de hombres armados contra un poblado en la Bahía de San Sebastian (7). Algunas de estas fotografías fueron dedicadas al presidente argentino Miguel Juárez Celman.
   El 5 de marzo de 1887 Popper expuso ante el Instituto Geográfico Argentino de Buenos Aires. En esa oportunidad relató un supuesto enfrentamiento con los selk’nam, en donde su expedición salió inmune de las flechas que les arrojaron. No así los selk’nam que fueron masacradas por los winchester de los hombres de Popper.
   Popper llegó a formar un verdadero Estado en la isla, que contaba con monedas de oro de 1 y 5 gramos acuñadas de manera artesanal. Más tarde esas monedas fueron impresas en la Casa de la Moneda de la Nación. Mientras en el territorio argentino regía el Peso, en Tierra del Fuego se utilizaba el “Popper”. Cuándo emitió estampillas por valor de 10 centavos el Estado Argentino le realizó un juicio. Sin embargo nunca fue juzgado por el asesinato de los selk’nam.
   Contemporánea a la presencia de Popper. se produjo una expedición a cargo del oficial argentino Ramón Lista en 1886. En esa oportunidad se llevó a cabo la primera masacre documentada. El 25 de noviembre los hombres de Lista encontraron a un joven selk’nam armado con un arco y lo mataron de 28 balazos. Mas tarde se toparon con un grupo al que intentaron capturar, pero al resistirse Lista ordenó a sus hombres que abrieran fuego. Como resultado fueron asesinados 27 selk’nam. Tras esta masacre Lista fue premiado por el Estado argentino con el cargo de Gobernador del Territorio Nacional de Santa Cruz, que le fue concedido al año siguiente. También lleva su nombre una localidad santacruceña.
   La gestación de la gran propiedad ganadera sería el desencadenante de las mayores matanzas contra los pueblos originarios fueguinos. En 1884 el Estado chileno concedió 123 mil hectáreas a la firma Wehrhahn y Compañía. Hacia 1890 concedió 1 millón de hectáreas en arrendamiento por un plazo renovable de 20 años a José Nogueira. Esta concesión junto con otra ya otorgada de 350 mil hectáreas a Nogueira y su cuñado Mauricio Braun serían la base de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego (SETF), fundada en 1893. En la década de 1890 también comenzó la explotación ganadera ovina en el lado argentino. Entre 1897 y 1899 Mauricio Braun y su suegro el asturiano José Menéndez adquirieron las mejoras tierras para la actividad pastoril.
   Para 1894 todos los lugares históricamente ocupados por los selk’nam (paraderos de caza, haruwen, lugares de ceremonia y tránsito) estaban en manos de estancieros. Además la llegada de ovinos significó el fin del guanaco, que comenzó a ser cazado para que no compitiera por las pasturas con el ganado de las estancias. Acosados por el hambre, los selk’nam comenzaron a cazar “guanaco blanco” (ovejas) lo que significó la agudización de los enfrentamientos entre pueblos originarios y “koliot” (expresión selk’nam para referirse a los invasores de sus territorios ancestrales).
   La capacidad productiva y la solvencia de las estancias, debido a su desarrollo económico y las inversiones que llegaban desde Gran Bretaña, generó una situación en la que el Estado quedó anulado. Lo privado superaba la autoridad de lo público. Los propietarios de la SETF se erigieron como máxima autoridad de la isla y como abastecedores del Estado, tanto de tierras como de suministros de luz, alimentos, cabalgaduras, forrajes, caminos, comunicaciones, etc. La Policía pasó a cumplir un rol de guardianes de los establecimientos, y muchas cosas imprevistas se resolvían con la intervención del propietario (8).
   Dueños absolutos de la isla, los grandes estancieros llevaron a cabo la mayor parte de las matanzas contra el pueblo selk’nam. A la sociedad Braun-Menéndez le podemos atribuir el título de “autores intelectuales” del genocidio. Ellos fijaron un precio por cada indígena asesinado. Pagaban una libra esterlina por cada oreja de adulto y media libra por orejas de niños. Pero al ver vagando indígenas sin orejas comenzaron a cotizar por cabezas, testículos y corazones.
   Uno de sus capataces, el escocés Alexander Mc Lennan, a quién apodaban “Chancho Colorado”, fue famoso por sus “cacerías humanas”. En una ocasión encontró una ballena muerta en la Playa de Springhill y la envenenó con altas dosis de estricnina. Luego de alimentarse de ella, murió la mayor parte de una comunidad selk’nam.
   En otra ocasión hizo creer a la comunidad que cesarían las persecuciones y les devolverían parte de sus tierras. Para sellar el acuerdo les ofreció un banquete en la Playa de Santo Domingo. Luego de la comida, en donde se sirvió abundante alcohol, los hombres de Mc Lennan los tirotearon matando a 300 personas.
   A partir de entonces otras estancieros -Rodolfo Stubenrauch, Peter Mc Clelland- copiaron los métodos de Braun-Menéndez. A comienzos del siglo XX una comunidad resistió en Punta Alta el asedio de los estancieros y sus matones durante un día hasta que sucumbieron. En otra oportunidad un buscador de oro italiano encontró el cadáver de 80 selk’nam que había sido tiroteados.
   El escritor Eduardo Belgrano Rawson se refirió a estas masacres en su novela Fueguia. En ella se narra la historia de una familia que debe huir de los “cazadores de indios” pasando por el “Imperio de las Ovejas” de los estancieros británicos (9).
