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Seguridad,
estrategias y colonización de los imaginarios sociales
El
Pentágono, la
NSA y Hollywood contra el mundo
Miguel
Ángel
Contreras Natera
ALAI
AMLATINA, 25/07/2017.- En
una rigurosa investigación de los documentos militares y de
inteligencia
estadounidense obtenida bajo la Ley de Libertad de Información
Tom Secker y
Matthew Alford revelan la vasta escala de control del gobierno
de los Estados
Unidos en Hollywood. El libro Seguridad
nacional del cine. La perturbadora nueva evidencia del
control gubernamental en
Hollywood de Secker y Alford incluye la
capacidad de censura,
manipulación y producción de guiones en estricta correspondencia
con los
objetivos de la Estrategia de Seguridad y Defensa de los Estados
Unidos.
La
liberal, creativa y autónoma industria del entretenimiento que
tiene su centro
productor más importante en Hollywood revela su lado oculto en
la producción,
configuración y manipulación de realidades globales. Este
hallazgo plantea
interrogantes fundamentales sobre viejos temas de la industria
del
entretenimiento en tanto máquina
de guerra del Pentágono. La relación entre cine,
televisión y
política reúne tres señales distintivas de la materialidad de la
cultura en
cuanto vincula la producción estética, las innovaciones
tecnológicas y la
institución social. Y es esta relación donde se sintetizan las verdades
secretas en
cuanto síntoma de lo que Jean Paul Sartre habría llamado la neurosis
objetiva.
El
flujo total sin interrupción de contenidos que tiene como
operadores anafóricos
al cine, la televisión, el ordenador y el teléfono condena a la
obsolescencia,
la distancia crítica. En términos de Greg Lukács, la
objetualización del mundo
bloquea su propia teorización al convertirse en teoría por
derecho propio.
La
estrategia mediática contra el aburrimiento como patología
urbana de la
modernidad supone enfrentar las situaciones de parálisis de las
audiencias
mediante la espectacularización de la vida en un flujo sin fin
de anuncios,
contenidos y situaciones. El tiempo se compartimenta en ciclos
cortos donde la
experiencia humana se reduce a las pequeñas historias de los
video-clips, las
propagandas y los tweets que condensan con toda su sobrecarga
informativa la
característica medular del capitalismo
cognitivo. Este desafío crítico supone movilizar
los instrumentos
conceptuales para asimilar la ampliación imperialista de está
triada cultural.
Entre
los notables hallazgos del libro de Tom Secker y Matthew Alford
tenemos la
participación directa del gobierno de los Estados Unidos en la
reescritura de
guiones, la producción cinematográfica y televisiva y la censura
de películas
críticas en los últimos veinte años ([1]). Posiblemente, las
películas Wag
the dog de Robert De
Niro y Dustin Hoffman y Burworth
de Warren Beatty sean por su realismo los acercamientos más
precisos sobre la
relación entre política y cine en la contemporaneidad reciente.
La película de
Stanley Kubrick Dr.
Strangelove
or: How I learned to stop worrying and love the
bomb
con Peter Sellers y
George C Scott denunciaba la presencia del complejo militar en
la política
desde una irónica parodia acerca de la destrucción mutua
garantizada.
Inclusive, el cine político de la década de los setenta apunta a
visibilizar
esta relación sin problematizar la presencia de los servicios de
inteligencia
como garantes del espacio de lo pensable en las grandes
producciones
cinematográficas. Indudablemente, el
espacio de lo pensable en tanto construcción de
grandes
problemáticas humanas se encuentra transversalizado por las
verdades secretas
de la neurosis objetiva del Pentágono desde la Segunda
Posguerra. Las
persecuciones del macartismo ejemplificadas en Guilty by
Suspicion de Robert De Niro y
Anette Bening muestran la presencia de las llamadas listas
negras que se
convirtieron en la cacería de brujas más famosas de la
cinematografía del siglo
XX. Esta presencia-ausencia de los servicios secretos en
Hollywood es una tarea
pendiente del pensamiento crítico en su deconstrucción de esta
triada cultural.
