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sábado, 2 de julio de 2016

Tinkunaco 1.005/16 - Re: [catorce_bis] Doctrina: Orellano ¿Villano o héroe?



JORNADAS NACIONALES DE DERECHO COLECTIVO DEL TRABAJO
Gualeguaychú – Entre Ríos – 24 y 25 de junio de 2016
Tema: Modelo Sindical Argentino

“ORELLANO” - ¿villano ó héroe?
por Beltrán Laguyás




“La democracia no tiene por finalidad lograr la felicidad de todos;
sino, crear sus condiciones de posibilidad para cada uno,
eliminando las fuentes más evidentes de infelicidad”
Marc Augé “Futuro” (Hidalgo Editora – 2013)

Preliminar
Como imagino que, en razón de las ideas que voy a compartir con ustedes, podría ser llamado fascista, corporativista o similar; ruego que se tomen la molestia de leer lo que sigue, antes de adjetivar.
Así como antes de iniciar un espectáculo se nos pide “apagar los celulares” para sostener la atención, hoy ruego “apagar los prejuicios” para seguir mi planteo.
Punto de partida
El disparador de mi reflexión ha sido el reciente fallo “Orellano, Francisco c/ Correo Oficial de la República Argentina S.A.” donde la CSJN analiza el art. 14 bis de la Constitución Nacional a la luz de lo dicho por el Comité de Libertad Sindical de la OIT sobre su Convenio 87, precisando el significado y contenido del vocablo “gremio” (en especial en los Considerandos 8°, 11° y 15°) concluyendo que el derecho constitucional de huelga está en cabeza de las organizaciones sindicales (con personería o simplemente inscriptas), descartando que el término pueda comprender a cualquier otro grupo informal de trabajadores.
En principio debo decir que adhiero a la posición de la Corte, pero no sólo  por los fundamentos volcados en el decisorio, sino también, por otras razones que  parecen trascender a una ley, a un gobierno y a una época; especialmente cuando las condiciones y circunstancias sociales permiten que ellas puedan enmascararse tras la engañosa leyenda de Ícaro o mostrándose como el legendario Caballo de Troya, cuestiones éstas que abordaré renglones más abajo porque las percibo como de mayor trascendencia que la aludida argumentación judicial.

Estas ideas ya las había esbozado en 2013 (XIX Congreso del Equipo Federal de Trabajo Colegio de Abogados de San Martín, Conurbano Bonaerense), y ahora, con el dictado del fallo de marras, considero oportuno reponer y ampliar.

