Twitter

sábado, 1 de julio de 2017

Tinkunaco 1.898/17 - El Emilio - Una influencia determinante

Una influencia determinante

San Fernando del Valle de Catamarca, Argentina, UNASUR-CELAC, EL EMILIO, Historia y política.

Fuente: http://www.elesquiu.com/editorial/2017/7/1/influencia-determinante-252997.html
Captura de pantalla 2017-07-01 a la(s) 10.45.00
DESDE LA BANCADA PERIODÍSTICA
Mañana cumple 87 años Carlos Saúl Menem, actual senador nacional por La Rioja, quien lejos de buscar el solaz del retiro, se encuentra en plena campaña para postularse a un nuevo mandato en el Congreso de la Nación.
¿Por qué detenerse en su figura, en un espacio mayormente dedicado a la política y la vida social e institucional de Catamarca? Porque se trata de la persona nacida fuera del territorio catamarqueño que más influyó en la historia provincial reciente, y dejó una huella tan profunda en los últimos 30 años, que sin su paso sería otra la realidad actual de Catamarca.
Carlos Menem, que ya había sido electo tres veces como Gobernador de La Rioja, y había pasado cinco años preso durante la dictadura, asumió como Presidente de la Nación el sábado 8 julio de 1989, y dejó el cargo el viernes 10 diciembre de 1999: gobernó el país durante 10 años y 155 días. 
Ningún argentino en la historia se mantuvo ininterrumpidamente tanto tiempo como presidente del país. 
Incluso si se sumaran las tres presidencias de Perón, no alcanzarían la extensión del mandato de Menem. Julio Argentino Roca llegó a gobernar 12 años, pero con un intervalo de más de una década entre su primera y su segunda presidencia.
Podrá suponerse que cualquier década que se tome al azar de los últimos dos siglos permitirá encontrar repercusiones de las políticas nacionales en la Provincia, pero el caso de Menem es diferente, porque va mucho más allá de los naturales efectos o impactos de las medidas de un gobierno central sobre los distritos que lo integran.
Menem tuvo una relación estrecha, directa y personal, tanto con Catamarca como con distintas familias catamarqueñas, y esos vínculos se remontan mucho más atrás de su llegada a la Presidencia, y continuaron mucho después de que dejara el sillón de Rivadavia.
La proximidad geográfica con La Rioja, la coincidencia de sus orígenes con los de otras familias de inmigrantes afincadas aquí, las relaciones entre norteños que florecieron en su época de estudiante en Córdoba, y también lazos familiares, comerciales y, desde luego, políticos; hicieron de Catamarca algo más profundo que un lugar de paso para el ahora legislador nacional. Vino muchísimas más veces que cualquier otro mandatario nacional: antes, durante y después de ser presidente. Y la mayoría de las veces su llegada ni se hizo pública.
Menem es indiscutiblemente una de las grandes figuras de la historia del peronismo. Pero hay una realidad innegable: su presidencia no fue peronista. Fue un liberal-conservador desde el primero hasta el último día de su gestión en Casa Rosada.
El notable cambio que experimentó en su imagen y fisonomía bien podría ser una metáfora de los cambios que evidenció en sus políticas.
Menem llegó a presidente con su melena y sus patillas, emulando al caudillo Facundo Quiroga, bajo la promesa de la Revolución Productiva y el Salariazo, con un disurso dirigido esencialmente a las clases medias y bajas, castigadas por los desaciertos económicos de la etapa de Raúl Alfonsín, que derivaron en la caótica hiperinflación y el final anticipado seis meses para el mandato del gran demócrata de Chascomús.
Menem asumió como peronista, pero al asumir hizo todo lo contrario de lo que prometió. Así como recortó su cabellera y prolijó su aspecto, se desprendió de los mandatos del justicialismo. Inmediatamente se rodeó de las máximas figuras de la Unión de Centro Democrático que lideraba entonces Alvaro Alsogaray. Y fue la UCD quien aplicó todas sus teorías y doctrinas en la gestión económica.
“Si Perón viviera haría lo mismo”, se defendía el líder riojano por entonces, mientras mandaba a privatizar todo lo que Perón había estatizado. Aplicó un ajuste insensible, huérfano de todo sentido social, reducido en aquella sentencia de “ramal que no rinde, ramal que cierra” que mató a pueblos enteros al privarlos del ferrocarril.
