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jueves, 7 de junio de 2018

Tinkunaco 1.078/18 - Revista El Emilio - “MEMORIAS DE UN MAESTRO RURAL”

“MEMORIAS DE UN MAESTRO RURAL”

San Fernando del Valle de Catamarca, Argentina, UNASUR-CELAC, EL EMILIO, Cultura y Educación Nacional.


PRESENTACIÓN 0

Palabras sobre el libro de Mamerto Rodríguez  “Memorias de un Maestro Rural” dichas en la presentación del material que se realizó el 18 de mayo pasado en el Salón Calchaquí de San Fernando del Valle de Catamarca.



PRESENTACIÓN 4












Por Victor Leopoldo Martinez
Agradezco el honor que me concedió el colega, amigo y compañero Roque Eduardo Molas para que lo acompañe en esta presentación.            Lo primero que se me vino a la cabeza fue pensar en términos comparativos e imaginar qué hubiese pasado si lo que se presentaba esta noche aquí era un libro de Susana Giménez (y habría que hacer un gran esfuerzo de imaginación para visualizar a la conductora escribiendo), a Mirta Legrand, o aun intelectual porteño como Ricardo Forster. Seguramente las colas para entrar alcanzarían las dos cuadras. Pero no; hoy estamos presentando un libro de un docente catamarqueño que realmente hizo patria y la sala está colmada lo cual y para los tiempos que corren es un indicio alentador para los que amamos este “oficio” dijera el Lic. Juan CarlosTedesco (ex ministro de educación de la Nación).
Lo que hoy estamos presentando –“Memorias de un Maestro Rural”- yo lo considero un verdadero tratado pedagógico. Lo califico como tal porque por suerte el contenido de este material está muy lejos de todas las definiciones, formulas abstractas y  sesudos estudios teóricos elaborados en laboratorios áulicos de escuelas urbanas o trabajadas por “Lic.” o “dotores” en Ciencias de la Educación en alguna Universidad.
Tampoco está en mi intensión quitar mérito alguno a los extraordinarios aporte de teóricos-prácticos como Piaget –por caso-; o prácticos como el constructivismo de su discípula argentina Emilia Ferreiro; o los aportes en psicogénesis de Ana Kaufman; o el desarrollo de capacidades del ruso Vygotsky tan de moda en los ámbitos académicos. No. Al libro de Rodríguez yo lo pondría a la misma altura de una obra de otro ruso, Anton Makarenko titulada “Poemas Pedagógicos” donde narra experiencias educativas inigualables. No quiero dejar afuera a mi maestro y guía, aquel eximio pedagogo y sin lugar a ninguna duda el más grande que pario esta tierra argentina llamado Gustavo Francisco Cirigliano, de cuya mano yo me formé hasta hacerme su discípulo.
¿Y porque comparo estas “Memorias” con la obra del ruso? Porque así como Makarenko, según cuenta en el mencionado trabajo, comenzó a entender de qué se trataba el hecho educativo en sí mismo, ese ida y vuelta que debe existir en un proceso educativo entre docente y alumno y que Makarenko recién lo entendió e incorporó cuando se hizo cargo de un reformatorio de menores; ¡Sí! Ese lugar adonde van a parar los pibes marginales de una sociedad. Paulo Freire también lo explica muy bien en su “Pedagogía del oprimido”.  Mamerto Rodríguez lo vivió de la misma forma, en otro lugar, construyendo sus relaciones con la decisión de aquellos que llevan la vocación docente en el alma, con la esperanza de que su tarea siempre sea bendecida mágicamente por el universo al que él llama Dios cumpliendo con la palabra sagrada que sostiene que para recoger amor primero se debe sembrar amor.
Uno viene defendiendo la educación pública desde que esta se implantó. Pero  si dejamos la hipocresía de lado y abordamos un poco más en serio el tema, son muy pocos de los que se dicen docentes, aquellos que entienden acabadamente qué significa educar. Digo esto porque solo se puede educar si uno tiene en claro que en el hecho educativo en sí mismo, se establece esa relación biunívoca entre educador y educando donde fácilmente se invierten los roles sin pérdida de autoridad; donde el enseñar y el aprender es mutuo.