Los trabajos de Guy Debord, Fredric Jameson y Slavoj Zizek
representan la
arquitectura teórico-epistemológica para iniciar la demolición
de la sociedad
administrada como la teorizó tempranamente Theodor Adorno.
Al
observar, desde una mirada rasante los deslizamientos políticos
producidos en
la década de los setenta, películas como Fiebre
del Sábado por la Noche y la Guerra
de las Galaxias se convirtieron en iconos
vanguardistas de una
generación de jóvenes en el mundo al construir una nueva
sensibilidad epocal.
En la primera encontramos un desplazamiento en los valores de la
juventud
obrera hacia los temas del baile, la discoteca y el fin de
semana en contraste
con los grandes temas de la juventud de los sesenta como la
lucha contra la
Guerra de Vietnam, por los derechos civiles y por transformar el
mundo.
La
política como espacio de resistencia, contra-hegemonía y
emancipación cede ante
los temas de la frivolidad, la estética del sí mismo y la mirada
cortoplacista.
Un desplazamiento de la utopía al equipamiento tipo del
neoliberalismo
posmoderno. En la segunda tenemos la emergencia del debate sobre
el
multiculturalismo en el contexto de la emergencia unipolar del
mundo con su
lenguaje sobre el Imperio, las verdades atávicas y el derecho
natural. Más allá
de la escenografía que implicó la introducción de los efectos
especiales en el
cine la historia se mueve en las coordenadas de las luchas entre
el bien y el
mal.
El
realismo político configura las grandes búsquedas
intergalácticas desplazando
los temas de los enemigos hacia nuevos horizontes en cuanto
nuevas fronteras en
un lenguaje transido por el cálculo racional. Una condensación
conceptual, audiovisual
y simbólica anticipatoria del Proyecto para un Nuevo Siglo
Americano que se
convirtió en la nueva agenda política de los Estados Unidos en
el siglo XXI.
Por un lado, la política del sí mismo que anunciaba Fiebre del Sábado
por la Noche se ha profundizado con la sensibilidad
neoliberal,
meritocrática y posmoderna, por el otro, los debates sobre el
multiculturalismo
que presentaba la Guerra
de
las Galaxias nos conducen a una ética
estrictamente comprometida
con un nuevo refugio narcisista en clave imperial.
Las
películas del género de espionaje con sus iconos centrales
representan con más
claridad el lenguaje de la geopolítica global con sus nuevas
problemáticas.
Figuras como James Bond (Ian Fleming) y Jack Ryan (Tom Clancy)
se convierten en
franquicias en tanto logran presentar las peligrosas fronteras
que se
entretejen entre los servicios secretos, los destinos del género
humano y el mundo
libre. El debate
sobre las crisis financieras es representado por James Bond y
Jack Ryan
respectivamente en Golden
Eye y Código
Sombra como una trama que tiene como contexto de
fondo la guerra de
divisas, los centros financieros globales y los centros de
producción de
conocimiento de la globalización financiera. No es casual que la
City de
Londres y la Escuela de Economía de Londres (London School of
Economics) sean
parte del decorado fundamental de las películas de espionaje. Al
mismo tiempo
que se presenta al dólar constantemente amenazado por los
sindicatos y el
terrorismo como la moneda de la paz global. Los nuevos agentes
del terrorismo
incluyen a rusos, árabes y chinos.
