Una influencia determinante
San Fernando del Valle de Catamarca, Argentina, UNASUR-CELAC, EL EMILIO, Historia y política.Fuente: http://www.elesquiu.com/editorial/2017/7/1/influencia-determinante-252997.html
DESDE LA BANCADA PERIODÍSTICA
Mañana
cumple 87 años Carlos Saúl Menem, actual senador nacional por La Rioja,
quien lejos de buscar el solaz del retiro, se encuentra en plena campaña
para postularse a un nuevo mandato en el Congreso de la Nación.
¿Por qué
detenerse en su figura, en un espacio mayormente dedicado a la política y
la vida social e institucional de Catamarca? Porque se trata de la
persona nacida fuera del territorio catamarqueño que más influyó en la
historia provincial reciente, y dejó una huella tan profunda en los
últimos 30 años, que sin su paso sería otra la realidad actual de
Catamarca.
Carlos
Menem, que ya había sido electo tres veces como Gobernador de La Rioja, y
había pasado cinco años preso durante la dictadura, asumió como
Presidente de la Nación el sábado 8 julio de 1989, y dejó el cargo el
viernes 10 diciembre de 1999: gobernó el país durante 10 años y 155
días.
Ningún argentino en la historia se mantuvo ininterrumpidamente tanto tiempo como presidente del país.
Incluso si
se sumaran las tres presidencias de Perón, no alcanzarían la extensión
del mandato de Menem. Julio Argentino Roca llegó a gobernar 12 años,
pero con un intervalo de más de una década entre su primera y su segunda
presidencia.
Podrá
suponerse que cualquier década que se tome al azar de los últimos dos
siglos permitirá encontrar repercusiones de las políticas nacionales en
la Provincia, pero el caso de Menem es diferente, porque va mucho más
allá de los naturales efectos o impactos de las medidas de un gobierno
central sobre los distritos que lo integran.
Menem tuvo
una relación estrecha, directa y personal, tanto con Catamarca como con
distintas familias catamarqueñas, y esos vínculos se remontan mucho más
atrás de su llegada a la Presidencia, y continuaron mucho después de
que dejara el sillón de Rivadavia.
La
proximidad geográfica con La Rioja, la coincidencia de sus orígenes con
los de otras familias de inmigrantes afincadas aquí, las relaciones
entre norteños que florecieron en su época de estudiante en Córdoba, y
también lazos familiares, comerciales y, desde luego, políticos;
hicieron de Catamarca algo más profundo que un lugar de paso para el
ahora legislador nacional. Vino muchísimas más veces que cualquier otro
mandatario nacional: antes, durante y después de ser presidente. Y la
mayoría de las veces su llegada ni se hizo pública.
Menem es
indiscutiblemente una de las grandes figuras de la historia del
peronismo. Pero hay una realidad innegable: su presidencia no fue
peronista. Fue un liberal-conservador desde el primero hasta el último
día de su gestión en Casa Rosada.
El notable
cambio que experimentó en su imagen y fisonomía bien podría ser una
metáfora de los cambios que evidenció en sus políticas.
Menem
llegó a presidente con su melena y sus patillas, emulando al caudillo
Facundo Quiroga, bajo la promesa de la Revolución Productiva y el
Salariazo, con un disurso dirigido esencialmente a las clases medias y
bajas, castigadas por los desaciertos económicos de la etapa de Raúl
Alfonsín, que derivaron en la caótica hiperinflación y el final
anticipado seis meses para el mandato del gran demócrata de Chascomús.
Menem
asumió como peronista, pero al asumir hizo todo lo contrario de lo que
prometió. Así como recortó su cabellera y prolijó su aspecto, se
desprendió de los mandatos del justicialismo. Inmediatamente se rodeó de
las máximas figuras de la Unión de Centro Democrático que lideraba
entonces Alvaro Alsogaray. Y fue la UCD quien aplicó todas sus teorías y
doctrinas en la gestión económica.
“Si Perón
viviera haría lo mismo”, se defendía el líder riojano por entonces,
mientras mandaba a privatizar todo lo que Perón había estatizado. Aplicó
un ajuste insensible, huérfano de todo sentido social, reducido en
aquella sentencia de “ramal que no rinde, ramal que cierra” que mató a
pueblos enteros al privarlos del ferrocarril.
