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domingo, 25 de diciembre de 2016

Tinkunaco 3.243/16 - El Emilio - ¡FELIZ NAVIDAD PARA TODOS LOS COMPAÑEROS Y COMPATRIOTAS!!! (staff de EL EMILIO)



¡FELIZ NAVIDAD PARA TODOS LOS COMPAÑEROS Y COMPATRIOTAS!!!(staff de EL EMILIO)

C.A.B.A.,Argentina, UNASUR-CELAC, EL EMILIO, de nuestra redacción

¿QUIÉN ES “PAPÁ NOEL”?

(Un cuento de navidad)

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Victor L Martinez 2 
Por Victor Leopoldo Martinez

Una nueva navidad se acercaba al barrio y los ruidos de la pirotecnia típica de la época habían hecho que el perro de un changuito se refugiará en algún lugar de su humilde casa tratando de salvar su tímpanos de las locas diversiones humanas.
La morfología de la zona había cambiado con el paso de los años, pero los rasgos principales de su calle central, la Vicario Segura, que se hace Av. en las seis últimas cuadras (desde la Av. Güemes hasta la puerta del cementerio de la ciudad), permanecían casi intactos. El cantero central con sus árboles característicos solo había sido reducido de tamaño, pero seguía ahí.
Sentados en el umbral de una de las veredas de la esquina de Vicario Segura y la calle Buenos Aires estaba aquel hombre que luego de varias décadas había regresado a su tierra natal.
Un pibe se acercó corriendo porque venía siendo perseguido por otros niños y se sentó a su lado como buscando protección.
-¿Los conoce señor? ¿Quiénes son? ¡Me quieren cagar a piñas!
-Si… Son “Gallo enano” y su hermano “hijo de mil hijitos”; seguro que los mandó “Jayiyo” Quevedo, ese que viene atrás. –le contesté
-Primero se cagaron de risa porque les pregunte quien carajo era ese Papá Noel. Luego dijeron “Este es medio boludito” y me empezaron a correr. ¿Usted sabe quien es ese gordo del trineo? –me volvió a interrogar.
Me disponía a responder cuando Raimundo (Kisala) me toca el hombro y me dice:
–Veni a la vuelta, vamos reventar uno “bulones”. Con él estaban su hermano Eduardo (el que vendía burros cuatreriados en el puesto e “Los Salas”), Bruno alias “culo pila” (porque desde chiquito siempre anduvo en pelotas,) el pelao Arce, “Pinocho” y el negro “Jilimón”.
Corría el primer año de la década del “60” del siglo pasado; gobernaba el país Arturo Frondizi y los duros días, meses y hasta un par de años de plan CONINTE se estaban haciendo sentir con su represión en la clase trabajadora y en los sectores más humildes de aquella Catamarca.
Los “rompe portones”, los “triángulos” y las cañitas voladoras eran “juegos artificiales” muy caros para los pibes del barrio. Si juntábamos moneditas entre todos, apenas alcanzaba para un par de cajas de “cuhetes” comprados en lo de “Zamora”. Los “changos” de los “kisalas” eran los más “pudientes” del barrio pero a la vez los más atorrantes. Nunca habían hecho alarde de nada. Por el contrario, eran los que más compartían sus cosas con el resto de nosotros.
El estruendo de los “rompe portones” al ser lanzados contra una pared era realmente ensordecedor. Pero… como suplirlo desde la pobreza!!!
El ingenio de niño era lo que más dominábamos, y sin haber estudiado ni un mísero principio físico uno de los “kisala” – “el Loro”-, había descubierto que si se colocaba pólvora en la rosca de un “bulón” (Tornillo con tuerca), se lo ajustaba con mucho cuidado, y luego se lo lanzaba al aire, al caer hacía un ruido muy parecido al del “rompe portón”. Con un “bulón” y romper los “cuhetes” pa’ sacarle la pólvora alcanzaba. Éramos chicos pero no estúpidos; presentíamos que con la explosión el tornillo podía salir disparado para cualquier lado; entonces lo lanzábamos al aire y corríamos a refugiarnos tras de un árbol.
Los adultos se reunían a celebrar la “Noche Buena” con lo poco que se podía poner en la mesa; bastaba con juntarse para compartir ese “poco”, apagar el dolor del alma con un vino y llenar los patios con las carcajadas que producían las siempre presentes cargadas y cuentos; nosotros, jugando en las calles que eran todas nuestras porque ni los “coches a caballo” de la Placita de la Estación se privaban del merecido descanso. Cuando se acababa la pólvora pa’ los “bulones”, a jugar a la adivinanza tratando de identificar los ruidos de “Baterias, cuhetes sofisticados y cañitas voladoras multicolores con los que jugaban los chicos del centro y nosotros mirábamos desde lejos; desde el barrio. Hasta que el sueño nos vencía. Nos íbamos a acostar dejando las zapatillas agujereadas en la punta pero limpitas, las alpargatas, o el que tenía la suerte de tener las “skipi” al lado del catre con la esperanza que en la madrugada el “Niñito Dios” nos visitara… pero con algún regalo porque hacía varias navidades que siempre repetía la misma historia, se iba pa’ las casas de los pibes ricos y a nosotros nunca nos dejaba nada, ni mierda.
-Señor, no me contestó la pregunta –Le dijo el pibe que seguía sentado a mi lado. ¿Estaba pensando en mi? –Me repreguntó
-¿Cómo en vos? –le dijo mirándolo a los ojos. Y ahí descubrió que esos ojos brillaban.
-Sí, me estaba puteando porque en su infancia no le traje ningún regalo sin darse cuenta que el regalo era la vida misma, y la tenía ahí, juntos a sus atorrantes amigos de este barrio. Pero mejor me voy porque si estos que me corrían se enteran que este año tampoco les traigo nada seguro que me van a cambiar por ese gordo boludo del Trineo que viene al sur para cagarse de calor con esa vestimenta ridícula.
Y se desvaneció en el aire.
El hombre hizo un recorrido panorámico de 180º buscando aquellos fantasmas que solían frecuentar la querida esquina,

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