A CONFESIÓN DE PARTE
Eugenio Zaffaroni: “En Argentina el Poder Judicial es demencial”
Durante once años integró la Corte Suprema (a donde llegó en el período post 2001). A quince años del 19 y 20 el exjuez reconoció que nunca se quiso cambiar el “demencial” Poder Judicial.
Foto Taringa
Eugenio
Raúl Zaffaroni es uno de los juristas más prestigiosos de la Argentina y
de América Latina. Fue juez penal y convencional constituyente en 1994.
En 2003, a propuesta del entonces presidente Néstor Kirchner, fue
nombrado juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Asumió ese
cargo como parte de la “renovación” del máximo tribunal argentino,
después del duro cuestionamiento a la casta judicial que dejaron las jornadas revolucionarias del 19 y 20 de diciembre de 2001.
Su
prestigio como penalista y teórico de las ciencias jurídicas le
permitió ocupar uno de los sillones más caros de los Tribunales durante
once años. Fue hasta 2014, cuando renunció por haber cumplido 75 años
(límite legal para ocupar el cargo). Desde febrero de 2016 es miembro de
la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de
Estados Americanos.
Tanto
la CIDH como la OEA acaban de manifestarse a favor de la libertad de
Milagro Sala (presa política del régimen jujeño comandado por Gerardo
Morales). El último domingo Zaffaroni estuvo en Jujuy, visitando a la
dirigente social presa desde enero, y allí manifestó que “la solución la puede dar la Corte Suprema de Justicia de la Nación”.
En
los últimos días dio varias entrevistas a medios periodísticos, donde
obviamente el caso de Sala fue tema privilegiado. Pero el sábado, en el
programa Marca de Radio que conduce Eduardo Aliverti por Radio La Red,
también habló del año de Mauricio Macri como Presidente y de lo que le
dejó su paso por la Corte Suprema. A quince años del “que se vayan
todos”, varias de las definiciones de Zaffaroni son ilustrativas de qué
pasó en esta década y media, más allá de los relatos y los símbolos.
“No somos todos iguales”
“Un
Estado en el que todos seamos iguales ante la ley, los de arriba, los
de abajo, los de cada costado, bueno, eso históricamente no existe”,
sentenció Zaffaroni ante el micrófono. Fue cuando le preguntaron cómo
veía la situación actual en Argentina. Y completó la definición
explicando que, en última instancia, aunque el Estado de derecho
perfecto no existe, siempre hay mayores o menores acercamientos a ese
ideal. “Todos los Estados de derecho históricos se aproximan o se alejan
a ese ideal. Y lo que tenemos en este momento es una imagen que se va
alejando muy notoriamente del ideal”.
En
ese marco, el exjuez de la Corte afirmó que “la Justicia es un
engranaje más dentro de un Estado débil, cuya institucionalidad está en
abierta crisis”. Eso sí, para Zaffaroni la crisis no es nada nueva.
“Obviamente no es una debilidad institucional creada por este gobierno”,
aclaró, al tiempo que reconoció que “esa debilidad institucional, de la
cual nunca nos ocupamos en reparar, es la que ha permitido este
regresión que estamos viviendo”
Un Poder Judicial “demencial”
“Tenemos
muchos defectos institucionales”, dijo Zaffaroni. Y para graficarlo dio
dos ejemplos. Por un lado, no hay “una Constitución que prohíba el
monopolio de medios, algo que es incompatible con la democracia. Si
queremos tener un Estado democrático no podemos tener un monopolio de
medios”. Es más, profundizó, “no hay disposiciones constitucionales que
prohíban los monopolios en general”.
Por
otro lado, Zaffaroni explicó que en Argentina hay “una estructura del
Poder Judicial que es demencial. Si comparamos la estructura de nuestro
Poder Judicial con las de otras constituciones del mundo como Italia,
Alemania o mismo Colombia o Costa Rica en nuestra región, vamos a ver
que tenemos una estructura del Poder Judicial que es absurda, que no
garantiza seguridad jurídica. Aquí alguien empieza un juicio y no sabe
cómo va a terminar, porque depende de subjetividades totalmente
antojadizas. Hoy estamos pagando las consecuencias de eso”
Lo
curioso es que quien habla no es un crítico neutral, sino quien ocupó
uno de los sillones más privilegiados el Estado argentino durante más de
una década. Zaffaroni fue, durante unos cuatro mil días, nada menos que
uno de los “hacedores” de ese Poder Judicial al que caracteriza como
demencial, promonopólico y antidemocrático. Un rol que, obviamente, no
desempeñó ad-honorem ( actualmente un juez de la Corte cobra entre $ 230 y $ 240 mil por mes y -dicho sea de paso- no paga impuesto a las ganancias).
“Nos entraron por ese lado”
A
nadie se le ocurriría tildar a Zaffaroni de revolucionario (de hecho se
declara muy respetuoso del liberalismo). Por eso sus expresiones (un
tanto culposas) pueden hablar más de los límites de ciertas doctrinas
que de sus potencialidades transformadoras.
