El
miedo y el consenso es sustancia, es parte del león en el juego
perverso del oficialismo. Con una capacidad maniquea de manipulación
estructurante, que no habíamos visto desde la década de plomo. Macri
logra que el ciudadano común se sienta rodeado, sin salida, así como en
el fin de las ideologías y de la historia, pensamiento y obra de Francis
Fukuyama, ex director delegado del Cuerpo de Planeamiento del
Departamento de Estado de los Estados Unidos y que nos llama
permanentemente a un conformarse atónito, vencido y sin retorno al
pensamiento crítico. Cambiemos ha logrado una narrativa, un relato
fáctico del miedo profundo y ominoso. Un cosmos del horror. El hombre
común teme por su trabajo, por pensar, por discrepar, por militar, hasta
por linkear en su página de Face, campo orégano de los trolls de Marcos
Peña.
The
horror... the horror frase paradigmática de Marlon Brando en Apocalypse
Now o el pasaje de una democracia plena a criterios de dictadura
consensuada con la concupiscencia de la mass media argentina. De la
condición humana a los totalitarismos neoliberales. Los medios
concentrados, carnales al poder, nos construyen cotidianamente en
empresas yoicas de supervivencia del más apto, donde se impone el estado
de naturaleza evolutiva y de “cambio” y donde el derecho es a todo y
por tanto a la nada misma.
Hoy
la sociedad se debate sobre los fueros del diputado De Vido mientras
resigna sus satélites y sus órbitas espaciales a empresas proveedoras de
tecnología militar al imperio del norte. Se distrae con la vuelta
“descarada” de Cristina, en búsqueda de su salvación legal, mientras se
prepara una regresión en derechos laborales a la década infame.
La
conferencia legítima del poder llevada a extremos orgiásticos.
Seguridad y riesgo. La instalación del estamos todos contra todos y
donde el estado Cambiemos como único resorte mediador del conflicto nos
afirma desde los medios concentrados que quien no está globulizado es el
enemigo.
La
ruptura de las categorías del contrato social, donde la destrucción de
la alteridad de ese otro lejano o cercano, se ve fomentada por la
preocupación umbilical del ciudadano promedio. Si sólo nos preocupamos
por nosotros mismos, como desea la teoría mórbida del mercado absoluto,
el estado como protector/moderador desaparece.
El
monopolio represivo de ese estado mediador entre lo público y lo
privado, lo individual y lo colectivo se convierte en una entente de
sectores del poder a los cuales, si no adhiero como ciudadano, muero en
el intento. El horror opera como una categoría de la mismisidad
onanística, hacia mi interior, pero si no acuerdo sufriré las
consecuencias “pepsico” desde el afuera y si acuerdo también.
La
ideología rousseauniana, el modelo moderno racionalista de la
construcción del poder, es avasallado, se ha traspasado la línea donde
la sociedad y su sistema, se entiende como una amalgama de voluntades
individuales, de sujetos que interactúan abdicando sus propios
intereses, en una racionalización de la política, la cual debiera
empezar desde el abordaje de los derechos del hombre, un comprender al
sistema sociopolítico como una conjunción de voluntades individuales y
subjetivas que exclusivamente dialogan resignando sus intereses
particulares. Nada más lejos en la democracia “Cambiemos”, forma
particular de un conservadurismo extractivo y marabuntesco de vaciar el
estado en pos de empresas propias y amigas. Un fanatismo reaccionario
que sólo es comparable al “Proceso de Reorganización Nacional” donde el
desaparecido no era solamente desaparecido sino un látigo disciplinador
para toda la sociedad. Hoy no hacen falta golpes y asonadas militares,
las alianzas de jueces, empresarios y periodistas afines al poder, hace
fatuo este dispositivo. Hoy los escarmientos disciplinadores llevan cara
de india, colla, negra, tupaquera, lleva la cara de Milagro Sala y sus
compañeras, con sus más de quinientos días encarceladas y torturadas en
Alto Comedero, Jujuy. Ese laboratorio “cambiemos” del accionar de los
servicios en alza. Quien suceda a este gobierno que nada tiene de
ausente, por cierto, ya que elabora estrategias de retroceso social,
legal y político permanentemente, tendrá el serio desafío de recomponer
un tramado social seguramente desecho, y desecho adrede, cuando es
objetivo que desde todos los mecanismos estatales y para-estatales se
erosionan las bases participativas de los trabajadores en una
legitimación a sangre y fuego de las viejas estructuras dominantes
preperonistas.
La
lógica amarilla vuelve a debates anteriores, a la revolución francesa
donde libertad, igualdad y fraternidad se desdibujan dando lugar a un
autoritarismo sin límite visible, como diría Hobbes donde el miedo es
fundador de lo político. ¿Cómo sucedió en menos de veinte meses que una
sociedad democrática se convirtiera en dictatorial, a este sentido de
restricción de la humanidad más básica donde una mujer en situación de
calle, muerta de hipotermia, puede ser comparada con un perro, por un
Secretario de Salud marplatense?
Si
la filosofía ilustrada y modernista sostenía que la humanidad se
debatía entre fuerzas opuestas y contradictorias, con similares
fortalezas, una que deseaba los bienes del otro y otra que temía ser
despojada por la otredad, y que el estado, por ende, era moderador de
esas fuerzas contrapuestas ¿qué pasa en estos tiempos? ¿dónde queda ese
estado, ese nuevo leviatán modernista, ese pacificador de conflictos?
¿qué hacer cuando el horror de la expoliación es ese mismo estado?
El
horror… el horror. Aunque probablemente ese terror del déspota en la
persecución de líderes sociales y espacios críticos provenga en que sabe
muy en sus adentros, tal como decía Hannah Arendt, que “los
revolucionarios no son los que hacen las revoluciones, sino los que
saben que el poder está en las calles y pueden levantarlo.”
* Rector Fundación Universitaria Popular de Escobar. Asesor Congreso de la Nación Argentina.
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