PRESENTACIÓN 1
Cuantos docentes se quejan de lo que ellos consideran pésimas condiciones laborales para trabajar dignamente. Entonces que tendría que decir Mamerto que nos cuenta en esta obra en relación a su primer viaje hacia “Alto la Sierra” (lugar desconocido hasta para los lugareños) cuando en el medio del trayecto tuvo que pasar la noche en una humilde vivienda: “Ya en la vivienda sus dueños hicieron gala de su generosidad, sacaron a unos niños de un catre y me la proporcionaron. Por toda iluminación en la casa había un mechero, y con la tenue luz, pude observar la oscura sabana, aun tibia por el calor de los cuerpos de los niños. Mirando con detenimiento, vi pequeños puntitos que se movían muy despacio. Eran garrapatas y chinches pero no podía detenerme a pensar en eso. Muy despacio para no molestar a nadie, sacudí la única sabana, alcance a decir una oración de acción de gracias por la cama y por la familia que me acogió. Serían las 5 de la mañana; no recuerdo nada más.”
Una muestra acabada del compartir de los pobres; el desprendimiento de los pobres de esta tierra; la infinita solidaridad humana siempre presente en los que menos tienen. Esos seres eran y son la patria misma, la patria abandonada, olvidada. Ese pedazo de tierra habitada por  los olvidados de siempre, los verdaderos dueños de estas tierras que nosotros invadimos y se las arrebatamos; y los marginamos. Es  esa patria  la que Mamerto fue a dignificar, a engrandecer con su tarea alfabetizadora; y lo hacía mientras trataba de aliviar dolores ajenos y aprender de las desgracias ajenas. Y termino educándose él mismo desde el mirar, leer y vivir la realidad del otro  En algún otro momento explicaré la diferencia que a mi entender existe entre educar y alfabetizar, dos tareas diferentes pero complementarias que Mamerto desarrolló.
Invito a cualquiera de los presentes a que me manifieste qué entiende por hacer patria, que me diga  que siente cuando una persona te cuenta esto: “Daba gracias por haber llegado a este lugar (refiriéndose  a La Hoyada del Dto. Santa María de Catamarca) de mi primera experiencia docente y oraba para poder cumplir mi tarea acabadamente, según mi vocación, convicciones y dando el máximo de mi capacidad”
Cuanto aprenderían los docentes urbanos quejosos  si leyeran este para nada imaginario relato de lo que es hacer patria alfabetizando en condiciones como estas: “Por fin llegue al aula que yo tanto ansiaba conocer. No era muy grande, pero era suficiente para atender a los alumnos más pequeños. Tenía pupitres un poco deteriorados, pero buenos, un armario, una mesa pequeña y una silla para el maestro. ¡Mi primera aula! La recorrí palmo a palmo con la mirada. Con el tiempo pude conocer cada rincón, cada intersticio… El piso era de tierra, las paredes de adobe, blanqueadas con cal, oscura porque no se podían abrir las ventanas. El techo era de ramas y paja, sostenido por horcones y travesaños. A modo de cielo raso, cubría el techo un “tumbadillo”, mezcla de paja picada y barro. Un pizarrón y sobre él una lámina de don Domingo Faustino Sarmiento, con cara de inspector que lo observaba todo.”
¡Cómo puedo yo poner en tela de juicio ese detalle sarmientino contado graciosamente por Mamerto! El personaje de la lámina no es santo de mi devoción, pero… ¡A quién le importa eso! Mamerto creyó en la historia que le contaron del sanjuanino, para quien –según mi humilde entender-la educación era domesticación de la barbarie. Mamerto no lo entendió así y en su imaginario bañado de inocencia y pureza  hizo lo que su patria necesitaba: “La hora llegó por fin. Como respuesta al sonido de la campana, el patio se llenó de niños… Me sentía observado por los pequeños que cuchicheaban, seguramente preguntándose acerca del nuevo maestro. Recuerdo sus caritas sonrientes, los rasgos particulares  de pómulos pronunciados, su tez morena, la piel curtida por los vientos, el frio y el sol de la Puna. Por todo abrigo, un chaleco o pulóver de lana de llama al igual que las medias, de ojotas , las canillas descubiertas por los pantaloncitos cortos o las faldas de las niñas. Toda ropa elaborada artesanalmente por sus padres… Ver a nuestra enseña patria elevarse en ese mástil, un pobre palo de álamo, en ese lugar tan lejano de nuestra patria, me llenó de emoción. 24 de enero de 1963.” (Son escuelas de régimen de verano por cuestiones climáticas y las clases se dictan entre septiembre a mayo)
Para mamerto la patria fueron esos Santamarianos de “La Hoyada”. Y su patria también fueron sus alumnos de “Alto la Sierra”, ese lugar metido en el medio del “Impenetrable” Chaco-Salteño. Porque  su patria fueron esos Wichis, Matacos, Tobas, Mocovíes, Pilagas a quienes Mamerto llevó su amor y con ello dignificación para ese puñado de seres humanos; para esos argentinos victimas de esa historia maltratada, despojados no solo de sus tierras sino hasta de la propia dignidad humana. Aun  hoy siguen siendo maltratados