“Nunca
pensamos en una reestructuración racional de nuestro Poder Judicial”,
confiesa el jurista preferido de gran parte del progresismo y la
centroizquierda. Y aunque parezca contradictorio con los clichés del
relato kirchnerista (del que Zaffaroni es ciertamente tributario)
adjudica semejante omisión a ciertas limitaciones que tendría el pueblo.
Si no hubo una reestructuración de la Justicia, según Zaffaroni, es
porque “las grandes reformas institucionales, los grandes planteos como
el de un proyecto de Estado diferente, generalmente no conmueven a las
masas”.
Sin embargo, pese al mea culpa,
el jurista no pierde las ilusiones. “Bueno, ahora pongámonos las pilas,
porque es por ese lado que nos entran. Miremos lo que pasó en Brasil,
lo que pasa en Argentina. Tener un Poder Judicial con una estructura
irracional y no tener una prohibición del monopolio de medios masivos de
comunicación, explica que nos hayan entrado por esos lados”.
Reforma constitucional
Para
Zaffaroni es necesario encarar la discusión sobre una reforma
constitucional que realmente transforme el Poder Judicial actual y ponga
al Estado al servicio de las mayorías populares. Incluso reconoce, un
año después del cambio de gobierno, que aquella reforma judicial
propuesta por el gobierno de Cristina Fernández en 2013 (que fuera
rechazada por la Corte que él integraba y archivada por la Presidente
después de una “rosca” con los supremos) “no resolvía el problema”.
“Se
requiere una reforma constitucional. Hay que repensarlo. Un día habrá
que decir bueno, vamos a hacer un Poder Judicial que garantice cierta
previsibilidad en las decisiones”, reflexiona el exjuez. Y agrega que
para ello “se necesita tener fuerza política para hacerlo, pero primero
se necesita tenerlo como proyecto, como programa”.
Nuevamente,
sus palabras no parecieran ser las de quien transitó más de una década
al frente de uno de los máximos poderes del Estado y que, encima, tuvo
innumerables coincidencias políticas y programáticas con el Gobierno que
detentó mayorías absolutas en el Parlamento durante años.
Fallando y fallando
Sobre
el final de la charla con Aliverti, a Zaffaroni le preguntaron qué
enseñanzas le dejó su paso por la Corte. Y quizás fue el momento de
mayor sinceramiento de quien se fue del máximo tribunal “por la puerta
grande”.
Por
un lado, dijo, sacó las lecciones que lo llevaron a definir a la
estructura judicial imperante como “demencial”. Y por otro, según sus
propias palabras, aprendió lo que es la incomodidad. “Me sentí incómodo
en once años, porque siempre he tratado de decidir conforme a lo que
pienso y de repente tenía que firmar fallos que no estaba muy seguro de
si era lo que yo pienso”, recordó.
A
esa altura más de un oyente compartía la pesadumbre. Pero aún faltaba
una confesión mayor de Zaffaroni. “Vos tenés que firmar sentencias,
incluso de derecho común, sobre materias que no conocés”, confesó e
incluso reconoció que en la redacción de algunos fallos ni siquiera pudo
dar su opinión. “Te encontrás delegando”, dijo, “y ya no diciendo
‘redactame tal cosa’ y después corregís sino delegando en cosas que
cuando las leés decís ‘¿estás seguro de lo que escribiste?’”.
Las
expresiones de Zaffaroni no son otra cosa que una confesión de parte.
En las definiciones del exjuez de la Corte subyace el reconocimiento de
que el Poder Judicial está estructurado para darle “seguridad jurídica” a
los poderosos en detrimento de las mayorías populares, aquellas para
las que la justicia es, en el mejor de los casos, un milagro. Sin
decirlo (quizás sin pensarlo) Zaffaroni está diciendo que esa
estructuración no es un “defecto” del sistema, sino una condición
necesaria para que el sistema (capitalista) funcione.
A
nadie se le ocurriría tildar a Zaffaroni de revolucionario. Pero
mientras pregona la necesidad de una reforma constitucional abstracta,
el exsupremo y actual miembro de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos de la OEA ni siquiera propone medidas elementales para una
inmediata transformación del Poder Judicial.
Zaffaroni
no propone ni la elección popular y universal de los jueces, ni la
posibilidad de su revocatoria, ni mucho menos que quienes ocupan cargos
en el Poder Judicial ganen un salario igual al de un trabajador. Incluso
se ha manifestado más de una vez en contra de la implementación de los
juicios por jurados.
Sin
medidas básicas como éstas es imposible siquiera que las cotidianas y
constantes injusticias que sufre el pueblo trabajador y los sectores
populares sean mitigadas. Y mucho menos que los máximos delincuentes,
que saquean, oprimen y matan con sus empresas, sus instituciones y sus
leyes, reciban alguna vez castigo justo.
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