Solidaridad
Creo que la Solidaridad, en tanto eje de una sociedad que se precie de organizada –como en biología- genera autodefensas que la preservan, tanto de eventuales vicios o desviaciones internas, como de los peligros externos.
Esta percepción de la solidaridad podría ser vista como una posición personal "naif" (o sonza si se quiere) y como tal, más que opinable.
Pero, recientemente, tal concepto ha recibido un aporte tan impensado como jerarquizado y viene en mi auxilio.
En efecto, en agosto de 2013 accedí a una revelación hecha por la Revista “Nature Communications" que  publicó las conclusiones de un trabajo llevado a cabo por el investigador Christoph Adami junto a un grupo de académicos de la  Universidad de Michigan (EEUU). http://www.lanacion.com.ar/1608447-aseguran-que-la-solidaridad-salvo-a-la-raza-humana-de-la-extincion
Allí esencialmente, aseguran tres tópicos: 1) La solidaridad salvó de la extinción a la raza humana; 2)  La colaboración entre personas es clave para la supervivencia y 3) El egoísmo no aporta ninguna ventaja evolutiva; muy por lo contrario, ser una persona colaboradora es una recompensa a largo plazo.
Este es el eje que plantea la investigación, en contra de teorías anteriores que indicaban justamente lo contrario. La frase más contundente, la que más llama la atención, es: "Ser mezquino puede dar ventajas en el corto plazo, pero ciertamente no a largo plazo. Nos extinguiríamos".
En tiempos en que casi todo se mide y coteja en índices, porcentajes y paridades numéricas, en que la aritmética reina, me permito dar la buena nueva en términos económico/financieros en boga: Según investigadores norteamericanos la Solidaridad Humana “cotiza en bolsa"; o dicho de otro modo,  se observa una “apreciación” de la buena fe social; aunque no se pueda asegurar una "sostenida tendencia alcista" ni descartar un eventual “amesetamiento”.
En síntesis y augurando que esto se plasme en el futuro: La perseverancia de los justos, anticipa resultados positivos y así, como respuesta a las acciones del “materialismo salvaje”, los utópicos “toman ganancias”.
La falsa opción
Me parece que nos “vendieron” el mito de Ícaro, sin contarnos el final. Nos convencieron que la Libertad Sindical crecerá a medida que nos acerquemos al ansiado sol y se concretará cuando cada uno, individual o colectivamente, con un cierto sesgo anárquico, podamos dar rienda suelta a nuestra sed de justicia social, logrando efectivamente la más absoluta libertad sindical, sin tener que vivir encorsetados y sometidos a la burocracia sindical.
Pero,… se callaron (y aviesamente callan) que de esa manera, rompiendo los lazos solidarios, siendo “individuos en la sociedad” y no “cuerpo social” careceremos de fuerza suficiente para sostener nuestro imaginario vuelo hacia destinos mejores; tal como le pasó a Ícaro, al acercarnos al sol nuestras alas se derretirán y caeremos abatidos sin remedio.
Siguiendo con el abordaje “culturoso", me parece evidente que a sabiendas, nos impulsan a la supuesta libertad sindical, ocultando que el camino nos lleva a la esclavitud grupal; como el caso del Caballo de Troya que hizo pensar a las víctimas, que podían tomar como trofeo de guerra al ícono abandonado por los enemigos que supuestamente huían; tarde se enteraron que en verdad era el contendor de todas sus desgracias y derrota.
Diáspora sindical
Curiosamente, no sólo el esquema legal -sino también las pautas culturales hoy vigentes-, favorecen a los grupos que no habiendo logrado el control de un sindicato mediante la puja democrática, canalizan su frustración y potencial,  armando otra entidad sindical paralela; desgajan el original y disputan el espacio gremial, muchas veces en forma intrépida y cuando no, salvaje.
Así, lo que al principio era “el todo”, se divide en varias “porciones”, en una operación que favorece la permanente fragmentación; en una cadena sin fin, que a través del tiempo genera nuevos “sub-parcelamientos” de la estructura precedente.
Según como lo veamos, podemos hablar de “diáspora sindical”, o en forma eufemística referirnos al constante aumento de la cantidad de entidades sindicales, como si eso fuera un dato positivo de la realidad, cuando en verdad es una penosa  tendencia en las últimas décadas.
Aclarando que cualquier coincidencia con la realidad nacional es obra de la casualidad, para poder ver el fenómeno en su real magnitud y para que nadie se sienta aludido, hago un relato hipotético, que pudo haber ocurrido tiempo atrás, en algún lugar del planeta.
En ese lugar remoto cuyo nombre prefiero no recordar -alrededor del año 1940- se fundó la “Unión de Trabajadores Pendorchistas” que poco tiempo después, siguiendo la tendencia vigente por ese entonces, expandió su representación a casi el doble y se consolidó agregando a su denominación inicial el consabido “y Afines”. Así, pasó a ser una de las entidades más poderosas del continente.
En la década del ochenta, llegaron los cambios fuertes y con ellos, el primer desgajamiento, nació el ”Sindicato Único del Personal Superior Pendorchista” que se llevó casi un cuarto de los afiliados y más de un tercio de la recaudación; tiempo después, otra sangría llevó al nacimiento de la “Asociación Profesional de los Afines Pendorchistas”, que redujo el padrón otro tercio y casi lo mismo de recaudación.