Dueño de un carisma pocas veces igualado, Menem permaneció más de diez años en el poder porque desplegó toda su seducción y picardía sobre los más fuertes estamentos de poder. Puso su gestión al servicio de los poderosos que podían llegar a incomodarlo, y destruyó a cualquiera que sugiriera quejarse desde abajo.
Decapitó a la Confederación General del Trabajo que conducía Saúl Ubaldini, destruyó las pequeñas economías y maltrató a la industria nacional, pero indultó a los militares y abrió un abanico de negocios fabulosos para el gran empresariado. 
Su equipo económico, que tendría en Domingo Cavallo al protagonista e ideólogo excluyente, implementó ese extraño Plan de Convertibilidad, que les hizo creer a los argentinos que un Peso era igual a un Dólar. Una realidad ficticia que implicaría desastres para las economías provinciales y hogareñas, y que explotó cuando la impresión de bonos y “títulos al portador” llevó a circular casi treinta monedas virtuales en el país.
En ese lento desmoronamiento económico, se sucedieron innumerables hechos de corrupción, la mayoría de los cuales llevaron al florecimiento de nuevos y viejos ricos, y al cabo quedaron impunes. 
Menem construyó las famosas “relaciones carnales” con Estados Unidos de América, y con esa llave reabrió el diálogo con Gran Bretaña luego de la Guerra de Malvinas. Sufrió los dos mayores atentados terroristas de la historia, con los ataques a la Embajada de Israel y la sede de la AMIA en Buenos Aires.
Sufrió la pérdida de su primogénito en plena presidencia, vio volar la Fábrica Militar de Río Tercero y siguió vendiendo y vendiendo: desde YPF a Gas del Estado, desde los teléfonos a las rutas, desde Aerolíneas Argentinas hasta el Correo, pasando por medios de comunicación y hasta el Banco Hipotecario Nacional.
Reformó la Constitución Nacional y selló con Raúl Alfonsín el Pacto de Olivos que le allanó el paso a la reelección. Intentaría también ir por un tercer mandato, pero ya comenzaban los efectos de la recesión económica, y la salida a luz de múltiples negociados con las privatizaciones debilitaron notablemente su imagen. En su tercer postulación presidencial, no obstante, sería también el más votado. Pero los números no alcanzaron en primera vuelta y desistió presentarse al balotaje con Néstor Kirchner.
Jaqueado por causas judiciales, cayó al escalón más bajo cuando intentó recuperar la gobernación de La Rioja, y terminó tercero detrás de otros dos candidatos peronistas. Con el paso de los años, la pasión que despertaba, a favor y en contra, se fue apagando.
Su relación con Catamarca dio lugar a un caudal infinito de teorías y leyendas. Son muchas las hipótesis que intentan explicar las razones por las cuales, después de haber llegado a la Presidencia de la mano de Vicente Leonides Saadi, terminó ejecutando políticamente a su hijo Ramón. Se mencionan desde deudas e intereses económicos, hasta una medida drástica para impedir la proyección nacional de quien fuera el más joven gobernador catamarqueño.
Parte de Catamarca lo vio en ese 1991 como un traidor. Pero Menem recompuso su relación con la Provincia. Como cuando llegó al Gobierno nacional, hizo nuevos amigos y se fortaleció.
En Catamarca no habría nacido el Frente Cívico y Social de no haber intervenido Menem para cortar la hegemonía peronista, que no corría riesgo en las urnas. Y debieron pasar 20 años para que el peronismo se recuperara de ese golpe.
Pero también fue Menem quien abrió la puerta a la explotación minera, al participar activamente en la puesta en marcha del yacimiento Bajo La Alumbrera, que tantos frutos daría a la clase política de la época (a nivel nacional y provincial), y tan poco dejaría en la comunidad.
También impactó Menem con su dictado privatizador, y escándalos como las jubilaciones de pantalones cortos en la Provincia, cuando el viejo Instituto Provincial de Previsión Social (IPPS) pasó a manos nacionales y las autoridades del momento aprovecharon para regalar jubilaciones a mansalva.
Carlos Saúl Menem es una pieza clave para entender las últimas décadas de la vida política e institucional de Catamarca en el pasado reciente. Su impronta está en la historia, aunque hoy otros acaparen amores y odios, y su figura no tenga mucho más peso que el de un recuerdo.
 
El Esquiú.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario