- - - Servicio Informativo "Alai-amlatina" - - -
Agradecemos sus aportes económicos que permiten sostener este servicio: http://www.alainet.org/donaciones
Agradecemos sus aportes económicos que permiten sostener este servicio: http://www.alainet.org/donaciones
Conferencia mundial de los Pueblos en
Bolivia:
“Por un mundo sin muros hacia la
ciudadanía
universal”: un horizonte humanista
Javier Tolcachier
ALAI AMLATINA, 19/06/2017.- El 20 y 21 de Junio
se lleva a cabo la Conferencia
Mundial de los Pueblos “Por un mundo sin muros hacia la
ciudadanía universal”
en el municipio de Tiquipaya, Bolivia.
El evento, convocado por el Gobierno y
los movimientos
sociales del Estado Plurinacional de Bolivia, cuenta con la
presencia de unos
2500 delegados de organizaciones sociales, defensores de
derechos de los
migrantes, académicos, juristas y autoridades gubernamentales de
distintos
puntos del planeta.
Según el texto de convocatoria, esta
conferencia tiene
el “propósito de constituirse en un espacio inclusivo de
reflexión, que busque
desmontar muros físicos, muros legales invisibles y muros
mentales, como la
discriminación y el racismo, recuperando paradigmas y visiones
propias de los
pueblos, promoviendo alternativas y propuestas que contribuyan a
superar
fronteras, a construir puentes de integración y a trabajar un
plan de acción de
los pueblos para alcanzar la “ciudadanía universal”.
Honrando la invitación, la presente
nota pretende ser
un aporte a la discusión sobre la cuestión y acerca del
paradigma de futuro que
este importante cónclave reclama.
Migrantes, desplazados, refugiados,
Bien vale aclarar algunos términos que
suelen
utilizarse indistintamente generando confusión. Migrante es una
persona que
vive en un lugar distinto a aquel en el que nació. Desplazado es
quien se ve
obligado a dejar su lugar de asentamiento habitual. La migración
o el
desplazamiento pueden ocurrir dentro de las fronteras del propio
país o más
allá de ellas, convirtiéndose entonces el migrante o desplazado
en emigrante.
Se considera refugiado, según la Convención de Viena de1951 a
aquellas personas
con temor fundado a ser perseguidas por motivos de raza,
religión,
nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones
políticas que
han debido abandonar su país. A estas definiciones que tipifican
el
reconocimiento de status de refugiado para la ACNUR, se suman
algunas otras
Declaraciones regionales como la de la Organización de la Unión
Africana (OUA)
de 1969 y la de Cartagena de 1984 que amplía el concepto “a las
personas que
han huido de sus países porque su vida, seguridad o libertad han
sido
amenazadas por la violencia generalizada, la agresión
extranjera, los
conflictos internos, la violación masiva de los derechos humanos
u otras
circunstancias que hayan perturbado gravemente el orden
público.”[i]
O sea, no todo migrante es un
refugiado, pero todo
refugiado sí es migrante, mientras que un desplazado puede o no
emigrar y si
bien su condición es en general precaria, no se considera un
refugiado en
sentido formal.
En este contingente de personas que
abandonan sus
lugares de residencia, ya sea de manera voluntaria o forzada,
están incluidos
los migrantes internos entre las regiones de un mismo país,
generalmente
migrando de la ruralidad hacia los distintos conglomerados
urbanos y, en éstos,
hacia sus periferias.
Hechas estas distinciones primarias,
creemos necesario
abordar como un todo la complejidad de estos fenómenos
diferenciados entre sí,
pero que se entremezclan tanto en sus raíces como en sus
efectos.
Por otra parte, la cuestión migratoria
en su conjunto
presenta dos facetas distintas: una, en sentido positivo, se
refiere a la
posibilidad de elegir en qué país uno quiere vivir, a diferencia
de la
imposición de circunstancias que obligan a un conjunto humano a
distanciarse de
su lugar de residencia habitual.
En este último caso, confluyen guerras
civiles e
internacionales, agresiones armadas extranjeras, hambrunas,
desastres
climáticos, situaciones de pobreza extrema, la omnipresencia del
crimen
organizado, pero también persecución política, racial, de
género, de
orientación sexual u otras formas de vulneración de los derechos
humanos.
Asimismo una desocupación extendida, la explotación
socioeconómica y la
depredación medioambiental suelen asociarse indisolublemente a
las motivaciones
para buscar desesperadamente ámbitos donde sea posible
sobrevivir.
Pero también es necesario mencionar
causales
migratorias que no se originan en los lugares de origen sino en
los de destino.
Nos referimos a que los países económicamente poderosos
succionan
intencionalmente inmigrantes para bajar sus costos laborales,
realizar labores
que los trabajadores locales se resisten a hacer por ser
consideradas de
inferior calidad, flexibilizar de facto condiciones laborales,
evitar cargas
impositivas o transgredir normas de seguridad a través de la
contratación de
migrantes no autorizados. En el caso de la inmigración
formalizada, lo que
motiva a los países supuestamente “benefactores” es la imperiosa
necesidad de
rejuvenecer su composición demográfica, apuntando a que jóvenes
trabajadores
extranjeros equilibren con sus aportes las arcas que destinan
los estados a la
seguridad social.
Se hace entonces evidente que, en todos
los casos, la
violencia en sus distintas formas (física, económica, racial,
religiosa,
psicológica, etc.) juega un papel central en la migración
forzada tanto interna
como externa y en muchos casos, hasta en la movilidad
aparentemente voluntaria.
Dicha violencia es la matriz objetiva y valórica del sistema
imperante, que
reduce la vida a un circuito de enajenación y condena al ser
humano a la
tragedia de vivir entre carencias inadmisibles y deseos
sufrientes.
Un mundo de personas en movimiento
En la actualidad, uno de cada siete
habitantes del
planeta es un migrante. De los mil millones de migrantes, un 75%
lo hace dentro
de las fronteras nacionales mientras que 244 millones son
migrantes
internacionales, 71 millones más que a principios de milenio[ii].
Se calcula que
aproximadamente cincuenta millones de los migrantes
internacionales lo hacen en
situación irregular. Muchas de estas personas enferman o mueren
debido a las
enormes dificultades que deben atravesar en su periplo.
Por su parte, a finales de 2015 había
65,3 millones de
personas desplazadas, un 10% más que el año anterior. El
informe de ACNUR
indica que de éstos, 21,3 millones eran refugiados, 40,8
millones desplazados
internos y 3,2 millones solicitantes de asilo.”[iii] El
número total de
desplazados internos se ha casi duplicado desde el año 2000 y
aumentado
fuertemente en los últimos cinco años. En 2016, se registraron
31.1 millones de
nuevos casos de desplazamiento interno, equivalentes a una
persona desplazada
por segundo.
Todo ello convoca a medidas inmediatas,
pero sobre
todo, tal como lo propone la Conferencia en Bolivia, a una
reflexión
revolucionaria.
Migrar es un derecho humano
La migración es un fenómeno histórico
permanente,
motivado por circunstancias externas que dificultan la
supervivencia de un
grupo humano o por la exploración de nuevos y mejores ámbitos de
desarrollo
individual o colectivo. En la situación actual, el volumen,
ritmo de
crecimiento del fenómeno migratorio y sus características de
expansión global,
nos muestran un nuevo momento de la humanidad. Un momento de
interconexión
total, inédito en la historia: la primera civilización humana a
escala
planetaria. Un momento de enormes posibilidades pero también de
conflictos.
En la situación actual, a la
exponencial ampliación
del transporte y a las posibilidades que desprende el
conocimiento de otras
realidades mediante las comunicaciones, se corresponde el
desplazamiento veloz
de cada vez más grandes grupos humanos. Todo indica que estos
flujos, lejos de
disminuir, van a continuar en aumento a futuro.
Ante este movimiento masivo se levantan
muros que
repelen, reprimen y excluyen. Vallas que cercenan el derecho a
transitar
libremente por esta Tierra donde sólo el capital puede moverse a
sus anchas.
Límites que intentan proteger el botín robado por las potencias
coloniales a
quienes, en justísimo reclamo, quieren ahora compartir una
porción de ese
bienestar arrebatado.
Las fronteras de los estados no son
hechos naturales
ni decididos por sus poblaciones, sino elucubraciones
artificiales de poderes
paradójicamente transfronterizos – imperialistas en palabras
sencillas – para
delimitar la administración y explotación de áreas de
influencia. Por ello es
que esas fronteras suelen dividir en países distintos a personas
pertenecientes
a un mismo pueblo y cultura.
Pero las barreras a demoler no son tan
sólo corpóreas,
sino que se encuentran finalmente en la interioridad humana.
Prueba de ello es
que, aun atravesando las fronteras entre países, ingresando a
las tierras
prometidas o prohibidas, persiste la discriminación, la
explotación, la
segregación de las comunidades inmigrantes, siendo éstas
percibidas por un
importante núcleo poblacional nativo con extrañeza y en muchos
casos, con
rechazo. La gran pregunta es qué hacer frente a estos
impedimentos localizados
en regiones no tan sencillas de acceder.
Todos somos migrantes, todos somos
mestizos
La cultura en la que se crece conforma
el molde
inicial del pensar, sentir y actuar de cada persona. Sin
embargo, la cultura no
es un hecho inamovible sino dinámico, que se nutre del aporte de
sucesivas
generaciones en su construcción. Por otra parte, al revisar
distintos aspectos
de cada cultura se observa sin mayor dificultad de qué manera
éstas han
incorporado elementos de otras culturas con las que entraron en
contacto. Aún
en la imposición, en el avasallamiento colonial, la cultura
invasora se
impregna de distintos aspectos de la sometida, produciéndose una
síntesis
distinta y nunca unilateral.
Es posible – e imprescindible en los
tiempos novedosos
que corren – pensar en una existencia intercultural, no tan sólo
como
convivencia estanca entre naciones diferentes, sino como un
enriquecimiento
mutuo de saberes y experiencias adquiridas. Este dar y recibir
requiere por
parte de las poblaciones comprensión sobre las ventajas de
abrirse al cambio,
disposición a experimentar y paciente aprendizaje, lo cual será
facilitado si
los liderazgos exhiben coherencia y una cercana docencia.
Docencia que debe además señalar sin
dobleces la
responsabilidad del gran capital especulativo en la crisis
económica que genera
ajuste, desocupación y miseria. El esclarecimiento es
fundamental, ya que de
otro modo, el poder económico de las corporaciones – tal como ha
sucedido en
otros momentos de la historia – busca enfrentar a trabajadores
locales contra
sus pares inmigrantes, para así ocultar el real funcionamiento
sistémico
destructivo e impedir que las fuerzas populares se consoliden en
torno a cuestionamientos
de fondo.
Este esfuerzo de diálogo, de
comunicación y
participación es la única vía para forjar y consolidar un
renovado sentido
común que permita torcer el actual rumbo político intolerante
que parece
ampliar su influencia. Signo fascista, revestido indistintamente
con perorata
proteccionista o ropaje neoliberal, que aprovecha
pragmáticamente el malestar
que experimentan las poblaciones ante la inestabilidad producida
por rasantes
transformaciones del paisaje social y la imposición de un estilo
de vida
individualista que corroe lazos interpersonales y colectivos.
En términos políticos, lo primero es
garantizar a cada
ser humano la libertad de vivir donde quiera, en condición de
ciudadano
universal.
En cuanto a medidas que ayuden a abrir
el camino de
una migración libre y no forzada en esta selva gobernada por
salvajes de traje
y corbata y perfumes caros, hay que detener de inmediato y a
futuro todas las
guerras. Dejar de producir, comprar o almacenar armas, prohibir
su tenencia
particular, transformar fuerzas armadas como ejército y policía
– que son los
principales focos de proliferación de tenencia de armas
irregulares – en
cuerpos de servicio civil.