Lo que parece fácil de entender, no lo es tanto, ya que cada uno de ellos, arrastraba viejos rencores, fruto de cada uno de los desprendimientos y lucha de “egos”, agravado por la adhesión a Confederaciones y Centrales de distinto cuño. No podían ni verse, tampoco intercambiar un mero saludo protocolar; el diálogo se había evaporado. La puja se magnificaba, en tanto las dos primeras tenían personería gremial y la tercera era simplemente inscripta.
Para colmo de males, a consecuencia de la creciente tercerización en los noventa, algunos trabajadores tuvieron que formar la “Cooperativa Pendorchista Ltda.” y en el 2000, otros resolvieron inscribirse como monotributistas y fundaron la “Asociación Mutual Pendorchistas Libres”.
Para el sector de los empresarios el panorama no era tan grave, puesto que se habían reunido en torno a solo dos cámaras (cuyo nombre no recuerdo); una era la no sé qué Industrial y su rival la que se yo Económica.
Por suerte es un caso hipotético y ridículo, porque a cualquier país que le sucediese algo así -fragmentado de ese modo- le resultaría muy difícil crecer.
Para peor, las entidades en constante puja, no podían articular políticas en común, todas las semanas cada una de ellas hacía un planteo diferente, seguido de medidas de fuerza a las que sólo adherían un puñado de trabajadores, porque los restantes no querían hacerle fácil la tarea a los rivales.  Algunos dicen que en esa época hubo quienes se boicotearon mutuamente en forma sistemática y salvaje; pero yo no creo que haya sido así, no creo que hayan sido tan estúpidos, de hacer cada uno un paro, huelga, quite de colaboración, piquete, corte de ruta y tantas otras medidas sin procurar unir fuerzas para lograr beneficios para todos.
Por otra parte, daban pié para que los empresarios, argumentaran que no sabían con quien tratar, victimizándose por la simultánea convivencia de una unión, dos sindicatos, una mutual, una cooperativa, tres comisiones gremiales internas y un puñado de delegados díscolos e independientes que pretendían armar otras entidades gremiales que los representara. Todo ello paralizaba el diálogo y se convertía en la excusa perfecta para no resolver conflictos (ni les cuento como era el tiempo de paritarias).
Por su parte, los funcionarios del gobierno de ese lugar, en aquel entonces, públicamente manifestaban que la situación los superaba, pero en verdad -en privado- confesaban que semejante desbarajuste les venía “al pelo” para anestesiar la protesta social frente a problemas de envergadura. Aparte de la excusa, a fuer de sincero, aunque hubieran tenido la mejor buena voluntad del planeta, resultaba imposible juntar en una misma mesa a tantas voluntades antagónicas y mezquinas.
 El ejemplo dado, pone de manifiesto una gran distorsión, derivada de una irreductible miopía cultural/política, que gravita poderosa y negativamente en el ámbito gremial, socavando el equilibrio social, atentando contra la paz general con acciones en contra de la construcción de una sociedad democrática.
Con entidades gremiales poderosas (tanto de empleadores como de trabajadores), la negociación colectiva se constituye en herramienta de armonía social para satisfacer los respectivos intereses sectoriales y para la búsqueda de coincidencias tendientes a no solo resolver sus propios conflictos por la auto-composición, sino también para alcanzar los grandes objetivos nacionales.
Concretamente hablamos de buscar/lograr una mejor distribución de la riqueza generada en el país, para beneficio de toda la comunidad organizada, mediante el diálogo y la negociación tripartita (Estado, Trabajadores y Empleadores).
La grandeza de una nación, la forjan sus instituciones, con igualdad de posibilidades, en paridad de situaciones.
Por contraposición, la atomización, el individualismo o el accionar de grupos inorgánicos -por su ineludible miopía- fomenta las carencias o acarrea directamente la nulidad de los mejores intentos y el alejamiento de resultados positivos desde el vamos, por la imposibilidad de una programación general.
Si bien es cierto, las asociaciones profesionales de trabajadores y las de empleadores, deben conservar su libertad en la toma de decisiones y en la elección de sus cuadros -tal como ocurre con otros colectivos- no menos cierto es que el Estado debe crear las condiciones legales/reglamentarias para que la democracia interna sea la principal herramienta de creación, sustentabilidad y crecimiento de tales nucleamientos.
Los gobiernos deben intervenir sólo cuando es indispensable, absolutamente inevitable (como en cualquier otro sector); pero, insisto, el Estado está obligado a garantizar que el marco normativo permita el crecimiento y la realización de estas organizaciones en libertad, SIN injerencia gubernamental, mediante una efectiva democracia interna para evitar el desgajamiento de la representación institucional gremial.
La función del Estado debe limitarse a buscar el equilibrio y la coordinación entre fuerzas colectivas a veces divergentes (cuando no antagónicas). Interviene sólo cuando ellas no encuentran su camino, o su enfrentamiento compromete la paz social. Previene y disuade en la lucha de clases (en cualquiera de sus formas), procura orientar la coincidencia de intereses y fines de un ideario común; las convoca para sumarlas en la diagramación y ejecución de las grandes políticas de estado, referidas al mundo del trabajo.