Dueño de
un carisma pocas veces igualado, Menem permaneció más de diez años en el
poder porque desplegó toda su seducción y picardía sobre los más
fuertes estamentos de poder. Puso su gestión al servicio de los
poderosos que podían llegar a incomodarlo, y destruyó a cualquiera que
sugiriera quejarse desde abajo.
Decapitó a
la Confederación General del Trabajo que conducía Saúl Ubaldini,
destruyó las pequeñas economías y maltrató a la industria nacional, pero
indultó a los militares y abrió un abanico de negocios fabulosos para
el gran empresariado.
Su equipo
económico, que tendría en Domingo Cavallo al protagonista e ideólogo
excluyente, implementó ese extraño Plan de Convertibilidad, que les hizo
creer a los argentinos que un Peso era igual a un Dólar. Una realidad
ficticia que implicaría desastres para las economías provinciales y
hogareñas, y que explotó cuando la impresión de bonos y “títulos al
portador” llevó a circular casi treinta monedas virtuales en el país.
En ese
lento desmoronamiento económico, se sucedieron innumerables hechos de
corrupción, la mayoría de los cuales llevaron al florecimiento de nuevos
y viejos ricos, y al cabo quedaron impunes.
Menem
construyó las famosas “relaciones carnales” con Estados Unidos de
América, y con esa llave reabrió el diálogo con Gran Bretaña luego de la
Guerra de Malvinas. Sufrió los dos mayores atentados terroristas de la
historia, con los ataques a la Embajada de Israel y la sede de la AMIA
en Buenos Aires.
Sufrió la
pérdida de su primogénito en plena presidencia, vio volar la Fábrica
Militar de Río Tercero y siguió vendiendo y vendiendo: desde YPF a Gas
del Estado, desde los teléfonos a las rutas, desde Aerolíneas Argentinas
hasta el Correo, pasando por medios de comunicación y hasta el Banco
Hipotecario Nacional.
Reformó la
Constitución Nacional y selló con Raúl Alfonsín el Pacto de Olivos que
le allanó el paso a la reelección. Intentaría también ir por un tercer
mandato, pero ya comenzaban los efectos de la recesión económica, y la
salida a luz de múltiples negociados con las privatizaciones debilitaron
notablemente su imagen. En su tercer postulación presidencial, no
obstante, sería también el más votado. Pero los números no alcanzaron en
primera vuelta y desistió presentarse al balotaje con Néstor Kirchner.
Jaqueado
por causas judiciales, cayó al escalón más bajo cuando intentó recuperar
la gobernación de La Rioja, y terminó tercero detrás de otros dos
candidatos peronistas. Con el paso de los años, la pasión que
despertaba, a favor y en contra, se fue apagando.
Su
relación con Catamarca dio lugar a un caudal infinito de teorías y
leyendas. Son muchas las hipótesis que intentan explicar las razones por
las cuales, después de haber llegado a la Presidencia de la mano de
Vicente Leonides Saadi, terminó ejecutando políticamente a su hijo
Ramón. Se mencionan desde deudas e intereses económicos, hasta una
medida drástica para impedir la proyección nacional de quien fuera el
más joven gobernador catamarqueño.
Parte de
Catamarca lo vio en ese 1991 como un traidor. Pero Menem recompuso su
relación con la Provincia. Como cuando llegó al Gobierno nacional, hizo
nuevos amigos y se fortaleció.
En
Catamarca no habría nacido el Frente Cívico y Social de no haber
intervenido Menem para cortar la hegemonía peronista, que no corría
riesgo en las urnas. Y debieron pasar 20 años para que el peronismo se
recuperara de ese golpe.
Pero
también fue Menem quien abrió la puerta a la explotación minera, al
participar activamente en la puesta en marcha del yacimiento Bajo La
Alumbrera, que tantos frutos daría a la clase política de la época (a
nivel nacional y provincial), y tan poco dejaría en la comunidad.
También
impactó Menem con su dictado privatizador, y escándalos como las
jubilaciones de pantalones cortos en la Provincia, cuando el viejo
Instituto Provincial de Previsión Social (IPPS) pasó a manos nacionales y
las autoridades del momento aprovecharon para regalar jubilaciones a
mansalva.
Carlos
Saúl Menem es una pieza clave para entender las últimas décadas de la
vida política e institucional de Catamarca en el pasado reciente. Su
impronta está en la historia, aunque hoy otros acaparen amores y odios, y
su figura no tenga mucho más peso que el de un recuerdo.
El Esquiú.com
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