A fin de contrarrestar las presiones
económicas que
impulsan la migración no deseada, es menester generar mecanismos
distributivos
como los que emanan de las formas cooperativas o comunitarias,
impedir la libre
circulación de capitales hacia guaridas fiscales, limitar la
economía
especulativa con altos impuestos a las transacciones financieras
y rechazar el
genocidio mercantilista, que en su avance territorial extingue
distintas formas
de vida de comunidades que son obligadas a exiliarse. Lograr
términos justos de
intercambio internacional, exigir transferencias de alta
tecnología como
compensación al expolio colonial y resistir con decisión los
embates de
anteriores o nuevos imperialismos en formas de tratados
librecomercistas son
imperativos para generar mejores condiciones de vida en los
lugares
empobrecidos. En el mismo sentido, multiplicar la inversión
social,
descentralizando el acceso a bienes y servicios es
imprescindible para lograr
una distribución poblacional equilibrada y evitar el
hacinamiento en
conglomerados urbanos.
Un aspecto geopolítico vital es el
fortalecimiento de
la integración regional, no tan sólo desde una mirada
economicista competitiva
o desde una interestatalidad sujeta al vaivén cambiante de los
vientos
políticos, sino como práctica permanente desde los pueblos, que
permita ir
ampliando fronteras hasta su desaparición empírica. Un
hermanamiento que pueda
alimentarse de un proyecto común a futuro y no tan sólo de
raíces comunes – que
no todos sienten del mismo modo – ofrece una clave de solidez y
una dirección
permanente a la integración.
Es posible incluso ir más allá. La
tendencia hacia la
mundialización – distinta de la globalización en manos del
capital – es
evidente. El contacto entre pueblos se irá haciendo cada vez más
intenso, lo
cual nos permite preguntar acerca del futuro sentido de
comunidad necesario
para acometer tareas colectivas.
La universalidad de lo humano es una
posible respuesta
a esa pregunta. Más allá de la diferencia, de bienvenidos
matices culturales
diversos, todos queremos felicidad, bienestar y una existencia
plena para
nosotros y nuestros seres queridos. Sin embargo, lo imaginamos
por diferentes
vías y en ocasiones, creemos que la felicidad de unos se opone a
la de los
demás.
Tal falacia genera innumerables
problemas y en
definitiva, impide el avance histórico. Si por el contrario, se
reconoce la
humanidad ajena como equivalente a la propia, su diversidad como
riqueza y la
posibilidad de una convergencia horizontal entre pueblos y
culturas, entonces
se está invitando a atravesar el umbral de la historia hacia un
horizonte
radicalmente distinto. Posiblemente ésa sea la puerta de entrada
y la
convocatoria del momento: hacer de esta primera civilización
planetaria de la
historia una verdadera nación humana universal.
[i]
Alto
Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Módulo
autoformativo Nº 2
: La Determinación del Estatuto de Refugiado : ¿Cómo
identificar quién es un
refugiado?, 1 Septiembre 2005, http://www.refworld.org.es/docid/4c65080ad38.html [Accesado
el 17
Junio 2017]
[ii] United Nations,
Department of Economic and Social
Affairs (2015). Trends in International Migrant Stock: The
2015 revision
(United Nations database, POP/DB/MIG/Stock/Rev.2015)
recuperado Junio 2017
de http://www.un.org/en/development/desa/population/migration/data/estimates2/estimates15.shtml
[iii]
Informe
Tendencias
Globales 2016 de Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los
Refugiados(ACNUR).
[iv]
Del
Documento Humanista,
Silo, Obras Completas, Vol. I, Carta a mis Amigos, Ed. Plaza
y Valdés, México
(2004).
