La
mortalidad materna que mide cuántas mujeres mueren durante el embarazo,
parto y puerperio volvió a aumentar. En el 2014 la tasa de
fallecimientos fue de 3,7 mujeres muertas por cada 10.000 nacimientos y
en el 2015 de 3,9 jóvenes y adultas sin vida por ser mujeres. Los
indicadores sanitarios de la Argentina mejoraron y bajo la mortalidad
infantil por lo que la mortalidad materna debería, también, haber
descendido. En cambio no solo ni bajo, ni se mantuvo sino que, incluso,
aumento, sin justificativos y por el capricho político de la
penalización del aborto. En concreto, 55 mujeres fueron víctimas del
femicidio que implica morir por la interrupción de un embarazo y en
total 298 mujeres perdieron la vida por otras causas indirectas o
infecciones, hipertensión y/o hemorragias en el embarazo o parto.
La principal causa directa de la mortalidad materna sigue siendo la
clandestinidad del aborto (que genera el 18 por ciento de las muertes)
una cifra que sería mucho más alta si no fuera por las redes
desocorristas que ayudan a quienes necesitan interrumpir un embarazo. La
provincia con mayor mortalidad materna es en Salta con una tasa de 8,1
fallecimientos por cada 10.000 nacidos vivos (que duplica al promedio
nacional) y la más baja en Santa Cruz (con una tasa de 1,6 cercana a
países desarrollados). Las inequidades regionales en la Argentina son
marcadas y las diferencias económica y de acceso a la salud marcan la
diferencia entre la vida y la muerte. También Santa Fe, La Pampa y la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires tienen una garantía de vida elevada para
las mujeres con una tasa de 1,9 de fallecimientos cada 10.000 bebés. En
Salta, Jujuy y Chaco (con tasas de 7,5 y 7,3) una mujer tiene muchas
más chances de morir por un embarazo que una porteña, pampeana o
santafesina.
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