   Hubo algunas voces de misioneros salesianos que reclamaron el fin de las matanzas ante los gobiernos argentino y chileno. En los juicios realizados en la provincia de Magallanes se comprobó que las matanzas eran una práctica sistemática, pero las condenas recayeron solo sobre sus ejecutores directos que quedaron libres a los pocos meses. Esto muestra la complicidad de los poderes de ambos Estados con los estancieros en la consumación del genocidio.
   Otros testimonios relatan que entre la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX se realizaban “prácticas de tiro” desde los barcos usando como blanco los selk’nam que se divisaban en la costa. Se ignora cuántos pudieron haber muerto de esta forma.
   El paso final consistió en la reclusión de los indígenas sobrevivientes en colonias o en las Misiones Salesianas, como la de La Candelaria – que funcionó cerca de la actual localidad de Río Grande entre 1893 y 1947-, y la de la Isla Dawson -fundada en 1888- en el lado chileno. Allí sucumbieron en gran cantidad debido a la viruela, la tuberculosis y otras enfermedades de origen europeo para las que no contaban con defensas. Entre 1900 y 1902 se registraron 223 defunciones en La Candelaria, 99 de las cuáles (44,39%) se debieron a la tuberculosis (10). En la Isla Dawson murieron mas de 800 selk’nam. La alimentación en estas misiones consistía principalmente en harina, fideos, arroz, porotos, azúcar, papa y te. Esta dieta alta en carbohidratos, con contraste con la que llevaban, puede haber afectado su salud y predisponer la alta tasa de mortalidad.
   Lucas Bridges también señala los estragos que causó el alcoholismo, introducido por los europeos, en la comunidad selk’nam (11).
   Consumado el genocidio, se pretendió decretar la “extinción de la raza selk’nam”, como un intento de evitar los reclamos territoriales de los sobrevivientes y sus descendientes. Los sectores hegemónicos crearon un discurso supuestamente científico en donde se señalaba que los selk’nam eran un pueblo cazador y recolector con movilidad terrestre. En base a esto se consideraba que los últimos “representantes puros” de esta etnia murieron en la década de 1960 y 1970 -la historia oficial considera a Angela Loij, muerta en 1974, como “la última selk’nam”-, y algunos descendientes mestizos que “aun portaban esa cultura” dejaron de existir en la década de 1980. A este discurso adhería la famosa antropóloga franco-estadounidense Anne Chapman -que tituló uno de sus libros sobre los selk’nm: El fin de un mundo-, y está presente en las publicaciones oficiales de la Provincia de Tierra del Fuego y en la obra de numerosos investigadores (12).
   En oposición a este discurso han surgido numerosas personas que se reconocen como Selk’nam, aunque no practiquen la caza y recolección ni habiten en haruwen, como pretenden estas visiones estáticas de los pueblos originarios. En los últimos años han creado asociaciones -como la Casa de Extensión Cultural Rafaela Ishton en la provincia argentina de Tierra del Fuego- en donde se nuclean y llevan adelante sus reclamos.
   El genocidio selk’nam constituye un delito de lesa humanidad que permanece impune hasta la actualidad, y del que son responsables los Estados argentino y chileno, junto con las sociedades explotadoras que lo ejecutaron. En actualidad la Sociedad Anónima Exportadora e Importadora de la Patagonia, fundada por la familia Braun- Menéndez en 1908, es propietaria de 160 sucursales de supermercados en todo el país. Mientras los descendientes de los ejecutores continúan obteniendo ganancias millonarias a partir de las tierras obtenidas por el genocidio, los descendientes de las víctimas y sobrevivientes continúan reclamando justicia y reparación territorial por las matanzas ocurridas en el extremo más austral de nuestra América.
Notas:
(1) Bridges, Lucas; El Ultimo Confín de la Tierra, Buenos Aires, Emece, 1952, p. 54.
(2)  Bridges, Lucas; El Ultimo Confín…, p. 220.
(3) Gusinde, R.P. Martín; Los Fueguinos, Ediciones del Cardo, 2003, p. 53.
(4) Vicat, Mariana; Caciques Indígenas Argentinos, Buenos Aires, Ediciones del Libertador, 2008, pp. 193- 195.
(5) Casali, Romina y Guichon, Ricardo; “Los selk’nam en la Misión de La Candelaria: aportes historiográficos al proceso de contacto en el norte de Tierra del Fuego desde un abordaje interdisciplinario”, en: Celton, Dora; Guirardi, María y Carbonetti, Adrián (coord); Poblaciones Históricas: fuentes, métodos y lineas de investigación, Rio de Janeiro, Asociación Latinoamericana de Población, 2010, pp. 511- 512.
(6) Chapman, Anne; Fin de un mundo. Los Selk’nam de Tierra del Fuego, Santiago, Taller Experimental Cuerpos Pintados, 2002, p. 22.
(7) Algunas fotografías de la secuencia se puede ver en el siguiente enlace: http://www.taringa.net/posts/ciencia-educacion/16495164/Un-demonio-llamado-Popper.html.
(8) Casali, Romina; “Relaciones interétnicas en Tierra del Fuego: el rol de la misión salesiana La Candelaria (1895- 1912) en la resistencia selk’nam”, Revista de Estudios Marítimos y Sociales, Nº 5/6, 2012/2013, p. 107.
(9)Rawson, Eduardo Belgrano; Fueguia, Buenos Aires, Sudamericana, 1993.
(10) Casali, Romina y Guichon, Ricardo; “Los selk’nam en la Misión de La Candelaria…”, p. 504.
(11) Bridges, Lucas; El Ultimo Confín…, p. 135 y otras.
(12) Sobre este tema se puede consultar a Méndez, Patricia María; “La extinción de los selknam (onas) de la Isla de Tierra del Fuego. Ciencias, discurso y orden social”, Gazeta de Antropología, Nº 28 (2) artículo 5, 2012.

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