URL
de
este artículo: http://www.alainet.org/es/articulo/186238
Conferencia mundial de los Pueblos en
Bolivia:
“Por un mundo sin muros hacia la
ciudadanía
universal”: un horizonte humanista
Javier Tolcachier
El 20 y 21 de Junio se lleva a cabo la
Conferencia
Mundial de los Pueblos “Por un mundo sin muros hacia la
ciudadanía universal”
en el municipio de Tiquipaya, Bolivia.
El evento, convocado por el Gobierno y
los movimientos
sociales del Estado Plurinacional de Bolivia, cuenta con la
presencia de unos
2500 delegados de organizaciones sociales, defensores de
derechos de los
migrantes, académicos, juristas y autoridades gubernamentales de
distintos
puntos del planeta.
Según el texto de convocatoria, esta
conferencia tiene
el “propósito de constituirse en un espacio inclusivo de
reflexión, que busque
desmontar muros físicos, muros legales invisibles y muros
mentales, como la
discriminación y el racismo, recuperando paradigmas y visiones
propias de los
pueblos, promoviendo alternativas y propuestas que contribuyan a
superar
fronteras, a construir puentes de integración y a trabajar un
plan de acción de
los pueblos para alcanzar la “ciudadanía universal”.
Honrando la invitación, la presente
nota pretende ser
un aporte a la discusión sobre la cuestión y acerca del
paradigma de futuro que
este importante cónclave reclama.
Migrantes, desplazados, refugiados,
Bien vale aclarar algunos términos que
suelen
utilizarse indistintamente generando confusión. Migrante es una
persona que
vive en un lugar distinto a aquel en el que nació. Desplazado es
quien se ve
obligado a dejar su lugar de asentamiento habitual. La migración
o el
desplazamiento pueden ocurrir dentro de las fronteras del propio
país o más
allá de ellas, convirtiéndose entonces el migrante o desplazado
en emigrante.
Se considera refugiado, según la Convención de Viena de1951 a
aquellas personas
con temor fundado a ser perseguidas por motivos de raza,
religión,
nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones
políticas que
han debido abandonar su país. A estas definiciones que tipifican
el
reconocimiento de status de refugiado para la ACNUR, se suman
algunas otras
Declaraciones regionales como la de la Organización de la Unión
Africana (OUA)
de 1969 y la de Cartagena de 1984 que amplía el concepto “a las
personas que
han huido de sus países porque su vida, seguridad o libertad han
sido
amenazadas por la violencia generalizada, la agresión
extranjera, los
conflictos internos, la violación masiva de los derechos humanos
u otras
circunstancias que hayan perturbado gravemente el orden
público.”[i]
O sea, no todo migrante es un
refugiado, pero todo
refugiado sí es migrante, mientras que un desplazado puede o no
emigrar y si
bien su condición es en general precaria, no se considera un
refugiado en
sentido formal.
En este contingente de personas que
abandonan sus
lugares de residencia, ya sea de manera voluntaria o forzada,
están incluidos
los migrantes internos entre las regiones de un mismo país,
generalmente
migrando de la ruralidad hacia los distintos conglomerados
urbanos y, en éstos,
hacia sus periferias.
Hechas estas distinciones primarias,
creemos necesario
abordar como un todo la complejidad de estos fenómenos
diferenciados entre sí,
pero que se entremezclan tanto en sus raíces como en sus
efectos.
Por otra parte, la cuestión migratoria
en su conjunto
presenta dos facetas distintas: una, en sentido positivo, se
refiere a la
posibilidad de elegir en qué país uno quiere vivir, a diferencia
de la
imposición de circunstancias que obligan a un conjunto humano a
distanciarse de
su lugar de residencia habitual.
En este último caso, confluyen guerras
civiles e
internacionales, agresiones armadas extranjeras, hambrunas,
desastres
climáticos, situaciones de pobreza extrema, la omnipresencia del
crimen
organizado, pero también persecución política, racial, de
género, de
orientación sexual u otras formas de vulneración de los derechos
humanos.