Tal vez hoy, favoreciendo la democracia hacia el interior del mundo sindical, se remedien buena parte de los problemas que el sector enfrenta; pero evitando su fragmentación.
En la búsqueda de una sociedad equilibrada, reconozcamos que las organizaciones populares nacidas de reales necesidades (de un cierto pueblo en un determinado momento histórico) deben gozar de espontaneidad y libertad a la hora de programar y ejecutar políticas; salvo que, abiertamente, atenten contra los intereses de la comunidad.
Así, si en el seno de nuestra sociedad conviven organizaciones que se autorregulan -libremente- nucleando -entre otros- tanto a trabajadores como a industriales, comerciantes, productores agropecuarios y consumidores, moviéndose cada una en defensa de sus propios intereses pero en el marco de los objetivos generales, la comunidad así planteada será mejor (en organización y miras), porque no habrá nadie (persona o sector), que trabaje en contra de los intereses nacionales. Los unos serán contrapeso de los otros.
Por ello estamos persuadidos que el sindicalismo, además de cumplir con una necesidad natural en si misma, debe contribuir a la unidad y progreso nacional que, damos por descontado, es aspiración de todos.
Pero para que ello ocurra debe tener la posibilidad cierta de participar en paridad de condiciones con los restantes actores sociales (Estado y Empresas)
Frente a la sociedad globalizada, donde las empresas muchas veces nada tienen que ver con los territorios o las naciones (perimió la dicotomía nacionales o extranjeras), viendo que la concentración de poder económico y financiero es ostensible e irresistible, parece una verdadera estupidez (patología que describe la imposibilidad de comprender la realidad) que se procure la atomización de las fuerzas sindicales.
La caballería polaca es alabada por su valentía cuando enfrentó a una unidad motorizada alemana el primer día de la Segunda Guerra; también son admirados los civiles húngaros que se enfrentaron a los soviéticos en Budapest a fines de 1956 y ni que decir de nuestros muchachos en Malvinas enfrentando al poderío británico; pero tanto la caballería polaca, como los húngaros y los “colimbas” sucumbieron ante la contundencia del adversario más poderoso. Las buenas intenciones muchas veces están divorciadas de los buenos resultados; o si se prefiere "el camino al infierno está empedrado con buenas intenciones".
Por mi parte, prefiero que nuestra fuerza sindical esté lo suficientemente cohesionada como para enfrentar en un cierto grado de paridad al peso propio del empresariado local y especialmente del trasnacional; lamentaría que mis nietos dijeran: Que lástima que estaban tan dispersos, no supieron ver a tiempo lo que se les venía o carecieron de inteligencia para actuar en conjunto y terminaron llorando en la banquina luego de perder no sólo el rumbo, sino -lo que es peor-, haber desperdiciado una oportunidad histórica.
Por eso, celebro que la CSJN haya dictado un fallo que obliga a repensar y replantear la cohesión sindical, que invita a CON/vivir bajo un mismo techo y en un mismo ámbito a distintas fuerzas, de distinto signo político, pero tolerando las diferencias para avanzar en un proyecto sindical común, con una sola CGT (o como quieran llamar a la única central de trabajadores argentinos). En tal sentido, en mi fuero íntimo, espero pronta señal favorable, y aunque la unión inicialmente fuera provocada por el espanto, igual celebraré.
No es descabellado pensar que en caso de triunfar la posición contraria, en un breve tiempo llegaríamos al absurdo de celebrar que Juan Pirincho y un puñado de compañeros, liberados de la "burocracia sindical" discutieran paritarias frente a cualquiera de los poderosos grupos empresarios transnacionales, bajo amenaza de declarar una huelga en caso de no acceder la mega empresa a las peticiones de los trabajadores. Sería repetir -en otro plano- la gesta de la caballería polaca: una honrosa derrota, pero derrota al fin y con la inocultable frustración de las aspiraciones colectivas débilmente defendidas y así perdidas.
Me mortifica tener que recurrir a ejemplos tan burdos y planteos tan obvios, pero al ver a mucha gente (a título personal e institucional) preocupada por el fallo de la CSJN no puedo callar mi parecer; aun a riesgo de ser tratado de desubicado, derechoso o vaya a saber...
Eje temático
Como se aprecia fácilmente, la cita inicial de Marc Augé, podía ser tanto prólogo como epílogo, en tanto expresa sintéticamente un gran verdad: “La democracia no tiene por finalidad lograr la felicidad de todos; sino, crear sus condiciones de posibilidad para cada uno, eliminando las fuentes más evidentes de infelicidad”; y eso es lo que promovemos, dotar a la democracia de herramientas útiles para la construcción de un sistema gremial democrático.
En suma, ambiciono el desarrollo de una Sociedad Democrática en un Estado Democrático y para ello bienvenidos los aportes de cada uno (apoyos o críticas).
Mientras tanto, más (+) democracia sindical interna, más (+) unidad sindical argentina y menos (-) mezquindad frente a una derrota electoral sindical.
Dicho lo cual, ahora sí: que vengan los adjetivos y gracias.
Mar del Plata, junio de 2016
Beltrán Jorge LAGUYÁS
laguyasbj@yahoo.com.ar
Celular /Whatsapp  223-560-8699



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