En
la película En
la Caza del
Octubre Rojo inspirada en el libro de Tom Clancy
tiene mayores
conflictos dramáticos en tanto logra presentar la posibilidad
del conflicto
nuclear en el marco de la decisión de desertar de un alto
oficial soviético a
los Estados Unidos a bordo del submarino nuclear más letal jamás
creado. La
deserción, el honor, la paz y el conocimiento sirven como
pretexto para la
aparición del nuevo héroe estadounidense. Un héroe del
capitalismo cognitivo
que anunciará en la década de los setenta el sociólogo
estadounidense Daniel
Bell con la idea de la información como la matriz fundamental de
la nueva
época. Jack Ryan compite con James Bond en el género de
espionaje. Pero, sobre
todo, las películas Skyfall
y
Spectre
de la
franquicia de James Bond representan las mutaciones globales del
capitalismo
cognitivo. En la primera película la trama se centra en la criptografía
de las
grandes computadoras que incluye las finanzas, la política y los
servicios
secretos como los nuevos derroteros del conflicto geopolítico
global. En la
segunda la agenda del servicio secreto es adentrarse en las sociedades
secretas al
servicio de intereses ajenos al mundo libre.
La
presencia ausencia del Pentágono se manifiesta en películas tan
disimiles como Contacto,
Jurassic
Park, El Día de la
Independencia y Hulk,
entre otras para conjurar los elementos subversivos incluidos en
los guiones.
La necesidad de privilegiar una mirada benevolente de los
militares, los
servicios secretos y el gobierno es una de las tantas tareas del
Departamento
de Defensa en enlace con Hollywood, que transfiere a la
ciudadanía, al pueblo,
a la gente común, el camino destructivo del capitalismo
histórico como si fuera
un informe del Banco Mundial. La realidad de los bombardeos a
poblaciones
civiles, los múltiples crímenes de guerra, la
instrumentalización de la muerte
quedan excluidos de los guiones, tramas y narrativas sobre la
inmigración
forzada, el tráfico de personas, la destrucción de naciones
enteras. Las
facticidades de los daños
colaterales que invaden con sus consecuencias el
mundo global no
tienen espacio de representación en la industria del
entretenimiento. Y
obviamente, no puede tenerlo si la benevolencia de las
actuaciones de los
Estados Unidos en las guerras destructivas que ha instrumentado
en las últimas
décadas ha sido el elemento ausente.
En
realidad, esta censura blanda, construye nuevos derroteros para
los servicios
secretos en correspondencia con una agenda global que determina
quienes son los
enemigos, la irracionalidad de sus conductas, su presencia
deshumanizada que
destruye el sentido de la sociedad decente. La triada cultural
construye
realidades soportadas sobre miradas corporativas que precisan de
las riquezas
de un territorio determinado.
La
estrecha interrelación que establecen Secker y Alford sobre los
objetivos del
Pentágono en cuanto directriz geopolítica con los contenidos de
películas,
series, anuncios, publicidades no podemos soslayarla cuando
pensamos la crisis
política, económica y social de Venezuela. Sobre todo, por la
capacidad de
dotar de una narrativa democrática las expresiones de odio, los
deseos de
venganza y el racismo en una trama que tiene como resultado
práctico el Golpe
de Estado. El debate sobre la posverdad
encuentra nuevos asideros en los constructores de mundos,
universos y
cosmovisiones con esta rigurosa investigación de Secker y
Alford. La capacidad
imaginativa estrictamente limitada por los arquitectos de la
imaginación
representa el imperativo a deconstruir críticamente en tanto
plantea una
subversión de nuestra forma de pensar el mundo.
- Dr.
Miguel Ángel
Contreras Natera, Prof. Agregado del Departamento de Teoría Social,
Escuela de
Sociología, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales FACES,
Universidad
Central de Venezuela.
[1] En esta dirección, la
última
palabra la tiene Phil Strub del Departamento de Defensa quien
funciona como
enlace entre el Pentágono y Hollywood desde 1989. Esta relación
se remonta a
1910 fortaleciéndose en 1947 con la creación de la CIA, supone
la firma de
contratos y compromisos con acuerdos de producción para la
aprobación de una
secuencia a lo interno de una producción cinematográfica y
televisiva. Las
referencias críticas a suicidios de militares como consecuencia
de la Guerra
contra el Terror está prohibida. Igualmente, las relativas a la
actuación
genocida de las fuerzas armadas estadounidense en la Guerra de
Vietnam.
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