Asimismo una desocupación extendida, la explotación
socioeconómica y la
depredación medioambiental suelen asociarse indisolublemente a
las motivaciones
para buscar desesperadamente ámbitos donde sea posible
sobrevivir.
Pero también es necesario mencionar
causales
migratorias que no se originan en los lugares de origen sino en
los de destino.
Nos referimos a que los países económicamente poderosos
succionan
intencionalmente inmigrantes para bajar sus costos laborales,
realizar labores
que los trabajadores locales se resisten a hacer por ser
consideradas de
inferior calidad, flexibilizar de facto condiciones laborales,
evitar cargas
impositivas o transgredir normas de seguridad a través de la
contratación de
migrantes no autorizados. En el caso de la inmigración
formalizada, lo que
motiva a los países supuestamente “benefactores” es la imperiosa
necesidad de
rejuvenecer su composición demográfica, apuntando a que jóvenes
trabajadores
extranjeros equilibren con sus aportes las arcas que destinan
los estados a la
seguridad social.
Se hace entonces evidente que, en todos
los casos, la
violencia en sus distintas formas (física, económica, racial,
religiosa,
psicológica, etc.) juega un papel central en la migración
forzada tanto interna
como externa y en muchos casos, hasta en la movilidad
aparentemente voluntaria.
Dicha violencia es la matriz objetiva y valórica del sistema
imperante, que
reduce la vida a un circuito de enajenación y condena al ser
humano a la
tragedia de vivir entre carencias inadmisibles y deseos
sufrientes.
Un mundo de personas en movimiento
En la actualidad, uno de cada siete
habitantes del
planeta es un migrante. De los mil millones de migrantes, un 75%
lo hace dentro
de las fronteras nacionales mientras que 244 millones son
migrantes
internacionales, 71 millones más que a principios de milenio[ii].
Se calcula que
aproximadamente cincuenta millones de los migrantes
internacionales lo hacen en
situación irregular. Muchas de estas personas enferman o mueren
debido a las
enormes dificultades que deben atravesar en su periplo.
Por su parte, a finales de 2015 había
65,3 millones de
personas desplazadas, un 10% más que el año anterior. El
informe de ACNUR
indica que de éstos, 21,3 millones eran refugiados, 40,8
millones desplazados
internos y 3,2 millones solicitantes de asilo.”[iii] El
número total de
desplazados internos se ha casi duplicado desde el año 2000 y
aumentado
fuertemente en los últimos cinco años. En 2016, se registraron
31.1 millones de
nuevos casos de desplazamiento interno, equivalentes a una
persona desplazada
por segundo.
Todo ello convoca a medidas inmediatas,
pero sobre
todo, tal como lo propone la Conferencia en Bolivia, a una
reflexión
revolucionaria.
Migrar es un derecho humano
La migración es un fenómeno histórico
permanente,
motivado por circunstancias externas que dificultan la
supervivencia de un
grupo humano o por la exploración de nuevos y mejores ámbitos de
desarrollo
individual o colectivo. En la situación actual, el volumen,
ritmo de
crecimiento del fenómeno migratorio y sus características de
expansión global,
nos muestran un nuevo momento de la humanidad. Un momento de
interconexión
total, inédito en la historia: la primera civilización humana a
escala
planetaria. Un momento de enormes posibilidades pero también de
conflictos.
En la situación actual, a la
exponencial ampliación
del transporte y a las posibilidades que desprende el
conocimiento de otras
realidades mediante las comunicaciones, se corresponde el
desplazamiento veloz
de cada vez más grandes grupos humanos. Todo indica que estos
flujos, lejos de
disminuir, van a continuar en aumento a futuro.
Ante este movimiento masivo se levantan
muros que
repelen, reprimen y excluyen. Vallas que cercenan el derecho a
transitar
libremente por esta Tierra donde sólo el capital puede moverse a
sus anchas.
Límites que intentan proteger el botín robado por las potencias
coloniales a
quienes, en justísimo reclamo, quieren ahora compartir una
porción de ese
bienestar arrebatado.