PRESENTACIÓN 2
¡Qué paradoja nuestro ser argentinos ¿no?! Una gran mayoría de compatriotas hoy, viven preocupados por el dólar, por las deudas que siguen adquiriendo; preocupados por el descenso de su capacidad de consumo, mientras otros no consumen nada porque no tiene cómo consumir ni siquiera lo elemental para subsistir.
Por eso y para cerrar, yo me limito a sugerir la lectura de este poema pedagógico que escribió Mamerto, y estoy seguro que la mirada que ustedes tienen hoy de la vida, cambiaría radicalmente  y entenderían como la misma cobra sentido y un valor superlativo cuando la pienso, la siento, y la vivo con el otro y desde las necesidades del otro que deberían ser mis necesidades. Solo una persona como Mamerto que siente el hecho educativo como un regalo amoroso de  vida puede escribir esto: “SIN DOCENCIA NO HAY PATRIA, SIN PATRIA NO HAY FAMILIA, SIN FAMILIA NO HAT AMOR, SIN AMOR EL CORAZON DEL NIÑO, DEL JOVEN, DEL ADULTO, DEL ANCIANO ESTÁ TRISTE.”
Este trabajo debe ser un manual diario para ser trabajado por todos aquellos que dicen ser formadores de futuros docentes. Este trabajo enseña cómo se hace grande una patria. Este material debería ser de lectura obligatoria en la carrera de Ciencias de la Educación. Pero de esa Ciencia de la Educación pensada en argentino, para argentinos y con visión integradora latinoamericana. Gracias Mamerto por este bello aporte. Mamerto, como yo, es egresado de la Normal de Maestros Fray Mamerto Esquiú de nuestra querida Pcia. de Catamarca. Mamerto con este tratado pedagógico me mostró que mis humildes interpretaciones sobre qué significaba educar no eran ni son tan erradas.


CHANCALAYDos trabajos colman mi espíritu por provenir de plumas colegas. Este material adquiere para mí, el mismo valor  que aquel regalo que también hizo a la educación argentina mi compañero y amigo Oscar Salcedo titulado “Lo que se está llevando el olvido”.
Mamerto cerró aquella presentación de su material señalando con profundo acierto lo esencial del hecho educativo. Señaló que la importancia estaba en la parte formativa, en el trabajar valores humanos. Y la verdad… ¡Me emocioné! Esta aseveración coincidía con lo que yo sostengo en mi trabajo “Guarda-Polvos…”: “Si nuestras escuelas no hacen buenas personas, buenos argentinos, entonces nuestras escuelas no sirven.”
Muchísimas Gracias Mamerto Rodríguez por este aporte. Gracias colega, compañero y amigo Oscar Salcedo. Gracias a Patricia Saseta Pastrana por esta invitación. 
Nada más que agregar.


PRESENTACIÓN 3

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