Hermanos y Hermanas:
EN
ESTOS TIEMPOS ES NECESARIO ANIMARNOS Y SOSTENERNOS MUTUAMENTE COMO LO
FUE DESDE SIEMPRE, DESDE EL INICIO DE AQUELLA PEQUEÑA COMUNIDAD DEL
NAZARENO, DIGO POR LA NECESIDAD DE SOSTÉN.
EL
RECIENTE 16 DE NOVIEMBRE AYER SE CUMPLIERON 50 AÑOS DE AQUEL INSPIRADO
PACTO DE LAS CATACUMBAS QUE FIRMARAN UNOS 40 OBISPOS DE TODO EL MUNDO Y
ALGUNOS SACERDOTES ANTES DE LA CLAUSURA DEL CONCILIO VATICANO II, EL
CONTENIDO ES CLARO Y PRECISO VOLVER A LA VERDADERA IGLESIA DE JESÚS, UNA
IGLESIA DE LOS POBRES, A LA GÉNESIS MISMA.
COMO
TESTIGOS APASIONADOS ESTAMOS INVITADOS A SEGUIR SUS PASOS; EL TESTIGO
ENRIQUE ANGELELLI SE ANIMÓ EN AQUEL ENTONCES A FIRMAR ESTE PACTO, JUNTO A
OTROS VALIENTES Y CONSECUENTES HOMBRES, AL LEER, RELEER Y REFLEXIONAR
EL MANIFIESTO DEL PACTO QUE SE LOS ENVÍO EN ARCHIVO ADJUNTO, NOS INVITA,
ANIMA Y DESAFÍA A RENOVAR NOSOTROS AQUÍ Y AHORA ESTE PACTO.
QUE PODAMOS HACERLO CON FRESCURA, CREATIVIDAD Y COMO DECÍA ANGELELLI CON VALENTÍA, CORAJE Y DECISIÓN.
FRATERNAL ABRAZO Ramona
Manifiesto de los Obispos al acabar el
Concilio Vaticano II
Nosotros, obispos reunidos en el Concilio Vaticano II,
habiendo recibido luz sobre las deficiencias de nuestra vida de pobreza según
el Evangelio..., nos comprometemos a lo que sigue:
1.- Intentaremos vivir según
el modo ordinario de nuestra población en lo concerniente a la habitación, el
alimento, los medios de locomoción y todo lo que con esto va unido (cf. Mt 5,3;
6,33-34 82,20).
2.- Renunciamos para siempre a la apariencia y a la realidad de
riqueza, especialmente en los vestidos (telas ricas, colores llamativos), las
insignias de materias preciosas (estos signos deben ser realmente evangélicos:
cf. Mc. 6,9; Mt 10,9-10; Hch 3,6).
3.- No poseeremos ni bienes inmuebles, ni
muebles, ni cuentas bancarias, etc., a nuestro propio nombre; y si es preciso
poseer, pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las obras sociales o
caritativas (cf. Mt. 6,19-21; Lc 12,33-34).
4.- Siempre que sea posible,
confiaremos la gestión financiera y material en nuestras diócesis a un comité
de seglares competentes y conscientes de su función apostólica, con el fin de
ser menos administradores que pastores y apóstoles (cf. Mt 10.8; Hch 6,1- 7).
5.- Renunciamos a ser llamados de palabra o por escrito con nombres y títulos
que indican grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor). Preferimos ser
llamados con el nombre evangélico de Padre.
6.- En nuestro proceder y en
nuestras relaciones sociales evitaremos lo que pueda dar a entender que damos
privilegios, prioridad e incluso cualquier tipo de preferencia a los ricos y
poderosos -v.gr., banquetes ofrecidos o aceptados, clases en los servicios
religiosos- (cf. Lc 13,12-14; 1 Cor 9,14-19).
7.- Igualmente evitaremos
fomentar o adular la vanidad de nadie con la intención de recomendar o
solicitar dones, o por cualquier otro motivo. Invitaremos a nuestros fieles a
considerar sus aportaciones como una participación normal en el culto, en el
apostolado y en la acción social (cf. Mt 6,2-4; Lc 15,9-13; 2 Cor 12,14).
8.-
Daremos cuanto sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios,
etc., al servicio apostólico y pastoral de las personas y grupos trabajadores y
económicamente débiles y subdesarrollados, sin que esto perjudique a los demás
grupos y personas de la diócesis. Apoyaremos a los seglares, religiosos,
diáconos o sacerdotes que el Señor llame a evangelizar a los pobres y obreros
participando de la vida obrera y del trabajo (cf. Lc 4,18; Mc 6,4; Mt 11,45;
Hch 18,3-4; 20,33-35; 1 Cor 4,12; 9,1-27).
9.- Conscientes de las exigencias de
la justicia y de la caridad y de sus relaciones mutuas, intentaremos
transformar las obras de beneficencia en obras sociales basadas sobre la
caridad y la justicia, que tengan en cuenta a todos y todas las exigencias,
como un humilde servicio a los organismos públicos competentes (cf. Mt
25,31-46; Lc 13,12-14 y 33-34).
10.- Haremos todo lo posible para que los
responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y
pongan en aplicación las leyes, las estructuras y las instituciones sociales
necesarias para la justicia, la igualdad y el desarrollo armónico y total de
todo el hombre y de todos los hombres y, por este camino, para el
establecimiento de un orden social distinto, nuevo, digno de hijos del hombre y
de hijos de Dios (cf. Hch 2,44-45 y 4,32-35; 2 Cor 8 y 9 enteros; 1 Tim 5,16).
11.- Puesto que la colegialidad de los obispos encuentra su más evangélica
realización en el interés común por las masas en estado de miseria física,
cultural y moral (los dos tercios de la humanidad), nos comprometemos:
- a
participar, en la medida de nuestras posibilidades, en las inversiones urgentes
de los episcopados de las naciones pobres;
- a conseguir juntos, en el plano de
los organismos internacionales, pero como testimonio del evangelio, como el
papa Pablo VI en la ONU, la puesta en marcha de estructuras económicas y
culturales que no fabriquen naciones proletarias en un mundo cada vez más rico,
sino que permitan a las masas pobres salir de la miseria.
12.- Nos comprometemos
a compartir con amor pastoral nuestra vida con nuestros hermanos en Cristo,
sacerdotes, religiosos, seglares, para que nuestro ministerio sea un verdadero
servicio.
Por tanto:
- nos esforzaremos en "revisar nuestra vida" con
ellos;
- suscitaremos colaboradores, con el fin de ser más bien animadores
según el Espíritu que jefes según el mundo;
- procuraremos que nuestra
presencia sea más humana y acogedora;
- nos mostraremos abiertos a todos, sea
cual sea su religión (cf. Mc 8,34-35; Hch 6,1-7; 1 Tim 3,8-10).
13.- Vueltos a
nuestras diócesis respectivas, daremos a conocer a nuestros diocesanos nuestra
decisión, rogándoles nos ayuden con su comprensión, su colaboración y su
plegaria.
Que Dios nos ayude a ser fieles
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