Las fronteras de los estados no son
hechos naturales
ni decididos por sus poblaciones, sino elucubraciones
artificiales de poderes
paradójicamente transfronterizos – imperialistas en palabras
sencillas – para
delimitar la administración y explotación de áreas de
influencia. Por ello es
que esas fronteras suelen dividir en países distintos a personas
pertenecientes
a un mismo pueblo y cultura.
Pero las barreras a demoler no son tan
sólo corpóreas,
sino que se encuentran finalmente en la interioridad humana.
Prueba de ello es
que, aun atravesando las fronteras entre países, ingresando a
las tierras
prometidas o prohibidas, persiste la discriminación, la
explotación, la
segregación de las comunidades inmigrantes, siendo éstas
percibidas por un
importante núcleo poblacional nativo con extrañeza y en muchos
casos, con
rechazo. La gran pregunta es qué hacer frente a estos
impedimentos localizados
en regiones no tan sencillas de acceder.
Todos somos migrantes, todos somos
mestizos
La cultura en la que se crece conforma
el molde
inicial del pensar, sentir y actuar de cada persona. Sin
embargo, la cultura no
es un hecho inamovible sino dinámico, que se nutre del aporte de
sucesivas
generaciones en su construcción. Por otra parte, al revisar
distintos aspectos
de cada cultura se observa sin mayor dificultad de qué manera
éstas han
incorporado elementos de otras culturas con las que entraron en
contacto. Aún
en la imposición, en el avasallamiento colonial, la cultura
invasora se
impregna de distintos aspectos de la sometida, produciéndose una
síntesis
distinta y nunca unilateral.
Es posible – e imprescindible en los
tiempos novedosos
que corren – pensar en una existencia intercultural, no tan sólo
como
convivencia estanca entre naciones diferentes, sino como un
enriquecimiento
mutuo de saberes y experiencias adquiridas. Este dar y recibir
requiere por
parte de las poblaciones comprensión sobre las ventajas de
abrirse al cambio,
disposición a experimentar y paciente aprendizaje, lo cual será
facilitado si
los liderazgos exhiben coherencia y una cercana docencia.
Docencia que debe además señalar sin
dobleces la
responsabilidad del gran capital especulativo en la crisis
económica que genera
ajuste, desocupación y miseria. El esclarecimiento es
fundamental, ya que de
otro modo, el poder económico de las corporaciones – tal como ha
sucedido en
otros momentos de la historia – busca enfrentar a trabajadores
locales contra
sus pares inmigrantes, para así ocultar el real funcionamiento
sistémico
destructivo e impedir que las fuerzas populares se consoliden en
torno a cuestionamientos
de fondo.
Este esfuerzo de diálogo, de
comunicación y
participación es la única vía para forjar y consolidar un
renovado sentido
común que permita torcer el actual rumbo político intolerante
que parece
ampliar su influencia. Signo fascista, revestido indistintamente
con perorata
proteccionista o ropaje neoliberal, que aprovecha
pragmáticamente el malestar
que experimentan las poblaciones ante la inestabilidad producida
por rasantes
transformaciones del paisaje social y la imposición de un estilo
de vida
individualista que corroe lazos interpersonales y colectivos.
En términos políticos, lo primero es
garantizar a cada
ser humano la libertad de vivir donde quiera, en condición de
ciudadano
universal.
En cuanto a medidas que ayuden a abrir
el camino de
una migración libre y no forzada en esta selva gobernada por
salvajes de traje
y corbata y perfumes caros, hay que detener de inmediato y a
futuro todas las
guerras. Dejar de producir, comprar o almacenar armas, prohibir
su tenencia
particular, transformar fuerzas armadas como ejército y policía
– que son los
principales focos de proliferación de tenencia de armas
irregulares – en
cuerpos de servicio civil.
A fin de contrarrestar las presiones
económicas que
impulsan la migración no deseada, es menester generar mecanismos
distributivos
como los que emanan de las formas cooperativas o comunitarias,
impedir la libre
circulación de capitales hacia guaridas fiscales, limitar la
economía
especulativa con altos impuestos a las transacciones financieras
y rechazar el
genocidio mercantilista, que en su avance territorial extingue
distintas formas
de vida de comunidades que son obligadas a exiliarse. Lograr
términos justos de
intercambio internacional, exigir transferencias de alta
tecnología como
compensación al expolio colonial y resistir con decisión los
embates de
anteriores o nuevos imperialismos en formas de tratados
librecomercistas son
imperativos para generar mejores condiciones de vida en los
lugares
empobrecidos. En el mismo sentido, multiplicar la inversión
social,
descentralizando el acceso a bienes y servicios es
imprescindible para lograr
una distribución poblacional equilibrada y evitar el
hacinamiento en
conglomerados urbanos.
Un aspecto geopolítico vital es el
fortalecimiento de
la integración regional, no tan sólo desde una mirada
economicista competitiva
o desde una interestatalidad sujeta al vaivén cambiante de los
vientos
políticos, sino como práctica permanente desde los pueblos, que
permita ir
ampliando fronteras hasta su desaparición empírica. Un
hermanamiento que pueda
alimentarse de un proyecto común a futuro y no tan sólo de
raíces comunes – que
no todos sienten del mismo modo – ofrece una clave de solidez y
una dirección
permanente a la integración.
Es posible incluso ir más allá. La
tendencia hacia la
mundialización – distinta de la globalización en manos del
capital – es
evidente. El contacto entre pueblos se irá haciendo cada vez más
intenso, lo
cual nos permite preguntar acerca del futuro sentido de
comunidad necesario
para acometer tareas colectivas.
La universalidad de lo humano es una
posible respuesta
a esa pregunta. Más allá de la diferencia, de bienvenidos
matices culturales
diversos, todos queremos felicidad, bienestar y una existencia
plena para
nosotros y nuestros seres queridos. Sin embargo, lo imaginamos
por diferentes
vías y en ocasiones, creemos que la felicidad de unos se opone a
la de los
demás.
Tal falacia genera innumerables
problemas y en
definitiva, impide el avance histórico. Si por el contrario, se
reconoce la
humanidad ajena como equivalente a la propia, su diversidad como
riqueza y la
posibilidad de una convergencia horizontal entre pueblos y
culturas, entonces
se está invitando a atravesar el umbral de la historia hacia un
horizonte
radicalmente distinto. Posiblemente ésa sea la puerta de entrada
y la
convocatoria del momento: hacer de esta primera civilización
planetaria de la
historia una verdadera nación humana universal.
[i]
Alto
Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Módulo
autoformativo Nº 2
: La Determinación del Estatuto de Refugiado : ¿Cómo
identificar quién es un
refugiado?, 1 Septiembre 2005, http://www.refworld.org.es/docid/4c65080ad38.html [Accesado
el 17
Junio 2017]
[ii] United Nations,
Department of Economic and Social
Affairs (2015). Trends in International Migrant Stock: The
2015 revision
(United Nations database, POP/DB/MIG/Stock/Rev.2015)
recuperado Junio 2017
de http://www.un.org/en/development/desa/population/migration/data/estimates2/estimates15.shtml
[iii]
Informe
Tendencias
Globales 2016 de Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los
Refugiados(ACNUR).
[iv]
Del
Documento Humanista,
Silo, Obras Completas, Vol. I, Carta a mis Amigos, Ed. Plaza
y Valdés, México
(2004).
URL
de
este artículo: http://www.alainet.org/es/articulo/186238
Contribuciones: http://alainet.org/donaciones.php
Mas informacion: http://alainet.org
FaceBook: http://facebook.com/America.Latina.en.Movimiento
Twitter: http://twitter.com/ALAIinfo
RSS: http://alainet.org/rss.phtml
______________________________________
Agencia Latinoamericana de Informacion
email: info@alainet.org
Suscripciones: http://listas.alainet.org/listas/subscribe/alai-amlatina
No hay comentarios:
Publicar un comentario